Cuando Albert se enteró de la decisión del consejo directivo, maldijo y comenzó a destrozar todo lo que encontró a su paso. Necesitaba desahogar la frustración que sentía.
En ese estado lo encontró su madre.
-¡¿Albert, qué estás haciendo?! -gritó, con la expresión horrorizada, y observó que la pantalla de la computadora se encontraba en el suelo junto a todos los documentos-. ¿Qué pretendes? Si quieres romper cosas hazlo fuera de mi casa. No pienso consentir que te comportes de esta forma.
Él la miró iracundo, sentía tanta rabia que podría incluso golpearla a ella.
-No te metas, este es mi despacho, haré lo que desee -siseó y la miró con odio.
Su madre, al verlo en ese estado, incluso llegó a temer. Ya hablaría con él más tarde, pensó, cuando se calmara. Por más que fuese su hijo, ella sabía reconocer sus defectos y cuando perdía los nervios era capaz de cualquier cosa. Prefirió darse la vuelta y salir de la oficina.
¡Maldita Camile! ¿Cómo lo había conseguido? Debió insistir más con los miembros del consejo directivo, al parecer que fuera una simple mujer sin experiencia, no había sido suficiente. ¡Ah, cuánta rabia sentía! Él creía que podría tenerla a su merced, llorando por su fracaso y dispuesta a cederle todas las acciones.
El resto hubiera sido muy fácil, cuanto más desesperada estuviera más rápido habría caído en su cama. Siempre la había deseado, como había querido todo lo que pertenecía al desgraciado de Mark. Haber obtenido los favores de su esposa cuando él estaba aún con vida habría sido perfecto, pero esa mujer estaba tan enamorada de su hermanastro que nunca tuvo la ocasión de acercarse a ella.
Si Camile quería las cosas por las malas, lo tendría. Le iba a enseñar a esa zorra que con él no se jugaba. Iba a hacer una visita a la que consideraba su empresa y hablaría de nuevo con esos inútiles.
Unas horas después, Albert había hecho una reunión clandestina a espalda de la nueva CEO y se encontraba con los altos cargos del grupo Langley. A los únicos que no avisó fueron a Logan y a Jared, los dos lamebotas de su hermanastro.
-¡¿Cómo permitieron que nuestra empresa quedara en manos de esa mujer?! -fue lo primero que dijo en cuanto se presentaron todos.
-No creímos que algo así pudiera ocurrir, la mayoría de nosotros le dimos la espalda y los que sí se presentaron solo lo hicieron para hacerle entender que ese puesto no era para ella.
-Sí, así fue -se defendió uno de los accionistas-. Por respeto a Langley y a su memoria es que asistimos y decidimos hacerle ver que ella no estaba cualificada, pero Logan y Jared...
-Pero la señora Langley está trabajando muy duro -comentó otro de los accionistas-. La verdad es que no pensé que ella pudiera poner tanto empeño, estoy muy sorprendido. Incluso herida como está, todavía no se recupera del accidente y pasa casi todo el día en la empresa.
Un coro de aprobación ante ese comentario le hizo enfurecerse más.
-¡Ya sé lo que ocurrió! ¡Y también sé que esa jodida mujer viene a trabajar cada día! -Albert estaba perdiendo los nervios y no podía dejarse llevar, moduló su tono de voz y optó por manipularlos-. Sé que estarán preguntándose que cómo es posible que siendo mi familia, la esposa de mi hermano, yo no la quiero a cargo, pero es que no tenéis la información que yo poseo. No quiero dejar nuestro patrimonio, nuestra empresa que tanto trabajo nos costó levantar, en manos de esa arpía.
-No nos ocultes información, dinos.
-Si no lo hice antes fue por no ensuciar la memoria de mi hermano, pero él no se merecía a esa zorra como esposa. Y no me miren así -dijo cuando vio sus expresiones horrorizadas-. Camile se casó con mi hermano solo por su dinero, gracias a que mi él llevaba las cuentas, ella no dilapidó su fortuna. Esa mujer no tiene control sobre sí misma y menos es capaz de tenerlo sobre la empresa. El único que conseguía dominarla era Mark y porque acabó por darse cuenta de la clase de mujer con la que estaba casado.
»Ella habla del patrimonio familiar, dice que la empresa Langley le pertenece porque es dueña de las acciones de mi hermano. También porque es la herencia de sus hijos, pero ¿a que no se imaginan la verdad?
-Yo jamás hubiera creído que la señora Langley era así, pensaba que no tenía experiencia, pero jamás hubiera pensado...
-Para que te sorprendas más te diré que esos hijos que tiene pueden llevar el apellido de mi hermano, pero no su sangre. Mi hermano era estéril, poco antes de su muerte se enteró de eso por unas pruebas médicas que tuvieron que hacerle.
»No me miren con esas caras de sorpresa, quizá ahora comprendan por qué estoy tan indignado. Mark la amenazó con el divorcio y con quitarle todo a ella y a sus hijos... Después de esa discusión, asesinó a mi hermano.
-¿Estás diciendo que ella está detrás de su muerte?
-Lo estoy afirmando porque estoy seguro, aunque todavía no cuento con pruebas. Fue muy cuidadosa.
-Pero ella también estuvo en el accidente, quedó muy malherida -respondió otro de los miembros del consejo.
-¿Cómo creen que iba a desviar las sospechas? Es una mujer muy inteligente y sin escrúpulos. A ella no le interesa la empresa, solo el dinero y hará lo que sea para obtenerlo. Tenemos a una asesina a cargo de «nuestra» empresa, porque es nuestra. ¿Lo van a permitir?
Albert sabía que su discurso había surtido efecto en cuanto vio los rostros espantados de los accionistas. Enseguida, el coro de voces se alzó y comenzaron a expresar su indignación.
Aquello lo puso de mejor humor, ya había sembrado la semilla de la discordia. Podía retirarse tranquilo.
****
Camile se sentía agotada, los días en lugar de mejorar y hacerse más fáciles eran cada vez más complicados. A veces sentía que no importaba cuánto esfuerzo pusiera en su trabajo, nadie lo tomaba en cuenta, o lo que era peor, la desvalorizaban.
Jamás pensó que en el grupo Langley el ambiente fuese tan hostil.
Le dolía el cuerpo por las heridas, aunque los doctores le recomendaron descanso, ella no hizo caso y se encontraba trabajando sin parar. El vendaje de su cabeza había desaparecido, pero no la cicatriz que intentaba ocultar con su cabello rubio recogido. Los doctores también le habían aconsejado que no hiciera eso, que era mejor dejarla descubierta para que sanara. La herida estaba fresca, necesitaba cicatrizar y no era favorable que la intentara cubrir de esa forma. Sufría de dolores de cabeza intensos y a veces no sabía si eran debido a los golpes, o al estrés tan intenso que sufría debido a lo que veía en la empresa.
Había momentos en los que se sentía desfallecer, deseaba rendirse con las mismas fuerzas que quería luchar y demostrarles que ella era más que suficiente, pero se encontraba muy desanimada.
Salía de su casa antes de que amaneciera y regresaba de noche. Había descuidado a sus hijos por no dar motivos para que hablaran de ella, para que la respetaran y creyeran en su trabajo y nada estaba sirviendo.
En ocasiones no podía soportar el dolor del cuerpo por mantener esas jornadas laborales tan intensas. Y no es que no estuviera acostumbrada a estar activa. Aunque siempre hubiese tenido empleados, a Camile le gustaba hacerse cargo de su casa, de sus hijos y de su esposo.
Le encantaba cocinar para ellos y ser parte de sus vidas. Ahora su esposo ya no estaba, ella pasaba sus días fuera y sus hijos eran supervisados por la niñera de la familia y atendidos por los empleados. Podía dar gracias por eso, era muy afortunada en ese sentido. Admiraba a esas madres que tenían que hacerse cargo de sus hijos, solas, sin ningún tipo de ayuda, y aun así, salían adelante.
-Mark, te extraño tanto -pronunció en voz alta.
Camile a veces le hablaba a la nada con la ilusión de que su esposo la escuchara, que la estuviera cuidando porque él siempre estuvo muy al pendiente de su familia. Tal vez por esa preocupación que Mark siempre mostraba, es que ella se resignaba a creer que él ya no estuviera. Deseaba tanto verlo, abrazarlo, contarle todo lo que le ocurría, por más que mantuviera la cabeza ocupada el recuerdo de Mark era algo que nunca se borraría.
En ese momento entró su asistente, muy agitada, como si hubiera corrido, y al verla así se preocupó. Camile había mantenido a la misma secretaria de su esposo. Sabía que era eficiente y Mark siempre confió en ella. En aquellos momentos, se debía rodear de personal de confianza y sabía que esa joven siempre había hecho un buen trabajo.
-¿Se encuentra bien señora, Langley?
Camile se recompuso y se limpió con rapidez las lágrimas que había dejado escapar.
-Sí, Jasmine, gracias por preocuparte, pero estoy bien -mintió.
-Disculpe porque pasé sin llamar, es que debo informarle de varias cosas que han sucedido, pero no creo que sea el mejor momento.
Camile la animó a sentarse e intentó mostrar una sonrisa desganada. En aquel momento no estaba de ánimos, por más que se esforzaba nada le salía bien.
-Siéntate, Jasmine, dame las noticias, por favor.
La mujer se veía cohibida y no era propio de ella. Jasmine era una joven muy alegre y rara vez la veía con el semblante tan serio como en ese momento.
-No sé por donde comenzar, señora Langley, es delicado y usted se ha esforzado tanto desde que su esposo...
-Falleció -completó ella-, puedes decirlo. El no mencionarlo no cambiará lo ocurrido, pero vamos, dime. O mejor, ¿enviaste la nueva propuesta a la junta directiva? ¿Ya comenzaron a trabajar con ella?
Camile, después de muchas horas de trabajo, había pensado en una propuesta que podía agilizar mucho la productividad. Hizo una presentación con todos los miembros de la junta y después había enviado a Jasmine a que les hiciera llevar unos documentos con todo los detalles.
Necesitaba de ellos para llevarla a cabo, por más que pareciera que se habían propuesto hacerle la vida imposible, debían ser conscientes de que lo que ella proponía era de gran ventaja y ahorrarían mucho dinero.
Jasmine negó con la cabeza y se mordió el labio inferior. Ni siquiera se atrevió a mirarla a los ojos y eso fue lo que más extrañó a Camile.
-Algunos aceptaron la propuesta y accedieron a revisarlo más a fondo, pero la gran mayoría la rechazó, otros no se molestaron en recibirla y hubo uno...
-Dime, no puede ser tan difícil. ¿Qué dijo? ¿Qué no recibe órdenes de una mujer? Eso me lo han repetido al menos veinte veces, púes esta mujer es su superior y no voy a permitir que eso cambie. -Intentó hacer ver que para ella no tenía importancia, que ya estaba acostumbrada a los desplantes-. De una forma o de otra terminarán por ceder. Por desgracia, no puedo despedirlos porque son accionistas, pero al final comprenderán que no importa que una mujer ocupe el cargo mientras haga bien su trabajo. Por el bien del grupo Langley cederán.
Su última frase la dijo intentando parecer convencida. En aquellos últimos días ya comenzaba a dudar.
-E-el s-señor Smith... -pronunció la asistente con un leve tartamudeo.
¿Por qué estaba tan nerviosa?
-Jasmine, ¿qué está ocurriendo? No puedo creer que estés así por una nueva negativa. Lo extraño y sospechoso sería que actuaran de otra forma, esos hombres parecen unos neandertales incapaces de creer que una mujer sirve para mucho más que para estar en su casa. ¡Es increíble!
-El señor Smith me lanzó la carpeta en la cara cuando se la entregué y él..., me dijo que no aceptaba propuestas de zorras.
Camile perdió el color en el rostro y un fuerte dolor de cabeza la invadió en ese instante. La vista se le tornó borrosa, pero no creía que se debiera al accidente. Estaba furiosa.
-¿Cómo dices? -siseó con rabia-. ¡¿Me estás diciendo que ese hombre se ha atrevido a llamarme zorra?!
-¡Oh, Dios! Lo siento mucho, señora Langley. Esto es horrible, yo perdí a mi padre, sé que son amores diferentes, pero sé lo que duele una pérdida. Usted está aquí, trabajando tanto, incluso con la muerte de su esposo... No se merece todo lo que están diciendo.
»No sé cómo decirle, sé que debe saberlo, pero cuando me llegaron los rumores no podía creerlo. Lo poco que la he conocido en este tiempo me hace saber que usted no es así, es una persona amable y justa como lo fue el señor Langley.
Jasmine hablaba sin parar, se veía muy nerviosa.
-¿Qué más dicen de mí? ¡Vamos, dilo! -su grito, puso incluso más nerviosa a su empleada, pero no pudo evitarlo.
Si no fuera porque Jasmine se comportaba de esa forma tan extraña, en ese momento iría a buscar a ese hombre y le cruzaría la cara de una buena bofetada. ¿Qué se creía? Aquello ya había llegado demasiado lejos.
-Dicen cosas horribles, todo el mundo está hablando de ello. Le prometo que yo no tengo nada que ver, yo los escuché hablando, sé que está mal que lo hiciera, pero cuando la mencionaron quise saber qué decían.
-Dímelo, considero que ya estoy preparada para todo.
Camile se equivocaba, definitivamente no estaba preparada para lo que tenía que escuchar.
-Están diciendo que usted es la culpable de la muerte de su esposo. Que no fue un simple accidente, dicen que usted lo planeó para quedarse con la empresa y con todo su dinero.
-¿Cómo?
Jasmine asintió con la cabeza y prosiguió con todo lo que había escuchado.
-Dijeron que usted se casó con el señor Langley solo por su dinero, que es una interesada que nunca le tuvo afecto y que él es estéril. También dieron a entender que sus hijos..., no son de su esposo, que son ilegítimos y no tienen derecho a la herencia y que por eso usted lo asesinó. Para que no se divorciaran, porque él la amenazó con quitarle todo.
Lo que Camile sintió al escuchar esas palabras ya poco tenía que ver con la ira intensa, cada falso rumor que le contaba la hacía sentir que todas las heridas que recorrían su cuerpo se abrían de nuevo y sangraban.
Ella amó a su marido más que a nada y lo seguía amando a pesar de que ese amor en aquel momento le hacía daño. Pero se hubiera casado con Mark mil veces, incluso sabiendo el final que tendría porque fueron los años más maravillosos de su vida.
Camile no estaba dispuesta a dejar que continuaran rumoreando esa infamia, daría con la persona que había dicho semejantes mentiras y se las haría tragar. En esa ocasión habían cruzado una línea muy delicada, con sus hijos nadie se metía.