Capítulo 4 La llamada

Me pase las manos por la cara frustrado, estaba física y mentalmente agotado por el miedo y la presión que estaba sintiendo, por el pánico y la inseguridad de no poder recuperar a Isabel. Estaba cansado y harto de tener que lidiar con los problemas que me había dejado mi padre y que había asumido con el único fin de proteger el futuro de Eric e Isabel. Ella no sabía nada y quería mantenerla en la ignorancia porque no soportaba la simple idea de qué le pasara algo por mi culpa. No podía soportar la simple idea de que Eric sufriera más por las consecuencias de tener un padre como el mío.

Intente protegerlos de las consecuencias de lo que estaba haciendo, lo había intentado de todas la maneras que se me habían ocurrido, pero fracase en el intento y termine siendo la persona que más daño les había hecho y ... culpaba al karma por ser una zorra que jugaba con nuestras vidas a su antojo y se reía de nuestro dolor y sufrimiento, a mi padre por ser un egoísta y a mí por no ser una buen marido y mucho menos un buen padre.

Odiaba admitir que no era diferente a mi progenitor, era igual o incluso peor que él, porque en lugar de convertirme en la figura paterna que Eric merecía cuando lo encontré en las lamentables condiciones en las que estaba, le pasé el testigo y la responsabilidad a la única persona en la que confiaba en el mundo y que sabía que no me iba a dar la espalda. Isabel asumió el cuidado de Eric y se convirtió en lo más importante en la vida de mi hermano y muy a mi pesar siguieron su vida sin mi, acostumbrándose a mi ausencia y eso era lo más doloroso, ya que sentía que en muchos aspectos era completamente prescindible para ellos

...Y eso... eso me jodía... profundamente.

En los momentos más difíciles y en los que importaban de verdad no estuve presente, pero fui un testigo lejano, a través de llamadas y esporádicos encuentros con Isabel, de los problemas a los que se tuvo que enfrentar con Eric debido a su inicio duro y doloroso. Ella se ganó el amor incondicional de un adolescente agresivo y problemático con cariño y dedicación. Conquisto el amor puro de un niño que la miraba con un brillo de admiración y respeto cada vez que ella le sonreía o le daba un abrazo cuando él lo necesitaba. Ví como un alma rota en mil pedazos se recuperaba y se iba uniendo trozo a trozo con el amor más puro e incondicional que una mujer como Isabel tenía, y por ello la amaba con cada parte de mi ser.

Isabel supero cada uno de los obstáculos y problemas que se le iban atravesando por el camino desde una perdida muy dolorosa - de la que yo no había podido recuperarme y nunca lo haría- hasta labrarse una carrera profesional, y todo lo hacía con una gracia y dignidad de las que yo carecía. Admiraba a Isabel como a nadie en el mundo y, aunque me enorgullecía de cada uno de sus logros me entristecía profundamente no haber sido testigo de muchos momentos puntuales de su vida. Lamentaba no haber visto personalmente cada logro que conseguía y me arrepentía de que en cada fecha reseñable no estuviera para ellos. Así que, mientras Isabel hacia todo eso y más, yo estaba batallando con las deudas y los problemas de una empresa al borde de la bancarrota.

Volví a reconstruir desde las cenizas una empresa que me importaba una mierda, asumí las responsabilidades y los problemas que había dejado mi padre tras su muerte. Me había visto en la obligación de hacer cosas que lamentaba y cruzar limites que nunca hubiera imaginado y por ello, detestaba con cada fibra de mi ser a mi padre. Lo detestaba porque las decisiones que él había tomado en vida tenían consecuencias peligrosas en mi vida y en la vida de las dos únicas personas que significaban todo para mí.

Lo odiaba por muchas cosas, pero que ocultara la existencia de Eric...

Era algo de lo que no podía hablar, y dudaba que pudiera hacerlo en algún momento. Lo único en lo que podía pensar era que había perdido mucho tiempo en encontrarlo, y eso provoco más sufrimiento en mi hermano pequeño. Si hubiera descubierto mucho antes que tenía un hermano que estaba al cuidado de una yonqui, tal vez le habría podido ahorrar bastante sufrimiento.

Tal vez si... podía seguir divagando y pensando en distintas alternativas, pero llegaba al mismo resultado: Eric sufriendo por culpa de mi padre e Isabel sufriendo por mi culpa.

Así que, después de todo, no éramos tan diferentes.

- ¿Qué haces aqui?-

Me sobresalte y me gire para encontrarme con mi mano derecha y muchas veces mi mano izquierda y la voz de mi consciencia, la persona que en muchas ocasiones me había frenado de hacer cualquier estupidez por la desesperación de acabar con todo y volver con Isabel.

Teresa Sloan, era una mujer de cincuenta y cinco años, alta y elegante con una piel de ébano con unos ojos negros penetrantes, que me facilitaba la vida y en muchas ocasiones había servido como punto de conexión cuando Isabel no quería saber nada de mí - como en ese preciso momento-

Teresa me observo con el ceño fruncido y se cruzo de brazos

- ¡Hostia, mujer! haz algún ruido o algo - espete entrando por la puerta giratoria - me vas a matar de un susto. Les dirigí un breve saludo al personal de seguridad que se disperso por la recepción a mi paso.

- Si quisiera matarte te hubiera envenenado ese whisky que te empeñas en beber - espeto con una mirada picara caminando elegantemente con esos altísimos tacones que se empeñaba en ponerse.

Puse los ojos en blanco mientras ella presionaba sin parar el botón del ascensor. Me miró con impaciencia y agito las manos frente a mi

- ¿Qué pasa? - pregunte inocente con una sonrisa y ella resopla exasperada entrando al ascensor cuando las puertas se abrieron.

- ¿Qué que pasa? - inquirió - tienes que solucionar todo este desastre, me quiero jubilar en algún momento, Alek. Tengo cincuenta y

- Cincuenta y cinco - la interrumpí cruzándomelas de brazos apoyándomelo sobre la puerta metálica del ascensor y ella me lanzo fuego con la mirada

- Cincuenta años - continuo ignorando mi comentario - y no puedo con este estrés que supone trabajar contigo, así que voy a renunciar - dijo con dramatismo

- ¿Cuántas veces has renunciado esta semana, Tess? - pregunte socarrón - sabes que no puedes vivir sin mí

- No renunció porque no podría sobrevivir ni cinco minutos sin mí

Me eche a reír y levante los brazos en señal de derrota, las puertas se abrieron, pero Teresa apretó el botón de bloqueo para que se volvieran a cerrar. La mire con el ceño fruncido.

- Tienes que acabar con esto de alguna forma. No puedes seguir cargando con los errores de tu padre y menos cruzar todos los limites que has cruzado - susurro y soltó el botón de bloqueo y el sonido metálico hizo eco en la oficina. Guarde silencio y me encamine hacia mi despacho con ella detrás de mí. Devolví los saludos con seriedad del personal que se encontraba por ahí pululando de un lado a otro. Sabía que Teresa tenía muchas cosas que decir y que nuestra conversación no había acabado, pero no se iba a arriesgar a hablar en los pasillos del edificio.

Saque el móvil del bolsillo y la pantalla estaba rota, intente encenderlo, pero no funcionaba.

Soy imbécil- pense con amargura

-Mierda - murmure sujetando con fuerza el móvil. Entre en la oficina y Teresa cerro la puerta. Resople y me acerque al sofá negro y tire el teléfono con fuerza - Necesito un móvil nuevo, Teresa - dije cogiendo la botella de whisky y el vaso.

Ella frunció el ceño y me quito mis mejores aliados de las manos.

- Son las ocho de la mañana, niño - espeto con desagrado - ¿otro móvil? es el quinto móvil que rompes en dos meses. Debes controlar ese genio tuyo - murmuro con desagrado sentándose en el sillón frente a mí, me miro con preocupación y pena en los ojos. No pude aguantarlo, así que me levante y me acerque a las enormes ventanas - Alek

- Ahora no, Teresa - murmure observando los enorme edificios que se extendían ante mi- solo necesito hablar con mi mujer.

- No es tu mujer - me recordó y yo cerré los ojos unos segundos, gire el cuello en círculos intentando liberarme de la repentina tensión y cabreo que amenazaban con salir.

- Te gusta regodearte en ello, ¿no? - volví al sofá y me senté frente a mirándola fríamente - recordarme que Isabel no es mi mujer parece ser tu pasatiempo favorito. ¿Qué vas a hacer cuando por fin sea mi mujer legalmente? ¿Qué vas a hacer cuando sea una realidad?

- Cuando sea una realidad será uno de los mejores días de mi vida porque eso significara que me podré jubilar, mocoso - me miro con cariño y yo aparte la mirada, se levanto y se acerco a la librería de madera y abrió un cajón- la ultima vez compre un móvil de repuesto, en caso de que volvieras a romper otro - novio la caja en sus manos, se acerco y me tenido el nuevo dispositivo- parece que veo el futuro porque estaba completamente segura de que volverías a necesitar uno. No me pagas lo suficiente.

La mire con una sonrisa agradecido y saque el teléfono rápidamente de su envoltorio. Me sentí jodidamente aliviado cuando metí la pequeña tarjeta en el nuevo dispositivo y marque el número de Isabel ignorando las protestas de Tessa

- Tienes que darle espacio- espeto intentando quitarme el móvil de las manos, pero me levante rápidamente y me lleve el teléfono a la oreja impaciente. Timbro varias veces y mi corazón se acelero por los nervios.

Deje su mensaje...

- ¡Joder! - apreté el móvil en mi mano derecha y me lleve la otra al puente de la nariz - ha rechazado la llamada. Esa mujer no puede evitarme toda la puta vida. Sabe qué voy a ir hoy, joder. ¿Por qué no coge el puto teléfono? - me pasee por la oficina de un lado a otro con ganas de estrellar el dichoso aparato contra la pared al escuchar otra vez la voz robótica del buzón - llámala - le ordene a Teresa y ella sacudió la cabeza tajante - Por favor - le suplique sentándomelas derrotado otra vez en el sofá - necesito saber que, aunque este enfadada y no quiera hablar conmigo, me va a esperar hoy. Solo eso- me pase las manos por la cara desesperado.

Ella resoplo y asintió cogiendo su móvil del bolsillo de su elegante pantalón negro.

No tenia duda alguna que mí desesperación le había dado pena.

- Compórtate - me advirtió y yo asentí inclinándome cuando coloco el dispositivo en la mesa de centro. Activo el altavoz y con cada timbre sentía que mi enfado aumentaba. Isabel sabia cabrearme cómo ninguna otra persona en el puto mundo. Eche la cabeza hacia atrás y solté el aire lentamente cuando pensaba que no iba a contestar.

- No voy a hablar con él, Teresa- la voz de Isabel resonó en la estancia y cada parte de mi ser se relajo al escuchar la melodiosa voz de esa terca mujer- así que, no lo intentes.

- Isabel, querida, solo quiere saber que lo vas a esperar. No sabes cuanto te echa de menos, este hombre se muere por hablar contigo, se muere por verte - dijo amablemente y yo baje la mirada al suelo - entiendo que no quieras hablar con él, pero hoy vas a tener que verlo.

Empece a mover nerviosamente el pie y me tape la boca con la mano intentado contenerme de hablar.

- ¿Es verdad que va a venir? - susurro

- Si - respondió Teresa con suavidad - va a estar unos...

- ¿Días?- la interrumpió- ¿días? - repitió con indignación, suspiro y mi desesperación aumento - ¡No es suficiente! Lo siento, pero no es suficiente. No puede seguir haciendo esto y me niego a seguir cayendo cada vez que quiere aparecer en mi vida. Quiero a alguien que quiera estar conmigo no que huya como siempre. ¡Me merezco a un hombre que luche por mí! - exclamo con emoción, cogí el móvil y quite el altavoz, me lleve el teléfono a la oreja escuchando atentamente lo que decía. Teresa resoplo, pero no hizo ningún intento por detenerme, se levanto y salió rápidamente de mi despacho con la intención de darme privacidad - así que, no me pidas que lo espere porque...

- Se que te he hecho daño, joder- dije alterado - ¡Lo se! y lo siento muchísimo, pero no puedes rendirte así, sin permitirme darte una explicación. He intentado hablar contigo cada día desde hace dos meses y me evitas o me rechazas las putas llamadas - me pase la mano por el pelo y me serví un vaso de whisky con la mano temblorosa - ¿Qué ha cambiado? Dime que ha cambiado para que ahora te niegues a hablar conmigo - grite - ¡Dime!

- ¡Qué me he cansado!- chillo - me he cansado de esperarte y no puedo esperar toda la vida a que quieras estar conmigo. No puedo esperar toda la vida a que me quieras lo suficiente. ¡No puedo! - me bebí de un trago el contenido del vaso y la garganta me quemo

- Yo quiero estar contigo, Isabel - dije con la voz acerada - cada parte de mi te ama, joder. Todo el puto desastre andante que soy te ama con el alma, pero te niegas a creerme.

- ¿Por qué será que no te creo? - inquirió con sarcasmo

- Aquí la pregunta es si tú me quieres a mí. ¿Sigues enamorada de mí? Porque yo me muero por ti - dije con rabia golpeando con un puño la mesa- ¡Por ti! cada puto día me levanto por ti. ¡Solo por ti! - tome aire porque sentía que me asfixiaba por el cumulo de cosas guardadas que tenia que decirle- dime que no sientes una mierda por mi y no vuelvo a tu vida, pero dímelo ahora.

Guarde silencio escuchando la agitada respiración de Isabel. Sabia que la estaba presionando, pero necesitaba una reacción suya, necesitaba sus gritos, necesitaba saber que sentía por mí. Necesitaba saber que me amaba porque no tenia ningún plan "b"

- Dímelo - le ordene con voz firme, la única respuesta fue su silencio - no puedes decirme nada porque todavía me amas, Isabel, y eso no lo puedes negar.

- No quiero hablar más contigo, Alek - murmuro con enfado

- No te atrevas a colgarme el puto teléfono-ordene, pero era más una suplica- joder, escúchame un momento. Solo un momento, amor.

Pero la única respuesta que recibí fue su silencio.

Había colgado.

Si Isabel supiera cuanto la echaba de menos. No podía encontrar las palabras para describir cuanto la necesitaba. No había palabras para expresar el amor que sentía por ella.

Tire el móvil sobre la mesa y me serví otro vaso con la respiración agitada y me tome de un trago la bebida. Cerré los ojos durante unos segundos y apoye la cabeza en el respaldo del sofá.

El sonido de los tacones de Teresa me aviso de su presencia, guarde silencio esperando su reprimenda, pero el silencio se prolongo durante varios segundos.

- Si sigues por ese camino la vas a perder - sentencio Teresa

- Lo se- susurre

            
            

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