Capítulo 4 Deberías beber

Franklyn hizo una mueca, con los ojos llenos de indiferencia y crueldad. Su abuelo y su padre murieron cuando él era joven, por lo que prácticamente fue criado por su abuela, Gina Pierce. Fue ella quien lo metió en el mundo de los negocios, enseñándolo desde muy pequeño y, aunque apenas tenía unos treinta años, llevaba más de una década en el ramo empresarial. Por eso, años de tratos perfeccionaron su aura hasta convertirla en una fuerza aguda y opresiva.

"Olvida su dimisión. Aprobaré su solicitud de traslado, pero no a Canadá. La Corporación Fortaleza de Irieding necesita un director general. Pídele al departamento de recursos humanos que le informe de que se presente en su nuevo puesto el próximo lunes".

La situación era muy delicada ahora, así que lo mejor para Cassidy era solo dejar este lugar, ¡pero nadie podía abandonarlo sin su permiso!

Unos minutos más tarde, Cassidy vio que las noticias sobre ella y Franklyn ya no aparecían en Internet. Al parecer, el jefazo tomó cartas en el asunto, lo que la hizo respirar aliviada. Cuando Emely volvió a entrar en su despacho, ella parecía ya por completo tranquila, como si no hubiera pasado nada.

"Señorita Wright, el auto está listo", informó la recién llegada.

La joven asintió, tomó su bolso y se levantó para salir. Pero nada más ver los ojos preocupados de Emely, se detuvo.

Sabía lo que le preocupaba a su asistente, así que le sonrió y dijo: "Tranquila. Alguien tan solo me tomó una foto con el señor Pierce e hizo que pareciera que teníamos una aventura".

Al oír esto, Emely respiró aliviada y sonrió radiante, volviendo a su habitual talante burbujeante. "Sabía que no eras ese tipo de persona".

La otra también sonrió, aunque su pecho se llenó de burda amargura.

Las dos bajaron las escaleras, y nada más llegar a la entrada vieron el vehículo de la empresa que las esperaba. Cuando llegaron al restaurante, el representante de compras de Empresas de Vanguardia las esperaba en la habitación privada que reservaron.

Alfred Russell era un hombre calvo y panzón de unos cuarenta años. A primera vista se le notaba lo grasiento que estaba.

En la mesa, frente a él, se veían todo tipo de botellas de vino y whisky.

Cassidy y Emely intercambiaron miradas recelosas, sabiendo que aquel hombre no sería fácil de tratar.

"Señor Russell, siento llegar tarde. No me he sentido bien estos días, así que no puedo beber. Pero permítame proponerle un brindis con té en vez de alcohol".

Cassidy se inventó una excusa para rechazar las bebidas que tenía delante, dando a entender que estaba con la regla y no podía beber alcohol.

"Señorita Wright, parece que no es lo bastante sincera". Alfred le sonrió con astucia.

Ella le devolvió la sonrisa, pero sus ojos carecían de calidez. "Señor Russell, ¡debe estar bromeando! Nuestra empresa es de lo más sincera. Llevamos más de medio año esperando para verlo, y me honra que por fin haya querido reunirse con nosotras hoy".

"En ese caso, deberías beber", dijo Alfred sombríamente, sirviendo tres copas de vino delante de ella.

La muchacha ya no podía rechazarlo. Los resultados de ventas del departamento aún no alcanzaban su objetivo trimestral, por lo que el pedido de Empresas de Vanguardia era muy importante. Si volvía a negarse, los perdería como clientes.

Tras un momento de vacilación, la muchacha se armó de valor y se bebió las tres copas de vino seguidas. Aunque las copas no eran grandes, se sintió un poco mareada después de beber con el estómago vacío.

La expresión de Alfred se suavizó al ver que se terminaba el vino, y una sonrisa apareció en su rostro grasiento.

"Por cierto, dejé los documentos que traje en el auto. Por favor, ve al estacionamiento y tráemelos", ordenó Alfred a Emely.

Tras decirle el número de matrícula, le arrojó las llaves.

Emely se molestó un poco, porque era la ayudante de Cassidy, no la de él.

Y lo más importante, no era apropiado que dejara a Cassidy a solas con aquel hombre de mediana edad. Cuando estaba a punto de negarse, su jefa le hizo un gesto con la cabeza, indicándole que estaría bien. Después de todo, Emely era la única que podía hacer recados para Alfred aquí.

"De acuerdo, ahora vuelvo, señor Russell".

Se levantó y se fue rápidamente.

"Señor Russell, este es el contrato que redactamos. Revíselo. Si tiene alguna duda, siempre podemos negociar". Cassidy sacó el contrato de su bolso y se lo entregó a Alfred, pero este lo desechó sin siquiera echarle un vistazo.

"Señorita Wright, ¿a qué viene tanta prisa?". Mientras hablaba, se levantó y se sentó junto a ella.

"Mientras me satisfagas esta noche, firmar el contrato será pan comido", dijo Alfred con una sonrisa lasciva, poniendo la mano en el muslo de Cassidy.