La hechicera maldita
img img La hechicera maldita img Capítulo 6 6
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Capítulo 6 6

Gwyneviere oyó a Nimh en la puerta. Se sentía exhausta por haber estado toda la noche conjurando para combatir a una familia de rocs, que habían raptado a un noble de Liandalyd, y le habían pagado una fortuna por rescatarlo.

-Hola belleza, ¿dónde has estado hoy?

-Fui a tomar un baño.

Nimh fue un poco distante en su respuesta y no hizo contacto visual. Algo le preocupaba.

-Yo haré lo mismo. Volveré más tarde.

-De acuerdo.

Gwyneviere frunció el ceño, pero no dijo nada y salió.

Cuando regresó, Nimh se encontraba leyendo.

-Oye Gwyn, ¿podemos ir a visitar Dreskaar?

-Claro, podemos ir hoy mismo.

Viajaron a Dreskaar y exploraron el lugar. Había sido un lugar maravilloso, según decían, pero hoy en día era bastante inhóspito para el ser humano, y sólo podían verse algunos reptiles rondando por allí.

Estaba lleno de cuevas abandonadas, con esqueletos de dragones y cascarones de huevos.

-Ya has estado aquí, ¿verdad?

-Si, he venido a explorar -dijo Gwyneviere.

-Es muy triste que no haya más dragones.

-Definitivamente eran animales maravillosos, pero el humano es demasiado avaricioso y tuvo que cazar hasta el último dragón sólo para fabricar armas con su piel. Sólo por eso, porque no podían hacerlo con otra cosa -dijo con sarcasmo.

-¿No crees que alguno pudo haberse escapado?

-Me gusta pensar que así fue.

Exploraron varias cuevas y cuando anocheció, volvieron. Gwyneviere notaba cierta melancolía en Nimh, pero no quiso molestarla preguntando, y lo atribuyó a los dragones.

A la mañana siguiente, Nimh se levantó temprano. Cuando Gwyneviere salió de la cama, ella ya había servido el desayuno y la estaba esperando para comer.

-Buen día -dijo, refregándose la cara, sin poder abrir del todo los ojos.

-Buen día, dormilona. Vamos, te estoy esperando para desayunar.

-Mmmm, ok, ya casi estoy -dijo bostezando, y se levantó lentamente, para sentarse a la mesa.

Desayunaron en silencio, y cuando terminaron, Nimh levantó y limpió todo rápidamente. Tenía muchas energías esa mañana.

-Vamos.

-¿A dónde?

-A estudiar magia, claramente. Tengo mucho que aprender todavía.

-O, podríamos volver a la cama -contesta Gwyneviere, bostezando.

Nimh puso los ojos en blanco y la tomó del brazo, arrastrándola. Gwyneviere se quejó, pero la siguió.

Fueron al bosquecillo donde practicaban siempre, y Nimh la miró, expectante.

-Te escucho.

-¿Por qué tanto apuro? Tienes toda una vida por delante para aprender.

-Eso lo dices tú, que vienes aprendiendo magia desde que naciste. No es justo.

Gwyneviere calló. Nimh tenía algo de razón.

-Bueno, he querido contarte algo, ahora que sabes tanto de la magia. Ya estás lista, pero tiene que ser tu decisión hacerlo. Las hechiceras prestamos juramento a la magia. Claro que es una formalidad y nadie está obligado a hacerlo, pero es una formalidad que todas hacemos, junto a nuestras madres. Es como una especie de iniciación.

-Pero yo no tengo madre -contestó Nimh, un poco molesta.

-No importa, puede presentarte tu mentor. En este caso, yo. Se realiza en el Templo de la Luna de Emyrddrin, o puedes hacer tu juramento en tu Templo por ejemplo y luego viajar a Emyrddrin a modo de celebración. Pero la cuestión, es que tiempo atrás, Emyrddrin era un reino repleto de hechiceras y un lugar donde fluía la magia en grandes cantidades. Y cuando las niñas hechiceras cumplían los doce años juraban a la Luna allí.

-Muy bonito. ¿Pero no tengo que aprender todos esos conjuros avanzados que tu sabes?

-En realidad, ya estarías preparada para hacerlo. Imagina que a los doce años no eres capaz de dominar todos los conjuros avanzados y peligrosos.

-¿Y qué tengo que decir?

-Que juras por los principios éticos de la magia, prestar tus servicios a los nueve reinos, con orgullo y humildad, y a cuidar de tus hermanas hechiceras, y que estarás siempre dispuesta a transmitir tus conocimientos a las siguientes generaciones.

-¿Sólo eso?

-Y dejas tu sangre en la fuente del Templo, mientras tu mentor hace un encantamiento.

-Ah.

Nimh permaneció un momento en silencio, como sopesando lo que había contado Gwyneviere.

-Ven aquí -le dijo Gwyneviere, tomándola de su mano.

Nimh se sentó junto a ella y Gwyneviere acarició su mejilla y la besó. Nimh dejó escapar un gemido y ella acarició sus cabellos.

-Podría hacer esto todo el día, pero ahora quiero ver cómo llevas tus conjuros con los elementos.

Practicaron un buen rato, hasta que Nimh se agotó.

-Descansa si quieres, repone tus energías. Tengo que ir a comprar cosas a la tienda de Vandrell de todas formas.

-De acuerdo. Iré a recolectar algunos frutos.

Gwyneviere se dirigió a la tienda de Vandrell, cuando ya era cerca del mediodía.

-Hola Gwyn. ¿Cómo estás? ¿Cómo avanza tu pequeña aprendiz?

-Hola, haciendo muchas preguntas el día de hoy... necesitaría un descanso.

-Bueno, te propongo uno. ¿Quieres acompañarme a almorzar? Mi padre estaba por reemplazarme en la tienda para que me tomara un descanso.

-Acepto tu propuesta.

-Excelente, salgamos de aquí.

Salieron por la puerta trasera que tenía la tienda, para pasar al interior de la casa donde vivía Vandrell. Era una familia adinerada, que poseía una gran casa con tienda incluida dentro de la Ciudadela, y Vandrell había vuelto a vivir con sus padres, porque la salud de su madre había empeorado. Necesitaba cuidados especiales y Vandrell se alternaba con su padre para atenderla y hacer turnos en la tienda.

Vandrell le hizo un ademán para que se sentara a la mesa y ella obedeció. Se sentía cansada y necesitaba un respiro.

Su amigo sirvió la comida sobre la mesa, y ambos comieron.

-Qué delicia, ¿quién ha cocinado todo esto?

-Yo, por supuesto. Recuerda que soy alquimista, no es más complicado que eso.

-¿De verdad? ¿Y cómo es que nunca había probado lo que cocinas? Nos conocemos hace siglos.

-Nunca me has dado la chance de cocinarte -dijo encogiéndose de hombros.

-Hemos bebido juntos, pero nunca hemos comido juntos.

-Bueno, ya comeremos juntos más seguido.

La comida estaba deliciosa y Gwyneviere devoró su plato en silencio, y luego ayudó a lavar. Recordó que cuando había fallecido su madre, la familia de Vandrell había estado allí para presentar sus respetos, y habían llevado montones de platos diferentes, pero ella había asumido que algún criado los había preparado. Había quedado como una tonta diciendo que nunca había probado la comida de Vandrell, y él, educadamente no había mencionado esa ocasión.

-Bueno, debo volver a la tienda, pero tú puedes acompañarme si quieres.

-Yo debo volver también.

-Claro. No olvides tus cosas -le dijo alcanzándole su bolsa-, y cuentas conmigo si necesitas hablar o comer -agregó sonriendo-. Hubo un tiempo en el que pasábamos más tiempo juntos y no te veías tan tensa. No es que no te veas linda de todos modos.

-Si, cuando éramos niños y no teníamos responsabilidades con el reino.

-Cierto. Pero de vez en cuando, puedes relajarte un poco. Podríamos ir a beber algo.

-Intentaré recordarlo. No prometo nada, pero puede que acepte esa cerveza.

-Adiós Gwyn, no trabajes tanto -le dijo, y se inclinó hacia adelante para darle un tierno beso en la mejilla.

-Nos vemos luego, Vandrell. Saluda a tu madre por mí.

Gwyneviere se dirigió a su casa sin prisa. Nimh la estaba esperando, mientras leía un libro.

-¿Dónde has estado? -le preguntó.

-En la tienda de Vandrell.

-¿Almorzamos?

-Almuerza tú. Yo he comido con Vandrell.

-Ah -dijo simplemente, y se levantó de la silla para dejar el libro-. Mejor saldré a tomar el aire -y se dirigió a la puerta.

-Oye, Nimh, ¿a dónde vas? Espera -Gwyneviere salió por la puerta detrás de ella.

Nimh caminaba rápidamente, alejándose de Gwyneviere, y ella comenzó a apretar el paso para alcanzarla. Se dirigía al lago de Brynn. Le encantaba ese lugar.

-Nimh, espera -le dijo, tomándola del brazo, suavemente.

-Voy hacia el lago.

-Voy contigo.

***

Ese día, Vandrell no había podido salir a correr por la mañana. Solía ejercitarse todas las mañanas, pero su madre se había sentido especialmente mal, y había decidido quedarse con ella, a pesar de que su padre le había dicho que tenía todo bajo control. No los dejaría solos ante alguna emergencia, no se lo perdonaría a sí mismo si sucediera algo.

A pesar de ser alquimistas, Vandrell y su padre tenían muy en claro que no había forma de crear la vida eterna, solo alargarla indefinidamente, y había enfermedades incurables, como la de su madre, que no tenían solución. Por lo que él y su padre preparaban los mejores elixires para tratar su dolor, pero a pedido de su madre, no estirarían su vida para una agonía mayor. La dejarían ir, llegado el momento.

Cuando su madre se sintió mejor y la tienda estuvo en manos de su padre, decidió ir a correr, finalmente.

Siempre elegía un camino distinto, para no aburrirse, pero cumplía con el tiempo determinado de ejercicio y las rutinas eran diferentes para cada día.

Trotó hasta donde terminaban las casas de Urbawygondh, y desde allí decidió ir hacia la línea de los árboles, para protegerse un poco del sol, y terminó llegando al lago de Brynn, donde aminoró el paso, para recuperar el aliento.

Allí escuchó una voz familiar, pero no pudo distinguir las figuras que se encontraban más adelante porque el sol de frente lo cegaba.

Siguió avanzando y pudo ver a Gwyneviere y Nimh, e iba a acercarse a saludarlas, pero notó que el momento era muy íntimo y desistió a la idea de seguir, pero no pudo dejar de ver, aunque no tenía intenciones de espiarlas. Simplemente la curiosidad pudo con él.

Gwyneviere la tomaba por los hombros, mirándola a los ojos, y Nimh se acercaba para besarla. Vandrell quedó atónito, escondido detrás de unos arbustos, sin poder dejar de mirar lo que sucedía. Había notado a Gwyneviere diferente desde hacía tiempo, pero nunca había imaginado que estaba con su aprendiz.

Nimh comenzó a acariciar a Gwyneviere y ella, lentamente, comenzó a desvestirla. Allí fue cuando Vandrell salió de su trance y dejó de observar.

Vandrell estaba destrozado. Nunca había pasado nada entre él y Gwyn, pero aún tenía la esperanza de que así fuera. Estaba enamorado de ella desde que eran adolescentes, pero nunca lo había confesado.

La chica era un sueño. No era exuberante ni quería llamar la atención, no era de esas personas. Era inteligente y fuerte, y eso siempre le había gustado a Vandrell. Claro que sus demás atributos también le gustaban, su cabello oscuro y brillante, su mirada profunda, sus pómulos marcados, sus labios carnosos, sus tetas perfectas, ni demasiado grandes, ni pequeñas, su culo bien firme... Le gustaba que siempre había sido osada, y traviesa. Cuando eran pequeños se metían en líos, y reían mucho juntos, algo que no hacía con todo el mundo. Gwyneviere era una chica seria y bastante solitaria, mucho más luego de la muerte de su madre. Eso la había afectado porque su madre había sido una hechicera muy poderosa y combativa, y afrontar la muerte de una persona así, de un día para otro, había sido muy duro para Gwyneviere.

Vandrell y ella se habían conocido de niños, cuando su madre la llevaba a la tienda de su padre y la hacía esperar allí. Sus padres los ponían a esperar juntos y allí comenzó su amistad. Los padres de Vandrell les decían que fueran a esperar a la casa, pero ellos se escabullían por la Ciudadela y hacían travesuras, y luego había que estar buscándolos.

Haberla visto con Nimh se sentía como si se terminara su mundo. Regresó a casa cabizbajo, y caminando lentamente. Arrepentido por no haber confesado a tiempo lo que sentía. O mejor así, podía conservar su amistad con Gwyneviere sin que ella supiera nada, y fingir que no sentía nada por ella, solo un fuerte cariño de amigos.

***

Fueron al lago de Brynn. Gwyneviere desvistió a Nimh, entre besos y caricias y se metieron al lago.

Gwyneviere lavó y desenredó el cabello de Nimh, acariciando su espalda, Nimh gimió ante su contacto, recostando su cabeza en el hombro de Gwyneviere, quien pasó sus manos por delante, tomando sus pechos, y besando su cuello. Apretó un pezón entre sus dedos, y con la otra mano recorrió su cuerpo, pasando primero por los muslos, y luego subiendo un poco, acariciando su abdomen, y bajando nuevamente, para encontrarse con la abertura, y deslizar sus dedos dentro.

Nimh dejó escapar un gemido de placer, con los ojos cerrados. Los dedos de Gwyneviere acariciaron los pliegues de Nimh, dentro del agua, y ella abrió ligeramente sus piernas, pidiendo más, y apretó su firme trasero contra el cuerpo de Gwyneviere. Gwyneviere comenzó a frotar en círculos su clítoris mientras Nimh jadeaba, y con la otra mano continuaba jugando con su pezón, pellizcándolo.

Nimh levantó su pierna, suplicando que los dedos entraran, y Gwyneviere los introdujo, sintiendo su calor. El trasero de Nimh empezó a frotarse contra Gwyneviere con más rapidez, y ella entendió. Comenzó a mover sus dedos, y su otra mano bajó desde el pecho, recorriendola, hasta llegar al clítoris, y con ambas manos allí comenzó a moverse más rápidamente, mientras mordisqueaba su cuello. Su cuerpo comenzó a levantar temperatura y sus mejillas se colorearon.

Sus dedos se deslizaban de adentro hacia afuera, y la otra mano frotaba el clítoris con movimientos circulares. Sus paredes apretaron los dedos de Gwyneviere con más fuerza, y sus caderas se movieron frenéticamente. Gwyneviere aceleró el movimiento, mientras el orgasmo de Nimh crecía y su cuerpo se tensó, hasta que soltó un gemido, y luego todo su cuerpo se relajó sobre Gwyneviere.

Nimh se dio vuelta y la empujó hasta la orilla, mientras la besaba, y la sacó del agua para meterse entre sus piernas y besar su núcleo mientras Gwyneviere gemía y se arqueaba de placer. Su lengua se movía entre sus pliegues y sus manos acariciaban sus muslos, abriéndola, hasta deslizarse con una de sus manos hasta el interior de la pierna, e introducir dos dedos dentro.

Gwyneviere podía sentir la lengua de Nimh paseando por toda la extensión de sus labios y su excitación crecía más y más. Sintió sus dedos entrando y saliendo, resbaladizos, y su lengua se dirigió hacia su clítoris, besándolo, y recorriéndolo, haciendo que se mojara todavía más.

Con la mano libre, Nimh apretó el trasero de Gwyneviere contra su cara y aceleró el ritmo, y Gwyneviere tomó con ambas manos la nuca de Nimh, pidiendo más, mientras gemía, con el cuello colgando hacia atrás. Una ola de placer la inundó cuando el orgasmo la recorrió entera, haciendo que apretara las piernas y luego se relajara sobre la hierba.

Nimh quitó sus dedos, empapados, y se acomodó sobre ella a horcajadas, sus pechos encontrándose, retirando los cabellos de su rostro, para besarla, y luego abrazarla, mientras Gwyneviere la tomaba por el trasero.

-Te amo -le dijo Nimh.

Gwyneviere la miró, sonriendo, y la besó.

-Yo también te amo.

            
            

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