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Decidí dejar de remolonear y salir de la cama. Encendí la laptop que descansaba en mi improvisado escritorio sobre el tocador, y bajé a la cocina para llenar de nuevo mi taza de café.
Miré el reloj de pared y calculé la diferencia horaria con Los Ángeles; Dylan todavía debía estar conectada. Subí las escaleras de dos en dos sonriendo al pensar en ella. Dudaba si alguna vez, en el último año, había desconectado la máquina de la Internet.
Allí estaba. Su apodo siempre en alusión directa a nuestro libro favorito, la película y, por estos días, al actor que nos quitaba el sueño, a mí más que a ella. Ese día, nunca más literal.
–A ti te estaba esperando
–Buenos días Dy.
–Hola Kiks. ¡FELIZ CUMPLEAÑOS!
–¡GRACIAS! (:
–¿Cómo estás?
–Bien. Amaneciendo.
–¿Cómo te sientes?
–Un año más vieja.
–Vamos. ¿Cómo empezaste tu día?
–¿Puedes creer que amanecí soñando con Trevor Castleman?
–HAHAHA –Sus risas traspasaban la pantalla.
–¡Dios! En brazos de mi marido, mis tres hijos trayéndome el desayuno, y yo, lamentándome porque me desperté cuando lo tenía a tiro para romperle la boca de un beso.
–LOL –El acrónimo abrevió su tarea de llenar el chat de risas.
–Tú te ríes. Yo estoy considerando seriamente hacer reservación estas vacaciones en el psiquiátrico local.
–¿Tendrá guardería? Si no, no podré ir. ¿Con quién dejaré a las niñas?
–La crearemos para ti y todas las mujeres que, como nosotras, están perdiendo la razón por ese hombre. ¿Alguna novedad?
Sorbí un poco de café mientras abría las pantallas de mi navegador en las páginas que siempre visitaba.
–No mucho... algunas fotos del hombre de tu sueño, un par de entrevistas y algún adelanto más. Estoy de salida; solo te esperaba para saludarte.
–¿Necesitas ayuda?
–Te dejo el link de las fotos y las notas. ¿Podrías subirlas?
–Sí! seguro.
–¡GRACIAS! Te debo una. ¡AH! Tengo una dirección de MSp que parece ser la de Trev. ¿Quieres chequearla y mandarle un mensaje a ver si te agrega?
Traté de recordar mi cuenta de MSp que hacía centurias no utilizaba.
–Seguro. Ve. Yo me encargo. Dulces sueños.
–Te envié mi regalo por mail. No es mucho pero va con mucho amor.
–No necesito más que eso, amiga.
–Nos vemos después.
–Beso. ¡Bye!
Abrí mi casilla de correo mientras leía por encima las noticias sobre la película. Allí encontré mi regalo. Amaba los banner de Dylan, siempre eligiendo mi foto favorita, lo cual, siendo TCast mi objeto de adoración, era una tarea casi imposible. Guardé el banner en mi archivo y seguí leyendo sin prestar mucha atención. Más de lo mismo.
Seguí pensando en Dylan ¿Cómo hacía, por todos los cielos, teniendo dos websites, dos hijas y una casa? Ese poder de admiración y dedicación, era sorprendente. Lo mío era solo ayudarla en lo que podía. En menos de un año nos habíamos hecho grandes amigas.
Nos conocimos en un foro de libros de vampiros, mi verdadera pasión desde los dieciséis años, y después de su sugerencia de leer ese libro con título de canción futurista, las dos, que solo habíamos tenido como único roce con lo extraterrestre la saga de la Guerra de las Galaxias, terminamos enredándonos en una trama simple pero atrapante.
En una historia de amor de esas con las que sueñan solo las adolescentes, terminamos babeando por la contrafigura: el extraterrestre bueno. Todo, entre problemas cotidianos y recetas de cocina.
Dylan era mucho más que una compañera de delirios. Había sido ella quien me había pasado el dato de esa maravillosa escuela que podría solucionar mis problemas con Owen. Sí, sin dudas, una gran amiga.
Decidí intentar entrar en mi cuenta de MSp. Todavía tenía mi viejo apodo: Beauty Queen. Y la foto de perfil, de mis épocas casi adolescentes, más antigua todavía.
Revisé la dirección que Dylan me pasó y en seguida reconocí ese collage de ojos entre celestes y turquesa. Captain Crash: un extraño nombre había elegido Trevor Castleman para su MSp, excepto para mí.
Era un sitio musical y ya no era un secreto para nadie que el chico, además de actor, era músico. Componía e interpretaba sus propias canciones, tocaba el piano, la guitarra, y antes de despegar a la fama, había tenido un breve pero intenso papel como uno de los
miembros de The Clash, en una biografía olvidable para una de las bandas más importantes de Inglaterra.
Navegué entre sus amigos y decidí a investigar un poco más, mientras escuchaba sus canciones.
Me impresionó su voz, distorsionada por la pasión con la que cantaba, con giros casi cómicos que rompían el clima intimista de la letra. En una tocaba la guitarra.
Escribí un mensaje solicitándole me agregara como amiga a su MSp, aún cuando su perfil era público, pero, ¿Por cuánto tiempo?
Quise completar la solicitud diciéndole lo que su música me parecía. Me detuve un momento, escuchando la canción con atención. No pensaba mentirle, aunque quizás no le importara. La verdad era que me gustaba, –no tanto como sus facciones y sus ojos y su pelo, claro– me seducía también su distorsión en la pasión.
Quedé atascada en la última canción: Party is Over. Sin lugar a dudas podía agregarle la pasión a la lista de cosas que me gustaban de Trevor Castleman.
Revisé un poco más el sitio y los amigos que tenía y pronto me aburrí. Era demasiado ¿normal?
Abandoné el espacio pero dejé la música de fondo mientras completaba el trabajo que me había encomendado Dylan. Las fotos eran de Trevor saliendo de un bar, bastante más borracho de lo que debiera ser difundido. Recapacité un momento y confirmé si las fotos estaban publicadas en otro lugar.
No. Nadie las tenía.
Las guardé en la sección privada de la galería de la página y decidí esperar a que Dylan lo re–pensara y decidiera no publicarlas. A ella no le gustaban las imágenes de paparazzi que podían perjudicar de alguna manera a los actores. Quizás no las había llegado a ver con detenimiento.
La voz de Trevor, intensa, poseída, me tenía transportada.
Revisé las otras notas: dos entrevistas más a él y al director. Noviembre parecía tan lejano y sin embargo estaba a la vuelta de la esquina.
La película, Caballeros de Xydonia, estaba basada en el primer libro de Shana Cavalieri, una autora desconocida, que a seis meses de haber sido traducido al inglés había logrado un éxito rutilante en Estados Unidos que lo catapultó al estadio de adaptación a guión cinematográfico.
Y lo que había nacido como una película independiente de bajo presupuesto, de pronto, por la acción de las fans, prometía convertirse en un éxito de taquilla.
Trevor había llegado a Hollywood casi por casualidad. Estrella en GreyStone Place, una sitcom londinense, en versión ácida y nublada de la soleada Orchaid Beach.
En su papel de estudiante de medicina, rebelde, desaliñado y sexy, Castleman había acaparado la atención de propios y extraños. Su personaje jugaba peligrosamente con las drogas y el alcohol, y algunas actuaciones reveladoras lo habían puesto en la mira de la audiencia femenina. ¿Quién no caería rendida por el chico malo de la película?
En Inglaterra había sido un éxito entre las adolescentes, pero no era mi caso: solo después de obtener el papel de RT, el Comandante de Xydonia, descubrí que Octavia tenía su habitación empapelada con sus pósters.
Trevor se había convertido en"Caballero" gracias a su bajo cachet y gran repercusión en la televisión norteamericana por ese momento.
Y la misma empresa que lo había contratado ya estaba haciendo una versión cinematográfica de GreyStone Place para la pantalla grande, contando con él en el reparto. "Caballeros" sería una prueba de que el éxito en la pantalla chica se repetiría en la grande,
y hasta el momento, la prueba iba siendo superada.
Pronto aparecieron los sitios en Internet dedicados a él, las visitas al set de filmación y la difusión de sus trabajos. El ignoto inglesito de ojos claros como el mar del Caribe prometía convertirse en el nuevo Jude Law de Hollywood, y la meca del cine volvía
a robarnos otro niño lindo.
Toda nueva producción que aparecía quería contar con él en sus filas; su nombre en la cartelera, casi una promesa de éxito de recaudación.
Las norteamericanas y el mundo entero habían caído bajo su hechizo. Su acento y su ácido humor británico se combinaban como uno de esos cócteles explosivos que solía tomar todas las noches, y los paparazzi lo seguían mientras salía a los tumbos del bar de moda con alguna estrellita nueva que buscaba tener promoción. Era tan obvio: todas esas figuritas estaban en plan de promoción de alguna nueva película.
Y él se veía tan aburrido, tan... triste.
Acaricié la foto que lo retrataba más de cerca, llenando la pantalla con sus ojos desenfocados y su sonrisa torcida. Se lo veía tan solo.
Mientras terminaba de redactar una noticia y subirla al sitio de Dylan, resumiendo las entrevistas y detalles del final de la filmación, un globo de diálogo desconocido se abrió en mi pantalla.
–¿Qué diablos? –exclamé. ¿Octavia había estado metiéndose en mi máquina? ¡Ella tenía su propia computadora! Supuse, enojada, que sería algún amigo de ella, en algún programa que se había descargado. Estaba a punto de cerrarlo cuando leí.
–Lo siento –Apareció escrito allí.
Era del MSp: Era de Captain Crash.
Mi corazón dio un vuelco. Inspiré y contuve el aire tratando de calmarme. Quizás no fuera él. De hecho, nadie había verificado todavía que fuera su MSp personal. Y si era él, dudaba que fuera a hacer contacto con una fanática que le acaba de decir que admiraba su trabajo y que su música le parecía apasionada; pero no linda.
–Hola –Fue lo único que pude teclear. La pantalla celeste titiló un momento y por el silencio que siguió, supuse que el chat había terminado.
Su música, detrás de la pantalla, seguía sonando.
–Hola. Quería agradecer tu mensaje, pero no sé qué toqué.
–Suele suceder –Me temblaban las manos y el corazón se me salía del pecho, pero traté de actuar relajada, o cuanto menos de parecer cool aunque no fuera en los caracteres. En última instancia, él no podía verme, pensé.
–No tengo mucha experiencia en esto.
–No te preocupes, yo tampoco.
Otra vez la pantalla quedó vacía, el cursor temblando a la espera de otra palabra. Me volvía más suspicaz a medida que el tiempo pasaba: Quizás algún amigo de Castleman había decidido tomar las ventajas del MSp del famoso actor e incursionar con el séquito de adoratrices adolescentes que lo seguían.
Mi mente parpadeó de inmediato en luz amarilla, pensando en el efecto que esto mismo podría tener en Octavia.
–¿De verdad te gustó mi música? –La pregunta me descolocó. ¿Era su música? Era... ÉL. Esa sola posibilidad me dejó helada.
Tomé un sorbo de café como si fuera alcohol, para darme ánimo, y me reacomodé en la silla. Me solté el pelo. ¡Como si pudiera verme! Me reí sola mientras volvía a teclear. Las palabras fluían, pero así mismo, volvía sobre ellas, una y otra vez: borrando y volviendo a empezar.
–No es tan difícil –Me detuve y miré alrededor. ¿Me estaba viendo? Imposible. Era probable que ese sistema de chat mostrara las veces que uno escribía y borraba, como otros. Me pregunté si él sabría donde ver esa información.
–Sí. Me gusta –respondí.
–¿Pero te gusta por lo apasionada o porque es buena?
–¿Y quién puede decir que es bueno y que es malo? –Tecleé, envalentonada por el desafío–. Alguien que sepa. Yo solo puedo decirte si me gusta o no. Si me moviliza o no. Si me llega.
–¿Y te gusta? ¿Te moviliza? ¿Te llega?
–Sí –respondí sin más argumentos.
–Bien –Pareció satisfecho.
La pantalla volvió a quedar inmóvil; en silencio. Busqué en ella alguna señal del momento en que se escribía pero no había nada.
–No sé nada de música... –pero podría preguntarle a mis hijos, acoté en mi interior.
–¿Qué tipo de música escuchas? –Qué buena pregunta. De todo. Repasé la ecléctica lista de CDs que guardaba, sin saber que poner como respuesta correcta.
¡Dios! ¿Por qué era tan difícil decir solo la verdad? ¿Solo porque quería prolongar ese chat un tiempo más? ¿Tan importante era?
Una gran anécdota en el fandom, publicado en todas las páginas del Universo como "La chica que chateó quince minutos con Trevor Castleman". Semejante logro merecería traducciones en todos los idiomas, yo misma podía hacerlos.
¡Diablos! Sabía cada grupo que le gustaba, desde aquellos que el mismo reconocía hasta aquellos recitales donde había sido sorprendido con sus co-protagonistas.
¿Qué le podía decir de mis gustos, que eran tan variables como el tiempo? ¿Qué debía decir? Opté por la honestidad.
–En este momento, Mooxe. Siempre, U2. Tengo arranques de todo un poco: he pasado por Metallica, Britney Spears... no sé –La pantalla volvió a quedar en silencio. Britney Spears no era una muestra de gran nivel musical.
–¿Que canción te gustó más?
–"It's Over" –dije sin dudar. Un ícono sonriente apareció.
–¿Estás en Londres? –¿Estaba mirando mi perfil? Salí del chat y fui a mi espacio. Mi edad estaba ahí. ¡Diablos!
Bueno, mi chat con "TCast" iba a terminar abruptamente en cuanto descubriera que podía ser su madre. Mucho gusto en conocerte, fue muy lindo mientras duró.
Di la cabeza contra el teclado y busqué refugio en el fondo de la taza de café.
–Hola. ¿Estás allí? –No le había respondido.
–Sí. Vivo en Londres.
–¿Dónde? –Mi desilusión se convirtió en suspicacia. Demasiada información para un desconocido. ¿Y si era un asesino serial disfrazado de Castleman? Bien podía valer la pena, pero debía pensar en mis hijos. De todas formas, siempre podía mentir.
–Staines –Cerca de Heathrow. Nada más alejado de mi casa en Rayleigh.
–¿Cerca del aeropuerto? –Conocía el lugar. Entonces podíamos decir que era de Londres, pero, salvo las acotaciones sobre "su" música, no podía asegurar, todavía, que fuera Trev.
–Demasiado –acoté como para respaldar la mentira.
–Lo siento. Extraño Londres.
–¿Estás en Los Ángeles todavía?
–Sí.
Podía empezar mi labor periodística averiguando sobre su nueva película, de la que muy poca gente sabía. Podía preguntarle por las dos películas que había filmado y que querían estrenar ahora aprovechando su escalada de popularidad, incluso por la del extraterrestre, mi real centro de atención; sin embargo, mi atención se derivo a otro lugar.
–¿Estás bien? – Su voz en mis parlantes gritaba "alone, party is over". Se me cerró el pecho. Me sentí aún más lejos de lo que estaba, tenía que ser más de la una de la mañana en Los Ángeles.
–No mucho, pero empiezo a acostumbrarme.
Abajo, en la cocina, la cafetera aulló con fuerza: mi café estaba listo. Escribí sin pensar.
–Voy a buscar otro café y regreso.
Corrí como pocas veces escaleras abajo. Serví otra taza de café, arrojé tres cucharadas de azúcar y volví a volar sobre los escalones de madera lustrada. Entonces vi su respuesta.
–Buena idea. Pediré uno también.
–¿Pedir? ¿Estás en un hotel?
–Sí. Todavía no encontré un lugar.
–¿No hay o no has buscado? –¿Me estaba saliendo la reportera, la fanática o la madre? ¿Estaría comiendo bien?
Volví a abrir las fotos que había visto de él: estaba mucho más flaco y muy ojeroso, al margen de la mirada extraviada por el alcohol. Acerqué la mano a la pantalla buscando espantar esa mirada y los fantasmas de sus gloriosos ojos.
–Sé que necesito un lugar aquí, pero... –La frase quedó sin terminar. Demoraba en responder.
La canción me estaba terminando de aturdir y de gustar demasiado. Cambié por otra: "Lover Mine". Sugestiva. Comprobé que las canciones se podían descargar del sitio y las guardé en mi máquina. El chat volvió a encenderse.
–Me gusta el diseño de tu página –¿Qué página? Quedé girando en falso un segundo, desconcertada. Él no podía saber que yo tuviera una página, o que colaborara en ella, ¿o sí?
–¿Cuál?
–Tu MSp –¿Eso? No tenía nada del otro mundo. El diseño lo había bajado de algún lugar y hacía una eternidad que no lo había actualizado.
Él siguió escribiendo.
–El mío es tan simple. ¿Sabes de páginas Web?
–Sí –Mentí descaradamente. Solo gracias a Dylan y sus instructivos intensivos, podía darle una mano con las cosas básicas para actualizar las noticias, pero mis conocimientos no iban más allá.
–Hace tiempo que estoy pensando en hacer algo para las fans. No algo a lo que yo me tenga que dedicar porque no tengo tiempo, pero quizás pueda darles algo de información –¡Wow! Eso era algo que jamás hubiera esperado.
–Eso sería muy bueno. Tienes seguidoras muy devotas e interesadas en todo lo que se relaciona contigo.
Una carita sonriente coronó mi sincera confesión. Su felicidad virtual me dio coraje para seguir.
–Aunque no podemos quejarnos con la cantidad de notas que das.
–¿Hay muchas?
–¿No lees lo que se publica?
–Trato de no hacerlo. La última vez que lo hice no fue muy agradable.
–Debe ser difícil estar en tu lugar. Solo puedo imaginarlo.
–¿Me ayudarías? –Otra vez me quedé mirando a la pantalla como si la palabra estuviera en Arameo Ancestral. ¿Ayudarlo? ¿En qué?
–En lo que pueda. – En lo que quieras, pensé.
–¿Crees que podrías hacer una página para mí? Una página personal, donde pueda reflejar lo que hago así como también las noticias y demás.
–Sí –Tecleé sin pensarlo dos veces. Dylan iba a adorarme por esto.
Una parte de mi cerebro acotó que me estaba metiendo en un campo desconocido, pero no me importaba, pagaría de mi propio bolsillo para que él tuviera la mejor página del mundo, sin importar cual fuera el costo.
–Averiguaré todo –Escribí acelerada por el entusiasmo.
–Bien.
–Hay muchas páginas muy buenas y con mucha información sobre ti.
–Entonces podemos colaborar con ellos. ¿Te parece? No tengo mucha idea sobre esto.
Yo tampoco, confesé solo para mí, pero compensaría mi ignorancia con devoción. ¿Cuánta gente podía tener esta posibilidad? ¿Y todo esto solo porque se equivocó de tecla? Demasiado bueno para ser verdad.
Feliz Cumpleaños Kristine, canturreé alegremente.
–Perdí la costumbre de esto.
–¿chat?
–Sí. La pantalla me cansa –Mis ojos vagaron hasta que me detuve en la hora: era casi la una. La una! ¡Mi almuerzo de cumpleaños con las chicas! ¡Diablos!
Corrí por la habitación recopilando mi ropa, cartera, llaves, cosméticos, sin cerrar la conversación. Abrí mi nuevo bolso y metí los regalos para utilizarlos en mi sesión gimnástica del día. De vuelta a la laptop, leí su última línea.
–No quiero comprometerte a ayudarme con algo si no tienes tiempo –¿Qué? ¿Mi falta de
respuesta, o mi demora, le estaban demostrando que no tenía mucho tiempo?
–¿Con respecto a la web? No te preocupes.
–Como vi que tienes tres hijos.
Me quedé de una pieza frente al monitor. Estaba viendo las fotos de mi MSp. Mi
ilusión adolescente se evaporó en un abrir y cerrar de ojos a la realidad de mis recién
estrenados 37.
–Aún así puedo ayudarte.
–Gracias.
–Son casi las cinco de la mañana allá, ¿no?
–Sí.
–Deberías dormir, Trevor.
–Lo sé.
El silencio se prolongó y me senté en la silla mientras abrochaba una sandalia, esperando alguna respuesta más. No aguanté la espera.
–Podemos leernos más tarde si quieres. Duerme un poco. Yo estaré aquí – ¡Diablos! Y otra vez tecleé sin filtro–. Creo que hoy podría concretar algunas cosas sobre el website y darte algunas ideas.
–Me parece genial.
–Entonces, nos veremos aquí –Esperé otra vez mientras calzaba los brazos en mi chaqueta y me colgaba la cartera.
–Te leo después
–Que descanses.
–Gracias. Saluda a la niebla por mí –Levanté la vista hacia mi ventana. Volví a la pantalla y me incline para escribir una despedida, y no necesitaba un espejo para saber que mi expresión era la de una completa idiota.
–Hoy está despejado, pero en cuanto la vea, le diré hola por ti.
Estiré los dedos para evitar seguir tecleando. Debía marcharme, pero no me podía mover. Él seguía conectado. Quizás se quedaría un rato más. solo. Tenía que irme pero no quería dejarlo.
Respiré profundo, tomé fuerzas y cerré todo antes de arrepentirme. Tendría que manejar como una condenada para llegar a tiempo.