Sabrinna
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Capítulo 6 Sabrinna 6

No podía hacer nada más que escuchar la discusión que allí tenían, pues yo sí tenía en claro que no saldría de allí, y estaría en la cama cuando él llegara.

Luego de sentir como un cristal se rompía, y sobresaltarme desde dentro, escuché una tercera voz intervenir y en esa ocasión era masculina.

Mis nervios enseguida se desbocaron y el corazón aumentó sus latidos poderosamente. Me llevé una mano al cuello y me mantuve a la expectativa de lo que sucedería a continuación, sin poder imaginar lo que allí, se sucedería.

Un toque a la puerta me puso nuevamente en alerta y ni siquiera así, atiné a caminar y abrirla. Seguí esperando.

De pronto para consuelo mío, alguien abrió desde el otro lado y delante de mí apareció la señora con mi comida, y por detrás de ella pude ver al guardia de Asad que me había traído hasta palacio,y a una mujer, hermosa, de pelo negro,ojos azules y boca exuberante vestida con las telas y ropas de la cultura de aquella tierra. Se veía muy distinta a mí, que usaba un vestido plisado con mangas cortas y escote discreto, sin burka y los pies descalzos.

-¡Alteza!-me saludó él, apretando una mano de la chica y manteniéndola detrás de él -el príncipe esta de regreso y me ha pedido que se lo comunique.

-Gracias, y,¿la chica es...?

Conforme lo preguntaba me arrepentía de hacerlo. La mirada asqueada de aquella mujer no me pasaba desapercibida y mi pregunta le molesto tanto, que se soltó del brazo del que la sostenían y avanzó hasta entrar en mi espacio personal y alzándome el mentón escupió rabiosa :

-Yo soy la mujer del león, la favorita y la única a la que desea cada noche, por encima de las demás -me miró desdeñosa y le permití continuar su despliegue de absurdos venenosos -pero mírate -me señaló con una mueca en sus labios -si no eres más que una pueblerina que se cree importante porque se ha casado con él príncipe favorito del jeque Amir. Una ilusa que no sabe que nadie más que yo, cumplo con todo lo que le da placer al león y nadie me quitará mi lugar.

La señora detrás de mí, se llevó las manos a la boca y la podía ver a través del espejo que tenía delante, lo asustada que se veía, no entendí hasta después por qué. El guardia, trataba de intervenir, pero levanté una mano y el calló al instante.

Yo ladeé mi cabeza y sonreí sardónica, mirándola casi con pena.

La muy zoqueta no sabía que humillarme a mí, no era trabajo fácil sobre todo cuando las personas que lo intentaban, solo me producían lastima y vergüenza ajena.

Cuadré los hombros y para mostrarle su lugar ante mí, sin que tuviese siquiera que discernir las cosas que había dicho. Fueran ciertas o no.

Sin mirarla a la cara, y trasladando la vista al frente exigí:

-¡Muéstrame tu respeto y ponte de rodillas ante tu princesa!

Los ojos se le abrieron como platos y cuando fue a decir algo, que supuse tuvo que buscar bien dentro de su mente con que responderme dije...

-¡Ahora!...

El poderío en mi voz, era casi palpable. La superioridad entre las dos, había quedado establecida y solo podía disfrutar de su impotencia ante mi orden, cuando la vi caer de rodillas al suelo, sin poder evitarlo.

Caminé sin expresión notable en mi rostro a su alrededor, con mis manos en la espalda, y podía verla apretando los labios hasta que no tuvo más opción que claudicar y decir :

-¡Que Alá la bendiga, su alteza!

Pasaron unos minutos hasta que le indiqué que se levantara y cuando fue a mirarme a los ojos le hice una seña y retiró su vista hacia el suelo como por acto reflejo.

-Recuerda esas palabras la próxima vez que quieras confesarme tus pasiones frustradas por mi marido. Ahora fuera de aquí.

Cuando se puso en pie, trató de acercarse a mí y no me moví, la dejé incluso que tomara mi muñeca y la llevara a su vientre, para decir :

-El hijo de el león vive aquí dentro y tú me la vas a pagar.

-¡No la toques Saia, Nooo!

El grito del guardia llegó tarde y la asustó, pero no me soltó y la señora detrás de mí, no pudo dejar de gritar también un...

-¡El león está entrando...Está entrando!

Al parecer todos los allí presentes sabían que nadie me podía tocar, menos ella. La señora estaba a punto de sufrir un infarto de lo rápido que respiraba y salió corriendo de la habitación dejando la bandeja en el sitio.

Sin embargo, yo solo pensaba que aquella mujer llevaba al hijo de Asad en su vientre, lo que era sumamente importante para cualquiera y no creía que para él no lo fuera. Mis esperanzas de ser importante para él, estaban muriendo. A pesar de que seguía siendo una princesa. Su princesa. Su primera y única esposa. Pero no la madre de su bastardo.

-Alteza, se lo ruego. No le diga lo que ha pasado. Alteza por favor -me rogaba el guardia y no entendía por qué lo hacía tan desesperadamente hasta que dijo -va a matarla si sabe que la ha tocado alteza, por favor no le diga y estaré en deuda eterna con usted. Saia es mi hermana alteza, no la condene a muerte. Por favor se lo imploro.

-¿Qué demonios hacen ustedes en los aposentos de mi mujer sin mi presencia?-aquella voz tan suya, tan potente y dominante se hizo con el lugar y los nervios de todos -¿ Cómo se atreven a dirigirle la palabra?...incumpliendo mis órdenes.

Contra todo pronóstico, la presunta embarazada levantó la mano que tenía aún pegada a mi muñeca y con lágrimas en los ojos dijo:

-He tocado a su preciada princesa mi señor, tendrá que matarme ahora -sus ojos se desbordaron en llanto y me solté de su agarre cuando fui consciente de lo que aún sucedía -prefiero morir, a no ser la favorita.

Su hermano miraba horrorizado lo que pasaba, consciente de lo que iba a suceder y yo no sabía como reaccionar.

Completamente en calma, mi esposo, todo poder y gallardía, sonrió de un solo lado de su boca y sentenció:

-Nunca fuiste una favorita, pero tu falta de respeto a la única esposa, te hace la favorita para morir.

Ahogué un grito, cuando lo ví sacar una daga de su espalda y acomodarla en su mano con agilidad y donaire, y dirigirla hasta la garganta de la madre de su hijo.

            
            

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