Capítulo 4 Decírselo

* * * * * * * * * * HOPE STEVEN * * * * * * * * * * *

-Y así es como mis padres decidieron llamarme "Jaded" -me dice mientras seguimos yendo rumbo hacia el edificio en el que vivía.

La mujer y yo llevábamos casi cuarenta y cinco largos minutos caminando; sin embargo, el camino no había sido para nada aburrido, ya que me entretuvo contándome la historia del cómo la nombraron "Jaded", pero, más allá de la historia, creo que su manera de contar era muy divertida. Me pude dar cuenta de que la mujer era bastante serena y transmitía mucha tranquilidad (ya casi se me había olvidado porque decidí correr como loco por el parque). Era una joven muy... especial de por sí; creo que cualquiera podía sentirse cómodo a su lado (así como me estaba sintiendo yo).

-Como se pudo haber dado cuenta -menciona al mirarme alegre-, más allá del cómo se originó el nombre, es por el hecho de que mis padres pasaron tres meses enteros -enfatiza en el número- haciendo retos entre ellos para decidir si llamarme "Jaded" o "Esperanza" -señala; y, cuando dice eso, se roba toda mi atención.

-¿Esperanza? -pregunto curioso al mirarla fijamente.

-Sí, Esperanza -me confirma-. "Hope" en inglés" -añade-. La verdad es que, si ganaba mi papá, aquel iba a decidir ponerme "Esperanza" en cualquier idioma -puntualiza-. Incluso, si quería, podía hacerlo en noruego -indica divertida; y yo me río.

-Håp -pronuncio yo.

-Sí, Håp -responde ella al observarme atenta-. ¿Sabe noruego? -interroga curiosa; y yo sonrío.

-Pasé cuatro años en Noruega -le informo-. Desde los doce hasta los dieciséis años -especifico; y ella sonríe.

-Dicen que Noruega es un país hermoso -señala en un susurro muy suave.

-Sí, así es -le confirmo.

-¿Y vio las auroras boreales?

-Sí, siempre iba a observarlas junto a mi padre -le señalo.

-Qué hermoso -expresa en medio de un suspiro.

-¿Le gustan mucho? -interrogo al ver sus ojos brillar de emoción, lo cual me parecía muy tierno.

-Sí -contesta sonriente-, tuve la oportunidad de ir a Canadá y observarlas -me comenta-. Fue una experiencia... mágica -lo describe con cierto ápice de entusiasmo.

-Sí, lo son -acepto al seguir caminando a su lado.

-Gracias -menciona de pronto; y eso hace que yo me gire a verla un poco extrañado.

-¿Y eso por qué? -le pregunto con mucha curiosidad al fruncir mi entrecejo levemente.

-Porque... -exhala con suavidad-, para ser totalmente sincera con usted y conmigo también, no me sentía bien -reconoce al regresar su mirada hacia el frente para dejar de mirarme.

-Lamento haber sido muy imprudente...

-No, no, no -se apresura en contestar y refutar-. Usted tenía toda la razón -señala- y, más allá de si fue imprudente o no, agradezco mucho que insistiera en acompañarme -manifiesta, al parecer, muy sincera-. La verdad es que, necesitaba distraerme -añade; y yo sonrío-. Gracias por eso -susurra finalmente.

-Yo también quiero agradecerle -menciono de improviso; y me puedo dar cuenta de que mis palabras la sorprenden.

-¿Por qué? -indaga un tanto insegura, lo cual me hace sonreír.

-Porque yo tampoco me sentía bien -decido ser sincero con "Jaded" (quien, a pesar de conocer su nombre, no dejaba de ser una extraña para mí; así como yo para ella)-. De hecho, estaba corriendo para alcanzar a alguien -le digo de repente, ya que no tenía planeado hacerlo.

-¿A quién? -cuestiona curiosa mientras me mira.

-Bueno... -respiro profundamente- a pesar de saber su nombre... -alargo-, usted sigue siendo, para mí, una extraña -sentencio; y aquella sonríe-, así que supongo que no me la volveré a cruzar o ver -agrego; y ella sonríe mucho más-. Entonces..., le voy a contar lo que me pasó -sentencio; y, con ello, logro que la joven mujer me mire con mucha más curiosidad.

-Por si acaso, no lo estoy presionando -menciona ella, de manera divertida; y yo sonrío.

-Lo hago por mi propia voluntad -determino sonriente (y ella me corresponde de la misma manera).

-¿Qué le pasó? -pregunta serena.

-Pues... mi prometida acaba de romper nuestro compromiso -suelto sin tapujo alguno; y ella se queda estática; deja de caminar.

-¿Qué? -sisea entre sorprendida y... apenada.

-Lo siento mucho, no debí haber preguntado eso...

-Tranquila, no se preocupe -le solicito-. Recuerde que fui yo el que decidió contárselo -le digo gentil y decido sonreírle para que se despreocupara.

-Sé lo que se siente -menciona de pronto; y aquello me hace fruncir mi ceño.

-¿Cómo?

-Bueno... no en realidad -se muestra pensativa-, porque no he estado comprometida nunca -señala, pero sin mirarme (parece como si hablara más consigo misma que para mí)-. De hecho, nunca he estado en una relación -sonríe divertida-, así que no sé cómo es que se siente y... -alarga- sí -menciona de la nada-. Creo que no -agrega al seguir hablando para sí y aquello me parecía un poco (por no decir muy) extraño-. No, definitivamente, no -sentencia al regresar su mirada a mí; y yo la miro un poco desconcertado y... divertido-. No sé lo que se siente -me dice al mirarme fijamente y sonreírme.

-¿Nunca ha estado en una relación? -articulo de forma repentina sin pensarlo ni siquiera por un instante.

-Ah... -sonríe un tanto apenada- no -añade para después, regresar su mirada al frente.

-Entonces... -alargo mientras la sigo mirando de manera curiosa- ¿por qué dijo que sabía cómo se sentía? -interrogo interesado.

-Bueno... -suspira mientras se gira hacia mí y me ve-, como le acabo de decir, no sé cómo se siente -me señala-. Nunca he estado en una relación, así que, mucho menos, comprometida -puntualiza-, pero sí cometí el error de enamorarme de mi mejor amigo -me cuenta.

-¿Error? -cuestiono curioso.

-Sí, error -contesta relajada-. Llevo enamorada de mi mejor amigo muchos años y nunca he tenido las agallas suficientes para confesárselo -me dice-. Y hoy, en nuestra práctica de piano, le dije que buscara a la mujer que le gusta y se lo confesara -me informa; y puedo notar cómo aquella sonríe de manera triste-. Y él, muy a diferencia de mí, sí lo hizo -agrega-. Y ya está en una relación con ella -menciona del mismo modo-. No es que no me sienta feliz por él -indica-. De hecho, sí lo estoy porque a él se le ve, realmente, muy enamorado -precisa-. Nunca lo había visto sí; la chica es especial y lo hace feliz -añade-, pero no por ello puedo dejar de sentirme un poco... triste -susurra la última palabra como si estuviese sintiendo culpa de sentirse así-. Y eso no me gusta -manifiesta.

-¿Por qué? -me apresuro en preguntar.

-Porque se supone que, si mi amor es verdadero, tengo que sentirme cien por ciento feliz por él -señala muy firme y, cuando dice eso, me río un poco de manera ligera.

-Eso no es cierto -determino muy firme.

-¿Qué? -pregunta ella al mirarme con una ceja arqueada.

-Que eso no es cierto -le repito-. Creo que lo más natural es que usted se sienta así -le señalo-. Lo extraño sería que no lo estuviera -añado.

-¿Usted cree? -me pregunta insegura.

-Estoy muy seguro de lo que digo y afirmo, Jaded -le digo-. Te puedo llamar Jaded, ¿cierto?

-Sí, claro -responde sonriente.

-¿Y sabes qué más creo? -le digo al mirarla a sus ojos oscuros.

-¿Qué? -articula en medio de un susurro.

-Creo que, independientemente de si su mejor amigo esté o no en una relación, debería decírselo -sentencio con mucha firmeza y, aquello, provoca que la mujer me mire... aterrada.