-Mi madre vendrá eufórica deseando meterme de nuevo en el "Salón del Cielo", ay que miedo chicos...se terminó el permiso carcelario...
-Pues habrá que trazar un plan de contraataque... -sugirió Martín.
-No se me había ocurrido pero eso sería genial-respondió Marla, que ya se veía inmersa en una lucha cuerpo a cuerpo con las comadres.
-¿Y si...y si les decimos que nos hemos hecho Budistas? "La Marciala" se muere...perdona Ana...-dijo Antonio.
-Pues mira no es mala idea...nos compramos unas estatuas de Buda, unas varas de incienso y unas túnicas color azafrán y nos ponemos en la posición del loto a hacer...Ommmmmmm...Ommmmm...¿Qué os parece?
Una sensación de alegría general les embargó y de inmediato se pusieron a distribuirse el trabajo, para uno comparar las túnicas otro el incienso y el tercero las estatuas de Buda. El cuarto prepararía la habitación donde se iba a desarrollar la escena más extraordinaria, que las cuatro comadres pudieran haber visionado jamás. El café fue sorbido con ruidos sonoros y las risas, pensando en las caras que pondrían las cuatro madres, reinaron sobre las conversaciones ajenas, que cesaron para volver las miradas a la mesa dieciséis donde parecía haber nacido un monstruo que producía risas contagiosas.
La habitación estaba decorada con sumo cuidado. Dos bancos largos uno a cada costado y al fondo sobre unos taburetes, cubiertos de tela color azafrán, un buda de imitación de piedra, en posición de meditación. El incienso en dos haces de varas dejaba escapar el aroma en finos hilos. Y Martín Marla, y Antonio, ataviados con túnicas de color rojo oscuro, se sentaban rezando en sánscrito y menando las cabezas, como si realmente repitieran oraciones. Ana temblaba en realidad de miedo al sospechar la reacción que tendría su madre cuando llegase y viera en su propia casa un templo budista en funcionamiento.
-Ay no sé si esto será al final una buena idea...mi madre me mata...
-Ja ja ja ja esa no vuelve a dirigirte la palabra con el temita túngido, te lo digo yo...-reía Marla que ya veía la cara de su madre llena de espanto.
Las comadres se despedían en la estación de autobuses y cada una tramaba ya los tópicos que usaría para que su niño/a, se compadeciera de ella y volviese al redil. Magdalena, que había aprendido una dura lección con "La Marciala" era la única, que quería hacer cambios drásticos en su vida para que nadie sintiera el terror y el desagrado profundo, que a ella le producía aquella actitud fanática de la madre de Ana. Las otras tres ya se veían ante sus niños echándoles en cara sus deseos egoístas y su manera de hacer las cosas, por supuesto, siempre mal claro...
Las comadres se abrazaron entre gritos exagerados y llantos intensos, en una despedida, que parecía que se fuesen a la guerra y sin embargo se verían muy pronto, mucho antes de lo previsto por ninguna de ellas...porque una amenaza terrible se cernía ya sobre sus testas como espada de Damocles lista para cercenar sus más íntimos deseos de dependencia filial. "La Marciala". Preocupada por las malas compañías de su hija Ana, solo pensaba en como enderezarla y devolverla al buen camino. De seguir así...perdería la casa, la vaca y el río, y ella se encontraría sola en el "nuevo mundo". Pero la vida le iba a dar una gran sorpresa y su manera de pensar se iba a ver alterada en grado sumo. Con los nervios tensos como cuerdas de arcos, y dispuesta a manejar la vida de Ana, su madre metió la lleve en la cerradura de la puerta y olisqueó el aire, que estaba impregnado de un olor extraño, como de iglesia...la casa se encontraba oscuras y sin embargo se escuchaba un ruido rarísimoooo, como si alguien se quejase porque le doliera algo. Le dio miedo al principio, pero luego agarrando un palo de escoba a modo de bruja del cuento, se llegó a la sala donde un espectáculo sorprendente la dejó boquiabierta.
La iluminación era tenue, las paredes estaban cubiertas de telas anaranjadas y dos bancos flanqueaban ambos costados, todo a lo largo del salón. Al fondo una imagen de Buda en posición de loto, con esa pose de piernas cruzadas tan difícil, -pensó para sí "La Marciala" -, pero lo peor era que tres monjes ataviados con túnicas rojas rezaban en su casa allí en su salón...y ¡su hija hacía otro tantoooo!. Casi le da un soponcio al ver la escena y comenzó a gritar como una poseída. Ana, Martín, Antonio y Marla, la miraron y creyeron estar inmersos en una escena de "El Exorcista".
-¡¡¡Aaaaaaaaaahhhhhhhhh!!!, pero...pero...¿qué has hecho malditaaaaaaaaa? ¡¡¡te has condenadoooooo....!!! Ay ay ay ay...esta hija me mataaaa me mataaaa snif snif snif-lloraba por primera vez en su vida soltando lágrimas de cocodrilo.
Ana que ya estaba advertida de que su augusta madre entraría en shock se abstuvo de correr hacia ella como "La Marciala" esperaba, y se quedó observándola como si estuviese en la primera fila de un teatro al que asistía siempre como actriz secundaria. Los tres amigos de Ana se quedaron estupefactos y empezaron a reírse sin contenerse al comprobar que la comadre apenas sentía nada que no fuese un ataque a su doctrina túngida...por lo que comenzaron a decir los típicos tópicos que también sus pastores túngidos decían igualmente a sus adeptos.
-Tranquila hija, estás en el camino de la iluminación, ya te dijimos que tus seres queridos lucharían contra tu nueva fe, tratando de evitar que llegues a ser como el Buda...
Antonio bordaba el papel y acariciaba la melena negra de Ana paternalmente.
-Deja que tu madre se desahogue, que saque la rabia y la expulse de su cuerpo, así su karma se limpiará hija...
"La Marciala" no daba crédito a lo que escuchaba y de pronto se quedó callada como una muerta. Pero...pero...¿no le estaba diciendo aquel monje maldito, lo mismo a su hija que le decían los ancianos del "Salón del Cielo?, ay...ay...ay...
-Pero hija si tú has sido educada en "La Verdad", eres hija mía y de Dios...ay hija no hagas caso de las palabras melosas de esos...esos...monjes o lo que sean de una religión falsaaaaa, que es falsaaaaa....¡váyanse de mi casa ahora mismo herejes más que herejes...
Ana, que estaba disfrutando como una loca con la situación, veía como su madre por fin sentía la posibilidad de perderla y que su religión fuese otra que la que ella profesaba...algo inaceptable para tan magna y santa mujer.
El incienso saturaba el aire y apenas se podía ya respirar allí adentro porque "La Marciala" había tardado más de lo esperado y era de suma importancia que la ambientación resultase perfecta. Ella nunca llegaría a saber que se trataba de tres amigos que ayudaban a Ana a salir de la secta túngida. La escena superaba las expectativas de los cuatro amigos y aunque no esperaban un cambio radical en la túngida madre de Ana, si creían que se lo pensaría dos veces antes de seguir dándole la chapa con la revista "Dormid".
-Mamá...es que quiero elegir mi religión si es que quiero tener una...no quiero que me des más la murga con el "Salón del Cielo" ni con la revista "Dormid". Voy a independizarme y luego ya veré que decido hacer con mi vida...¡YO!
"La Marciala" que precisamente, temía más que al demonio mismo, la palabra independencia, se atribuló, lloró de verdad y se sentó derrotada por la razón que combate al fanatismo, con armas que obligan a pensar.
Entretanto las otras tres comadres llegaban a sus casas, que naturalmente encontraban vacías, para desesperación de madres compungidas que eran...Magdalena entró en la habitación de Martín. Perfectamente ordenada y con el ordenador apagado y sus carpetas apiladas en un montón al lado de este. Se sentó en la silla anatómica que acostumbraba a llenar su hijo y aspiró el perfume de Ives Sant Lourent, que usaba solo en las ocasiones especiales. Pensó que era raro que se lo hubiese puesto para...¿para qué?
"La Alfonsa" se preguntaba dónde estaría su Marla, que nunca estaba cuando se la necesitaba, como que echaba de menos decirle cuatro verdades a la nena...
º
-Esta nena me va amatar a disgustos, nunca está, eso sí me ha cambiado todo de sitio, que manía con ordenarlo todo, es mejor tenerlo a mano digo yo...vamos. Ay qué mujer, nunca será nada, ahora le ha dado por engordar y se ha puesto como una cerda y eso que no come nada...¡ay qué mujer! no encontrará nunca un buen marido...
"La Amadora" llegaba casi a la vez que "La Alfonsa" a su casa. Antoñito, su Antoñito, como ella le llamaba aun, estaba fuera y torció el gesto enfadada.
-Estos hijos solo sirven para matarnos a disgustos, nunca hacen nada a derechas...estará con algún cochino de esos que...prefiero no pensarlo, ay madre que castigooooo.
Pero en ese instante, el teléfono de las comadres empezó a sonar uno tras otro, "La Marciala" hacía su llamada de urgencia, en busca de mentes afines que la comprendieran y la consolasen en su intenso dolor, al haber perdido una hija. Porque nada era tan imposible de asimilar para aquella mujer, como que su hija cambiase de religión.
-No...no tengo nada que hacer ahora...bueno hija ¿tan importante es?-Respondía al teléfono "La Alfonsa", que de mala gana se volvía a vestir para salir a consolar a su comadre.
-Ay no se...si...bueno...vale, bien...¿dónde?-Le contestaba "La Amadora", que sabía que algo no iba bien desde que sonase el aparato.
-Sí, sí, si yo también estoy preocupada...¿él también?, ay madre que este hijo....voy enseguida.-le confirmaba Magdalena a la atribulada Marciala.
Apenas acababan de llegar a sus casas, cuando ya tenían una reunión de emergencia.
En casa de "La Marciala", los cuatro amigos se sentían triunfantes ante la fanática madre de Ana, y esperaban que aquella farsa tan bien montada, supusiera un punto de inflexión, para que ambas mujeres, madre e hija, pudieran convivir sin que una dominase a la otra ,con su tiránica forma de ver el mundo de la religión.
-Ay no sé si esto habrá sido una buena idea chicos...-se lamentaba Ana-mi madre ha entrado en shock.
-De eso se trataba, ¿no? Si no esa mujer te amarga lo que te queda de vida sin pensárselo. –Le repetía Martín, que se estaba divirtiendo de lo lindo.
-Hombre yo la entiendo, como mi madre es prácticamente igual, salvo en el tema túngido...pero es que Ana...tu madre se pasa mucho ¿eh?.-Antonio en un tono más conciliador trataba de aproximar posturas.
Entre todos desmontaban el decorado, que tanto le había afectado al parecer a la túngida madre de Ana. Esta doblaba las telas de color azafrán y Marla abría las ventanas de par en par, para ventilar el denso olor a incienso. Martín y Antonio, envolvían la estatua de Buda en las túnicas rojas que ya se habían quitado de encima y lo bajaban al coche de Martín, que aparcado convenientemente, servía de contenedor y transporte, del aparatoso andamiaje con que habían montado la escena budista. La casa recuperaba así su habitual aspecto, y todo semejaba retornar a la normalidad. Una vez hubieron terminado, los cuatro montaron en el coche de Martín, para dirigirse a la cafetería Londres, donde dilucidarían como había ido la "broma" y si continuarían con ella o abandonarían. Y al poco llegaban las cuatro madres, dispuestas a montar un buen jaleo, de los que tanto gustaban especialmente a "La Amadora" y "La Alfonsa". "La Marciala" por su parte solo se lamentaba como una plañidera y sollozaba, sin derramar una sola lágrima.
-Esta hija mía... me mata de un disgusto...con lo bien que se había casado con un buen hombre...túngido por supuesto, que me diese nietos a los que educar según las santas escrituras túngidas, con disciplina.
-Bueno pues aquí estamos hija a ver qué hacemos...-suspiraba Magdalena que se empezaba a ver atrapada en las redes de las tres comadres.
"La Marciala" metió la llave en la cerradura como lo haría una borracha, y a la tercera esta cedió abriéndose la puerta de par en par. El olor prácticamente había desaparecido y en su lugar un aroma a flores impregnaba el aire. La madre de Ana no supo por qué, pero empezó a sentir que algo estaba fuera de su control, lo que no le gustaba nada de nada.
-Aquí huele raro...-torció el gesto "La Marciala" arrugando su fea nariz de boxeador-como a flores y antes olía a iglesia que atufaba...
Las tres comadres que la acompañaban se miraron encogiéndose de hombros, pensando simultáneamente: "Chochea".
El salón se encontraba decorado como siempre, con una gran poster regalo del anciano más estricto de su "Salón del Cielo" ,que mostraba un paisaje verde de una jungla densa, por la que circulaba un juguetón riachuelo, cuyas aguas saltaban entre piedras blancas. Nada indicaba que allí, hubiese nada que desentonase con el ambiente habitual de la casa de la comadre túngida.
-Pues aquí todo parece normal hija...¿Qué quieres que te diga? Un salón algo anticuado en la decoración, pero que supongo que siendo túngida, es como decoraréis vuestras casas...-Magdalena metía el dedo en la llaga, para que la comadre se sintiese incómoda, por el atosigue a que la había sometido en el viaje de vuelta de Cáceres.
-Pues bien bonito que es...sencillo...humilde...cristiano...que los túngidos lo damos todo para "El Salón del Cielo".
-Sí, sí...si no digo nada no...
-Si de verdad, cuando has llegado has visto eso que dices, ha venido un batallón de limpieza a llevárselo todo...porque aquí está todo impecable diría yo...-le quitaba hierro al asunto perpleja, "La Amadora", que solo sentía pena por los gritos que no había podido dar-
-¡Eso es!, tú lo has dicho, han contratado a un servicio de limpieza y se han llevado todas las porquerías religiosas que habían instalado en mi cristiana casa...
-Mujer... era un decir, no creo que después de ver tu reacción hayan contratado ese servicio de limpieza...tan rápido no vienen nunca se hace de un día para otro.
-Pueden haberlo contratado así, antes de hacer lo que sea que hayan hecho...-sugirió "La Alfonsa" aportando su granito de arena...
Las tres comadres empezaban a dudar de que realmente "La Marciala" hubiese visto nada de lo que decía y se preguntaban si no le estaría afectando tanta revista "Dormid" que le estaba haciendo ver visiones...¡Pobre Ana! Pensaban si esta vuelve a casa la mata a gritos y a tortazos...con eso que solía decir de que la letra con sangre entra...que miedo, pensaban.
"La Marciala" por su parte pensaba parecido y se llevaba las manos a la cabeza, mientras sus comadres la sentaban en un sillón orejero del salón y la llevaban un vasito de vino para, a modo de reconstituyente se repusiera de la "visión satánica" que le había perturbado tanto. La imagen que componía la madre de Ana resultaba patética y el consuelo que le ofrecían sus recién adquiridas amigas no menos aún.
Los cuatro habían tomado el día libre, a pesar de que a Ana le costaba el escaso dinerito que conseguía como modista en casa y a Martín una bronca del jefe que se veía inmerso, en una vorágine de trabajo, que deseaba compartir, para liberarse del agobio. En la cafetería Londres y en su ya mítica mesa número dieciséis, se encontraron frente a frente consigo mismos. Ana se frotaba las manos pensando en las represalias de su madre y Martín empezaba a pensar si habría sido buena idea...Como si un conjuro simultáneo se hubiese producido, los cuatro rompieron a reír a la vez. Nada podía evitar que se mantuviera grabada la cara de sorpresa y rabia desatada de "La Marciala" al ver como la "apostoli" de Ana, como denominaban a los que se apartaban de las escrituras túngidas estos, abandonaba la religión que se le había enseñado desde niña, y las normas sagradas que impedían la felicidad individual.
-Ay mi madre me matará, lo sé, pero he disfrutado viéndola sufrir como nunca antes ja ja ja ja
-Ay hija, que mala eres con lo que ella se ha sacrificado por ti todos estos añoooossss, si no ha gastado anda en nada por darte lo mejor a tiiii...ayyyyyyy-se llevaba las manos a la cabeza Marla en un gesto afectado y falso.
Las risas inundaron una vez más el aire de la emblemática cafetería, y fue un momento crucial cuando por la puerta entraron las cuatro comadres...con aire de enfurecidas madres heridas. Todos comprendieron en el local, que una batalla campal estaba a punto de librarse, Se plantaron ante sus "niños" y "La Marciala" fingió llorar. "La Amadora" recriminó a Antonio que estuviera allí, con aquellas malas compañías y "La Alfonsa" metió la carita de Marla entre sus manos alarmada por la pérdida exagerada de volumen y peso de la "niña",
-¡Pero hijaaaaa, ¿Qué te ha pasadoooo? Ay, ay ay...tengo que llevarte al médico enseguidaaa...ven ven vamos...-tiraba de ella queriéndola arrancar de la mesa.
-Mamá que no, que nooo, que es solo que me he quitado la ropa que me ponía una encima de otraaaa...
-Aaaaaah osea que ese era el truco eh?...
-¿Ves?, me has obligado a descubrir el truco más importante...agggg
Los aspavientos de las madres, se mezclaron con los lamentos de sus hijos y las risas generalizadas del resto de los clientes. Una guerra de palabras gritos y lamentos, se libraba como si un terremoto sacudiera los cimientos mismos de la cafetería. Nadie le prestó ya atención a las consumiciones, que fueron relegadas al olvido, ante el espectáculo que se estaba desarrollando en la mesa número dieciséis. Marla se explicoteaba con un exagerado histrionismo y su madre sollozaba con sonidos guturales, sin derramar ni una lágrima, acostumbrada a que eso le bastase a Marla para ablandarla. Martín al lado de su madre abría los ojos, incrédulo, ante la escena cruda, irrisoria y vana apartándose con gesto de asco de las tres madres gordas despeinadas y gritonas que le asustaba ver, como agarraban de las muñecas a sus vástagos.
-¡¡Que vengas conmigo mala hijaaaa!!!"-le gritaba a Marla "La Alfonsa", que se desesperaba porque sus intentos de retener a su hija y conseguir que la hiciese caso a base de chantaje emocional fracasaba estrepitosamente.
-Tu...tú no vas al cielo eh? a ti no te ponen la casa la vaca y el río, "apostoli", más que "apostoliiiii" ¡¡ayyy!! con lo que me ha costado disciplinarte y educarte como una buena túngidaaaaa....-se echaba las manos a la cabeza tirándose de los pelos y componiendo una imagen de bruja loca.
-Antoñito, ¡¡mira con quien estás!! ''cochiiiino, más que cochiiiino!! Mira que hacer esas marranadas con...con...¡¡ayyyyyy!! me quitas la vidaaaaa....-gritaba a voz en cuello "La Amadora", que entraba casi en un ataque de locura transitoria, al verse desbordada por la situación, que se le escapaba de las manos.
Por el contario, Magdalena, que veía las consecuencias de la ignorancia y el fanatismo, se dirigía con respeto a su hijo por primera vez en su vida.
-Mira hijo...yo no quiero montar un numerito como los que estas pobres mujeres están montando a sus hijos...solo quiero lo mejor para ti, ya, ya sé que es una cosa que se dice siempre, pero es la verdad común de todos los padres y madres del mundo hijo. Mira quiero que seas feliz y espero que elijas tú a quien compartirá tu vida, aunque no me guste...-se emocionó realmente Magdalena.
-Mamá si yo solo quiero que me dejes mi espacio, que respetes mi intimidad que ya soy mayorcito, vamos creo yo...
-Sí hijo sí...-le acarició la mejilla con la mano, en un gesto de comprensión, que evidenciaba el temor de su madre a que él se marchase de su lado para siempre.
A Magdalena y Martín nadie les hacía el menor caso y optaron por sentarse y tomarse un té, charlando en una mesa alejada del alboroto de las comadres que no se agotaban en sus intentos der dominar a los hijos rebeldes.