Capítulo 4 La visita de la prima Beatriz

Cerca de las tres de la tarde, un carruaje se detuvo frente a la casona de los Leone y el cochero ayudó a descender a una señorita vestida elegantemente con amplias faldas que llegaban hasta sus pies que estaban cubiertos de unas costosas botas.

Con sus manos, enfundadas en largos guantes que le llegaban hasta la mitad del brazo, abrió una bella sombrilla llena de encajes y volados de color rosado.

Julia la observaba desde el ventanal del estudio situado en la planta alta de la casa.

La joven, entre tanto, fue recibida por su tío que la abrazó muy feliz de verla.

Desde la biblioteca, observó aquella escena sintiendo pena por su prima, pues estaba obligada a contraer matrimonio con un señor que le doblaba la edad y por el que seguramente ni siquiera sentiría atracción. Solo por complacer a su familia y para no ser juzgada de solterona como Julia, ya que eso era motivo de vergüenza.

Cuando escuchó los pasos de su prima retumbar en el piso de la sala bajó de inmediato para saludarla en un cálido abrazo y un beso en cada mejilla.

-¿Cómo has estado Beatriz? ¡Estoy muy feliz de verte! – dice Julia emocionada –

- ¡Oh muy bien prima querida, también feliz de volver a verte, luego de tanto tiempo!

Don Aldano, viendo que las muchachas entablaron una conversación muy animada, se sintió excluido y anunció que iba a seguir con su tarea en las bodegas.

Se despidió de su sobrina y de su hija con la promesa de volver más tarde.

Julia ignoró por completo el saludo de Aldano, sin embargo Beatriz no se dió cuenta que estaba molesta con él porque rápidamente, la tomó del brazo y la condujo hacia el jardín simulando enormes ansias de dialogar a solas con ella.

Se sentaron en una de las bancas que estaban bajo los naranjos, pues el clima era tan cálido a esas horas que daba gusto estar allí. La primavera traía consigo días soleados y agradables, además de un sinfín de mariposas que no cesaban de revolotear entre las flores y que Julia adoraba.

-Y cuéntame Beatriz, ¿cómo están tía Roxi, tío Nuncio y tus hermanos?

-¡Oh! Ellos están de maravilla, mamá enloquecida con mi vestido de bodas, pareciera que fuera para ella. Pues mi opinión a nadie le importa. Papá está haciendo todos los arreglos con mi futuro esposo para la ceremonia y la fiesta. Ya sabes...Johan es bastante mayor que yo y ...bueno. Hablan todo entre ellos. A mí nadie me ha preguntado nada. Mi opinión es de nadie.

¿Sabes? Siento tanta admiración por ti Julia, para mí eres la mujer más valiente de la familia.

-Oh, Beatriz ¿Qué dices?, soy la oveja negra de esta familia, la hija que avergüenza a los Leone – ríe Julia mientras dice esto-

-Pues, aunque no lo creas, yo admiro tu valor. ¿Acaso crees que con mis apenas diecisiete años quiero casarme con un hombre que dobla mi edad? ¡Claro que no! Siempre he añorado con estudiar música, pero no, debo sacrificar mí juventud para construir una vida que en realidad no deseo y con el único fin de complacer a mis padres. No considero justo eso. ¿ sabes?- confesó derramando lágrimas que limpió velozmente.

Julia se quedó en silencio sin saber qué responder para consolar la angustia de Beatriz. Pensó en lo desafortunada que se sentía su prima y que ella, de no haber sido porque su padre es acaudalado tampoco habría podido estudiar literatura que era su pasión. Consideró que esta situación es demasiado injusta para las mujeres, sobre todo ante el patético hecho de tener que someterse a un esposo para poder subsistir de manera honorable.

De pronto vieron a Alika acercarse tranquilamente hasta ellas, para invitarles a ir hasta la sala donde ya había servido el té junto a los pasteles de arándanos.

Las muchachas se ponen de pie y van caminando mientras no dejan de conversar y se acomodan ante la mesa del interior de la casa.

Disfrutaron de la exquisita merienda y Beatriz se quedó hasta la hora en que regresó su tío de la bodega. Entonces pudo conversar un poco con él para contarle acerca de cómo se encontraban sus padres, luego le entregó la tarjeta de invitación para su boda, que sería exactamente dentro de un mes en la Finca Los Rosales, y la ceremonia religiosa en la catedral de su pueblo.

Después, se despidió de ellos y subió de nuevo al carruaje para regresar a su hogar no sin antes abrazar fuertemente a su prima y susurrarle al oído, sin que Aldano lo notara, "gracias por escucharme, eres mi orgullo prima querida".

A las siete de la tarde la casa de los Leone se quedó en silencio, Julia había vuelto a encerrarse en el estudio y el padre, luego de tomar un baño caliente para calmar las tensiones del día, se fue a su habitación.

Quiso escribir un poco más en sus borradores pero no podía concentrarse, pues la confesión de su prima le había dejado un sabor amargo en el alma, así que, cerró el talonario, apagó la lumbre y se fue a descansar. Ya en su habitación habló al retrato de su madre y le pidió que cuide a Beatriz. Luego se quedó dormida

            
            

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