grave error que no era capaz de dominar ya siendo un adulto y no un muchacho.
Así que cuando fui a buscarla, esta vez con mi coche azul habitual, ella estaba esperándome en la puerta. Era temprano, apenas llegaba a las ocho y media de la mañana, ella iba vestida casual y sencilla, con unos jeans oscuros y una chaqueta de cuero negro. Pero como siempre estaba impactante, su color bronceado podía llamar la atención incluso en ese sur de Italia, que nos seguía uniendo e hiriendo a ambos, igual que su cabello ondulado larguísimo y oscuro que por un instante podía transportarme a recuerdos de un pasado juntos no demasiado lejano.
-Pensé que tardarías - dije con una sonrisa, estaba eufórico de que ella estuviese allí pero no quería que se me notase demasiado, intenté parecer calmado, controlar que mi corazón latía a mil por hora por tener de nuevo la oportunidad de poder encontrarla de nuevo.
Ella simplemente contestó en español un hola bajo, practicamente en un susurro, parecía nerviosa, tímida, como si estar conmigo de nuevo a solas la incomodase.
En la radio del coche sonó Emis Julia y simplemente no hablamos, durante varios minutos solo escuchamos la música italiana y sentimos el aire fresco y suave que entraba por nuestras ventanillas, pero Elisabeth fue la primera en cortar aquel silencio, que ni siquiera se sentía incómodo.
-¿Dónde vamos ?- me preguntó al ver que había cogido la autopista y que pretendía alejarme poco a poco de Nápoles.
-A Roma, no quiero estar en esta ciudad contigo.
-¿A Roma?... pero yo debo volver a casa, debo cuidar de mi madre - dijo nerviosa.
-Elisabeth, tu madre está bien cuidada, porque vengas un día a Roma, que solo está a algo más de dos horas no ocurrirrá nada. Puede hasta que te siente bien.
-¿Y tú qué sabes que me sienta bien?... -mumuró enfadada.
- Si quiero ir a Roma es porque Nápoles se ha puesto muy peligrosa para los míos.
-Para los tuyos, tú mismo lo has dicho - dijo siendo algo cruel.
-Sí, por eso, no quiero que te relacionen conmigo, nunca más... no quiero que mis problemas familiares sucios te afecten. -dije mirándola a los ojos por un momento y llegando a ella de alguna manera. Ella era sincera y honesta, y entonces en aquel instante simplemente asintio.
-Si quieres que de la vuelta y te deje de nuevo en casa, lo haré... - dije con sinceridad- solo tienes que pedírmelo.
Ella se quedo en silencio, dudosa por unos instantes.
-No... me parece bien... ir contigo a Roma- dijo nerviosa sin más y luego volvió a mirar por la ventanilla, como si decir aquello le hubiese costado la vida.
Seguía siendo igual de variable, intensa y orgullosa, y aquello extrañamente me atraía hacia a ella, era una mujer indomable a la que algo dentro de mi me impulsaba a intentar poseer.
Durante el trayecto fuimos hablando poco a poco, al principio fue difícil, pero luego con el paso de los minutos, ella me habló de Jayden, de que estaba bien, había aprendido español rápidamente y tenía muchos amigos en la escuela. Note como sus ojos se iluminaban al hablar de ella, y como de nuevo se entristecían al hablar de su madre.
-¿Entonces no puede hacerse nada?
Por fín habíamos llegado a Roma, y estabamos en una bonita cafetería justo al lado del Panteón, el ambiente era caluroso, agoviante y plagado de turistas,...
-No... los médicos han dicho que puede durar de uno a tres meses, es terminal...
-Lo siento. Debe haber sido difícil haber vuelto a Italia.
- Lo hice por ella, para ocuparme de mi madre y que tuviese los cuidados apropiados en la villa. Esa casa no tiene nada que ver con mi casa de Tarragona...
Por su tono entendi que le había costado volver a Italia, igual que a mi o mas.
-¿Qué tal en Tarragona?, ¿No extrañas Barcelona?
-Sí, pero era demasiado caótica para Jayden.
-Ohh, ya... - dije recordando la rutina diaria de coger el metro varias veces al día.
-De todas formas, debo ir cada dos o tres semanas, trabajo a distancia en Barcelona.
-¿Que tal es tu nuevo trabajo?
-Bien, siempre quise ser editora, corrijo textos para clientes de la empresa y también obras literarias. Me gusta.
-¿Y tú Irlanda?¿Qué tal en Irlanda?... Dalia me dijo que te fuiste allí.
-Bien - dije intentando evitar el tema, no quería decirle que tenía una novia esperándome allí, y que era una buena chica que me había ayudado cuando ella se había ido de mi vida dejándome completamente hundido. Y tampoco quería decirle que con todo lo que le habían hecho los míos era normal que desapareciese y me rompiese el corazón.
-¿Solo bien?
-Sí, estudiando un máster y trabajando de camarero... mi inglés ha mejorado.
-Suena bien, habrás conocido mucha gente.
-No te creas, estoy bastante ocupado - dije zangando el tema.
Después de aquello pasamos por la plaza España, pedí dos helados de nata y paseamos junto a la fuente, estaba repleto de niños que corrían alrededor, hablamos mucho, de todo o ... de casi todo. Yo no nombre a Jennifer, porque era un cretino y un egoísta emocional, y ella tampoco mencionó a ese nuevo novio que tenía en su vida, y que esperaba que no formase parte de la de Jayden. Ya me costaba aceptar que ella fuese de otra persona, porque destestaba que no siguiese perteniéndome, aunque en realidad jamás lo había hecho.
Sin darme cuenta el cielo comenzó a ponerse, el azul claro fue transformándose en uno más oscuro con destellos rosados.
-Es tarde... deberíamos volver - dijo rozando su mano junto a la mía, y el roce de su piel me estremeció durante unos segundos.
-A mi no me espera nadie en casa.
-¿Qué quieres decir con eso? - dijo seria y tímida.
-Podemos pasar la noche aquí... si quieres.
-Marco, no creo que...
-En habitaciones separadas - dije cortándola. Solo quería unas horas más con ella, ¿Por qué cuándo volvería a verla y tener tiempo de nuevo junto a ella?.
-Puede reservarla ahora mismo, un booking cerca del Colisseo - dije refiriéndome al precioso hotel en el que había dormido el último día que pasé en Italia antes de marcharme a Irlanda.
-Pero...
-¿No estás cansada?
Habíamos recorrido las calles interminables de Roma, yo lo estaba y sabía que ella también. Me coloqué enfrente de ella y la mire fijamente.
-No voy a forzarte a nada, cogere dos habitaciones, puedes descansar en la tuya y saldremos mañana a primera hora.
Me perdí por un momento en sus ojos color miel, maldita sea, quería besarla, ¿A quién queria engañar?
Y eso fue lo que hice y que se me daba tan bien, poner toda la situación a mi favor y dejar que ella escogiese. Pasamos antes por el centro y Elisabeth cogió un pijama corto y unas zapatillas de ir por casa en una tienda principal. Ya en el hotel, al salir del ascensor, me miró fijamente antes de dirgirirse a su cuarto.
-Marco... ¿ Puedo pasar un momento a tu habitación?
Yo me quedé en silencio, esta mujer siempre jugaba conmigo, no sabía realmente para que quería entrar, si era para hablar conmigo o para meterse en mi cama, y esperaba que fuese la segunda opción, aunque aquello sonase egoísta... pero me estaba quemando por dentro, tenerla tan cerca y a la vez no poder tocarla.
-Solo quiero un poco más de tiempo contigo antes de irme a dormir _ por fin era sincera, y para aquello había necesitado todo el día, típico en el orgullo de Eli. -Aunque no lo creas te he extrañado estos meses.
-Pasa...- dije bajito sin darle ni un segundo de espera.
Paso despacio y cerré detrás de ella. Como de costumbre sus señales seguían siendo contradictorias, era de temperamento variable, como las tormentas tropicales y no me extrañaba que viniese de aquel lugar. Lo único en lo que se parecía a una mujer italiana era en su orgullo, que lo tenía alto en cualquier tipo de ocasión y circunstancia.
Elisabeth dejó sus bolsas de ropa en el suelo, se quito su pequeño bolso y lo soltó sobre la gran mesilla donde había un enorme espejo. Por un momento se miró, se colocó mejor el cabello, como si le importase como se veía en aquel momento. Yo la observé, ella vio que lo hacía y entonces dejo de mirarse.
Me acerqué a ella sin poder reprimirme y ella se quedó paralizada.
-Estás hermosa Elisabeth- dije en un susurro justo al mismo tiempo que acariciaba su barbilla cariñosamente con mi mano derecha.
Nuestras miradas se encontraron y simplemente nos encontramos de aquel modo el uno al otro durante varios segundos. Yo quería besarla, pero no estaba seguro de si ella aceptaría, y aquella inseguridad solo resurgía con ella, nunca antes me había pasado con ninguna otra mujer. Como ocurrió la primera vez ella fue quien dio el primer paso, acercó sus labios a los míos y dio pie a aquello.
Tuve que controlarme cuando sentí sus labios sobre los míos de nuevo, para no lanzarla a la cama y tirarme sobre ella como la bestia que eran estando a su lado. Puse mis brazos alrededor de ella y la apreté contra mi cuerpo, oliendo su perfume exótico, pasando una de mis manos por su cabello negro, y no evitando practicamente comérmerla besos mientras poco a poco nos conducía a ambos hacia la cama y la hacia caer lentamente sobre el colchón.
Cogí sus piernas y me deshize de sus zapatos, y luego directamente dirigí a mis manos a sus vaqueros dispuesto a desabrocharlos, pero ella paró la acción con una de sus manos.
_Espera Marco...- dijo en un susurro.
Yo sabía como era Elisabeth, honesta y responsable, incluso si eso significaba sacrificar ella misma sus propias necesidades. Y yo sabía que ella me necesitaba tanto como yo a ella, necesitaba aquella noche conmigo, sentir mi cuerpo sobre ella como yo deseaba el suyo, y que el tiempo y lo que ocurría en nuestras vidas dejase de existir durante al menos aquella noche.
Yo la miré con miedo en aquel momento, con miedo de que parase aquello que estaba a punto de ocurrir.
-Esto no está bien... sabes que tengo a alguien esperándome en España - dijo nerviosa, yo solo quería calmarla, decirle que yo también tenía una novia en Irlanda esperándome no era lo más acertado en aquel momento, estaba decidido que al menos guardaría aquel secreto junto al del testamento algún tiempo más.
-Nadie tiene que enterarse de lo que pase esta noche entre nosotros Elisabeth- dije con tono bajo mirándola a los ojos, ella respiró despacio varios segundos, me observó seria, con dudas, que enseguida quitó de su mente, y con su mano derecha agarró mi camisa azul para acercarme un poco a ella y besarme de nuevo. Después de aquello entendí que tenía vía libre, lo que teníamos pendiente iba a cumplirse, aquel deseo que llevaba escondiendo en mi interior durante demasiados meses por fin iba a hacerse realidad.
Me dirigí de nuevo a sus pantalones y los desabroché, mis manos se veían fuertes y grandes haciendo aquello sobre ella, que lucía delgadita y con mirada frágil a mi lado, ... Dios mío no quería lastimarla.
Me incorporé y me deshice aquellos malditos pantalones y de nuevo me coloqué sentado a un lado de ella y desabroché despacio mientras la observaba los botones de su sueter negro dejando su pecho descubierto, tan solo con un sujetador de encaje blanco a juego con su ropa íntima de abajo.
-Te deseo demasiado Elisabeth, he estado pensando mucho en ti - dije sin poder evitarlo , y en el acto me quite mi camiseta y me coloqué sobre ella, junté mi cuerpo sobre el suyo, mi pantalón se sentía muy apretado, a punto de explotar.
Pasé mis manos por su sujetador y le ayudé a quitarse aquellas prendas, jugué con sus pechos y pasé mi lengua caliente por ella mientras ella gemía con tono bajo y tímido.
-Admite que tú también me has pensado y extrañado.
Pero ella no contestó, era demasiado terca, no había cambiado, le costaba admitir la verdad, pero con tal de tenerla en mi cama estaba dispuesta a tolerar que no me admitiese aquello. Pasé una de mis manos por su ropa interior, la aparte despacio y la acaricié, era suave, y estaba preparada para mí, justo en aquel momento, no necesitaba que dijiese nada, estaba claro que ella también me deseaba.
Introduje dos de mis dedos dentro de ella y gritó y el sonido de su voz me éxito aún más.
-Hazme tuya ya - me demando mientras se incorporaba un poco y desabrochaba con ansias los botones de mis pantalones, estaba vez era ella la que no podía controlarse. Y en un minuto ya estaba dentro de ella, y la embestía despacio porque no quería que aquello fuera brusco, violento y menos aún fugaz, pero ella fue quien me pidió que me moviese mas rápido.
-Quiero que me lo hagas más rápido Marco...
Y yo sonreí sin poder evitarlo.
-No sé si eso es posible - dije jugando un poco con ella.
-Por favor... -dijo en un gemido que hizo que perdiese la cabeza.
-Si me lo pides así no puedo negarme a darte lo que pides - dije acelerando el ritmo y elevando una de sus piernas sobre mi espalda, y ella gritó intensamente en aquel momento, y aún más despues mientras la embestía como en los viejos tiempos.
-Marco ... te necesitaba - dijo por primera vez dejando su orgullo aun lado, aunque en aquellos momentos Eli no era consciente de ello.
Yo suspiré.
-Dios, me encanta cuando pronuncias mi nombre así - dije con sinceridad y agarré con ambas manos sus caderas y la tiré con más fuerza hacia mí, mientras nuestras respiraciones se aceleraban al mismo tiempo, sentía mi corazón tan acelerado que no sabía cuanto tiempo podía seguir con aquello, porque me estaba volviendo completamiente loco.
-Haz que me corra por favor Marco... - dijo de nuevo a modo de súplica, y yo hice lo que me pidió... consiguiendo que gritase aún más fuerte pocos segundos después y llegando yo también junto a ella, desvaneciéndome enseguida sobre Elisabeth e intentando hacerlo con cuidado para no hacerle daño con mi fuerte cuerpo.