Contrato de amor: Un juego de seducción
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Capítulo 2 Fuente de agua

* * * * * * * HOPE STEVEN * * * * * * * * *

«Mierda», preciso en silencio al ver, de forma incrédula, a la mujer dentro de la pileta del parque. A la mujer que yo había tirado (tenía que aclarar).

-Señorita -le digo preocupado al reaccionar; y así, acercarme a ella para ayudarla a levantarse-. ¿Está bien? ¿Se lastimó? -le pregunto al tomar una de sus manos, la cual acepta sin resistencia alguna (lo cual me sorprende, ya que cualquier mujer estaría furiosa si un desconocido la tira a la fuente de agua de un parque, en el que hay mucha gente, y arruina su ropa).

-Dios -sisea suavemente al ponerse de pie con mi ayuda.

Inmediatamente después, se suelta de mi agarre y empieza a sacudir sus manos hacia sus costados como si con ello fuese a lograr des empaparse del agua.

-Señorita -le hablo una vez más, pero esta no me hace caso; solo se dedica a mirarse completa y, cuando hace ello, suelta una pesada respiración.

«Bien, aquí viene el reclamo», me digo al tiempo en que espero que aquella empezara a gritarme.

«Me lo merezco», añado en mi mente mientras sigo esperando, pero nada, la mujer no articula una sola palabra en mi contra.

Aquella solo se queda mirándome atentamente y yo... yo a ella.

-Señorita, la ayudo -interviene un hombre al tiempo en que toma una mano de la desconocida y ayuda a sacarla de la fuente.

«¡Carajo! ¡Reacciona, Steven!», me reclamo en silencio.

-Perdón yo... -trato de hablar, pero...

-Gracias -dice la mujer al dirigirse al hombre que la había ayudado.

-¿Desea que la ayude con algo más? -le pregunta él al mirarla fijamente- Tal vez...

-No, no -intervengo de forma inmediata al seguir viendo a la mujer, quien era extrañamente cautivamente.

Cuando intervengo, me gano la atención tanto de la mujer como la del hombre (Este último me miraba un poco molesto).

-Yo me encargo -completo al mirar a ambos.

-No es necesario -interfiere, rápidamente, la mujer-. Yo... estoy bien -menciona demasiado serena; y aquello me extrañaba-. Vivo un poco cerca a este parque -precisa- así que...

-De ninguna manera, señorita -habla el hombre de forma tajante.

-No voy a dejar que se vaya sola a su casa así -intervengo yo al tiempo en que decido verla directamente a sus ojos.

-No es necesario; no se preocupe...

-Insisto -articulo al interrumpirla-. Tengo mi auto estacionado muy cerca de aquí y...

-No -responde de forma inmediata y tajante (lo cual me sorprende; sin embargo, al otro hombre le parece gracioso, ya que se ríe ligeramente)-. Lo siento -interviene, nuevamente la mujer al mostrarse apenada (y eso me parece muy extraño, ya que se supone que el debería disculparse soy yo)-. No debí haberle hablado así; lo lamento -menciona nuevamente.

-No... no se preocupe -contesto algo desconcertado por la actitud de la mujer.

-Bien... entonces -suspira-. Me voy -determina.

-No, no, no; claro que no -le digo-. Yo voy a llevarla a su casa -le insisto.

-Eso está bien -interviene el hombre que estaba a nuestro lado-, pero no puede ser en tu auto -me señala serio-. ¿Acaso no te das cuenta que la señorita no quiere eso? -inquiere aquel; y yo regreso mi mirada a la mujer.

-Es cierto -dice ella-, pero, en serio, no se preocupe, yo...

-Entonces iremos caminando -le propongo, pero a ella no se le ve muy convencida.

-Yo... puedo ir sola a mi casa; no se preocupe -se sigue resistiendo.

-Entonces déjeme comprarle algo de ropa para que se cambie -le pido-. Es lo mínimo que puedo hacer -agrego realmente apenado.

-Está bien -acepta ella al tiempo en que asiente con su cabeza-. Pero solo pagará la mitad -aclara con firmeza.

-No -me niego a esa idea-. Yo paga...

-No -refuta ella al no dejarme terminar de hablar-. Yo también estaba muy distraída -me explica-, así que, en parte, también es mi culpa -sentencia al soltar una suave respiración mientras yo me quedo mirándola con curiosidad.

-Bien... -escucho la voz del otro hombre-, entonces yo me retiro, señorita -le habla de forma educada a la mujer.

-Muchas gracias -le responde ella de forma gentil; y el hombre siente como parte de su respuesta y, en unos segundos, se marcha.

-Bien -tomo la palabra-, entonces vamos a una tienda -le digo.

-Vamos a la que está allá -me señala la más cercana.

-Está bien -le respondo al asentir para después disponernos a caminar hacia la tienda de ropa más cercana que habíamos divisado.

Estoy caminando al lado de la extraña mujer (porque ni siquiera sabía su nombre) hasta que vuelve a sonar mi celular. Decido sacar aquel de mi bolsillo, ya que quería saber quién era, puesto que, tal vez, podría ser Sov para decirme que, lo de hace un momento, solo se trataba de una broma de muy mal gusto.

Cuando aquella terminó de decirme que culminaba con nuestro compromiso, no lo podía creer; sin embargo, el verla correr después de decirme ello, me demostró que no estaba bromeando. Y bueno, ahora, como consecuencia de correr detrás de la mujer que amaba, había tirado a la desconocida que caminaba a mi lado a la fuente de agua

-Su celular sigue sonando -oigo la voz de la extraña y joven mujer.

-Sí, sí, perdón -le digo al tiempo en que reviso de quién se trataba.

«Paul», leo en silencio y después, guardo mi celular.

No tenía ganas de hablar de trabajo y, muy seguramente, de ello es de lo que quería hablarme.

-Oiga -me habla mujer al mirarme de forma directa.

-¿Sí? -le respondo al hacer lo mismo.

-Si tiene algo importante que hacer, no se preocupe por mí; puede ir...

-No, de ninguna manera -niego tajante al seguir observándola-. Yo lamento mucho lo que pasó...

-Y yo acepto sus disculpas; no se preocupe -precisa al interrumpirme-. Pero si realmente tiene algo importante que hacer...

-No -vuelvo a negar rotundo-. Yo la acompañaré a comprar su ropa y luego, me gustaría acompañarla a su casa.

-Eso no será necesario -responde ella de forma inmediata.

-Pues insistiré -le digo firme al encogerme, ligeramente, de hombros.

-Bueno -articula ella al tiempo en que exhala suavemente-. Si es lo que quiere hacer...

-Sí, es lo que quiero -contesto en el acto al fijar mi mirada en ella; y aquella sonríe un tanto divertida.

-Está bien -es lo que articula al rendirse.

Después de ese cruce de palabras, entramos a la tienda de ropa. Ahí, la joven mujer escogió un polo básico, un jogger muy parecido al que estaba usando, así como un par de medias y zapatillas. Luego, se fue hacia la zona de vestidores para cambiarse de ropa.

Mientras ella se estaba cambiando, yo aproveché en sacar mi móvil para llamar a Sov; teníamos que hablar, sobre todo porque ella solo dijo que el compromiso se rompía sin explicación alguna demás. Voy a mi agenda del celular y busco su contacto para marcarle. Cuando lo hago, llevo mi móvil a mi oído y me alejo un poco del área de caja.

«No contesta», preciso en mi mente cuando el celular llevaba unos segundos timbrando hasta que se hace oír la contestadora. Cuando sucede ello, cuelgo de inmediato y vuelvo a intentar.

«Contesta, Sov», pido en silencio, pero me llevo una gran sorpresa cuando mi móvil me manda directo a su casilla de voz.

«Lo apagó», sentencio en miente al tiempo en que decido no insistir más y guardar mi celular.

No entendía por qué había hecho tal cosa; pensé que nuestra relación iba bien, pero tal parece que me equivoqué.

«Tal parece, no. Te equivocaste», interviene mi subconsciente al tiempo en que exhalo de manera pesada.

-Tarjeta -escucho, de pronto, la voz de la mujer con la que estaba y, de inmediato, me giro de nuevo hacia caja para así, encontrarme con la imagen de ella entregando su tarjeta; así como las etiquetas de cada prenda.

-No, no, no -intervengo rápidamente al ir hacia ella y tomar, ligeramente, su brazo para que no pagara.

-Dijimos mitad, mitad -le recuerdo; y ella sonríe un tanto incómoda.

-No es necesario...

-Por favor, no haga esto -le pido al mirarla fijamente; y ella también hace lo mismo: me mira.

-Está bien -accede después de unos segundos; y, ene se momento, decido dejar de sujetar su brazo-. Lo lamento -añade; y aquello me hace sonreír.

-Se apena por cualquier cosa -le digo al tiempo en que saco mi billetera para buscar una de mis tarjetas y entregársela a la señorita de caja-. Cóbrese de aquí la mitad -le pido con cortesía a la mujer que se encargaba de los cobros; y ella asiente sonriente.

Después de realizar el pago, la mujer y yo decidimos salir del lugar.

-Un momento -menciona la extraña al empezar a caminar hacia un mostrador lleno de turbantes; y yo la sigo detrás.

-¿También quiere uno de esos? -le pregunto; y ella sonríe al mirar uno en especial.

-Sí... -susurra al mirar con admiración un turbante bastante peculiar- me llevaré este -sentencia sonriente al seguir mirando el accesorio para después tomarlo y, sin perder el tiempo, llevarlo a caja para que realice el pago.

Luego de pagar por aquel, se dirige al espejo que había en la tienda y empieza a soltarse el moño que había hecho con su cabello (razón por la cual aquel no llegó a mojarse mucho o casi nada). Me quedo observando, de forma atenta, cómo empieza a desatárselo hasta que me que completamente impresionado con el largo de aquel, así como lo bonito que era.

«Qué hermoso», preciso en mi mente al ver cómo caía aquel y luego, por instinto, me concentro en toda la imagen de la mujer y... sonrío.

Aquella parecía ser una persona bastante tranquila, serena, relajada y, en cuanto a su forma de vestir, pues también gritaba lo mismo.

«Muy distinta a las mujeres que conozco», menciono en mi mente al seguir observándola.

-Listo -articula ella al mirar su reflejo para después llevar una de sus manos a su turbante y suspirar-... bonito -murmura al verlo y luego, se gira hacia mí nuevamente.

«Sí, es hermosa», preciso sin siquiera pensarlo; y aquello me toma por sorpresa.

-¿Lista? -le pregunto al verla; y ella asiente.

-Sí, vamos -indica y, luego de ello, salimos de la tienda.

            
            

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