Sabrinna
img img Sabrinna img Capítulo 5 Sabrinna 5
5
Capítulo 8 Sabrinna 8 img
Capítulo 9 Sabrinna 9 img
Capítulo 10 Sabrinna 10 img
Capítulo 11 Sabrinna 11 img
Capítulo 12 Sabrinna 12 img
Capítulo 13 Sabrinna 13 img
Capítulo 14 Sabrinna 14 img
Capítulo 15 Sabrinna 15 img
Capítulo 16 Sabrinna 16 img
Capítulo 17 Sabrinna img
Capítulo 18 Sabrinna 18 img
Capítulo 19 Sabrinna 19 img
Capítulo 20 Sabrinna 20 img
Capítulo 21 Sabrinna 21 img
Capítulo 22 Sabrinna 22 img
Capítulo 23 Sabrinna 23 img
Capítulo 24 Sabrinna 24 img
Capítulo 25 Sabrinna 25 img
Capítulo 26 Sabrinna 26 img
Capítulo 27 Sabrinna 27 img
Capítulo 28 Sabrinna 28 img
Capítulo 29 Sabrinna 29 img
Capítulo 30 Sabrinna 30 img
Capítulo 31 Sabrinna 31 img
Capítulo 32 Sabrinna 32 img
Capítulo 33 Sabrinna 33 img
Capítulo 34 Sabrinna 34 img
Capítulo 35 Sabrinna 35 img
Capítulo 36 Sabrinna 36 img
Capítulo 37 Sabrinna 37 img
Capítulo 38 Sabrinna 38 img
Capítulo 39 Sabrinna 39 img
Capítulo 40 Sabrinna 40 img
Capítulo 41 Sabrinna 41 img
Capítulo 42 Sabrinna 42 img
Capítulo 43 Sabrinna 43 img
Capítulo 44 Sabrinna 44 img
Capítulo 45 Sabrinna 45 img
Capítulo 46 Sabrinna 46 img
Capítulo 47 Sabrinna 47 img
Capítulo 48 Sabrinna 48 img
Capítulo 49 Sabrinna 49 img
Capítulo 50 Sabrinna 50 img
Capítulo 51 Sabrinna 51 img
Capítulo 52 Sabrinna 52 img
Capítulo 53 Sabrinna 53 img
Capítulo 54 Sabrinna 54 img
Capítulo 55 Sabrinna 55 img
Capítulo 56 Sabrinna 56 img
Capítulo 57 Sabrinna 57 img
Capítulo 58 Sabrinna 58 img
Capítulo 59 Sabrinna 59 img
Capítulo 60 Sabrinna 60 img
Capítulo 61 Sabrinna 61 img
Capítulo 62 Sabrinna 62 img
Capítulo 63 Sabrinna 63 img
Capítulo 64 Sabrinna 64 img
Capítulo 65 Sabrinna 65 img
Capítulo 66 Sabrinna 66 img
Capítulo 67 Sabrinna 67 img
Capítulo 68 Sabrinna 68 img
Capítulo 69 Epílogo img
img
  /  1
img

Capítulo 5 Sabrinna 5

El choque de su boca contra la mía fue violento y desmedido. Era nuestro primer beso. Un poco torpe hasta que nuestros labios se ajustaron entre sí, pero era la primera vez en mi vida que sentía. Por fin sentía algo, y ese algo era él, mi marido, mi príncipe, mi león.

Por fin había un sentimiento de deseo involucrado en un encuentro sexual, que aunque de mínimo alcance, era algo altamente sexual entre los dos.

Sus caderas apretando contra mis piernas y las manos tiraban de mi pelo como si su furia la estuviera conteniendo en nuestro beso. Una boca ruda, contra una inexperta y suya. Me había hecho suya en aquel furioso beso.

Había un poco de caos otra vez a nuestro alrededor, asunto que parecía ya,una norma entre los dos pero no podía importarme menos. Yo solo quería morir un día en esa boca, en esa forma de hacerme sentir y en esa manera de traerme de regreso a la vida.

-¡León...!-pronuncié en sus labios y mordió los míos hasta que no aguanté el dolor y tuve que quejarme en un sonido ronco.

-Asad... nunca me llames León. Para tí soy Asad y tu mi flor -paseó su lengua por mi sangre y chupó mis labios hasta sacarla del todo -irás a mi palacio y no saldrás de mi cama hasta que yo regrese. Pase lo que pase, estarás allí, esperándome. Si alguien se te acerca, si te tocan o te hablan más allá de lo necesario me dirás, y mataré al que cometa el sagrado crimen de acercarse a mi mujer. Puedes sentirte la flor más segura del planeta, porque ni Alá podrá contra mi furia si te lastiman o te incordian.

Dos días habían pasado desde aquello. Dos días en los que él no estaba, en los que yo no veía a mi hermana y nadie entraba a mi habitación más allá de las mucamas y algún que otro pajarito que venía a cantar a mi ventana.

Me llamaban alteza, y me hacía sentir extraña. Aquel alto grado de pleitecia no lo había experimentado jamás y no sabía como gestionarlo hasta la fecha.

Esos dos días los había pasado en silencio. Disfrutando del espacio en mudo que tenía solo para mí y preocupada solo por tener noticias de mi hermana y sanar mis heridas de los pechos antes de que él volviera y me echara de su vida por haber sido manoseada por otro.

La habitación era más bien un espacio diáfano de dimensiones inmedibles y donde el lujo, estaba abarrotado en cada cosa que allí había.

Las columnas eran numerosas en el lugar y altas, evidenciando techos infinitos grabados con la imagen de una batalla que no entendía, y que convergían dibujando dagas hasta un mismo punto de cristal transparente que era el único espacio en aquel techo infinito, justo encima de la enorme cama de dosel rojo, y dejaba ver el cielo desde allí, en todas sus facetas. Era lo más hermoso del mundo dormir en aquella cama y el despertar, sublime.

En ocasiones oía tras la puerta, conversaciones de algunas mujeres que no se creían que había una esposa para Asad y que dormía en su cuarto, en su cama y sobre todo, estando él ausente de un lugar al que no habían precedentes de que jamás hubiese entrado nadie que no fueran las tres mujeres mayores que hacían los servicios diarios. Las mismas que ahora me asistían a mí.

Ya mis heridas estaban sanas, gracias a una medicina que una de ellas me trajo, y que nunca mencionó, cómo sabía que necesitaba curarme, ni por qué o con qué lo hacía.

Las vistas del palacio desde la ventana eran exquisitas. Pero yo seguía sin poder salir y sin saber de mi hermana. Tampoco había podido llamar a mi madre, o algo por el estilo.

En algún momento del horario de almuerzo, mientras yo miraba por la ventana hacia ningún punto en específico, sentí cierta algarabía del otro lado de la puerta de la habitación. Voces sueltas que diferían en el mismo punto... el acceso hasta mí.

Una de las señoras que me asistía, y a la que ya le reconocía la voz, intentaba puntualizar a otra mujer de voz menos anciana, que las órdenes del príncipe eran claras, y nadie desobecía al león y menos en su propia estancia.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022