El Stripper (+18)
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Capítulo 3 Capitulo dos

Capítulo 2

"Mi ángel sexy salvador"

-¿Y ya encontraste el dinero? -preguntó Triza, una de las chicas que conformaba el combo de las que son mis amigas personales, así como mejores amigas.

"Ese jodido dinero que busqué y busqué, pero sin el de todos modos lo logré"

-Sí, nena -le respondí a la chica -, gracias por preguntar -le termino diciendo mientras recogía los vasos que estaban tirados por todo el lugar del club, desordenados -. Ya estaba yo más que asustada con miedo de irme caminando hasta casa -comenté.

-No importa, yo te lo pagaba -informó Amy, caminando por mi lado mientras que en ese mismo instante me dio un golpe en los hombros -. Para eso estamos.

Le sonreí.

-De verdad que esta fiesta fue más que sorprendente -opiné entre risillas divertida, haciendo un pequeño resumen rápido de lo que pasé con el stripper -. Nunca me esperé esto, a decir verdad. Me encantó.

-¿De verdad te gustó? -preguntó Amy, del otro lado. -Eli y yo duramos mucho tiempo preparando -expuso.

Miré a Triza, quien rodó los ojos al ella no escuchar su mención. Para molestarla más, sonreí y pregunte:

-¿Y qué hizo Triza acá entonces? -la mencionada me miró y me sacó la lengua, divertida. Estaba por el escenario recogiendo algunas botellas y vasos.

-Quejarse -atacó Eli, soltando risas divertida -. Triza siendo Triza.

Varias carcajadas abandonaron nuestras bocas mientras que Triza fingía un mohín de enojo.

Quedamos en silencio por unos segundos mientras continuábamos recogiendo las cosas del club para dejarlo impecable, de esa manera no tenía yo que venir mañana u otro día a limpiarlo. Triza se ofreció como atributo a ayudarme, más sin embargo no quería volver para acá, así que mejor aprovecho a las chicas ahora.

Después de todo, al menos sé que papá no se dará cuenta de lo que utilizamos ya que Amy y las demás se encargaron de comprar bebidas en otro lugar para así no poder tomar la del club, me quieren tanto que saben que si ellas hacían eso, mi cuerpo, "accidentalmente" podría aparecer en la morgue media hora después de mi padre llegar, aunque tomé el riesgo ya que yo ayudé con cuatros botellas de vodka y vino blanco para animarnos más.

-Oye... -habló Amy, interrumpiendo el silencio. Su tono de voz me indicó a que no iba a decir algo para nada bueno -¿Y el stripper que te tocó? ¿Acaso tenía algo...? -preguntó la rubia entre un canturreo divertido y a la vez picaron, alzando y bajando las cejas consecutivamente, no terminó de soltar su pregunta, dejó la última palabra en el aire ya que sabíamos perfectamente qué iba a decir.

Supe que mis mejillas se tornaron rojas en el momento que sentí como me ardían. Quería contarles todo lo que llegué a agarrar -sin querer-, pero supe que si lo hacía me iban a molestar con eso durante seis o siete meses, o quizás hasta un año. Conozco bien a mis amigas. Así que decidí por negarlo todo.

-Por favor, chicas, obvio que no llegué a sentir nada -mentí, llevando las yema de dos de mis dedos a un mechón de cabello que caía por mi oreja, escondiéndome este por detrás.

-¿La tenía chiquita? -vociferó. Me di media vuelta y noté como los ojos de Eli estaban enfocados en mí -¡Porque, joder, ese tío que te tocó a ti estaba...! -chilló Eli, del otro lado, creando gestos con sus manos y caras extrañas en su cara.

-No sé, no sé, pero creo que sí tenía algo bastante obeso ahí abajo -comenté, a lo bajo, evitando reír.

Todas mis amigas soltaron una risita vuelta un chillido.

-Escuché que Kevin le quería pagar al stripper que le bailó para que le haga uno al privado, el de ojos grises -informó Amy entre risas. Todos reímos ante el comentario, me imaginé una escena de Kevin corriendo tras el sexy stripper y casi implorándole de que vendería su costoso carro por un baile de esos que daba.

-De seguro lo consigue -dijo Eli, simple, levantando los hombros -. Total, esas personas hacen eso, ¿no? Son como... prostitutos, bajo la fachada de strippers -musitó, en voz baja. Por instinto, mi cabeza repasó lo que mi amiga había dicho, y tiene razón en algunos sentidos.

-Eso es lo que son, Eli -opinó Triza, obvia. El tono de voz en que habló la denotó -. Si se dejan tocar y manosear de esa manera, incluso, dejar que le metan la mano hasta el fondo -mi amiga hizo síntesis en la última palabra, luego prosiguió hablando -: ¿Qué les cuesta acostarse con una chica sólo por dinero? -creí que había terminado de hablar debido a la pausa que hizo. No obstante, continuó, esta vez con un tono de voz restándole importancia -Además, todo eso está muy poco valorado, las personas a ellos no los juzgan, pues si fuera una mujer que lo hiciera, la sociedad la tachan de todo, le sienten asco y más, y a un hombre, en cambio, lo glorifican y lo idolatran -argumentó -. Creo que cada quien decide qué hacer con su vida y su cuerpo.

El debate entre mis amigas y yo, mientras no dejábamos de recoger los utensilios, pareció un poco interesante. No opté por decir nada, no soy de opinar mucho, más sin embargo, Amy agregó, para finalizarlo:

-Bueno, vale -gesticuló con sus manos -. Creo que todos no son iguales, supongo -admitió -. Existen strippers que sólo bailan, según he visto en las películas y he leído en libros, y pues que todos se acostumbran a que lo tachen como ustedes -señaló a las demás, excepto a mí -, lo están haciendo. No es bueno juzgar, y eso, yo sólo opino, eh, no es que vayamos a crear la tercera guerra mundial.

El silencio reinó entre nosotras después de los comentarios.

Los minutos pasaron de forma rápida, y mis amigas, quienes eran las únicas que estaban ayudándome a recoger un poco el lugar ya que todos los demás invitados, incluyendo los strippers, se fueron, dejando todo patas arriba, comenzaron a introducirse en otro tema el cual les pareció interesante, y realmente los temas de Eli son interesante, pues no contaba un chisme de que los vecinos que estaban frente a su casa discutieron y pelearon porque hubo una infidelidad.

Ya cuando todo estaba mucho mejor arreglado las chicas optaron por irse, la mayoría confesó estar muy cansada y que apenas ellas lleguen a casa se iban a lanzar en su cama sin tan siquiera bañarse. No les dije nada a ellas de eso por la razón de que yo haré lo mismo. Siento que mi cuerpo va a caer en el suelo.

-Nos vemos mañana, Amy -me despedí de la última amiga que salió del club, elevando la mano y sacudiéndola varias veces. Amy hizo lo mismo y se subió en un taxi que pasó cerca.

-¿En serio vas a estar bien? -preguntó desde dentro, a través de la ventanilla del auto amarillo con varios puntos rojos, dejando entender cuál era su trabajo.

-Sí, Amy, estaré bien -rodé los ojos mientras aún estaba recostada en la puerta de entrada del club -. Sólo arreglo unas cosillas y ya, casi termino.

-Nos pediste a las chicas y a mí que todo ya estaba arreglado -ladró.

-Sí, lo está -intenté sonar resignada -. No es nada de qué preocuparse, usted váyase tranquilita.

Vi desde lejos como la rubia rodó los ojos y le dijo algo al taxi, supuse que fue: "arranca" por la razón de que este ejerció su recorrido. Amy me dio una última mirada y me lanzó un beso. Yo, sonriente, le lancé otro. Ya cuando el taxi se marchó me di media vuelta y comencé a arreglar unas sillas que estaban desordenadas. No me costó ni tan siquiera cinco minutos hacerlo, pues después de ello, solté un suspiro, lista para irme.

Tomé mi mochila que estaba detrás del pasamano de la licorería, y me la coloqué en la espalda, acomodándomela. Agarré mi celular, lo encendí por el botón que deba el acceso a encenderlo y vi la hora: 03:36 am.

Estaba tarde. Muy tarde, diría yo. Al menos mis padres no estaban en casa porque si eso hubiese pasado me gano un montón de reclamos por parte de ambos. No soy chica de salir hasta tarde de la noche, y menos de que me den el permiso para hacerlo. De hecho, le dije a papá que iba a ver una película con mis amigas, pues esa mentira fue las que ellas me dijeron, más sin embargo me regalaron una noche bastante loca.

Ya con la mochila puesta en mis hombros, bajándome por la espalda, tomé el montón de llaves que estaba pegada en la pared, siendo sostenida por un clavillo fino y la tiré hacía arriba, atrapándola al instante, con gran talento.

Transité hasta la salida del club nocturno y detrás de mí cerré la puerta con las llaves, asegurándome de que esté muy bien asegurada, porque si se llega a meter un ladrón aquí, o al menos papá se da cuenta de que yo estuve aquí y crearon una fiesta con strippers que volvió a todos y todas completamente calientes, juro que decide venderme por la Deep Web porque él asegura este club con su vida y lo ama como tal. Ya al yo asegurarme de que la puerta esté cerrada, giré sobre mis talones, solté un suspiro; inflando mi pecho, y opté por empezar a caminar con la esperanza de encontrar un taxi a estas horas de la madrugada.

El aire frio del ambiente chocaba con mi cuerpo con gran fuerza, haciendo que me abrace con mis propios brazos.

Solté varios suspiros con la boca y al hacerlo veía un humillo salí por la misma, con mis labios fríos, a punto de congelarse. El alrededor estaba oscuro. Las casas más cercanas tenían las bombillas apagadas y otras la tenían encendida solo por dentro, hasta llegué a notar una figura masculina dentro de su propia casa, después, la bombilla amarilla se apagó.

La ciudad estaba a oscuras. El foco de un poste de luz parpadeaba entre las alturas por el lugar que yo caminaba, dándole al ambiente un aire de terror, misterioso. Caminaba de manera apresurada por la acera. Ya había doblado varias calles, estaba lejos del club.

-Joder, ¿y si llamo un Uber?

No sé si dije esas palabras a través de mis labios o mentalmente, pero decidí hacer eso, así que saqué mi celular de unos de los bolsillos de mis jeans, encendiéndolo al instante. El brillo intenso del mismo hizo que entrecierre los ojos.

Me paré en la acera para así poder entrar a Google y pedir un Uber a través de un extraño link que hay en dicha aplicación, justo cuando voy a apretar la opción de llamar, escucho algo por detrás de mí.

>>Crash.

Levanté la mirada con gran rapidez al escuchar un sonido cerca de mí que no fue emitido mí misma.

Mi corazón empezó a palpitar con gran fuerza y mi método de respiración incrementó. Iba a guardar el celular en mis bolsillos mientras veía el alrededor, asustada, pero una extraña voz lo evitó, haciendo que entre en pánico:

-Dame el celular, belleza.

Ahora sí que me faltó la respiración. Me giré hacia atrás y vi a dos hombres detrás de mí. No pude captar ninguna facción de sus rostros ya que cada uno de ellos llevaba puesto en la cara un pañuelo de color negro, cubriéndolo, dejando a la vista tan sólo sus ojos, cosa que, relativamente, no le presté atención debido a la turbación y el pasmo que sentía.

-¿Q-qué? -tartamudeé, con miedo. Apagué el celular, con la intención de meterlo en mi bolsillo.

La lengua se me enredó y el miedo me consumió por completo, corriendo por mi cuerpo como si fuese una corriente eléctrica, atravesando todas mis venas.

-Que me des el pu*to teléfono, mocosa -ordenó uno de los dos hombres, en tono ronco. Fue el mismo que me lo pidió antes. El otro se quedó observando desde su sitio hacia los lados.

-Pero... pero... pero ustedes... ustedes no han comprado... comprado teléfono -balbuceé cada palabra, aún con miedo. No sé de dónde me salió esa valentía para decir aquello, creo que el alcohol si había afectado mi cerebro.

Tragué saliva en el momento que vi a través de sus ojos el semblante que puso el hombre que me ordenó a que le diera la mitad de mi vida; mi celular.

-Puta mocosa -gruñó el otro y sacó desde la parte delantera de su pantalón una navaja. Supe que era una en el momento que dio un salto hasta mí y presionó algún tipo de botón y de esta, escuché el sonido que ejerció, y se salió el filo, se le veía el color plateado.

Creí que me iba a morir. Intenté echarme a correr para salvar mi vida pero el otro hombre que se encargó de solo mirar a los lados me tomó del pelo cuando intenté huir y me arrastró con fuerza hacía atrás, tumbándome en el piso. El golpe al impactar mi cuerpo dolió, quise levantarme, no obstante, fue imposible debido al golpe.

De manera torpe, quise huir arrastrándome en la carretera, pero en el primer intento el mismo hombre de la navaja me tomó por el cabello y me levantó con ayuda de éstos.

-¡Ah! -emití un chillido ahogado cuando ya estaba de pie. Estribé la cabeza hacia atrás.

-Dame el celular.

-¡No! -chillé. -Suelta.

El hombre forcejeaba conmigo de manera fuerte.

Intenté defenderme lo más que pude -no gran cosa-, pues volví a caer en la acera, pero logré levantarme de esta segundos después, aunque fue un gran error ya que el mismo hombre que tenía la navaja le dio utilidad puesto a que me colocó en el costado la punta fría del objeto afilado y no me dio tiempo a correr.

-Ahora sí, maldita pu*ta, te dije que me des el teléfono.

Me susurró el hombre al oído, en tono feroz, fuerte, mientras que apretó la navaja en mi costado.

Las piernas me flaquearon en ese momento y de mis ojos salieron lágrimas saladas al sentir eso. No me quedó otra opción.

-Por... por... por favor... lleve... lleve... llévese el celular, tenga.

Emití, en un hilillo de voz que supuse que no se lograrían entender ni escuchar debido a lo bajo que lo dije, pero el hombre de la navaja lo escuchó ya que farfulló:

-Te dejé esa opción, mocosa.

Sentí asco en ese momento y quería vomitar, ya sentía las arcadas subir por mi garganta del miedo. Las lágrimas salían más como torrentes. Creí poder defenderme, pero no podía, sabía que cualquier cosa que yo llegue a hacer, cualquier tipo de movimiento, la navaja se iba a incrustar en el lugar donde estaba presionada y ya no la contaba.

Pero entonces no escuché ni sentí nada detrás de mí, ya no sentí el frío de la navaja en el lugar que antes estaba, tan poco el calor del hombre, ni su voz, ni su respiración en mi cuello.

Me quedé allí, parada unos segundos, no sabía qué hacer. Escuché unos golpes secos y tras eso, otros golpes más fuertes impactando el suelo. Por mi mente pasaron todas las ideas malas de mundo, pero todo eso se quitó de mi cabeza en segundos.

Por instinto, miré hacia atrás y fue donde noté a mi ángel de la guarda. Quien atacó con una gigante roca -la veía apretada entre sus manos- a los maleantes, quienes estaban en el suelo.

-¿Estás bien? -preguntó, la voz denotó que era un hombre.

Se acercó más a mí, saliendo de la oscuridad, y pude reconocer ese perfecto rostro moldeado por puros dioses griegos: El stripper que antes me bailó. Ahora no sentía tanto miedo.

El que me bailó era quien me había salvado. Recordar ese suceso, de la mano dentro de ese lugar, me dio un poco de vergüenza. Sentí mis mejillas arder, apenada, pero tenía aun miedo por lo de hace unos segundos.

-¿Estás bien? -susurró el hombre, otra vez, acercándose a mí y soltando la grande piedra que tenía en sus manos. Noté índices de sangre en ésta.

-Sí... -le respondí, en un balbuceo, alterné la mirada entre él y los hombres en el suelo. Me acerqué al stripper y, sin pensarlo dos veces, lo abracé. Su colonia masculina frotaba desde su ropa, aunque en ella llevaba un conjunto de sudor.

-Lo siento.

Murmuré, apartándome de él después. Necesitaba ese abrazo. Estaba nerviosa, no sentía del todo a mis piernas.

-Descuida-murmuró -. Todo está bien ya, ¿okey?

Uno de los rateros intentó levantarse del piso, pero el stripper, con cuerpo verdaderamente hot, le dio una patada con gran fuerza en el vientre, a ambos. Estos gimieron de dolor y soltaron varias arcadas, después quedaron tendido en la calle, sin moverse.

Al no verlos mover, me puse nerviosa.

-¿Estarán muertos? -pregunté entre un susurro, preocupada.

-No -respondió, viendo los cuerpos -, le di en una arteria de la nuca que lo dejará inconscientes y sin poder levantarse por unas largas horas a ambos.

Asentí ante aquello, un poco aliviada.

-¿Llamamos a la policía? -pregunté, en un hilo de voz, caminando hasta su dirección. Era obvio que debíamos de hacerlo.

El stripper me escaneó de arriba abajo y vio mi estado:

Pelo completamente desorganizado, junto con unas tiras de mi blusa rota.

-Sí, vamos a llamarla, pero antes vamos a hacer algo que siempre quise hacer.

Una sonrisa maligna se colocó en su rostro, no me gustó para nada esa actitud. Y en este shock que tenía yo, menos.

-¿Qué harás? -le pregunté, curiosa.

-Voy a desnudarlos y que se lo lleven así mismo a la estación.

Lo miré, ceñuda, confundida.

-¿Qué? -arqueé las cejas.

-Lo que oíste -se burló -. Siempre fue mis sueños para que pasen una muy buena vergüenza en el camino. No sabes cuánto odio a esas personas que deciden robarle al que trabaja.

Y fue así como en cuestión de unos cortos segundos él había hecho lo que me dijo, y la ropa que le había quitado la lanzó a un bote de basura que quedaba lejos del lugar, casi llegando al club.

Ah, pues sí, estábamos en camino al club ya que le pedí que me acompañara porque no iba a ir a casa sola, que estaba muy lejos y no ha pasado un taxi, le dije que quería tomar un Uber y él me contó que esos tampoco eran 100% confiable. Otra de las razones por la cual íbamos camino al sitio es porque al stripper se le había quedado unos trajes allá y que tendría que utilizarlo mañana en la noche, así que lo más probable es que no iba a poder venir en la mañana porque no sabía si el club iba a estar abierto, cosa que era cierta, pues papá no está y es él quien maneja el club.

-¿Ya estás mejor? -preguntó el stripper, mirando hacia delante mientras caminábamos por la solitaria calle, a tan solo unos metros para llegar al club. Lo veíamos de lejos, estábamos cerca. Le miré por el rabillo del ojo, seguía con la mirada hacía el frente, serio.

-Sí -le respondí, con mi respiración aún más calmada -. Muchísimas gracias por lo que hiciste, créeme que no sabía qué hacer en ese momento. Me sentí inútil. No sé ni cómo pagarte, la verdad.

-No, no importa, no hay de qué, ayudaría a cualquiera en esa situación. -Habló, tranquilo, mientras que una sonrisa se plasmó en su perfecto rostro.

-De verdad, muchísimas gracias.

(***)

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