Sabrinna
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Capítulo 4 Sabrinna 4

En menos de lo que fui consciente, mi marido me tomó del cuello y me dió la vuelta, poniéndome delante de su cuerpo y con su mano más sana cercó la mía en el mango del arma que antes tenía, y cuando se pegó a mi por detrás, sentí su miembro duro entre mis nalgas y cerré los ojos por la sensación. No sabía que podía haberlo excitado pero algo lo había conseguido y en todo lo alto.

El cobarde de mi hermano cayó al suelo de rodillas y Asad sonrió en mi oído, besó mi cuello y subiendo con su lengua por los huesos de la base de mi cuello hasta mi oído, comentó:

-Tiene que ser muy grave lo que te hizo para que lo sentencies a muerte -mordió mi lóbulo y continuó -si mis sospechas se confirman lo mato yo, pero si la causa es otra lo matas tú, mi flor -todos permanecían en silencio, esperando el desenlace de la situación y los otros tiros que teníamos de fondo habían cesado como dándonos la primicia a la siguiente ruptura del silencio -solo asiente si tu himen sigue intacto. Si lo niegas sabré que tengo que vaciar mi cargador en su entrecejo.

Casi caigo de rodillas para agradecer el hecho de que su elección de palabras me permitiera contar una verdad a medias; pero, independientemente de lo personal de su pregunta, mi respuesta inevitable le daba la oportunidad a él de no fallar a la hora de cometer aquel asesinato del que no terminaba de sentirme responsable. Onir me había matado en vida muchas veces, así que no era suficiente con que yo lo hiciera una sola vez y solo por pronunciar un simple vocablo. Seguido de un mero gesto.

Asentir o negar, era fácil.

Sin embargo, en ambas ocasiones no estaría siendo del todo sincera y eso, en las manos de aquel hombre, podía volverse un crimen extremo por el que algún día tendría que pagar.

De cualquier forma estaba asombrada por su capacidad de entendimiento a la situación y su complicidad para solucionar el tema. Aunque fuera de manera quizás un poco desproporcionada, me valía. Tenia la posibilidad de librarme de un carcelero para siempre, cayendo en manos de otro pero según veía, y sentía, el balance podía ser positivo.

Asentí comedidamente y él, casi al mismo instante, como si estuviera esperando ansioso por que esa fuera mi respuesta quitó el seguro del arma y ajustó el blanco,sin separar sus manos de las mías. Nadie, absolutamente nadie se atrevía a decir nada hasta que de pronto el pusilánime de mi hermano se empezó a arrastrar con sus dedos heridos hasta mis pies y era casi repugnante ver aquel escenario miedoso e irresoluto al que nos había trasladado con su cobardía.

No sabía si en el fondo el de verdad esperaba que lo defendiera cuando yo misma lo había condenado, o simplemente imploraba perdón de aquella manera... Un perdón que no le daría por otra parte... o tal vez, quería hacer ver al resto de los allí presentes lo malvada que podía ser su hermana, negándose a perdonar lo que nadie sabía que había hecho.

Sin embargo fue la divina providencia quien intervino por él, o quizás por los tres. A él, le salvó la vida y a nosotros las conciencias; pero el caso fue que Onir, no murió allí... No, aún.

-Asad baja el arma ahora mismo -el padre de mi árabe dió una orden fuerte y clara y como no encontró inmediata obediencia que supuse era a lo que estaba acostumbrado, se paró justo en frente de nosotros, intercediendo por el cuñado de sus hijos.

En el momento que sentí las manos de Onir rozando mis tobillos, retrocedí como por inercia y el jeque no dejó de observar la mano de su hijo cerrando mi cintura por el frente,enredada entre las hebras de mi largo cabello caído por delante de mi fugura y pegándome contra su tórrido cuerpo que me erizada hasta los pelos de la nuca, solo de imaginar cuando ese hombre me desnudara y hurgara en mi cuerpo con el suyo.

Lo sentí estremecerse detrás de mí y volver a poner el seguro al arma, obedeciendo finalmente a su padre.

Si él veía como Onir había cruzado el límite veto que le había impuesto sobre no tocarme,se volvería a desatar la guerra y ya había tenido suficiente de pecados capitales como para seguir con aquello.

-¿Qué es lo que ha pasado Asad?-preguntó su padre que era el único que se atrevía a hablar allí.

-Explícale a ese gusano-dijo escupiendo en el suelo,justo al lado de mi hermano -que mis órdenes son infranqueables y que lo mío nadie lo roza y Sabrinna es mi más celosa posesión. Si lo hago yo, lo enterraran esta misma noche.

Me indicó que me moviera y no oído hacer otra cosa que obedecer.

No habíamos ni caminado dos pasos cuando escuché:

-Han atacado a Savannah y Ashrad la está cuidando. Estará bien -mis temblores se hicieron visibles y miré llorando hacia mi suegro que me hizo un gesto de cabeza indicando que no había nada de lo que preocuparme pero eso era imposible -averigua quien ha provocado todo esto y has valer nuestra ley. Nos vemos en palacio.

Sabía que no tenia derecho a impedir que me llevaran. Una mujer en el mundo de ellos era nada en medio de todo y yo, más de eso mismo.

Caminamos hacia una camioneta y no podía notarse que aquel hombre estaba herido, no daba señal de nada más que virilidad y poder.

Unos dos guardias se acercaron con cuidado y nos detuvo a los dos en el mismo acto. Me llevaba presa por un codo. No apretaba pero era firme en su agarre y yo obediente y expectante.

-¡León!-uno de los hombre lo llamó como esperando un permiso para hablar y noté, que salvo su padre, todo el mundo le decía así y nadie usaba su nombre.

-Kalim ha solicitado verlo -dijo el moreno de atuendo sarraceno justo cuando recibió un ademán como permiso para continuar hablando -le espera en la cueva y ha invitado a su esposa, señor.

-Llevarás a Sabrinna al harén y serás tú y nadie más quien la guíe por palacio -mientras el hablaba yo no podía hacer otra cosa que mirar al horizonte y buscar indicios de verdadera calma, que a pesar de haber cesado la acción a tiros, me preocupaba que si me separaba de él mi hermano se atreviera a llevarme o emboscarnos para tener la oportunidad de vengarse por lo que había hecho -dile a Shauna que la cuide y le cure las heridas hasta que yo vuelva.

Centré mi vista en lo alto de una de las pequeñas elevaciones rojizas que había a la derecha de nuestra posición donde se observaba algo extraño. No podía decir qué.

-¿Dormirá en su habitación?-preguntó el hombre queriendo saber todos los detalles de su rutina para no molestar a su señor. Era muy fácil adivinarlo.

Nadie tuvo tiempo de decir nada más cuando yo como si de un arrebato se tratara, salté sobre mi marido cuando ví, como el cañon de un arma de alto alcance se dirigía hacia él y el impacto hizo que los dos rodaramos por el suelo, pegados al cuerpo del otro y al menos por mi parte, agotados de tanto altercado.

Mi marido quedó como embelesado mirando mi rostro por entre mi cabello y separando todo de mi cara, me confesó:

-He estado muy seguro durante las últimas semanas, de que ibas a ser la mujer de mi vida -confesó encima de mí, sangrando por su primera herida y goteando sobre mi pecho -pero ahora sé, como que soy el león, que serás mi vida entera... eres perfecta para hacerlo y que me hayas salvado la vida lo demuestra una vez más.

No entendía casi nada de lo que decía pero no podía dejar de mirar sus ojos verdes y haciendo justo eso, me dí cuenta de que el turbante que llevaba en la cabeza se le había caído y su pelo negro azabache como el mío, caía sobre sus hombros y volaban a mi cara, que no pude ver venir sin asombro, el intenso beso que provocaron labios al chocar con los míos.

            
            

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