Capítulo 5 Una noche de aventuras (Parte 1)

No tardé mucho en conseguirme un novio, o algo parecido. Se llamaba Alberto. Él tenía dieciocho años y ya iba a la universidad, era un conocido de mi hermano. Lo conocí en una salida que hicieron mis hermanos mayores a una pequeña fiesta nocturna de cumpleaños y a la que, luego de mucha insistencia, accedieron a llevarme. Linda estaba demasiado ocupada con su novio, y Rubén estaba tratando de ligarse a una chica, así que me pasé casi toda la noche sola.

Sin embargo, ese aburrimiento llevó a que Alberto se acercara a mí esa noche. Me agradó de inmediato, era un chico alto y moreno, muy atlético y sensual. Se reía muy hermoso y hablaba bastante. Además de que me servía perfectamente para cumplir mi mayor propósito.

Luego de un par de días chateando y conociéndonos un poco, me invitó a ver una película al cine. Con la promesa de que llegaría muy temprano y diciendo que iba con Elena, mis padres me permitieron ir.

Cuando llegamos a la sala del cine, nos sentamos a un lado, lejos de las demás personas. Durante mucho rato, solo nos enfocamos en la película, era de suspenso y acción, y estaba bastante entretenida.

Al cabo de un rato, de modo torpe, Alberto pasó el brazo sobre el asiento por detrás de mí, y comencé a sentirme un poco ansiosa. Quería que él me besara de una vez, pero no era mi intención parecer demasiado desesperada. Después, imperceptiblemente, me eché hacia atrás y sentí que su mano se acercaba más a mi hombro y que, luego, reposaba sobre mi piel desnuda. Esa noche llevaba un vestidito de flores rosadas con tirantes y muy veraniego.

No obstante, Alberto mantenía la vista fija en la pantalla, como si no se diera cuenta de lo que estaba haciendo su brazo izquierdo. De pronto, me impulsó más cerca de él y yo me moví sin mostrar sin resistencia. Cuando se volvió a mirarme, sentí escalofríos por todas partes. Luego, se inclinó y finalmente me besó. Fue un beso corto y suave, nada que pudiera calmar mi fuego interior, pero quería que volviera a hacerlo.

Sin embargo, él se echó hacia atrás y pareció enfocarse una vez más en la película. Me sentí algo decepcionada, pero muy pronto, con la cabeza apoyada sobre su hombro, sentí que sus dedos se acercaban hacia el centro de la parte delantera de mi vestido y que se abría paso lentamente bajo ella, hasta que levantó mi pequeño sostén y colocó la mano sobre uno de mis pechos.

Permanecí inmóvil. No podía creer que eso realmente estuviera ocurriendo. Su mano acarició mi pecho izquierdo. Tiraba suavemente del pezón y dejaba que su dedo descendiera sobre él. Pasó la mano al otro seno y comenzó a hacer lo mismo. Mi respiración se aceleró y no pude evitar poner mi mano sobre la suya y apretarla con más fuerza sobre mi pecho.

Entonces, sentí que apoyó su otra mano sobre mi muslo, como si hubiera caído ahí de manera accidental.

De inmediato, sentí que su mano se movía bajo mi vestido. De manera involuntaria, separé las piernas cuando sus dedos llegaron al borde de mis bragas y comenzaron a juguetear por fuera. Me recosté más atrás en mi asiento, y jadeé muy bajito cuando, sin ninguna sutileza, corrió la tela y me acarició directamente la vagina. El resto de sus dedos se unió al primero y tuve que controlarme cuando avanzó entre mis piernas estirando con fuerza mis bragas, mientras sus dedos ascendían y descendían por mi coñito. Cerré los ojos mientras me iba mojando más y más con cada movimiento que hacía. Mis caderas comenzaron a moverse con suavidad al ritmo de su mano. Me parecía estar flotando y el placer crecía cada vez más dentro de mí.

Cuando comenzaron los créditos de la película, nos dimos cuenta de que estaban a punto de encender las luces, y eso lo hizo acelerar la velocidad de sus caricias sobre mi clítoris y en mi entrada. Estaba tan húmeda y tan caliente que casi me daba igual que nos pillaran. De hecho, esa posibilidad me excitaba mucho más. De una manera deliciosa, comencé a correrme sobre su mano. Se me escaparon un par de gemidos, pero la música de la película los ocultó.

Cuando logré controlarme, Alberto retiró su mano y se la llevó a la boca. Verlo chuparse los dedos empapados de mis fluidos volvió a encenderme. Dios, nunca tenía suficiente. Sin embargo, las luces se encendieron finalmente y yo me ajusté la ropa lo mejor que pude y me enderecé en el asiento.

Alberto se inclinó una vez más para besarme y yo le correspondí deseosa. Realmente me gustaba mucho ese chico.

Salimos del cine de la mano y, una vez afuera, se acercó a mi oído y me preguntó con un tono de voz muy sensual:

-Y bien, Ali, ¿te gustó la película?

-Definitivamente -susurré y le sonreí con descaro.

-Podemos volver juntos en otra ocasión. ¿Te parece bien?

-Sí -volví a decir-, espero que sea pronto.

Después de darnos un último beso, Alberto me llevó a la parada más cercana, donde me subí a un taxi que me llevaría a casa. Debía llegar bien temprano si quería que me permitieran salir nuevamente. No obstante, mis ansias de tener sexo estaban lejos de terminarse. Una parte de mí me gritaba que me olvidara de todo y que me fuera con Alberto, que hiciéramos todas las locuras que tenía en mente para saciarme. Pero eso me costaría muy caro, y no me apetecía en lo absoluto estar varios días castigada, eso contando con que no se enteraran de dónde había estado en realidad y con quién.

Pero yo quería más, y sentía que me estaba asfixiando dentro de ese vehículo. Mi deseo incontrolable fue lo que me llevó a colar con disimulo una mano bajo mi vestido. Estaba sentada en la parte trasera del auto y el hombre no tenía por qué notarlo. Además, si ya lo había hecho en la escuela y en el cine sin ningún reparo, ¿qué más daba masturbarme en un taxi?

Oh, sí. En ese momento no tenía idea de que mi gran noche estaba aún por comenzar.