Devoró a mujeres de todas las clases sociales y de diversas nacionalidades. En cuanto a sus edades, siempre será un misterio. Buscaba variedad y, al final, todas le parecían iguales. Dicen los que le conocieron que desde jovencitas hasta ancianas se rindieron a sus encantos. Aprendió a no contar con nadie, a no esperar nada de los demás. Se transformó en un ser inmune al sufrimiento. Su enfoque consistía en disciplinarse a sí mismo y conseguir lo que deseara. Sin detenerse en el camino por nada ni por nadie.
Incapaz de sentir, algo de simpatía a lo sumo. Allí radicaba su verdadera fuerza e independencia. Vivir en calma sin dejar de estar alerta como un felino. Unos de sus secretos para el éxito que alcanzó, trabajando duro desde joven.
No era un hombre malo, solo alguien lastimado. No tenía pareja porque no podía amar. Ni soportar a nadie por mucho tiempo. Le parecía una muestra de debilidad. Era pasional y creía que el amor es posible en entrega total. Como una utopía, no era real.
-¡No existe eso, quien se quiere, no ama, se ama! -vociferaba. Guardaba las ganas de amar y ser amado, muy adentro de su alma, pero no bajaría la guardia ante lo superficial de los amores de moda.
Se formó en la universidad, obteniendo varios títulos. Llegó a triunfar en todo lo que se propuso. Menos en el amor. Esta siempre ha sido una materia pendiente año tras año en su vida.
A medida que pasaba el tiempo empezó a probar cosas más fuertes. En todos los ámbitos. En los negocios hizo grandes y riesgosas inversiones, esto le generaba adrenalina. Por suerte, su talento le permitió acertar y multiplicar su capital.
En lo amoroso, empezó a experimentar distintas maneras de amar. Gozaba ser el amo, quien controla y domina. Le excitaba mucho. Solo que las que estaban dispuestas no se entregaban del todo. Fingían y eso lo odiaba.
Quería poseer no apenas un cuerpo, sino también el alma. No hubo mujer capaz de darle tanto como esperaba y las dejaba.
Se empezó a obsesionar por hallar una dama que fuera de él. Que confiara y se entregara sin mezquindades ni límites. Encontrarla no es fácil, anteponen sus gustos y necesidades, no es amor real. Estaba rodeado de mujeres interesadas en lo superficial, en cosas efímeras.
Su vida espiritual se encontraba en un rincón, estancada y oscura. Las creencias religiosas y prácticas que aprendió en su infancia cada vez parecían más caducas y vacías. Ya hace mucho que no representaban nada para él.
En resumidas cuentas, su vida era un total sin sentido. Aunque todo esto sucedía en su interior. Ante el mundo era un exitoso hombre de negocios.
Como iba tan siquiera a soñar que muy pronto, aquella misma noche, cambiaría su vida. Y que sus desgracias no cesarían.
-A pesar de haber amado tanto, soy un pobre anciano, cansado a mis 74 años -dijo, mientras se aguaban sus ojos al recordar. Sentado en una vieja silla de madera y medio ciego.
Vulnerable, sí y mucho. Sin haber podido escapar de lo que terminó siendo su sentencia de muerte. Aquel romance prohibido con Rosa, quien continuaba allí, cerca de él. Pero de la manera que nunca hubiese imaginado, ni en su peor pesadilla.
Respirando con dificultad, se dio a la tarea de repasar, en su cabeza, cada una de las malas decisiones. Que lo condujeron a lo que era al final de sus días. Cuando tenía la convicción que lo mejor que podía sucederle es que Dios, si es que en verdad existía, le arrancara de este plano de manera definitiva.
Su historia dio un giro sin retorno. Cuando acudió a la capital con un grupo de amigos en época electoral. Asistieron al acto de toma de posesión de la nueva Gobernadora.
No les gustaba la política, pero quisieron pasar el rato y conversar, mientras caminaban por el casco histórico de la ciudad de La Asunción. Les gustaba dejarse ver, además de conocer a la nueva autoridad, quien fue reina de belleza. Una mujer rubia, joven y muy hermosa. Sin embargo, no llamó su atención más allá.
Le habían pasado buscando para ir en un solo carro, previendo la carencia de estacionamiento en las angostas calles. Y, al regreso, entre charlas y risas en la carretera, en medio de la noche, notó que algo sucedía a sus espaldas.
Chofer y copiloto se comunicaban con unas señas que no pasaron desapercibidas a sus ojos y un incómodo silencio se adueñó del ambiente. Descubrió que planeaban en secreto dejarle en casa e irse a otro lugar. Hicieron todo porque no lo notara, fracasando en su intento. Se percató del estúpido plan y los encaró.
-Oye, ¿adónde van luego de llevarme a casa? No crean que no he notado la manera como cuchichean a mis espaldas ¿De qué se trata?
-¡Oye! ¿Estás imaginando cosas? -dijo Alfred, riendo a más no poder.
-Saben que odio las mentiras, me dicen ya para dónde van o no me bajaré de la camioneta, es simple -dijo Harry, con determinación. No se estaba riendo, ni lo tomaba a chiste.
Un nuevo silencio se generó entre los cuatro. Sus amigos le conocían, hablaba en serio. No era un hombre con el cual se podía jugar.
-Está bien, ¡tienes razón! Vamos lejos, al otro lado de la isla, a una reunión.
-¡Entiendo!, lo que no me agrada es el engaño y lo saben. Así que vayan llamando para avisar que voy con ustedes.
-¿Y si no te gusta? Por eso no te hemos invitado antes -dijo, Mónica.
-¿Cuánto tiempo llevan mintiendo? No es la primera vez que van, ¿cierto?
La chica metió la pata y no pudo hacer otra cosa que terminar de decirle lo que faltaba.
-¡Quédate tranquilo!, te advierto que después que lleguemos allá no podremos volver a traerte, tendrás que quedarte y participar.
-¿¡Me gustará!?
Mónica tomó el teléfono. Al otro lado de la línea, un hombre respondió la llamada y aceptó las cosas como se estaban dando. Dile que cuando llegue hablaré con él -advirtió, Ali.
En medio de la oscuridad, recorrían las carreteras, poco transitadas, de la Península de Macanao. Ese extremo del estado Nueva Esparta tiene escasos pobladores. Lo que hace que las luces de las estrellas y la luna se vean mucho más brillantes en el cielo nocturno.
Algunos conejos cruzaban la vía y se ocultaban al ser iluminados por las luces del vehículo. Sus ojos rojos como la sangre, en medio de la nada, creaban un ambiente tétrico y misterioso, que enmarcaba el silencio que reinaba entre ellos.
Harry ocupaba una sensación fría en la garganta y en la boca del estómago. En lo más profundo de su corazón dudó de su elección y eso era un secreto que le acompañaría al lecho de muerte. No fue capaz de admitir que se puso a jugar con fuego en las fauces del demonio.
-A ver, los noto muy callados ¿Pueden anticiparme algo? ¿Qué tipo de reunión es?
-Es difícil de explicar -dijo Alfred. Tienes que vivirlo.
-Ya tengo ganas de llegar ¿Y tú, Ámbar? ¿Por qué estás tan callada?
-Bueno, con los años que llevo conociéndote. Pienso que te vas a enamorar del ritual porque te gustan las cosas raras. Esto es para excéntricos y gente que quiere correr sus límites, así como nosotros. La experiencia no tiene referente. Garantizo que te va a impactar.
-¿El ritual?, ¿vamos a participar de una sesión espiritista?, ¿brujería? ¡Dime que es! Me desespera esperar, ¿falta mucho?
-No es eso. No es nada común. No te lo puedo explicar por qué no hay antecedentes, es un rito, eso sí. Una práctica de los ancestros, pues.
-Ya me está gustando. Estoy curioso ¡Espero que me sorprendan! Amigos.
En ese momento, Alfred produjo, a propósito, un sonido gutural. Indicando que estaba en apuros. Medio en risa y en serio, a la vez, como era su manera de comunicarse. Y todos comenzaron a reír a carcajadas. Ese era su don, traer alegría, aunque fuese a fuerza de burlas y repugnancia. Lo cierto es que Alfred consiguió acabar con la tensión existente.
-Si no te gusta, no regresas y listo. Pero esta noche, no hay vuelta atrás. Intentamos llevarte a casa y no aceptaste. Entonces, ahora tienes que estar con nosotros hasta mañana que regresamos. Tú insististe, conste -comentó, Mónica.
-Es cierto. Yo asumo, me guste o no seré respetuoso y paciente ¡Lo prometo!
El corazón le latía fuerte. Por fin, una experiencia diferente -se dijo, Harry.
La sensación era excitante, se acercaban cada vez más al lugar. Miraba por la ventana y nada veía. Solo oscuridad.
A lo lejos, se escuchaba el ruido de las olas del mar, batiendo contra la costa. Que se divisaba como una tenue línea de espuma blanca.
Él era el más joven de los cuatro. Todos profesionales exitosos. Con familia y mucho que perder. Por eso, confió en ellos.
Sabía que no arriesgarían lo que habían alcanzado hasta ahora. Y que, esa noche, cambiaría su vida.
Podía sentirlo. No era un juego, sin duda.