Lo que la vida me robó
img img Lo que la vida me robó img Capítulo 6 Desmarañando el pasado.
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Capítulo 7 Las segundas oportunidades no existen. img
Capítulo 8 Pensamientos inapropiados. img
Capítulo 9 Un primer beso. img
Capítulo 10 A toda luz. img
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Capítulo 6 Desmarañando el pasado.

Continuamos charlando durante la comida, me hizo saber que era totalmente formal la propuesta de trabajar con él, pero le dije que no dejaría a Antonio con el trabajo tirado cuando sin remilgos me dio un buen empleo.

-Mi buen amigo Antonio está preparando su retiro, Amanda.

-¿De verdad? -Le pregunte con asombro.

-¿Ha recibido un nuevo cliente? -Me preguntó -al contrario, me ha enviado algunos de sus mejores casos, lo mas razonable sería que me dejara a su mejor elemento y esa eres tú.

-Gracias por el cumplido -le dije -pero no creo que sea así.

-No digo nada solo por decirlo y lo sabes, te quiero conmigo.

No se porque sentí que esas últimas palabras las pronunció con fuerza y decisión, se me erizó la piel al conectar mi mirada con la suya y ver que me sonreía con lo que podía interpretar como malicia.

Terminamos la comida y rechacé el postre, no podía quedarme mas porque debía ir a recoger a Emilio a la guardería y luego visitar a mis abuelos que segura estaba de que se estarían preguntando el motivo de mi ausencia.

Insistió en llevarme, a pesar de que le dije que eran solo unas cuadras. Me dejó en la puerta de la casa y antes de bajar del auto me pidió pensar en su propuesta, le dije que lo haría y me dispuse a bajar, pero lo evitó tomándome del brazo.

-Creo que has olvidado tus modales -se acercó peligrosamente y por un instante creí que me besaría en los labios, sudé frío de imaginarlo, pero en el último momento sentí sus labios sobre mi mejilla, y se sintió tan bien, su incipiente barba me rozó con una delicadeza que me quemó.

-Gracias, por todo -le dije con una sonrisa y bajé a prisa.

-Hasta mañana -le escuché decir mientras metía con gran nerviosismo la llave a mi puerta.

Subí las escaleras a prisa y dejé mi bolso, solo me quité las zapatillas y me puse unas sandalias de piso en color negro, bajé igual de rápido como subí porque iba por mi hijo.

Salió igual de contento que como se quedó en la mañana que lo dejé, regresamos a casa para cambiarnos de ropa e ir a casa de mis abuelos.

Nos recibieron con el gusto de siempre y estaban dos de mis tíos en casa también, abrazaron a Emilio y tuve que lidiar nuevamente con el interrogatorio por Arturo y su ausencia, aunque mis tíos fueron sumamente comprensivos y me dijeron que apoyaban cualquier decisión que tomara y que estaban para lo que necesitara, de día o de noche. Amaba esos gestos de mi familia, solidarios, amorosos, comprensivos y no entendía cómo era que mi madre podía ser tan distinta a ellos.

Recibí una llamada de Victoria, que iría a cenar a casa y eso cambió mis planes de quedarme a tomar un chocolate caliente con mi abuelito mientras él me platicaba de su papá.

-Mañana regresamos, Victoria me espera en la casa -le dije a mi abuela mientras me despedía de ella con un beso.

-Ve con cuidado mi amor, no me gusta que andes sola ya cuando ha caído la noche y menos con esa criatura -hizo referencia a Emilio -no quiero que me les pase nada.

-No te preocupes, te llamo cuando llegue a casa.

Besé a mi abuelo antes de salir y me dispuse al camino. No duré tanto, el tráfico fue rápido y en media hora ya estaba en la casa y Victoria en la puerta esperando.

-Hola -le di un beso de cortesía -pasa.

-Que grande mi precioso -le dijo a Emilio, ella era un rostro familiar porque al menos dos veces por semana hacíamos videollamada, así que Emilio se dejó abrazar por ella.

Nos sentamos en el piso de la sala y comenzamos a platicar, Victoria sabía perfecto mi situación con Arturo así que con ella no había reservas en contarle nada. De rato me dijo que Alberto me visitaría al día siguiente.

-¡¿Qué?! Piensa que es así de fácil ¿no? Hace años me dejó botada y ahora vuelve como si han pasado días.

-Mandy no, escúchalo, te darás cuenta que estás equivocada y vas a lamentar muchas cosas. Por favor te lo pido.

-No puedo, trabajo y Emilio consume mis tardes -intenté justificarme y ella de inmediato supo dar respuesta.

-Yo vendré mañana a quedarme con él, solo toma un café con él y escúchalo, tú lo quieres.

-Sí, lo quiero mas que a mi vida, pero date cuenta lo complicada que es esta ahora, como para que todavía él aparezca como si nada.

-Lo necia jamás se te va a quitar, en serio Mandy que haces mal. Mañana a las seis te espera en el café de arriba, yo me quedaré con Emilio y no vamos a discutirlo mas.

La miré con enojo, pero no le importó mucho y fue a abrazarme, éramos grandes amigas y ella siempre supo de la relación con Alberto, llegó a ser cómplice de nuestras escapadas, lo escondió varias veces en su casa cuando mi mamá llegaba furiosa a buscarme y me encontró en su casa "estudiando para los exámenes" como siempre.

-Tienen que ser felices, Mandy, lo merecen y ustedes son el uno para el otro.

Yo solo le dije que sí con la cabeza y nos abrazamos.

Era tarde ya, las cinco y treinta y yo me moría de nervios, solo esperaba a Victoria para irme, era una cuadra el lugar de la cita, mi café de cuando estudiaba la universidad. Un par de minutos después y mi amiga llegó, me abrazó y me pidió estar tranquila.

-Vas a enterarte de cosas y debes estar tranquila.

-¿Qué cosas? -Pregunté dudosa, eso me sonaba a algo malo.

-Cosas que a mi no me corresponde revelarte, solo te digo que me quedaré contigo unos días y ¿Quién sabe? Con suerte me aceptes de roomie y compartimos penas, alegrías y gastos.

Nos reímos y recordé porque la quería tanto, siempre sabía alegrar mis días.

-Me voy, cualquier cosa me llamas ¿ok?

-Claro, ve tranquila.

Cada paso que daba mi corazón se aceleraba mas y mas, tenía la sensación de que se saldría de mi pecho, era el mes de abril y yo moría de frío, pero era de nervios por pensar en qué pasaría cuando lo viera. Alberto era el chico por quien lo había sentido todo desde aquella primera vez que lo vi, éramos solo unos niños, yo apenas tenía once y él ya había cumplido trece y fuimos uno solo por años, me vi casada con él y con seis hijos en un futuro, lloré cada noche por casi dos años su ausencia, luego me hice a la idea de no verle mas y hoy lo tendría de nuevo frente a mi.

Llegué quince minutos antes de las seis, el chico que atendía el café me reconoció al instante y se acercó a saludarme. Nunca supe su nombre, pero me daba la pinta de ser gay y era un amor de persona, siempre con una sonrisa y dando el mejor servicio, incluso pienso que puede ser el dueño.

-Hermosa, que gusto verte nuevamente después de tanto tiempo -me saludó con dos besos y una amable sonrisa.

-Gracias -le correspondí -a mi también me da enorme gusto volver aquí, todo está igual que la última vez -le dije con un rastro de melancolía en mi voz y mientras daba una rápida inspección al lugar, en el cual ni siquiera las mesas habían sido movidas de lugar, la luz seguía dando justamente en el mismo sitio donde yo acostumbraba sentarme, en la misma silla, todo era igual.

-¿Qué te traigo, hermosa? -Me preguntó tomando su bloc en la mano derecha y el bolígrafo con la izquierda, nunca noté que era zurdo.

-Espero a alguien, dame un momento que ya no debe tardar.

-Claro, vuelvo en un ratito ¿ok?

-Gracias.

Se retiró y enseguida cambió la música, cuando llegué tenía a las Ha-Ash, que si bien las cantaba no eran mis favoritas, él sabía mis gustos musicales a fuerza de conectar mi laptop a la red de bocinas distribuidas estratégicamente por el lugar.

Hoy hace un año

Las calles frías me han visto pasar

Las niñas bajan por la cuesta de uniforme

Gente corre y la lluvia está empapando el parque

Pero hoy me has hecho daño, hoy estoy llorando

Los autobuses pasan salpicando y no te veo bajar

Un olor a ciudad mojada me está asfixiando y tú no llegarás...

Canté a voz baja "Hace un año" de Hombres G y la melancolía se hizo presente, era todo, era el lugar, recordar que aquí pasaba mis tardes y en cada una lo echaba de menos, y fue verlo entrar por esa puerta y querer abrazarlo fuerte.

Estaba igual que aquella última tarde que nos vimos, solo que ahora vestía mas formal y algo había cambiado en su mirada. Me levanté y él se acercó poco a poco hasta donde yo estaba, no nos dijimos palabra alguna, nuestras miradas hablaron y nos fundimos en un abrazo que nos reinició la vida misma. Lo esperé por tantas tardes, quería verlo llegar justo aquí y quedarme con él hasta que cayera la noche y despedirnos solo para dormir y sin embargo eso nunca pasó.

-Te he echado tanto de menos -me dijo aún sin separarnos, podía escuchar sus latidos y era como si el tiempo se hubiera detenido desde aquella tarde.

-Y yo a ti, no sabes cuanto.

Nos sentamos frente a frente, fueron años privando mis ojos de su gesto cuando hablaba de algo serio, de su risa seductora sin razón, de su mirada penetrante que se clavaba en la mía. Vino el chico y nos tomó la orden, yo pedí un americano y él una taza de chocolate espumoso, nos trajo unos bísquets deliciosos para acompañar.

-¿Por qué desapareciste? -Fue mi primera pregunta.

Fueron casi ocho años esperando para poder hacerle esa pregunta y saber en qué le fallé para que simplemente se alejara y me dejara sumida en el peor dolor que he pasado.

-Estuve preso.

Algo explotó dentro de mi, escuché mi corazón romperse en mil pedazos porque sabía desde ese instante a quién le debía mis años de sufrimiento.

-¿Fue ella? ¿Fue mi madre? -Le pregunté con tanto coraje, apretaba mis puños con tal fuerza que mis uñas se clavaron en mi piel y dolieron, pero dolía mas lo que acababa de escuchar.

-No lo se, Mandy. La noche de la fiesta en casa de Marco yo me fui a mi casa, no había tomado nada, solo una cerveza, una sola Mandy -me explicó con una desesperación que lo ahogaba, como si necesitara que confiara en él y yo no dudaba una sola de sus palabras -pero cuando iba de camino me senté en una banca en la plaza porque me sentí mal, no recuerdo mas porque desperté a otro día en una celda, no se cuáles fueron mis cargos, nunca tuve una visita, un abogado, una acusación, jamás supe nada -seguía contándome con tanto dolor en su mirada y yo lloraba como niña al escuchar su relato. Esa bajeza fue obra de mi dulcísima madre, estaba segura y ahora entendía por qué nunca volvió a atosigarme con comentarios malintencionados a cerca de él.

-No puedo creer que haya llegado a tanto, es un mounstro, no es persona, es una bruja y es mi madre -ni yo misma daba crédito a esos pensamientos, pero es que nadie mas tenía el interés en hacerle algo así, ni tampoco los medios y contactos como ella. Ella tenía amistad con un funcionario de alto rango, lo conoció por ser esposo de una de sus mejores amigas y estaba segura que de ahí venía todo.

-Pasé cinco años preso y un día simplemente me dijeron que podía irme, no firme nada, no me dieron nada que pruebe lo que te digo, pero créeme que así fue -me dijo casi suplicando y yo me abracé a él con fuerza y sin poder parar mi llanto.

-Yo te creo, te creo cada palabra de lo que has dicho y me duele tanto lo que pasaste, me duele saber que yo te maldije tantas veces pensando que me habías dejado, especialmente cuando nadie supo decirme nada de ti.

-¿Por qué te dejaría, Mandy? Si tú eres mi vida, eres lo que yo mas amo -me dijo al oído y finalmente me besó y le correspondí, ansiaba tanto poder verlo un día, volver a estar con él, y después de tanto tiempo y de cientos de noches extrañando su olor, su presencia y su tacto y al fin estaba conmigo de nuevo.

-Te odié tanto por dejarme, conocí a alguien y el despecho y la desesperación por olvidarme de ti me llevaron a relacionarme con él, todo acabó mal.

-¿Acabó mal? ¿Cómo es mal?

-Hace unos días lo dejé, me voy a divorciar -le confesé y me sonrió con complicidad.

-Podremos estar juntos, mi vida.

-Tengo un hijo -le dije y el asintió.

-Lo se, Victoria me ha mostrado fotos, y espero que pueda aceptarme como parte de su vida, haré todo lo que esté en mis posibilidades para que así sea y tengamos un hijo feliz.

                         

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