Capítulo 3 Ellos no se lo iban a poner fácil

Camile permitió que los accionistas discutieran entre ellos, todos menos Logan y el hombre que se mantenía sentado a su lado, habían continuado relatando sus motivos por los que era una pésima idea que ella tomara el puesto de CEO de la compañía.

Ella no pensaba rendirse y menos dejar que la infravaloraran de esa forma. Era consciente de que siempre había sido un ama de casa, y que tal como esos hombres decían, había vivido en cuna de oro, pero eso no le restaba méritos.

Su esposo nunca escatimó en gastos para su educación y se ocupó de instruirla en todo lo referente a los negocios porque quería que ella pudiera valerse por sí misma. Puede que, hasta ese momento, no hubiese tenido la oportunidad de demostrar su valía, pero estaba dispuesta a hacerlo.

Mientras se refugiaba en su mente y calculaba las posibilidades de salir vencedora, los miró con frialdad. En su semblante no había emociones, eso lo aprendió de Mark. Su esposo siempre le dijo que mostrar las debilidades te hacían un blanco fácil y qué, en los negocios, siempre había que saber los puntos débiles de los enemigos y no dejar ver los propios.

En aquel momento, Camile se sentía muy confundida. La imagen de su esposo portando un arma, la seguridad a la que siempre estaban sometidos tanto ella como sus hijos, la forma en que él los cuidaba y los hacía salir acompañados de los guardaespaldas... Ella nunca cuestionó eso, tal vez debió de indagar más, pero confió en su marido y en sus métodos.

«Somos gente poderosa, Camile. A veces ese poder no llega con métodos comunes, o hay que lidiar con gente que no es digna de nuestra confianza, cariño. Os protejo porque sois lo más importante de mi vida y porque si os dañan a vosotros, me dañan a mí, ¿comprendes?». Todavía podía escuchar la dulce voz de Mark en su mente.

Recordó que ella pensó que él exageraba, pero cuando lo vio saliendo del coche empuñando un arma esa noche comprendió que él sabía que podían hacerles daño. Tal vez esperaban matarlos a ambos con esa explosión, quizá ella sobrevivió y no debía ser así. Sin importar cómo fuera, Camile no quería vivir con miedo ni deseaba rendirse.

-Comencemos con la votación -la voz de Logan interrumpió sus pensamientos-. Será a mano alzada. Los que estén en contra de que la señora Langley tome el mando de la compañía emitan su voto.

Había seis hombres en la sala. Cuatro de ellos no habían detenido su diatriba a la hora de exponer todas sus razones por las que ellos no la aceptarían como la CEO de la empresa de su marido, y los otros dos se habían mantenido en silencio.

Los hombres fueron levantando la mano para mostrar su oposición, cuando llegó el turno de Logan y su acompañante, ellos se mantuvieron en su lugar sin hacer ningún movimiento.

Los otros accionistas comenzaron a ponerse nerviosos. Logan estaba presidiendo la junta porque, después de ella que tenía las acciones de su esposo, él y el otro socio eran los accionistas mayoritarios. Camile sintió que sus ojos se humedecían debido a la emoción, no estaba todo perdido. Si ellos decidían quedar al margen de la decisión y mantenían neutro su voto, lo perdería todo.

En aquel momento Camile y su patrimonio estaba en manos de esos dos hombres, si la apoyaban lo habría conseguido.

-Muy bien, cuatro votos en contra. ¿Votos a favor de que la señora Langley se haga cargo de la compañía y sea la nueva CEO?

Logan alzó la mano y sonrió como si la expresión horrorizada de los demás miembros del consejo le hiciera mucha gracia. A su lado, el otro hombre mantuvo el semblante serio, pero le dedicó una mirada que le indicaba que tendría su apoyo. Él también alzó su mano y con ello acababa de sellar su destino.

-Como ya sabéis, para que su decisión fuese respetada, uno de los accionistas mayoritarios debía mantenerse en contra de la propuesta. Como no ha sido así, y a falta de los demás accionistas que han perdido derecho a su voto por no aparecer en esta junta, démosle la bienvenida a nuestra nueva CEO.

-Señora Langley, será un placer trabajar con usted -dijo el otro accionista que la había apoyado y que hasta ese momento para ella era casi un desconocido.

Camile sonrió a ambos hombres y les dedicó un asentimiento de cabeza.

-Muchas gracias, trabajaré muy duro para que el patrimonio de mi familia crezca.

A todos los miembros del consejo que se encontraban en la sala no les quedó otra opción que acatar la decisión y esperar que ella no tomara represalias. Camile había ganado en esa ocasión, pero sería muy precavida.

Aquella reunión había sido fructífera, ahora sabía quiénes estaban a su favor y quiénes en contra. Se ocuparía de proteger su espalda de ataques no deseados.

La reunión terminó y Camile pasó el resto del día en la empresa para comenzar a aclimatarse a lo que sería su nuevo trabajo.

No fue fácil entrar en la oficina que fue de su esposo ni encontrarse allí todavía algunas de sus pertenencias. Él tenía un par de fotos de la familia en su escritorio. En una aparecían ellos dos, abrazados y muy felices, en la otra estaban acompañados de sus hijos.

Sabía que no era el momento de hundirse y menos de dejarse llevar por los recuerdos. Se limpió las lágrimas y dirigió su mirada al enorme ventanal que llenaba de luz la oficina. Durante unos minutos se mantuvo en silencio mirando desde aquella posición la ciudad de New York. Observó el cielo y se llevó el pulgar a la mejilla para limpiarse una lágrima.

-Mark -susurró-, te prometo que estarás orgulloso de mí.

*****

Tras un largo día de trabajo Camile regresó a su casa. Le había venido bien mantenerse ocupada porque en esas horas tuvo que dejar de pensar en la pérdida de su marido y se centró en ir recordando todas las enseñanzas que Mark le había dado en esos años.

En esa ocasión había decidido prescindir del chofer y los guardias de seguridad, pero no volvería a suceder. Las miradas de los accionistas y la animadversión que mostraban hacia ella le hizo comprender que no debía permitir que la agarraran con la guardia baja.

Abrió la puerta automática que daba acceso a la propiedad. Mientras esta se deslizaba, una extraña sensación recorrió a Camile. Fijó su mirada en el espejo retrovisor, pero no vio nada. De pronto, le pareció que algo o alguien se movía con rapidez y se ocultaba, una sombra. Camile parpadeó un par de veces, como si eso lograra aclarar su visión.

-Ahí no hay nadie -se regañó a sí misma-, deja de imaginar cosas.

Sin darle mayor importancia se adentró en su propiedad.

Mark observó como su esposa continuaba su camino y se perdía en el interior de la casa. Por un momento casi estuvo a punto de llamarla, de aparecerse junto a la puerta del copiloto, abrirla y sacarla del coche. La necesidad de abrazarla y besarla casi pudo con toda la precaución.

Si Camile lo veía no sabría que era él. Todavía ni Mark llegaba a comprender lo que había ocurrido. Cuando se vio al espejo por primera vez casi le da un segundo infarto. Estuvo más de media hora intentando comprender por qué la imagen que tenía frente a él era la de Rayan Sharpe, su rival en los negocios y CEO de cuya compañía estaba seguro de que estaba detrás de lo ocurrido.

Le había costado mucho hacerse a la idea y no enloquecer. Había visto en las noticias su propia muerte, Camile y sus hijos debían estar desolados y él temía por la seguridad de ellos. Las intensas ganas de verlos es lo que lo había llevado hasta allí. Se había arriesgado a ser descubierto solo porque no podía estar tranquilo hasta que no se asegurara de que Camile estaba bien.

Aquel ya no era su hogar, ni ella su esposa, al menos por el momento. Tendría que buscar la forma de hacerle comprender lo ocurrido y de probarle que él continuaba con vida, en otro cuerpo, con otra identidad, pero continuaba siendo Mark.

Suspiró y miró por última vez a la que fue su casa.

Debía regresar, tenía que investigar quién estaba detrás de su muerte. Algo le decía que el grupo Sharpe encontraría las respuestas. Una sonrisa se asomó a su rostro, al menos, no todo era tan malo.

-Es una suerte que yo ahora sea el CEO de esa empresa.

Con esa idea, y con la convicción de encontrar al culpable de su homicidio, se perdió en la oscuridad de la noche y se marchó.

*******

Cuando Camile entró a su casa la recibió las miradas tristes de Dylan y Bianca. Su hija siempre había sido muy tranquila y con una mentalidad muy madura para su edad. Era una adolescente muy responsable, no era raro verla sentada en silencio y enfrascada en algún libro. Sin embargo, Dylan era un niño muy travieso y alocado, cuando había silencio en torno a él había que correr a buscarlo porque no auguraba nada bueno. Verlo sentado junto a su hermana, con la mirada triste y en silencio, le partió el corazón.

-Os dejé mucho tiempo solos -se disculpó. Para ella también había sido difícil separarse de ellos para enfrentar su nuevo trabajo-, pero tengo buenas noticias. Desde ahora estaré al frente de la empresa familiar. ¿Qué os parece? ¿No estáis orgullosos de vuestra madre? Tenéis antes vosotros a la nueva CEO del grupo Langley.

Se señaló a sí misma, e intentó que su tono de voz fuera jovial y divertido. Lo único que consiguió fue una leve sonrisa de Bianca y un asentimiento de cabeza.

-Supongo que debemos acostumbrarnos a los cambios -susurró y fijó su mirada en la pantalla apagada del televisor.

-No quiero, mamá -se quejó, Dylan-. Quiero que papá regrese y que tú estés con nosotros. No me gusta que trabajes. ¡Quiero que regrese papá!

Su último grito estaba cargado de rabia y de impotencia.

Ella también deseaba a su marido de vuelta, pero eso no era posible, de la muerte nadie regresaba y por más que aquello la estaba matando también, debía ser fuerte por sus hijos.

Durante un rato se sentó con ellos, los consoló y ellos también la reconfortaron a ella. Le alegró escuchar a sus hijos abrir su corazón y expresar el dolor que sentían, cuando lo dejaron salir, los tres se abrazaron y los instó a cenar juntos.

Después de la cena, Camile se retiró al despacho que había pertenecido a su marido. Tuvo que pasar por el reconocimiento facial para acceder a esa zona de la casa. Mark nunca quiso empleados, cualquier persona que accediera a su hogar sufría una exhaustiva investigación. La única empleada era la niñera y porque era una mujer mayor que había trabajado toda la vida para la familia.

Aunque estaba cansada, quería perfeccionar sus habilidades y recordar conocimientos que por no usarlos había olvidado. Antes de concentrarse en esa tarea, decidió llamar al detective que llevaba el caso de su marido para saber si habían descubierto algo.

-Buenas noches, detective Braun, soy la señora Camile Langley, lo llamaba para saber si hay alguna información nueva sobre la muerte de mi esposo.

Al otro lado de la línea se escuchó una tos y después la voz del policía.

-Buenas noches, señora. Si así fuera, yo mismo me habría comunicado con usted. Debe entender que la investigación no es fácil. La explosión no ha dejado muchos rastros que podamos seguir. Todavía no sabemos la causa, y no podemos dictaminar si se trató de un accidente o de un homicidio...

-¿Me está diciendo que todavía se están debatiendo si lo ocurrido fue un homicidio o no? No me quiero inmiscuir en su trabajo, señor Braun, no soy policía, pero hasta esta simple civil sabe que esa explosión no fue un accidente. Mi marido fue asesinado, yo también estuve a punto de morir, quiero al culpable.

-Señora, como bien dice usted, no es policía, así que no quiera inmiscuirse en temas que no sabe, ¿cuándo tenga algo que decirle la llamaré? Además, ya sabía a qué se dedicaba su esposo, no debería extrañarle tanto su muerte.

Camile se quedó con el teléfono junto a su oído escuchando el tono de llamada finalizada. No podía creer la ineptitud del detective. Apretó los puños sintiéndose muy molesta. ¿Qué no se inmiscuyera? ¡Ja! Si pensaba que se iba a quedar con los brazos cruzados, estaba muy equivocado. Si hacía falta, ella misma investigaría la muerte de su marido y se aseguraría de que el asesino pagara por lo que hizo.

            
            

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