Capítulo 5 Ofendido a la persona equivocada

Cassidy no esperaba que este sujeto fuera tan atrevido. En todos sus años de trabajo había conocido a muchos hombres, y la mayoría de ellos siempre intentaban aprovecharse de ella. Por suerte, era lo bastante lista y espabilada como para salir indemne de sus garras.

Pero era la primera vez que se encontraba con un tipo tan desvergonzado. Forzó una sonrisa, pero sus ojos estaban por completo desprovistos de calidez. "Señor Russell, ¿qué quiere decir?", inquirió.

"Señorita Wright, no seas tímida... Este no es tu primer rodeo, ¿no es así?".

"Por favor, compórtese. Si me toca, lo pondré entre rejas".

La sonrisa en la cara bonita de Cassidy desapareció y se puso de pie con decisión. Sin embargo, en cuanto se levantó, estuvo a punto de tropezar.

'¡Maldita sea!', se lamentó para sus adentros. ¿Cómo pudo ser tan descuidada? ¡Debió echarle algo al vino!

Al ver que la droga empezó a hacer efecto, Alfred sonrió. Se levantó, se dirigió a la puerta sin prisas y la cerró. Cuando se volteó para mirar a Cassidy, sus ojos rebosaban de lujuria.

La muchacha extendió la mano y rebuscó con torpeza en su bolso. Cuando por fin encontró lo que buscaba, lo agarró con fuerza. Todo el tiempo, sus ojos permanecían fijos en la puerta mientras rezaba para que Emely volviera pronto.

"Señorita Wright, no me culpes... No deberías ofender a la persona equivocada". La sonrisa de Alfred se ensanchó. "Tengo tanta suerte de comer gratis. ¡Nunca me he acostado con una preciosura como tú!".

La mente de la muchacha se nubló por la droga. Al oír lo que decía, trató de aferrarse a su última pizca de cordura y preguntó con los dientes apretados: "¿A quién ofendí?".

"¡Te lo diré cuando acabemos!". Alfred soltó una risita y estiró las manos para quitarle la ropa a la muchacha.

Al segundo siguiente, Cassidy sacó el spray de pimienta de su bolso y lo roció directo en la cara del tipo. Sorprendido, este se tambaleó hacia atrás, aturdido.

Cassidy sabía que las comidas de negocios como esta eran peligrosas para las mujeres, así que siempre llevaba un bote de spray de pimienta por si acaso. Pero esta era la primera vez que lo usaba.

El fuerte dolor enfureció al sujeto, que gritó:

"¡Maldita zorra!". Mientras injuriaba, se abalanzó hacia ella, dispuesto a arrancarle la ropa.

La joven se mordió el labio con tanta fuerza que se le rompió la piel, pero ese dolor agudo y el sabor de su propia sangre despejaron un poco su cabeza.

Echó un vistazo a la habitación hasta que sus ojos se posaron en el tenedor que había sobre la mesa y, sin dudarlo, lo agarró y apuñaló la mano extendida de aquel tipo asqueroso.

Él no esperaba que esta chica fuera tan despiadada, y enseguida quitó la mano y empezó a gritar, envuelto en una espiral de terrible dolor.

Cassidy aprovechó la oportunidad para correr hacia la puerta, solo para descubrir que la puerta estaba cerrada desde fuera. A pesar de los gritos de Alfred, nadie vino a verlos. ¡Era evidente que este malnacido lo había arreglado todo!

Ella apretó los dientes y supo que no podía salir ilesa esta noche; no obstante, ¡preferiría morir antes que dejar que ese hijo de puta asqueroso la violara!

Ahora no le quedaba de remedio que noquearlo previamente a que la droga hiciera todo su efecto.

Pero era más fácil decirlo que hacerlo... La droga había empezado a apoderarse de su cerebro, mareándola por momentos. Cassidy apretó los dientes y se clavó el tenedor en el muslo sin vacilar. El agudo dolor la ayudó a recuperar la lucidez.

Luego agarró la botella de vino que tenía más cerca y se la estampó en la cabeza a su acosador. El vino mezclado con la sangre manchó la alfombra, y Alfred acabó desplomándose en el suelo, inmóvil.

Cuando Franklyn llegó, encontró a Cassidy tirada en el suelo hecha un desastre. Tenía la camisa rota y el sujetador de encaje negro al descubierto.

Su muslo también sangraba.

Los ojos oscuros de Franklyn se posaron por fin en el hombre que yacía no muy lejos.

Maggie, que estaba a su lado, le tiró de la manga y dijo: "¡Dios mío! ¡Franklyn, ¿no es la chica que estaba en tu despacho esta mañana?! ¿Está...? ¿Está bien?".

Con expresión asustada, Maggie se aferró con fuerza al brazo de Franklyn.

Él apaciguó la cruel luz de sus ojos y le dio unas palmaditas en el hombro. "No quiero que veas esto. Deberías irte".

Pero Maggie no se movió. Con el cejo fruncido, vio cómo el muchacho se acercaba a Cassidy y se agachaba a su lado.