Así que la única vez que el mago veía luz era cuando los orcos le traían su comida, pero sus ojos estaban tan desacostumbrados a la luz que al ver la antorcha iluminar, se cegaba. Para tratar de mantenerse cuerdo y que la oscuridad, la soledad y el encierro no le jugara ninguna mala pasada a su mente, Grindal entablaba conversaciones con Heresin. Pero al pasar el tiempo aquellos diálogos cada vez se hicieron más escasos, al llegar al punto que no recordaba la última vez que su amigo había hablado ni tampoco la última palabra que había salido de su boca misma. En aquella oscuridad, al no poder utilizar sus ojos, sus otros sentidos se habían agudizado, en especial el del oído. Podía escuchar a las ratas roer y caminar por las celdas, escuchaba desde lejos cuando los orcos se acercaban a traerle el alimento, escuchaba ruidos lejanos de lobos aullar y últimamente escuchaba la respiración corta y débil de su amigo Heresin. Grindal estaba muy preocupado por la salud de su amigo, sabía que desde hacía algún tiempo no probaba la comida que le traían los orcos. Plato tras plato se acumulaban en el suelo haciendo las delicias de las ratas y cucarachas, haciendo que estos animales se propagaran mucho más. Al principio el mago también se negaba a probar aquella apestosa comida, pan podrido y aguan igualmente sucia, pero al pasar el tiempo, el hambre y la sed lo vencieron y no tuvo más remedio que alimentarse con aquella inmundicia. Un día estaba tan desesperado por probar algo de carne, que cazó a una de las muchas ratas que divagaban por aquellas celdas y la devoró. Desde ese día, las ratas y las cucarachas entraron en el menú del viejo mago. Pero la comida no era lo peor de aquel encierro, el olor era insoportable, era un olor nauseabundo y asqueroso. Al principio, los primeros días eran tan horrible que era prácticamente imposible respirar, pero al pasar del tiempo el olfato se fue acostumbrando. El olor a ratas muertas, podridas, junto al olor de los baldes donde los cautivos hacían las necesidades, se mesclaban haciendo el ambiente no respirable para cualquiera, pero no para los dos magos ni para los orcos, estas criaturas estaban acostumbradas a estas condiciones ya que ellos mismos olían de esa manera. Su hedor apestaba.
Preocupado por la salud de su amigo, cuyas últimas semanas había estado acostado sin probar bocado ni pronunciar palabra alguna, Grindal le suplicó a uno de los orcos que le avisará a Andariel de la situación de Heresin, la única contestación que tuvo el mago fue un puño en el estómago y un puntapié en las costillas, todo ello en medio de las burlas y risas macabras de aquellas inmundas y malvadas criaturas.
<< ¿Cómo pudiste llegar tan lejos, Andariel?>> se preguntaba el mago, paseando como siempre lo hacía, de un lado hacia el otro en la angosta celda. Él, que había sido un mago viajero y que había andado y conocido muchos lugares del mundo, ahora estaba confinado a una celda de tres por tres metros. Él, que había visto tantos hermosos paisajes y tantos animales, ahora tan solo veía los barrotes de su celda y los únicos animales eran las ratas que proliferaban, había tantas que Grindal ya no sabía si aquella era su celda y las ratas vivían con él o si era la celda de las ratas y él vivía con ellas. Todos los días, en parte para mantener su mente ocupada y trabajando, Grindal pensaba en los planes de Andariel. Se preguntaba que estaba pasando afuera, en el mundo. Se sentía muy impotente, la ansiedad por tener noticias del exterior lo mataba, se preguntaba si la hechicera en su afán por encontrar al heredero del reino medio-elfo, había tenido éxito y si fuera así, que planes tendría para aquel individuo que muchos años atrás él mismo había salvado de la muerte. En todo aquel tiempo su antigua amiga y aliada no fue a visitarlo, no la vio ni una sola vez. No entendía el propósito de dejarlos con vida, si bien para ella era tan fácil matarlos. Así que Grindal se convenció que la hechicera tenía unos planes para ellos dos, planes que desconocía el mago pero que evidentemente eran muy importantes para Andariel, sino fuera así ya estarían muertos. Aunque Grindal no sabía que era peor, si la muerte o aquellas horribles condiciones en las que vivía, recluido en aquella fría y oscura celda.
Utilizando sus poderes, aprendidos mucho tiempo atrás gracias a los elfos, el mago intentó contactarse con el mundo exterior, más allá de aquel lugar donde se hallaba recluido. Por telepatía quiso tener contacto con Kashya, incluso con su fiel ayudante Blas, pero todo fue en vano. El hechizo protector que caía en ese lugar era muy fuerte y se necesitaba una energía muy poderosa para traspasarlo y energía era precisamente lo que le faltaba al mago, ya que al pasar los días se sentía más y más débil, no solo física sino mentalmente y también del espíritu. Si bien en los primeros días de reclusión había ideado planes para escapar, al pasar de los días desistió de esa idea ya que se dio cuenta que era prácticamente imposible. Sin la posibilidad de utilizar su magia, las opciones de escapar eran prácticamente nulas. Así que el mago se resignó a esperar el día en que Andariel viniera a por ellos dos o bien que un día un milagro inesperado sucediera, que le diera la oportunidad de escapar lejos de aquel inmundo lugar. El viejo mago no lo sabía pero aquel milagro estaba próximo por suceder. Pero como todo, las cosas no siempre son como parecen.
-¿Estáis despierto, amigo mío?-.
Por un momento no hubo respuesta alguna, tan solo se escuchaba la respiración pesada de Heresin.
Grindal volvió a insistir -¿Estáis bien?-.
Heresin tosió de forma estrepitosa rompiendo el silencio de las frías celdas, era una tos seca, desesperante, que duró mucho tiempo. Grindal a tientas dio con un recipiente en donde horas atrás le habían traído el agua. A través de los barrotes se lo acercó a su amigo diciéndole –Tomad, bebed un poco-.
En efecto Heresin bebió el líquido, segundos después escupiendo la gran mayoría de lo bebido, dijo con voz tenue –Esa agua es asquerosa-.
-Es la única que tenemos, así que peor es nada. Bebed más-.
Heresin sabía que Grindal tenía razón y bebió otro poco. Después de un segundo de silencio en el que de nuevo se postró en el suelo dijo –Ya no aguanto más esta situación, amigo-.
-Debemos resistir, ahora más que nunca el mundo necesita de nosotros-. Replicó Grindal en tono amable.
-Desde que fui herido por aquellos espectros, el dolor es más intenso y aumenta día a día, es un dolor visceral que me carcome las entrañas y además está este frio que hiela mis huesos, por más que trate de abrigarme bien para conservar mi calor corporal no logro que este frio se vaya. Y están las pesadillas amigo, horribles pesadillas que hacen que ya no quiera cerrar nunca más los ojos. Esos malditos espectros habitan en mi mente, atormentándome. Aun siento el frio filo de sus espadas hiriéndome. Cada vez que recuerdo mi encuentro con esos seres mis heridas se abren de nuevo. Me estoy pudriendo por dentro, amigo-.
-Debéis resistir, mi amigo-. Insistió Grindal.
-No-. Respondió rotundamente Heresin con las pocas fuerzas que le sobraban. –Si no hacemos algo de inmediato ninguno de los dos sobrevivirá y en algo tenéis razón, el mundo nos necesita, pero me temo que solo uno de nosotros puede sobrevivir a esta odisea-.
Grindal sorprendido preguntó -¿A qué os referís?-.
-Debéis escapar de aquí Grindal. Debéis ir y encontrar a Kashya, juntos podéis haceros frente a Andariel. Juntos, vosotros podéis prevenir el regreso del señor oscuro-. De nuevo la tos seca tomó posesión del herido y débil mago. Después de varios minutos, por fin el mago pudo controlar la tos y de nuevo habló –Si no actuamos ya, dudo mucho que nuestros ojos vuelvan a ver la luz del día de nuevo. Estoy seguro que Andariel nos dejara para que muramos aquí-.
-No, ella nos necesita, sino ya estaríamos muertos-. Respondió Grindal.
-Otra razón más para escapar, mi amigo-. Habló Heresin a quien le costaba mucho trabajo articular las palabras. –Tenéis que dejarme aquí e iros-.
Grindal se mantuvo un momento en silencio y luego habló –No hay manera de escapar de aquí, un hechizo muy grande cae sobre este lugar. No puedo utilizar mi magia-.
-Lo sé, pero también sé que solo hay una manera para que vos podáis escapar de aquí-.
Grindal sopesó sorprendido las palabras de Heresin pensando que quizá el mago había perdido la cordura, dijo –No sé de qué habláis, pero si hay una manera de escapar, no puedo dejaros aquí. Debéis venir conmigo-.
-No. Debéis dejarme aquí, estoy demasiado débil. Esto que os voy a decir, la única manera de escapar de aquí, requiere de mucha energía-.
Grindal replicó incrédulo – ¿A qué os referís? ¿Cuál es esa única manera de escapar de aquí?-.
Heresin respiró pesadamente y tosió un par de veces, luego dijo –Hay una forma de escapismo que los altos elfos utilizaban muchos miles de años atrás y que nos la enseñaron a los primeros de nosotros. ¿Recordáis? También nosotros aprendimos esa técnica, solo que nunca la utilizamos-.
Atónito Grindal se expresó -¿No estaréis hablando de....?-.
Heresin notando que su amigo había caído en cuenta de su idea le dijo –Sí, de eso exactamente estoy hablando. Cambiapieles-. Luego, haciendo otro esfuerzo por hablar siguió diciendo –Estas ratas corren libres por todo este lugar. Seguro que saben el camino de salida de aquí-.
-Esa es una técnica muy antigua y no recuerdo...-.
-Sí que recordáis como hacerla, no mientas-. Interrumpió Heresin a Grindal.
-Aun así, se requiere una gran cantidad de energía para llevarla a cabo y energía mi amigo, es lo que me falta-. Dijo Grindal.
Heresin que cada vez más le costaba hablar dijo –Es ahí donde entro yo, mi amigo. Nuestra energía vital mística no puede ser tomada ni arrebatada por la fuerza, debe ser dada voluntariamente y yo os la doy a vos para que podáis escapar, es la única manera, no hay otra-.
-¿Pero qué hay del hechizo que cae sobre este lugar?-.
Heresin respondió haciendo otro esfuerzo mayúsculo para hablar –No hay hechizo que pueda contrarrestar nuestra energía vital mística dada a nosotros muchos años atrás por los altos elfos-.
Grindal habló de nuevo –Pero amigo, si vos me entregáis vuestra energía vital mística, perderéis la vida-.
Hersin de nuevo tosió estrepitosamente, después de un momento dijo –En esta guerra que se aproxima, todos debemos hacer sacrificios y este, amigo mío, es el que yo hago, doy mi vida para que vos podáis huir y salvaros. Más adelante, Grindal, os llegará el turno de hacer vuestro sacrificio-. El viejo y moribundo mago estiró la mano a través de los barrotes que separaban las celdas. Grindal hizo lo mismo. Cuando ambas manos se encontraron en la oscuridad, Grindal apretó la mano de su amigo y le dijo –Gracias mi amigo, nunca olvidaré vuestro sacrificio-.
Heresin también apretó la mano de Grindal y respondió –Prometedme, amigo, que haréis todo lo posible para encontrarlo antes que Andariel. Vos sabéis cuán importante es él para todos nosotros. Él es la única esperanza de todos los habitantes de la tierra. Es el único que puede enfrentarse al señor oscuro, debéis ayudarlo y protegerlo-.
-Os lo prometo, amigo-.
-Recordad Grindal que después de esto, parte de mi vivirá en vos para siempre-. De nuevo Heresin apretó la mano de su amigo –Id y reuniros con Kashya, ella es muy poderosa y vos lo seréis aún más-. El viejo mago sonrió un tanto –Después de todo si hay esperanza ¿no creéis?-. Después de un momento de nuevo Heresin dijo –Hagamos esto de una buena vez-. Grindal asintió en la oscuridad. –Concentraos. Pase lo que pase no soltéis mi mano hasta que todo haya concluido. Ahora cerrad los ojos y concentraos-.
-Está bien-. Grindal obedeció a su amigo y cerró los ojos tratando de concentrarse y dejando la mente en blanco.
Allí, en medio de aquellas celdas frías y oscuras algo mágico pasó. –Yo, Heresin, que una vez fui de la raza de los hombres y que gracias al poder los altos elfos de antaño se me dio parte de su gracia, ahora doy mi energía vital mística a mi amigo y hermano Grindal. Que él la sepa utilizar para el bien y nunca para el mal-. Después de estas palabras una luz blanquecina fluorescente iluminó todo el lugar traspasándose a través de las manos, de Heresin a Grindal. De esta manera, en un acto que duró un par de minutos, la energía vital mística de Heresin, dada por los altos elfos mucho tiempo atrás, se traspasó a Grindal y desde ahora formaba parte de él, haciéndolo aún más poderoso.
Grindal abrió los ojos de nuevo y se sintió diferente. De alguna manera era él mismo pero había algo más, se sentía más completo, más realizado, más poderoso. Respiró hondo y al sentir como el aire mortecino del lugar le llenaba los pulmones, por primera vez en mucho tiempo sintió paz y tranquilidad. Contempló el cuerpo sin vida de su amigo, en el suelo, al otro lado de los barrotes, en la otra celda y no pudo evitar que una oleada de tristeza lo invadiera. Cerró los ojos una vez más y entonó una oración en silencio al Creador supremo para que acogiera a Heresin en una de sus universos superiores. Sin querer, una lágrima se deslizó por la mejilla de Grindal al terminar su oración.
Sabiendo que seguramente los orcos que traían el alimento estaban muy próximos a hacer presencia, Grindal decidió actuar de prisa. Con paciencia esperó que una de las ratas que deambulaban por el lugar se le acercara y así fue. Un roedor se le acercó lo suficiente y en un rápido movimiento la capturó. La rata, que era de mediano tamaño, trataba desesperadamente de zafarse de las manos de su verdugo, dando chillidos largos, fuertes y agudos y también contorsionándose con furia. Grindal entonces sostuvo muy fuerte al roedor con una mano mientras que con la otra la acariciaba desde la cabeza hasta donde empieza la cola mientras recitaba una oración. Al instante la rata se calmó y entró en una especie de trance pues no se movía para nada, tan solo atinaba a mirar a Grindal. Este último supo que era el momento para llevar a cabio el ritual, así que dejando a la rata en el piso, se dispuso a quitarse toda su ropa. Cuando estuvo totalmente desnudo se sentó sobre el suelo en posición Vajrasana y tomó de nuevo la rata entre sus dos manos. El roedor dócil se dejó tomar de nuevo. Seguido Grindal respiró hondo tratando de controlar todos sus sentidos y su energía mística vital, que ahora gracias a la ayuda de Heresin era más fuerte. Cuando sus sentidos, su energía, su mente, su cuerpo y su espíritu estuvieron listos y sincronizados como un todo, el mago puso en marcha aquel viejo y poderosos ritual.
Los ojos de la rata y los de Grindal se encontraron en la oscuridad. Una especie de energía envolvió a los dos seres, al hombre y al roedor. Toda su mente, su cuerpo, su espíritu, sus recueros y vivencias se reflejaron en los ojos del mago quien poco a poco comenzó a sentir los efectos de tal acto de transformación. Sin explicación lógica, su cuerpo empezó a empequeñecer y a medida que decrecía en tamaño su cuerpo se llenaba de pelaje. De su espina dorsal nació una cola y de su cara nacieron bigotes largos. La transformación tan mágica como dolorosa duró un par de minutos, en los cuales los gritos de dolor se escucharon por todo el lugar. Al final ya no había rastro de Grindal en aquella celda, tan solo habitaba una rata más. Con el tamaño de una rata común y silvestre pero con pensamientos de hombre, Grindal, transformado en roedor supo que era hora de marcharse así que movió ese pequeño cuerpo buscando una salida de aquel lugar. El mundo que había conocido el mago, ahora tenía otra perspectiva, desde ese tamaño todo lucia más grande. Siguiendo a otras ratas, el mago pudo encontrar un camino de salida que lo llevó lejos de aquel macabro lugar. Por primera vez en mucho tiempo Grindal miraba el mundo exterior, vio la luz y sintió el viento. Así fuera convertido en rata, disfrutó de la vista que le brindaba el ser de nuevo libre. Y corrió, corrió con sus pequeñas paticas. Debía alejarse lo más que pudiera de aquel lugar. No tenía que perder tiempo. La transformación tenía un tiempo límite, así que cuando volviera a su estado natural, de ser humano, debía estar lejos de aquel sitio.
Cuando los orcos fueron a las celdas a llevar los alimentos a los dos hombres allí recluidos, se llevaron una gran sorpresa. Encontraron a Heresin en el suelo, sin vida. Y del otro hombre no hallaron rastro alguno, tan solo las andrajosas ropas tiradas en el piso. Los calabozos estaban desiertos a excepción de las ratas que proliferaban.