Capítulo 3 Recuerdos

Deje a un lado mi miseria y me dirigí a la ducha con la esperanza de que el agua me aclarara las ideas y me prepara para afrontar aquel día. De una u otra manera Isabel iba a tener que verme lo quisiera o no, así que me arregle y me puse lo más presentable posible, me aféitenla y me peine el cabello castaño con los dedos. Me puse la chaqueta de cuero negra y me eche un rápido vistazo en el espejo, me acomode el cuello de la camisa y el brillo sutil de la alianza negra que llevaba en mi mano izquierda me distrajo por unos segundos.

Inspire y expire muy despacio intentando ralentizar el fuerte latido de mi corazón debido a los recuerdos que amenazaban con explotar en mi cabeza. El aíre me empezó a faltar y apoye las manos en el espejo que estaba en medio del vestidor.

- Joder - susurre con la vista nublada y un extraño mareo se apodero de mí y cerré los ojos con fuerza.

El vestido blanco se adhería como una segunda piel marcando cada curva de su voluptuoso cuerpo. Su pelo castaño oscuro estaba rizado cuidadosamente y se movía con el viento creando una danza perfecta sobre la pequeña diadema de rosas rojas que decoraba su cabeza. Su mirada verde acentuada por el maquillaje, sus labios rojos y las pequeñas pecas que bañaban su nariz y el bronceado de su piel creaban la imagen más seductora que había visto en mi vida.

Me sonrió y su mirada brillante y llena de emoción iluminaba la noche con el suave y cálido viento que golpeaban nuestros cuerpos, con la luna y las estrellas como únicos testigo de nuestra unión.

- Isabel, esto es la promesa y el símbolo de que mi amor por ti será para toda la vida - deslice el delicado anillo con un pequeño diamante en su dedo anular - No te prometo que siempre será perfecto, pero si que va a merecer la pena pasar cada segundo de nuestra vida juntos.

- Alek, no quiero algo perfecto. Quiero esto - dijo con emoción poniendo una mano sobre mi corazón y este empezó a palpitar más fuerte por su contacto, por su mera presencia y cercanía - yo te quiero a ti, solo a ti - aseguro con una sonrisa mientras deslizaba la alianza negra sobre mi dedo anular.

Me incline y la bese suavemente durante unos segundos sujetando su cara entre mis manos con delicadeza como si se tratara de una rosa, suspiró con lagrimas de felicidad que deslizaban lentamente por sus mejillas. Bese sus mejillas y después le di un beso en la frente.

- Te juro que en poco tiempo lo haremos realidad - susurre - nos casaremos

Parpadee varías veces intentando deshacerme de aquel recuerdo, me aclare la garganta y volví a parpadear para hacer desaparecer las lagrimas que se acumulaban en mis ojos.

No era el puto momento para que los recuerdos me asaltaran y me jodieran. No era el momento para que cada uno de los recuerdos de mi vida con Isabel salieran a flote y no ese - especialmente ese - ese no. Esa era la promesa que más me jodía, la promesa que no había podido cumplir.

¡Hostia puta!

Ese recuerdo no podía salir a flote porque me partía el alma en dos y saber qué iba a cumplir treinta años y que no había podido cumplir ninguna de las promesas que le había hecho a Isabel me mataba. Desperdicie el tiempo con ella, la tuve en mis manos y no la pude retener. Se me escapo de entre las manos la mujer más inteligente, perfecta y hermosa que había conocido en la vida. Había dejado escapar al puto amor de mi vida por ser un gilipollas.

- Déjate de gilipolleces- murmure enderezando y reponiéndome.

Me di la vuelta, recogí el móvil roto y deje la habitación destrozada detrás de mí y salí de ese apartamento que me estaba asfixiando, sentía que las paredes se me echaban encima. Sentía que me iba a quedar atrapado en ese grande y solitario apartamento que me consumía cada uno de los putos días por la soledad y las malas decisiones.

Me dirigí al garaje y me subí al coche rápidamente, conduje por la calles de esa ciudad como un loco sin importarme las consecuencias de encontrarme con algún policía. Me importaba una mierda la autoridad. Lo único que tenia en mente era llegar a mi oficina y dejar cualquier cabo suelto muy bien atado, especialmente ahora que iba a arriesgar todo por recuperar mi vida.

El reloj marco las siete de la mañana y acelere hasta cinco ochenta kilómetros por la autopista, adelantaba los coches con maniobras peligrosas recibiendo bocinazos a mi paso.

Era temerario, aún así, jodidamente liberador. La velocidad siempre me había seducido, no tanto como las curvas de Isabel, pero, era una distracción a su presencia constante y eso era un alivio para mi jodida mente. Había algo en la velocidad que me cautivaba, que me atrapaba y me estimulaba, había una fila línea entre la vida y la muerte y mi comportamiento autodestructivo agradecía el juego macabro.

- ¿Tienes pensamiento suicidas, Alek? - me pregunto la psicóloga con suavidad y neutralidad recolocándose las gafas en el puente de su nariz.

La observe fijamente y estire un brazo sobre el sofá jugueteando con el móvil distraídamente.

- No- conteste rotundo - por supuesto que no quiero suicidarme.

- Entonces, ¿Por qué Isabel te encontró medio muerto?

Acelere a un mas hasta llegar a los doscientos kilómetros por hora, concentrándome en cada vibración del volante, centrándomelos en todo lo que pasaba a mi alrededor, apartando y mandando al fondo de mi mente los recuerdos y los remordimientos.

Observe el velocímetro una milésima de segundo y pise el acelerador hasta llevar el coche a los doscientos cuarenta. Sabia que podía llevar esa preciosidad de BMW M8 hasta los trescientos kilómetros por hora y era la hostia de tentador y la perfecta distracción. Había algo que me llamaba a hacerlo y ese algo era mi parte autodestructiva que me seducía y me incitaba. Era como un pequeño demonio que me aconsejaba que llegara hasta el final, que pisara el acelerador y que el destino decidiera.

Si fuera el mismo hombre que era hace unos años lo hubiera hecho sin pensarlo. Hubiera pisado el acelerador y me hubiera arriesgado por el simple placer de que mi vida pendiera de un hilo, pero ahora era un hombre diferente. Me gustaba pensar que mucho más centrado, que controlaba mi parte más jodida y autodestructiva. Aunque no había llegado a ser la persona que quería ser, era consciente de que había cambiado, y me gustaba pensar y ser optimista de que había cambiado para bien.

Sujete con fuerza el volante y solté poco a poco el acelerador.

¿Había tocado fondo? No lo sabía a ciencia cierta, esperaba que sí, que hubiera tocado fondo para poder levantarme y ser un hombre en todo el sentido de la palabra.

Conduje el resto del camino a una velocidad normal y permitida hacia mi empresa. Estacione el coche en la entrada del edificio de veinte plantas, donde estaba la empresa que había tenido que sacar a flote gracias a Felix Haire, mi querido progenitor. Me baje y cerré la puerta moviendo nerviosamente las llaves.

- Buenos días, señor Haire - me saludo Tomás acercándose a mí con una amable sonrisa que se extendía por su arrugado rostro. Era un hombre que la vida había tratado mal en muchos ocasiones y eso se reflejaba en su aspecto físico haciendo ver mayor de lo que era.

Lo conocí en uno de los tantos momentos de mi vida en los que había tomado malas decisiones y, por azares de la vida o porque tenía un ángel de la guarda - según él- me ayudó a salir con vida de una situación peligrosa. Una situación que no había elegido yo, ni mucho menos, todo era por el mal manejo y los negocios ilegales en los que se había metido mi padre antes de morir, y gracias a él había tenido que vivir y seguía viviendo las consecuencias de sus malas decisiones.

- Buenos dias, Tomás. Lleva el coche al aparcamiento, por favor - le tendí las llaves del coche y le di una suave palmada en la espalda a modo de agradecimiento encaminándome rápidamente hacia la puerta giratoria.

- Hoy es el gran día, ¿no? - preguntó. Gire la cabeza para observarlo con curiosidad - Hoy verá a su mujer - aclaro moviendo nerviosamente las manos. Un tic que lo caracterizaba.

- Eso espero de todo corazón, Tomás - el corazón se me aceleró por los nervios que estaba intentando mantener bajo control. Suspire y me lleve una mano al corazón.

El asintió y me miró indeciso e inseguro no sabiendo si decir algo o no. Entrelazo las manos delante de él y se acerco a mí.

- Suéltalo ya - ordene - lo que sea que quieras decir, dímelo.

Él asintió rápidamente

- Voy a ... - se aclaro la garganta incomodo - permítame darle un consejo, Alek. A lo largo de la vida solo tenemos una oportunidad de encontrar a nuestra alma gemela. Si la señora Isabel es el amor de su vida, haga todo lo que este en sus manos para recuperarla, porque de lo contrario es un dolor con el que tendrá que aprender a vivir el resto de su vida - miro un momento al suelo y luego me miro con dolor en los ojos - y créame, no se lo deseo a nadie.

Guarde un largo silencio porque no quería que notara la fragilidad en mi voz al hablar. Él me miro fijamente y asintió como diciéndome entiendo lo que estas sintiendo. Me aclare la garganta y solté todo el aire de golpe.

- Lo intentare -

- No lo intente - dijo con seriedad - consígalo

Me dio la espalda y yo me quede unos segundos en la entrada observando como se subía al coche y se marchaba con gesto pensativo y atormentado.

            
            

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