Capítulo 6 Alguien tiene que pagar

En la habitación, Cassidy miraba vigilante a Russell, aunque seguía manteniendo su fachada de debilidad, por lo que dijo en un hilo de voz: "No te divorcies de Belinda por mi culpa, Russell. Ve y haz que cambie de opinión".

Pero este no movió ni un músculo.

La mera idea de convencer a Belinda de que no se divorciara lo enfermaba.

¡No podía caer tan bajo!

Tomó los papeles del divorcio que le tiró y resopló con desdén.

Si Belinda de verdad quería divorciarse de él, ¿por qué esperaría hasta mañana?

¿Por qué no iban a hacer las cosas de inmediato?

¿Intentaba amenazarlo con el divorcio para salvar su matrimonio?

¡Qué idea más descabellada!

Dejó a un lado sin miramientos los papeles del divorcio. Cassidy se mordió el labio inferior y continuó: "Russell, mencionaste antes que el Grupo Kameron está a punto de iniciar la segunda ronda de recaudación de fondos. Si te divorcias ahora... ¿eso afectaría a la empresa? No quiero que ni tú ni la empresa sufran por mi culpa. Russell, lo lamento tanto... Todo esto es culpa mía...".

La expresión del muchacho cambió al escuchar la insinuación de Cassidy.

¿Podría ser que Belinda hubiera estado buscando su dinero todo el tiempo? Apretó los dientes con rabia. ¡Siempre supo que no sería fácil lidiar con esa mujer!

Furioso, agarró de nuevo los papeles del divorcio y empezó a hojearlos.

Para su sorpresa, en el documento había una declaración manuscrita de que todos los bienes compartidos de la pareja irían a parar al marido, y que la esposa estaba dispuesta a renunciar a todos ellos.

¡¿Qué demonios?! Belinda no quería su dinero, ¡ni un céntimo!

¿Cómo era posible? ¿Acaso estaba loca?

"Russell, ¿cuánto quiere Belinda? Si no es demasiado, te ayudaré a pagarlo...". Cassidy se aventuró con cautela mientras lanzaba una mirada al chico, quien se veía bastante sorprendido en ese momento. Respiró hondo para calmar su excitación y puso una expresión lastimera. "¿Cuánto te pidió? Apuesto a que es una cantidad excesiva. ¿Cómo puede ser tan avariciosa?".

Sin contestarle, él se levantó de repente y se marchó furioso, con los papeles del divorcio a cuestas.

Mientras tanto, en un Maserati rojo descapotable, Belinda contemplaba el paisaje que cruzaba por la ventanilla mientras se sentía como el peor de los desastres.

Su celular empezó a sonar, lo que la devolvió a la realidad.

Lo tomó y miró el identificador de llamadas, sorprendiéndose del nombre que vio ahí... Era su hermano mayor. Este rara vez se ponía en contacto con ella, a menos que fuera algo importante.

Entonces, miró a Calvin, que conducía, y le preguntó: "¿Qué le dijiste a mi hermano?".

"Que te vas a divorciar", declaró él con firmeza. "Una noticia tan estupenda debe compartirse con todo el mundo, ¿no crees?", añadió. Se encogió de hombros con indiferencia.

¿Su divorcio era considerado 'una noticia estupenda'? ¡Qué ridiculez!

Apretándose las sienes con impotencia, contestó a la llamada, pero, antes de que pudiera decir nada, la magnética voz de Victor Lindfield sonó desde el otro lado de la línea. "Belinda, pase lo que pase, la familia Lindfield siempre estará a tu lado, yo incluido. No te angusties por nada, ¿de acuerdo? Ese hombre no te merece".

Durante mucho tiempo, Belinda pretendió ser fuerte.

Pero después de oír lo que dijo Victor, su farsa se desmoronó y, tras colgar, no pudo evitar echarse a llorar. Tenía dieciocho años cuando se reencontró con los Lindfield, que estaban muy por encima de los Kameron en cuanto a estatus, riqueza y poder, por lo que, para evitar que las dos familias se sintieran incómodas, insistió en mantener su identidad en secreto ante la familia de su esposo. Por eso se casó con Russell como quien solía ser: Belinda Fletcher.

Al final, los Lindfield decidieron respetar su decisión.

Ahora que iba a divorciarse, de nuevo ellos estaban dispuestos a apoyarla sin reservas.

Este tipo de atención y preocupación solo se podía sentir de parte de la familia. Como decía el proverbio: la sangre es más espesa que el agua.

En el semáforo, Calvin aprovechó para echar un vistazo a su acompañante, que sollozaba a su lado.

Viéndola así, al muchacho se le partió el corazón. Su rostro se desencajó y sus ojos se llenaron de odio, una mirada bastante inusual en él.

'¡Maldito seas, Russell Kameron!', clamó para sus adentros, envuelto en rabia.

Ese malnacido era su principal objetivo ahora.

Se juró a sí mismo que alguien tenía que pagar por la angustia que Belinda estaba pasando.

¡No la dejaría pasar por estos duros momentos en vano!