Capítulo 6 Ella siempre fue hermosa

Aunque Michelle estaba bastante sorprendida de verlo, su expresión seguía sin cambiar. Con el ceño fruncido, preguntó: "Señor Roberts, ¿hay algún problema con el acuerdo de divorcio?".

Era la única razón posible que se le ocurría para que Gerard acudiera a ella: cualquier imprevisto con los papeles del divorcio que habían firmado el día anterior. De no ser así, ¿por qué aparecería en su vecindario tan temprano en la mañana? Era imposible que hubiera venido solo a saludar, ¿verdad?

"¡Sube al auto si no quieres llegar tarde!". Gerard tampoco comprendía qué le sucedía. Iba de camino al trabajo cuando vio a esa maldita mujer parada a un lado de la calle tratando de detener un taxi. No sabría dilucidar cuáles fueron las razones que lo motivaron a pedirle a su chofer que se detuviera, pero lo cierto era que ya estaba comenzando a lamentar su impulsiva decisión. Si hubiera sabido que ella reaccionaría de esa manera, no le habría importado si llegaba tarde o no. La habría dejado plantada en el medio de la calle.

Mientras Gerard se sentía un tanto amargado por el impulso que había tenido, Michelle todavía se preguntaba si debía continuar esperando o seguir sus órdenes y entrar en el coche. Al ver que la expresión del hombre se tornaba cada vez más oscura, rápidamente tomó una decisión. El asiento delantero estaba ocupado por Damien, por lo que solo podía sentarse en el asiento trasero junto a su ex.

Una vez que Michelle subió al auto, su existencia fue completamente ignorada, pues Gerard estaba concentrado en los documentos que tenía en las manos. Ni siquiera la miró, y mucho menos le dirigió la palabra. 'Este tipo llegó tan temprano en la mañana y me invitó a subir a su auto, pero luego mantiene la boca cerrada todo el tiempo. ¿Cree que soy un adorno?'.

Michelle frunció el ceño con molestia. "Señor Roberts, ¿qué estás...?".

"Dirección", Gerard la interrumpió de repente.

"¿Cómo?", preguntó ella confundida. Obviamente, no había entendido a qué se refería.

Entonces Gerard levantó lentamente la vista de sus documentos y fijó la mirada en el rostro desconcertado de Michelle. "Dile al chófer adónde vas".

"¡Oh! Ya veo...". Michelle le puso los ojos en blanco. Acto seguido, le dijo la dirección al chofer y luego procedió a jugar con su teléfono, sin prestar más atención al hombre que estaba a su lado.

Por segunda vez en su vida, Gerard miró detenidamente a su esposa, o mejor dicho, su exesposa. En ese momento, ella lucía diferente comparado con el día anterior. El pelo largo y rizado que solía descansar sobre sus hombros ahora lo llevaba recogido en un peinado de última moda. Vestía una camisa blanca bordada y una falda de encaje rosa que resaltaban su perfecta y hermosa figura, mientras que los tacones blancos acentuaban aún más sus delgadas piernas. Parecía que le encantaba el rosa, y ese maldito color le quedaba muy bien.

¿Cuándo se volvió tan hermosa su delicada esposa? Esa era una pregunta que él no tenía respuesta, pues nunca le había prestado atención. Recordó la primera vez que la vio el día en que expresó su intención de casarse con una joven de la familia Greenwood. En ese momento, hubo varias candidatas interesadas que casi pelearon entre sí. Tal escena le hizo comprender que los miembros de esa supuesta familia bien educada eran tan vulgares como la gente común.

Tan solo hubo una joven que hacía caso omiso del asunto y se mantenía callada en una esquina. En aquel entonces, ella llevaba el pelo largo sobre los hombros y la mitad de la cara estaba cubierta por unas gafas de gran tamaño con montura de cuerno. Nadie podía ver su rostro con claridad, pero esa chica irradiaba una especie de encanto único.

"Creo que ella es la más adecuada para convertirse en mi esposa", y la señaló casi sin pensarlo dos veces. En ese momento, Michelle, que se estaba devanando los sesos por la próxima tesis, ignoraba por completo que se había convertido en el centro de atención de todos.

"Disculpe, señor Roberts, pero... ¿habla en serio? Michelle aún es demasiado joven...". El viejo señor Greenwood nunca se habría imaginado que Gerard podría elegir a una chica tan anodina en lugar de sus otras nietas.