Capítulo 5 Llevándola a casa

Aún con la curiosa niña en sus brazos, Ryker caminaba con paso firme hacia la mansión de su familia, seguido por el anciano mayordomo.

"¡Guao! ¡Tu casa es enorme! ¡Es muy bonita!", exclamó Kara, abrazando el esbelto cuello del joven, asombrada por tanto lujo.

A su vez, al chico le divirtió esa reacción. Luego, sonriendo afectuosamente, la miró para comentarle en voz baja: "Esta es la casa de mi abuelo. Si quieres, puedes vivir conmigo".

"¿En serio? Pero...". Un destello de emoción brilló brevemente en los ojos de la jovencita antes de apagarse por completo. Entonces, negó con la cabeza muy firmemente. "No, yo quiero vivir con mis padres, no contigo".

Ante la respuesta, Ryker sonrió con astucia sosteniendo a la chica más cerca. Acto seguido, se aclaró la garganta para preguntar lenta y seductoramente: "¿Estás segura de que no quieres vivir aquí? ¿Qué hay de todas las delicias que puedo ofrecerte? Aquí hay muchos dulces que podrías comer a diario".

Esas palabras lograron confundir a Kara, que mordiéndose el meñique pareció entrar en conflicto consigo misma. Aunque realmente quería comer tanto como pudiera, no quería separarse de sus padres. ¡Era una decisión muy difícil de tomar!

Finalmente, le respondió al ansioso Ryker: "No, será mejor que regrese con papá y mamá. Ellos también me pueden comprar pasteles".

A decir verdad, su infantil franqueza fue bastante hiriente, por lo que a pesar de no demostrarlo, una sensación de pérdida surgió en el corazón de Ryker. Una vez que atravesaron el jardín de la mansión, se cambió de tema. "Bueno, no es necesario hablar de eso por ahora, vayamos a comer algo primero".

Kara era muy ingenua, así que sus grandes ojos brillaron de alegría, olvidando inmediatamente la malintencionada propuesta de hace unos segundos. De modo que estuvo de acuerdo al instante: "¡Sí! ¡Yo quiero un pastel de fresa!".

"Claro", respondió él cariñosamente mientras entraban a la casa.

El mayordomo los seguía de cerca escuchando cada palabra que decían los dos niños, sin poder creer las cosas que salían de sus bocas. ¿Era este realmente el señorito de la familia? El niño básicamente sonaba como un traficante de personas especializado en secuestrar niños. ¿Estaba drogado o qué?

Aparte de eso, también notó que el joven amo había estado sonriendo más de la cuenta ese día. Es más, era una especie de sonrisa genuina que nunca antes le había visto.

El viejo mayordomo no fue el único asombrado por el comportamiento anormal de Ryker, pues los demás sirvientes también lo miraban como si acabaran de toparse con un fantasma. Sin importar el tiempo que Ryker había compartido con ellos, estaban en estado de conmoción, incapaces de superar lo que habían presenciado.

De hecho, la misma pregunta cruzó la mente de todos simultáneamente: '¿Quién era este niño que cargaba tan amorosamente a esa otra niñita? ¿A dónde se fue aquel señorito de corazón frío?'.

Ignorando las miradas, Ryker se sentó elegantemente en el lujoso sofá de cuero y puso a la niña en su regazo de espaldas a él. Seguidamente, envolviendo su brazo derecho alrededor de la cintura de la pequeña, usó los delgados dedos de su mano libre para deshacer las trenzas del cabello de Kara, permitiendo que su larga cabellera negra se deslizara como la seda.

"¿Por qué me desataste el pelo?", le preguntó la chica con desconcierto.

Tomándose su tiempo, el niño la acarició suavemente, hecho que lo hizo sentir inexplicablemente bien. Así que relajado, respondió con una sonrisa: "Como estuviste rodando por el suelo hace un momento, algunas ramas se te quedaron enredadas en las trenzas. Tuve que desatarlas para poder quitártelas".

Ella no se había dado cuenta de eso, pero no dudaba de sus palabras. Por lo tanto, contestó con dulzura: "Oh, gracias".

Por su lado, él replicó con confianza: "De nada".