Aunque, viéndolo desde otro punto de vista... la noche no estaba tan mal, eh.
Les cuento lo que pasó:
Hoy es mi cumpleaños número dieciocho, sí, ya era completamente legal para cualquiera que venga, lástima que no cualquier hombre me vendería sueños a mí. ¡Por favor! Yo me sé todos los cuentos de los ellos, sus perfectas mentiras, porque eso sí, los hombres son unos perfectos mentirosos, manipuladores, lo digo porque pues tengo un primo que cada vez que viene de vacaciones tiene hasta tres y cuatros novias en la ciudad, y lo toma con mucha normalidad, y lo disimula muy bien el canijo, eh.
Pues, volviendo al tema original, mis amigas para celebrar mi cumpleaños me habían dicho que iban a abrir el bar de mi papá -ya que él no está- para ver una película mientras nos tomábamos unas copas y comíamos palomitas.
Yo, de idiota, les creí. O sea, de verdad les creí, porque nunca se me pasó por la cabeza: "Si ellas de verdad quieren ver una película, porque no lo hacemos en casa". Me dijeron que les dé llave para hacerme una sorpresa con un pastel, globos, y esas típicas cosas y yo, repito, de idiota, les creí. Confiaba en ellas, son mis amigas con las que he estado junta desde hace mucho tiempo. Resulta que cuando llego al bar después de salir de la universidad mi mirada contempló lo siguiente dentro del sitio:
Globos rojos con tiras del mismo color. Todos de la universidad, literalmente, estaban dentro del club y me imaginé claramente que eso sucedió con ayuda de Amy; ella es una amiga súper sexy y con muchísimos seguidores en Instagram, eso ayudó bastante, supongo. Las mesas estaban muy bien ordenadas y diferentes mezclas de alcohol inundaron mis fosas nasales. Cuando entré todos gritaron un: ¡Sorpresa! que provocó un salto sobre mi eje y que abra los ojos y la boca. Observé todo con gran cautela. Las sillas estaban arregladas, yendo detrás de la mesa. Un cartel con las palabras de Feliz Cumpleaños estaban guindando de un lugar a otro. Espléndido. Fascinante.
-¡Feliz cumpleaños, amiga! -me festejó Amy acercándose a mí, en ese momento le creí su gesto de bondad, absolutamente todo.
-Gra-gracias -titubeé, recibiendo el abrazo.
Las demás se iban acercando con unos envoltorios de regalos en sus manos, pero algo se interpuso a seguir caminando. Miré por detrás de ellas, percatándome de lo siguiente:
Una cortina roja que no sabía ni que existía se estaba incendiando. Todos se volvieron locos -o eso creí- y de repente, ¡puf! Los bomberos estaban en el club, lo supe por el sonido de su llegada, lo que me parecía extraño era la manera tan rápida en que llegaron y la más rara era por qué el sonido se escuchaba más en la parte interior, como si estuviesen aquí dentro.
Nadie intentó salir del lugar, todos gritaban, al menos la mayoría, otros estaban observando la escena, parados. Yo iba a gritar ayuda, ya estaba nerviosa, pero lo más extraño es que todos cambiaron su tono de grito por uno de festejo, de una forma no tan alarmante.
Mis amigas, quienes se acercaban, junto con Amy, se dieron media vuelta y comenzó a gritar que lo tomen con calma, que todo iba a estar bien. Ella supo dramatizar bastante bien ese momento.
En mi cabeza se repetía constantemente que papá me iba a matar por incendiarle el club con una cortina que ni sabía que existía.
Pero de atrás de la cortina que, supuestamente se estaba prendiendo en fuego, salieron hombres vestidos de bomberos.
Y tremendos hombres, eh.
Yo con uno de ellos y me enciendo a diario.
Vestían de unos ajustados pantalones rojos. Unas botas del mismo color. Las partes de arriba de sus cuerpos, sus vientres, estaban un poco descubiertas, pues llevaban una camiseta roja, abierta, ya que se veían una parte de sus abdominales, y unos lazos negros se cruzaban como broches, parecidos a los lazos de una mochilas, por ambos hombros.
Y es así como estoy aquí, meneando la cola y con vaso plástico repleto de alcohol. Ahora los hombres habían cambiado de ropa, constante y rápidamente lo hacen, y no eran bomberos que venían apagar algún fuego.
Eran strippers, y venían a encenderlo.
Un hombre con el siguiente físico tomó el micrófono:
Piel morena y bronceada. Tenía unos bíceps marcados a la perfección. Sus ojos eran color azabache al igual que su cabello alborotado. Todo se resumía en pura belleza sensual. Cada parte de él.
Llevaba puesto unos calzones que le quedaban ajustados -al igual que a todos ya que los demás lo llevaban colocados de igual forma- y que les quedaban a dos palmas más arriba de las rodillas. Tenían lazos amarillos a los lados, se los habían cambiado, un casco de bombero color rojo en la cabeza y uno de esos típicos abrigos que utilizan dichos trabajadores. Ahora sí parecían mejor bomberos.
-Vaya, vaya... -canturreó el del micrófono. Se veía sudado. Pues me imagino que era algo obvio porque todo ese golpe de cintura que dan éstos chicos de verdad que mojan a cualquiera, te hacen retorcer de la forma en que se mueven -¿¡Dónde están las mujeres solteras que no las escucho!?
Un grito fortísimo por parte de la mayoría de mujeres que están aquí adentro retumbó por todos los lados. Yo estaba soltera, pero quedé en silencio.
-¿¡Y dónde están las mujeres que han dejado a los novios en casa, eh!? -volvió a gritar el mismo. Los demás strippers estaban detrás de la cortina, pero ya los había visto de lejos debido a los bailes que antes habían hecho.
Otro grito, pero no tan alto, se escuchó por todo el lugar, hasta llegué escuchar como una gritó: "A mi novio lo traje para que no se ponga celoso y apenas los vio está exigiendo una org*ía con ustedes". Fruncí el ceño ante dicha confesión. El strippers soltó una risita junto con un guiño de ojo.
-A ver, a ver... -el hombre hizo unas gesticulaciones con sus manos -. ¿Y dónde están los homosexuales que les vale mierda la sociedad y sus reglas, y que ahora están aquí listos para un orgasmo visual? -escupió el hombre, mordiéndose el labio. Varios gritos de igual manera se hicieron presente, pero esos no fueron tan potentes como los demás. -Ajá, ajá -continuó el hombre -, ¿Y dónde están esos novios celosos de nosotros porque sabemos que les estamos alborotando las últimas hormonas a sus parejas, eh?
Otro grito, pero esta vez grotesco, varonil, se hizo presente.
¿Novio? ¿Qué será eso? ¿Dará eso dinero suficiente para viajar a Dubái, Francia, Venecia y te resolverá el futuro?
Bebí un trago del líquido que estaba en mi mano, en un vaso de color rojo y plástico. El contenido quemó mi garganta por unos segundos. Era un poco de vodka con mucho jugo, pero aún se mantenía el sabor del licor.
-La pregunta que les he querido hacer desde hace horas, es... -el macho se llevó uno de sus dedos a sus labios y comenzó a relamérselo. Estas personas si sabían si hacer bien su trabajo. -¿¡Dónde carajos está metida la cumpleañera que no la he visto desde que llegamos, aquí, eh? -gritó el hombre en busca de la cumpleañera, todo soltaron un grito fortísimo junto con aplausos.
¿Dónde estará la cumpleañera?
¡Ah, caray! Esa soy yo.
Mis mejillas se ruborizaron en el momento que todos los que estaban a mi alrededor me señaló. Abrí los ojos como platos, avergonzada. Todos gritaron mi nombre acompañándolo de gritos, aplausos, pitidos, y varios wohooo.
-¡Venga, venga, que le tenemos un baile especial!
El hombre rebuscó con la mirada. Escuchar esas palabras hizo que mis piernas tiemblen aún más. Tragué saliva y pestañeé varías veces, confundida. Quería pensar que ese stripper sexy que estaba allá arriba no había dicho lo que yo escuché, que había sido producto de mi cabeza la cual, según yo, ya estaba medio alcoholizada. Me llevé el vaso que tenía en manos a mi boca, absorbiendo el líquido y mirando hacia los lados.
-¡Que vaya, que vaya, que vaya! -todos los que estaban a mi alrededor empezaron a gritar al unísono. Ahora estaba mucho más nerviosa, tambaleando.
-Necesito seis voluntarias o voluntarios para que se sienten en los sillones que mis compañeros pondrán. -De la manera que el stripper lo anunció, así pasó; los cincos strippers más se aproximaron y colocaron sillas delante, encima de la tarima. Luego volvieron detrás de las cortinas. -Aviso, aviso, que aquí no nos importa la orientación sexual, sólo el... perreeeeeo.
Tras el hombre decir aquellas palabras a través del micrófono, dando una leve movidita hacía delante y atrás utilizando su cintura en la parte que soltó "perreeeeeo", todos los espectadores lanzaron un chillido, entusiasmados y entusiasmadas.
Cincos personas se unieron a lo del baile; un chico y cuatros chicas que, a lo lejos, se veía en ellas las expresiones de su rostro que querían gozar y sentir.
-¡Falta una! -anunció -Y esa una es: ¡La cumpleañera! Tráiganla al sillón por favor. -Habló el mismo hombre con esa voz tan varonil y ronca que tenía, gritando. Todos soltaron varios chillidos y aplausos.
Opté rápidamente por salir de este lugar antes de que de verdad me lleven a unas de las sillas que estaban siendo ocupadas por los valientes que se han arriesgado, pero una de mis amigas, Eli, me tomó del brazo y me jaló, arrastrándome, hasta llegar a la silla la cual permanecía vacía y empujarme hasta hacerme caer de culo en el mismo. Le iba a reclamar mientras intentaba levantarme, pero no pude.
Las últimas palabras que llegué a leer en sus labios, mientras ella fingía una cara triste, desolada, y una sonrisa decaída, fue:
"Chúpale el pito por mí"
Pues en ese momento, todo se volvió más exótico.
La música se colocó.
La luz se apagó.
Luego se encendió.
Puntos de colores llenaron todo el lugar.
Gritos fortísimos llenaron el alrededor.
Y los strippers caminaban de esa forma tan genuina y sexy al mismo compas de la música, de forma lenta y dramatizada, a la misma vez, coordinados.
Apenas estos empezaron a caminar lentamente hacía nosotros, que íbamos hacer las víctimas de éste erótico baile, los demás empezaron a chillar con gran alegría, soltando varios comentarios como:
"Eso papi"
"Woho chulo"
"¿Cuánto me cobras para que lo hagamos, eh?"
"A ti te hago un oral gratis"
"Denme y no consejos, papis"
"Súbanme en la silla"
A mí me tocó un stripper que al tan sólo verlo solté un suspiro ahogado, tragando saliva. Sus movimientos, su físico, su cuerpo, sus piernas, sus tatuajes, todo eso me inmovilizó al completo. Los nervios que antes tenía se multiplicaron por mil, tanto que quería hacerme bolita en el sillón y que el chico que se acercaba a mí entre las sombras, con su baile sensual, se detenga y entienda que si se llegaba a acercar podría morirme.
No sé de qué, pero les aseguro que sí podría morir.
Noté en los masculinos que ya se habían cambiado de ropa. Llevaban unos pantalones más cortos, parecían unos bóxer, estos llegaban a menos de doce pulgadas de largo por encima de las rodillas.
Mi rostro ardía como si estuviese dentro de una caldera caliente, este vivía el mismísimo infierno debido a mi muy notable sonrojo.
El perfil del chico que daba los dotados de hermosura y regularizados pasos era el siguiente:
Las pocas luces que había dejaban notar el color azabache de sus ojos y una mata alborotada de cabello del mismo color estos. Tenía unas cejas muy pobladas y bien arregladas, negras intensas. No tenía rastros de algún vello en su rostro, parecía que se quitó la barba y quizás el bigote mucho antes de venir acá, o incluso, lo más probable es que nunca haya tenido eso. Varios mechones de su pelo caían por su frente como consecuencia del baile abrupto que este ejercía.
Su piel era entre blanca y morena, se notaba a millas que estaba bronceada, pues se veía brillosa. Tenía unos fuertes músculos y en su brazo, hasta el codo, llevaba un tatuaje que, por los movimientos que hacía, era imposible de saber qué figura o qué cosa era. El tatuaje empezaba justo en su muñeca y terminaba en el lugar ya mencionado, quedando a la perfección de tamaño y de lugar.
Su cuerpo era otra cosa, una relativamente impresionante. Parecía a unos de esos modelos sexys que aparecían en cualquier serie juvenil o película de Netflix. No sé si fueron los pocos tragos de alcohol que ya habían cruzado por mi garganta que me hicieron alborotar mis buenas e inocentes neuronas, pero ya me había hecho una mini película mental de cómo tocaba los abdominales excesivamente marcados que el masculino tenía. Fue inevitable lo que hice; los conté con los ojos y mencioné cada número moviendo los labios. Sí, el alcohol me traía mal.
Apreté los dientes fuerte, tanto que creí que éstos se iban a despegar y salirse de su corral, así como en las caricaturas de televisión.
No le había prestado atención a la música en el preciso momento que empezó. No niego que al inicio se me hizo conocida, pero creí que ese no era el momento preciso para estar adivinando la canción que está sonando mientras que seis stripper están moviendo su cuerpo de forma caliente, a cada persona que está en el sillón, pero conocí la música en una de las peores -mejores- circunstancia.
En el coro.
La música que se estaba reproduciendo, inundando todo el lugar del fuerte sonido, era ZIPPER y si no me equivoco, la cantaba Jasón Derulo, Y cuando me refiero a que la conocí en el peor de los momentos fue porque en los:
"Ah, ah, ah, ah, ah, ah" que vendrían siendo gemidos producidos por una mujer, los stripper dieron varios saltos hasta acercarse a sus víctimas, nosotros. El stripper que antes definí, y que ahora me acabo de dar cuenta de que tiene otro tatuaje en la parte izquierda del vientre, dio el último salto hasta estar a centímetros de mí, estábamos tan cercas que mis rodillas, esas que intentaban irse corriendo debido al tremendo cuerpo que mis ojos captaban, rozaban con sus piernas las cuales se movían como fideos de lo rápido y flexible que lo hacían, y fue donde entonces el tema de la música, que de igual forma era el coro, concordó en el exótico baile que me hizo:
Justo cuando llegó la parte donde se repetía Zipper, el chico, de algunos veinte, veintiuno o veintidós, movió sus caderas hacía adelante y hacía detrás, como si fuese un gusano -perfecto, divino y buenísimo gusano-, de manera lenta.
Yo juro que ni con veinte años de práctica me aprendo un movimiento de esos que él está haciendo, incluyendo a los demás.
Apreté mis muslos y me sentí mucho más incómoda cuando el muchacho que me bailaba no despegaba su mirada de la mía. Yo tampoco podía quitar mis ojos de los de él, pero es que ¡Joder! De verdad era incómodo. Y a la vez gustoso.
-¡Que entre la mano! ¡Que entre la mano! -una combinación de gritos entre todos los observadores que estaban a mí alrededor, incluyendo los de mis amigas, quienes chillaban con un vaso de alcohol en una mano mientras que en la otra sostenía su celular, grabando todo, se escuchó a todo pulmón. En esos momentos que soltaban gritos eufóricos quería taparme los oídos con las palmas de mis manos.
Fijé la mirada con el chico, noté y supe que éste entendía mis nervios, así que, frívola y malévolamente, encendió más sus movimientos, pegándose más a mí, haciendo que su parte baja roce mis rodillas.
-¡Cumpleañera entra la mano! -escuché una voz chillona y femenina por encima de la música. No supe de dónde vino o quién era, pero miré por el rabillo del ojo a los lados y noté que los demás sacaban dólares de no sé dónde y lo entraban por la parte de adentro de sus jeans.
-Dale, cumpleañera.
Susurró, en tono sensual, mirándome. Sus iris enfocaban los míos mientras que una sonrisa perversa acompañaba su perfecto rostro.
Mierda, de qué canal porno habrá salido este chico. Me dije mentalmente.
Yo nunca he visto eso, pero si este es un protagonista de esos vídeos, pásenmelo, pero de manera rápida.
Mi vista chocó con el punto en específico que a todos nos importa, generalmente: su entre*pierna.
Todo lo que pasó en ese santiamén fue una tentación.
El alcohol verdaderamente llegó a mi cerebro y recorrió mi cuerpo.
En lo primero que pensé fue en:
Joder, los dólares que tengo para tomar un taxi e irme a casa, dónde demonios están.
Y fue donde en ese entonces no me importó el taxi para ir a casa, el club donde estaba ya que era el de papá, no me importó la vergüenza que tenía, no me importó la quemadura en mi cara debido a la vergüenza, no importó nada, y busqué con rapidez y torpeza los dólares que tenía en algunos de los cuatros bolsillos de mis jeans. Por más que rebusqué en cada uno, de forma rápida, no los encontré. Quería saber. Quería sentir. Lo más probable es que el stripper haya notado la decepción por no encontrar los dólares en mis ojos. No obstante, algo extraño ocurrió:
El stripper que me estaba bailando tomó mi mano con algo de brusquedad y la metió por dentro de sus cortos pantalones. Abrí los ojos, asombrada, jadeante. La palma de mi mano no llegó a sentir más que un poco de vello púbico.
Elevé la mirada a la de él, mientras este, con otras letras de música, se seguía moviendo, sonriendo con malicia y perversión, y al nuestros ojos conectarse supe que lo que interpretó al instante, sin emitir una sola palabra a través de sus labios: "¿Me la acabas de entrar tú, o termino de entrarla yo?
No elegí ninguna, las iris de mis ojos se quedaron enfocados en las de él, y justo cuando la música repitió el coro, el de pelo azabache y figura griega entró mi mano al completo dentro de sus pantalones.
Y lo sentí.
Solté un gemido.
Sentí algo al yo, sin querer, apretar dentro los pantalones.
Aprecié miles de sensaciones dentro de mí: Frio, calor, temblor, suspiros, respiros ahogados, tragos de salivas constantes, flaqueo de piernas, nerviosismo, creo que hasta mareos.
Abrí la boca y creí que me iba a ahogar con mis propias bocanadas de aire, entre mis propias salivas.
Y no sé si tenía que agradecer o maldecir porque la música se había acabado, con un baile épico y un perfil de los stripper mucho más épico.
El stripper, antes de irse y yo sacar mi mano me guiñó un ojo, coqueto.
Mierda.
No.
¡Doble mierda!