Capítulo 6 Fifth:

Un nuevo día se había levantado en Anskar, después de un largo día lleno de presentaciones, noticias y una noche que a opinión de muchos pasaba demasiado rápido sin tiempo a verdadero descanso, el sol había hecho acto de presencia junto a nubes blancas que reposaban hermosamente en un cielo azul y un mar en completa calma.

En palacio sin embargo se podría considerar un día como cualquier otro, la servidumbre levantada desde temprano poniendo en práctica sus quehaceres, un rey que parecía tener algún pacto raro con el astro sol porque en cuanto este daba señales de comenzar su faena.

Bastian hacía acto de presencia por los pasillos como si el estar en la cama hasta las siete fuera sacrilegio, muy contrario a la reina, quien siempre intentaba quedarse en descanso hasta las ocho o nueve, después de tanto años sirviendo la gran mayoría sabía que esta no ocupaba el tiempo durmiendo sino más bien leyendo y mirando el horizonte a través de su enorme y ornamental balcón, cual estaba repleto de flores mariposas-triadas del caribe desde la isla Ubac-y rosas azules-importadas desde la zona norte del globo-un ligero capricho que se había dado desde que una los monarcas habían dejado de compartir alcoba, hace muchos años atrás.

El comedor estaba activo, platos, cubiertos y vasos, moviéndose de un lado a otro como si los cocineros necesitaran trabajar lo suficiente rápido para salir corriendo de allí, la cocina principal quedaba a plena vista, era hecha de piedra y mármol, como casi todo en el reino, frutas perfectamente picadas, dulces recién horneados, huevos fritos o en suculentas tortillas, así como mermelada, mantequilla, jugos, cereales, entre otros.

-Buenos días, mi rey-saludó Natalia con ligera venia hacia Bastian, los ojos grises como la tormenta le dieron un rápido vistaso antes de asentir y volcer su total atención hacia las ojas entre sus manos mientras tomaba una taza de té, y degustaba algunos de los manjares dispuestos en la mesa-¿Buenas noticias?-preguntó la mujer tomando asiento a la vez que se le era colocado los cuertos y demás para su propio disfrute.

-En absoluto, parece ser que solo la desgracia nos persigue estos días-respondió el rey en tono monótono y casi cansado, a lo que Natalia asintió dándose el primer bocado de ligera y dulce fruta-Creo que es algo de sangre-agregó como comentario al aire sin aparente malicia, Natalia que desgraciadamente conocía con quien se había casado sonrió e incluso intentó parecer sorprendida ante tal comentario.

-Quizás sea cierto que los Zlata están malditos-sonrió mirando al hombre a los ojos manteniendo una mirada afable y brillante-Es...-ladea la cabeza y sonrió a la vez que pensaba-Algo de sangre, al parecer-los orbes grises se tornaron solo un poco más oscuros junto a una sonrisa apretada que floreció de los masculinos labios.

-No pierdas tu lugar, Natalia-la mujer lo observó largos segundos hasta soltar los cubiertos y poner ambas manos debajo de la mesa, sobre su regazo y entrelazadas, Bastian la observó con mirada crítica y afilada, dura, sin lugar a refutaciones.

-Nunca, mi señor-dijo en voz baja y correcta, como si cantara una suave melodía, tan ensayada.

-Perfecto, ahora-bajó el tono como si quisiera crear dulce melodía-¿Por qué no vas a cerciorarte de que los preparativos para el recibimiento de Amarü, estén en orden?. Seguro lo disfrutas.

-No creo que...

-No era una sugerencia, Natalia. Ve-ordenó mirándola directo a los ojos-Y haz que Amarü se sienta cómoda.

La mujer apretó las manos aún acultas bajo la mesa y en inercia miró al rededor, solo algunos de la servidumbre que ya tan adaptados a tal comportamiento ni siquiera parecían escandalizados, tomó aire y sonrió, se levantó con cuidado.

-Claro.

Nada más fue dicho, Natalia salió de ahí conteniendo la ira y aguantando las lágrimas, deamasiado acostumbrada a todo, realmente no entendía como su corazón se atrevía a dolor. Ella a tal edad y con hijos, era realmente patética.

Bastian levantó la mirada viendo como la reina se retiraba del comedor, antes de seguir leyendo tranquilamente los documentos, sin saber que segundos antes alguien había estado viendo todo desde una de las puertas, e ido sin ser visto, divertido por saber que los Zlata eran más de lo que aparentaba, y no en el buen sentido.

.......

El día para Nicholas no había ido bien en lo absoluto, y Brian lo sabía, apenas eran las nueve de la mañana y el mayor parecía un tipo algo apaleado, medio muerto que cargaba el peso del mundo encima pero lo disimulaba muy bien, de hecho si Brian no lo conociera bien quizás no se habría dado cuenta, primero el día anterior no habían sido el mejor.

Antes de que confirmaran que ya la princesa de Aritz estaba en tierras de Anskar, hasta ese preciso instante Nicholas había luchado en convencer a su padre y rey, utilizando excusas raras que tenían que ver con la independencia y el derecho propio, a las cuales Bastian ni siquiera les prestó atención y solo lo mandó a callar con una gélida mirada que casi hace que Brian se atragante con el jugo que estaba tomando para ese entonces.

Sin embargo ya todo estaba en marcha, Nicholas se casaría, y Brian debía reconocer, por su salud mental e innecesaria necesidad afiliada a una sinceridad desmedida, que Amarü era hermosa, y atractiva de una forma rara para sus gustos, en primer lugar no había tenido la oportunidad que siquiera tratar con personas de otro tono de piel que no fuera el pálido característico de los habitantes de Anskar que él desesperadamente intentaba dorar matándose bajo el sol de vez en cuando y que solo le hacía quemaduras horribles.

Le parecía bonito el tono de Amarü, de ese tipo llamado Hoccar y todo el séquito con esos pelos rizados tan de ellos y sus cuerpos llenos de curvas que él nunca tendría, principalmente las de Hoccar, tendría que preguntarle a ese hombre qué comía, él no podía ser normal, todo moreno, todo alto, todo musculoso y todo atractivo, un par de consejos no le vendría mal para poner en práctica sobre sí mismo, o algunos conocidos que lo necesitaban desesperadamente.

Sí, eso estaría muy bien.

Brian dio un ligero respingo cuando un Nicholas muy cabreado se sentó cerca de él, bufando como un toro embravecido, Brian lo observó entre divertido y temeroso, su hermano daba miedo cuando quería, Nicholas levantó la vista mirando hacia la nada como si esta le fuera a dar alguna respuesta.

El pelinegro estaba enojado, muy enojado por muchas y pocas cosas, primero le metían en un casamiento arreglado con una princesa de Aritz, traducción, una salvaje, que ni siquiera le atraía.

Después de tener que finalmente lo acepta porque no le queda más remedio la conoce, o más bien los presentan para llevarse la sorpresa de que es una mujer con algún complejo extraño de superioridad femenina y un sentido de la cortesía algo retorcido llena de sonrisas cínicas y palabras dulcemente venenosa, es que a él nada podría irle bien, viendo lo visto solo podía esperar a que se casaran y confinarla una vida tan solitaria y silenciosa como fuera posible y debía ser, sí, eso, Nicholas no tenía planes de ponérsela fácil a esa mujer, desvió la mirada a un lado encontrando los verdes orbes de Brian, suspiró.

-Adelante, dilo-instó con molestia evidente fluyendo por su cuerpo, sentado en una de las salas de recreación del castillo.

Ambos habían despertado temprano y mantenido dos reuniones, una con la guardia real de la corona y otra con el consejo del reino, ambos se habían sentado a descansar en uno de los salones destinados para el disfrute de la corona y sus invitados, el menor de los hermanos aguantó las ganas de reír que brotaban y amenazaban con salir de su garganta, sin embargo puso rostro serio y sereno mirando a su mayor.

-Hermano-el de ojos grises lo observó-Se te han abierto las puertas del infierno, y el diablo resultó ser una hermosa mujer negra, con un carácter del demonio.

            
            

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