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«¡Qué lástima no poder enseñar las piernas!», pensó, al ver el largo del vestido, quizás ya era suficiente con el escote de la espalda que casi llegaba hasta sus glúteos, pero si había algo de lo que ella se sintiera orgullosa, era de sus piernas, largas, bien formadas y un poco voluptuosas ¡Tenía las piernas tan bonitas!
Y mientras se miraba las piernas recordó que no había visto los zapatos rojos que hacían juego con el vestido, no los había visto en las maletas y tampoco en el closet, por lo que tuvo que recurrir a la ayuda de su nanita. Abrió la puerta y la llamó, impaciente, sabiendo que ella debia saber donde estaban esos endemoniados zapatos.
-¿Scarlett, crees que esas son las formas de llamar a alguien? -gruñó nanita subiendo las escaleras. Entró resoplando dispuesta a regañarla por olvidar sus modales, pero al ver el desastre de la habitación su enfado se convirtió en perplejidad, no podía creer que una chica tan joven y esbelta tuviera la fuerza para tirar la casa por la ventana.
-¿Qué fue lo que paso aquí?-cuestiono Nanita abriendo la boca impresionada, aunque poco a poco comenzó a sentir los síntomas de la ira que se iban apoderando de ella.
-No encontraba nada que ponerme-explico Scarlett mientras alzaba algunos vestidos buscando el paradero de los zapatos de tacón que había comprado junto con ese vestido.
-Pero, señorita, estos son vestidos muy finos, no puede tirarlos por el suelo como si fueran simples trapos de cocina-protesto Nanita mientras se ponía manos a la obra para levantar la ropa finísima, pero Scarlett no le presto atención a sus palabras, estaba más ocupada en encontrar sus zapatos, porque sabia que pronto la llamarían para ir al rancho Doce Acres y no quería que su madre viera el vestido que había escogido para la fiesta, estaba pensando en ponerse un chal blanco que le había regalado su padre en su cumpleaños para que su madre no se diera cuenta de su atrevimiento.
-Ayudame Nanita, ya casi es la hora de irnos-manifestó mientras buscaba el chal entre las telas, lo había visto hacía media hora, en su tocador, pero al mirar este no estaba en su lugar
-Ande, señorita Scarlett-dijo Nanita después de soltar un suspiro, sabia que por mucho que regañara a Scarlett, esta no le haría caso, estaba demasiado mimada por ella y su padre que siempre solía salirse con la suya, a excepción de su madre, quien tenía un carácter un poco más serio, ella era la única persona en el universo que podía mantener a Scarlett a raya-yo busco sus zapatos.
Entre ambas comenzaron a alzar la ropa del suelo y poco después de unos minutos, Nanita encontró los zapatos en una silla que había sido cubierta por varias telas de vestidos, entre ellas, el chal que Scarlett también buscaba.
-¿Cómo es que no los vi?-exclamó Scarlett un poco avergonzada, pero así como ese problema de los zapatos extraviados, Nanita era una experta, en encontrar llaves y todo tipo de accesorios que las mujeres O'Donnel solían perder-. ¡Debo ponérmelos antes de que mama me descubra!
La frente de Nanita se arrugó de indignación, al percatarse porque Scarlett decía esas palabras, se arrepintió de haberla dejado sola tanto tiempo sabiendo como era ella, pero estaba a punto de cumplir dieciocho años, ya era tiempo de que se comportara como un adulto maduro y responsable, pero quizás para Scarlett, era un paso que aún no estaba lista para dar.
-No puedo creer que se haya atrevido a ponerse ese vestido para el baile de los Wilson- repuso Nanita-su padre los respeta mucho, al igual que su madre.
-Sí, pero el que yo vaya vestida como se me antoje, no hará que los Wilson tenga una mala opinión de nuestra familia-rebatió Scarlett-ademas es verano y hace bastante calor como para poder llevar un vestido escotado.
-Cuando usted esté casada y tenga hijas, sabrá por qué sus padres la tratan como la tratan-afirmó Nanita quejándose de la respuesta de Scarlett, quien no quería dar oídos a sus consejos, pero Scarlett tenía un motivo poderoso para olvidar su reserva e ignorar a Nanita.
-No pienso casarme-dijo Scarlett para que Nanita dejara de sermonearla- y mucho menos tener hijos que arruinen mi figura.
Nanita movió la cabeza y le dirigió una mirada amenazadora.
-Las jóvenes suelen cambiar de opinión una vez casadas-alego Nanita mientras le ayudaba a ponerse el chal de tal forma que su madre no notara el escote de su espalda.
Scarlett frunció las cejas e iba a responder ásperamente, pero se contuvo para no tener problemas con ella una vez regresara de la fiesta.
-Si le dices a mamá una palabra-respondió Scarlett fríamente-te prometo que esta habitación se convertirá en un cuchitril todos los días hasta que mamá lo vea y te culparé a ti por no asearla.
Nanita suspiró con resignación, sintiéndose derrotada, Scarlett nunca cumplía su palabra, porque le temía tanto a su madre que no se atrevía hacer algo que la hiciera enfadar, pero lo que su amenaza significaba era que no le hablaría y le contaría nada sobre su vida y eso le partía el corazón, porque Scarlett había sido como su niña, la más pequeña y la más consentida. Era una dura decisión, pero entre elegir dos males, era preferible que Scarlett llevase el vestido que quería para evitar un berrinche suyo.
-Váyase con cuidado que yo no dire nada, pero sepa que por su bonito vestido deberá soportar la vista de serpientes y ratones.
-No te preocupes Nanita, que de eso ya me preocuparé después-dijo Scarlett feliz de haberse salido con la suya, se sentía tan feliz que se atrevió a darle un beso sobre la frente, una vez con los zapatos puestos, ella era lo bastante alta para poder darle palmaditas sobre la mata de cabello que cubría su cabeza-nos vemos más tarde