–En momentos de más desesperación, la mente humana suele actuar de maneras que carecen de tener algún sentido–.
Sentí que mi alma se apartaba de mi cuerpo y me dejaría en el frío suelo en una hora dónde las leyendas toman cabida y atormenta a los desolados.
Allí en el suelo, escuché unas palabras a mi oído que no logré entender, pensé que habría sido la misma muerte susurrando a mi oído, diciéndome que mi momento de irme había llegado y que esa noche sería la última, mi pecho se había vuelto grande y el corazón sentía que iba a salirme, mis latidos eran como tambores y me respiración se me dificultaba, al grado de sentirme muerto en vida.
Ese instante que sientes estar muriendo y ves tu vida pasar por delante de tus ojos eran tan real, supe de inmediato que no estaba allí por casualidad o por mi estado de embriaguez tan fuerte, sino por todo lo que había hecho en mi vida por todo lo malo que había hecho. El diablo había venido a cobrarme cada cosa que había cometido y sabía que mi destino ya estaba escrito y este sería mi final y así lo aceptaría.
Alice había sufrido tanto por mi culpa, lo sabía y ya no había vuelta atrás, la maltraté desde ese día que la arranqué de su familia y de su lugar natal a tan poca edad, había hecho con ella cosas terribles y la había golpeado tanto, ya pedirle perdón era inútil. Solo quería que después de mi muerte ella me perdonará por todo lo que la hice sufrir.
Creo que ni una lágrima derramaría cuando se enterara que ya había muerto, y que me recordaría con odio y yo entendería que eso es lo único que me merecía.
Todo lo que había hecho no habría sido tan legal o correcto, pero mi vida había fue demasiada triste y no me justificaría por mi pasado todo lo que hice y a quienes hice sufrir con mis acciones desenfrenadas.
Mi momento había llegado y si me habría dicho que moriría esa misma noche lo habría creído, con una mirada al primer rayo de sol en el horizonte cerré mis ojos y solo exprese "uno más, uno menos da lo mismo" ...
Sentí una brisa pasar por mi rostro y abrí mis ojos y me encontraba en una sábana inmensa dónde no había nada más que hierva y árboles a mis costados. Me pregunte si esto era una especie de cielo y me levanté para ver el lugar donde estaba y observé un hombre pastando unas ovejas y pensé en preguntarle dónde estaba, y a lo que me acercaba observada que todo se tornaba oscuridad y volví a sentir esa sensación de desespero que había sentido en ese callejón maldito y cuando estuve lo suficientemente cerca y una oscuridad inmensa, le dije -¿Usted sabe dónde estoy?- no me daba respuesta, así que me acerque a un más para decirle de frente ya que el hombre me daba la espalda.Le toque el hombro y cuando lo observé quede completamente petrificado, su rostro estaba caído a pedazos sus ojos colgaban de su cuenca y gusanos comían su cara de adentro hacia fuera, podía ver hasta sus ceses, lo más escalofriante es que aún seguía de pie y que sus ovejas estaban bien y seguía pastando.
Volteé a ver las ovejas y seguían en perfecto estado, a lo que devuelvo mi mirada al hombre, ya no estaba y eso me heló la sangre, mis manos temblaban de una manera incontrolable, sentí tanto miedo como en el callejón.
Y aún no sabía dónde estaba y porque había llegado allí, castigo divino pensé en ese momento, en mi cabeza rondaban más preguntas que respuestas y no sabría cómo responderlas. Así que, predispuesto a saber la verdad, camine a dónde se dirigían algunas ovejas, si ellas eran alguna señal para mí. Vi que llegaban a un risco en las que se lanzaban y morían al impactar contra el piso, que momento tan macabro, volví a la cruda realidad en un lapso de tiempo tan corto. ¿Por qué lo hacían? Creo que no eran conscientes de lo que hacían.
Decidí ir de nuevo a dónde estaba las ovejas y ya no estaban, pero camine en la dirección contraria y logré disipar una especie de pueblo a lo lejos y me dirigiría allí, en busca de respuestas a el montón de preguntas que tenía con respecto a todo lo que estaba pasando.
La noche volvió a caer y me dije en mí mismo que esto debe ser algo malo otra vez, pero está vez ya no le tenía miedo a la muerte si no a lo desconocido, pero mis ganas de salir de allí eran aún más grandes, pero debía obtener información de cómo lograría salir.
Más que decidido, llegué a la entrada de ese escalofriante pueblo, en la entrada de este colgaban piezas como especie de llaves o piezas de hierro, que, al paso de la brisa, sonaban y se escuchaba como unas campanitas que avisaban la muerte. Vi que no había nadie en las calles y las casas estaban bastante desgastadas, una puerta estaba rechinando y mi piel se erizó, sabía que algo malo estaría por suceder otra vez. Recorriendo las calles de ese lugar solo se veía soledad y desolación.
Mi mente ya asociaba una noche fría con miedo y que era el lugar donde los temores de los hombres se hacían tan real que sentías morir en vida.