Capítulo 4 Ven a casa conmigo

El retumbante gruñido de un estómago sacó a Ryker de sus pensamientos, y al mirar hacia abajo, se encontró con la carita molesta de Kara, quien se agarraba la barriga con fuerza.

La forma en la que se veía la pequeña lo divertía más. Luego, le preguntó en voz baja: "Oye, niña, ¿tienes hambre?".

La jovencita asintió mirándolo con lástima.

"¿Dónde están tus padres? ¿Estás sola en casa?".

"Ellos están trabajando para ganar dinero y así yo pueda comprar más dulces. Mi niñera fue al supermercado a comprar verduras", respondió Kara tras pensarlo un par de minutos.

Cargándola, Ryker comenzó a caminar. "¿Qué hacemos? ¿Tienes algo de comida en casa?", preguntó él.

"No lo sé", contestó con ternura, sacudiendo la cabeza mientras envolvía sus brazos alrededor del cuello perfecto del chico.

"Vaya, en serio no sabes nada", comentó Ryker ante su inocencia.

De pronto, el estómago de Kara volvió a gruñir, por lo que hizo un puchero y se quejó: "Tengo hambre".

Mirando a su alrededor, Ryker descubrió que de verdad no había nadie más que ellos en ese lugar. En ese momento, sus hermosas cejas se arrugaron involuntariamente. 'Definitivamente los padres de Kara son unos irresponsables', pensó enojado.

'¿Cómo pueden dejar sola a una niña tan pequeña? Además, ni siquiera cerraron la puerta. ¿Y si alguien viene a secuestrarla?'.

Apretando los labios, el chico pensaba en soluciones para su actual situación. Hasta que sugirió sonriente: "¿Qué tal si vamos a mi casa a comer algo delicioso?".

Si bien Kara era solo una niñita, sabía muy bien que no debía ir a ningún lado con extraños. Sin embargo, la sonrisa de Ryker era tan persuasiva que la hizo dudar. A fin de cuentas, era muy guapo y parecía ser inofensivo.

"Vamos, en mi casa tengo dulces para ti", dijo Ryker en voz baja, esperando con paciencia la respuesta.

Kara se encontraba en un verdadero dilema, al tiempo que se mordisqueaba el meñique. ¿Debería aceptar esa propuesta o no?

"¿Puedo comer todo lo que tengas?", consultó, bastante tentada por las golosinas que él le mencionó.

Riéndose, Ryker respondió con generosidad mientras caminaban: "Claro, puedes comer tanto como quieras".

"Genial, entonces vayamos a tu casa", acordó felizmente la pequeña.

"¡Perfecto! Bueno, mi casa está justo al lado de la tuya", añadió Ryker, todavía sonriendo. Ni siquiera él mismo se daba cuenta de que su tono era así de gentil al dirigirse a ella.

Por otra parte, la idea de comer dulces provocó que Kara riera en los brazos de Ryker, agitando sus brazos regordetes con entusiasmo.

Allí, con su cuerpecito cómodamente acurrucado en el agarre del joven, la niña apoyó su delicada barbilla en su hombro, para preguntar con una dulce sonrisa: "¿Cuál es tu nombre?".

"Me llamo Ryker, Ryker Ning", contestó claro y conciso, luego añadió rápidamente: "No lo olvides, ¿de acuerdo?".

"Oh, no, lo recordaré. ¡Raker!", aseguró Kara con seriedad, sin notar que lo pronunció mal.

No obstante, él no se molestó en corregirla. Al fin y al cabo ella todavía era una pequeña niña, así que estaba todo bien. En el futuro se aseguraría de que dijera su nombre correctamente.

"Señorito, ¿dónde ha estado? El señor lo ha estado buscando como loco". Tan pronto como el viejo mayordomo lo vio, corrió como el viento con lágrimas deslizándose por su arrugado rostro, agradecido de que Ryker finalmente apareciera. De lo contrario, estaría en serios problemas.

"No te preocupes, ¡vayamos adentro!", exclamó el chico con calma, pasándole por un lado al sorprendido mayordomo. Sin pensarlo dos veces, el joven ingresó a la lujosa villa con la pequeña Kara en sus brazos.

Un poco perdido mirando a la niña, el viejo mayordomo no compredía qué estaba sucediendo. Ryker era un maniático de la limpieza, ¿cómo es que ahora sostenía a una chica sucia? De todos modos los siguió apresurado apenas recuperó sus sentidos.