Los dos Alfas observaron desconcertados la espalda del Omega corriendo por el pasillo, sin creer lo que había sucedido.
- Salió mejor de lo que esperaba - le susurró Demian, Emeric se había quedado en estado de shock, su amigo le dio un golpe suave en la parte trasera de su cabeza para hacerlo reaccionar - será mejor que no lo hagas esperar si no, lo lamentarás luego - le avisó.
- ¿De verdad voy a tener una cita en una hora? - Todavía no podía creérselo.
- Dirás en cincuenta y cinco minutos y con cada minuto que pierdas parado aquí el tiempo se acortará - Su amigo no se miraba desconcertado ni nada por el estilo, más bien se había relajado - vete ya hombre, no quieres saber cómo es ese diablillo enojado.
Eso lo despertó, rápidamente corrió hacía uno de los sofás donde se encontraba su saco, su abrigo seguramente aún permanecía en la cama de Devon, por lo que decidió dejarlo ahí, tomó su teléfono y la laptop y se dirigió a la entrada.
- Hasta luego - se despidió de su amigo en el umbral de la puerta.
- Buena suerte - le deseo Demian y lo último que vió este fue a su amigo sonriéndole.
Su coche casi voló por la carretera, tuvo suerte que no encontrara por el camino ningún oficial de tránsito, el recorrido que normalmente le llevaría diez minutos, lo hizo en cinco. Cuando entró a su apartamento lo primero que hizo fue tomar una ducha, luego rebuscando en su armario por algún atuendo apropiado, quería verse elegante, pero no demasiado, no quería que se notara con rapidez la diferencia de edad que tenía con el pequeño Omega, ¡Dios! casi le llevaba diez años. A buena hora se venía a fijar en la diferencia de edad. Por lo tanto optó por una camisa de cuello alto y una chamarra de cuero negra, casual, moderno y elegante, unos vaqueros azul oscuro y botines de cuero negro, decidió que era mejor llevar su cabello al natural para verse más relajado.
Jamás en su vida había estado tan nervioso, ni cuando hizo el trato de su vida con su primer proyecto, todo le parecía nuevo como si nunca hubiera tenido citas. Estacionó frente a la entrada del edificio del Omega, le quedaban siete minutos para subir a su apartamento. Tocó el botón para subir, su corazón palpitaba como loco de las ansias que sentía por verlo. Cuando las puertas del elevador se abrieron se llevó una gran sorpresa al toparse con Devon, sus mejillas se tornaron de un rosa intenso. Él le sonrió y se apartó para dejarlo bajar.
- Pensé que sería mejor esperar en la entrada, para que no dejara su coche frente al edificio por mucho tiempo, al encargado no le gusta - le explicó con nerviosismo y desviando la mirada.
- Muy amable de tu parte, Gracias.
- No hay de que - el comentario salió como a la ligera, pero en un tono de voz bastante bajo.
Se dio cuenta que el pequeño le estaba viendo las manos y cuando su mirada se encontró con esos hermosos iris dorados, Devon se ruborizó avergonzado.
- ¿Nos vamos? - le extendió su mano para que él la tomara, el pequeño deslizó su pequeña mano en la suya, ese mínimo contacto le provocó un escalofrío que recorrió toda su columna vertebral.
Camino a la salida lo observó con detenimiento, se veía tan encantador en su atuendo, se notaba que se había tomado su tiempo, vestía unos jeans negros, camisa de vestir blanca con un chaleco de punto café claro, un abrigo blanco a juego con su boina, esta vez se había apartado el flequillo y en su lugar lucia su frente descubierta que hacía resaltar su belleza aun más. Al llegar a su auto, le abrió la puerta del copiloto y le ayudó a abrocharse el cinturón de seguridad. Cerró la puerta y sonrió al escuchar un suave suspiró del Omega, dio la vuelta a su auto y se deslizó en el asiento del conductor.
- Jefe ¿a dónde vamos? - el chico lo miraba expectante.
- Dijiste que querías comer panqueques ¿no? - le sonrió mostrando esos encantadores hoyuelos que lo estaban volviendo loco.
- Si, eso ya lo sé - dijo divertido - me refiero a qué sitio me llevará a comerlos.
Mientras se vestía le había llamado a su padre para preguntarle cuáles eran los mejores lugares para comer panqueques. Su padre era un experto en el cuidado de Omegas, sobre todo mimaba mucho a su hermano menor que seguro ya había visitado todas las pastelerías y cafeterías de la ciudad y su padre no lo decepcionó, le recomendó el mejor lugar de todos y ahí, iba a llevar a Devon.
- A una cafetería del centro - notó cómo le brillaban los ojos al pequeño.
- Nunca he ido al centro - dijo emocionado - ¿Son buenos?
- Según el paladar de mi hermano, son los más deliciosos que ha probado en su vida.
Su corazón dio un vuelco, cuando escuchó un agudo grito de emoción, por un momento pensó que el pequeño se había herido.
- Ya quiero probarlos - ¡maldita sea es tan adorable! Por un momento sintió el impulso de pisar el acelerador para llegar más rápido, pero se contuvo recordando que la seguridad del Omega era lo primero. Si algo le llegaba a pasar al chico por su culpa, no sólo Demian lo mataría, su familia se sumaría a la persecución. En su familia era bien sabido que los Omegas eran un tesoro invaluable, por eso no entendía cómo los padres de Demian se habían atrevido a hacer ese tipo de cosas con Devon. Era simplemente imperdonable y aún así, el chico brillaba con un deslumbrante resplandor. Llegaron a un parqueo un poco alejado del establecimiento.
- Tendremos que caminar un poco - le avisó - ¿te molesta?
- Para nada, el clima no es tan malo hoy.
- Espera un momento - le pidió cuando Devon intentó quitarse el cinturón de seguridad.
Salió del auto y caminó alrededor hasta llegar a la puerta del copiloto, abrió la puerta, se agachó y le desabrocho el cinturón, se enderezó y le tendió la mano para ayudarlo a salir.
- Yo puedo hacer eso - le reprochó.
- Lo sé, pero yo quería hacerlo por ti - se excusó. Ahora entendía el placer que sentía su padre cuando ayudaba en todo a su papá Omega. - Es algo normal en mi familia, deberías irte acostumbrando.
- ¿Normal? - entendía él porque le extrañaba que lo trataran con gestos tan gentiles. Cuando lo que había conocido en su hogar era sólo desprecio y humillación. Emeric se prometió que trataría lo mejor posible a Devon, de la forma en la que él sintiera lo valioso que era.
- En la familia Dehua, no han nacido muchos Omegas, cada vez los nacimientos de omegas en la familia es más escaso y la mayoría somos Alfas y Alfas dominantes, ¿imaginas lo difícil que es vivir en una casa repleta de Alfas? - El Omega sacudió la cabeza de forma negativa - es asfixiante, en las reuniones casi nunca hay buen ambiente, así que cuando nace un Omega para la familia es como ganarse la lotería, lo celebran por todo lo alto.
- ¿De verdad? - notó incredulidad en sus ojos.
- En serio - le aseguró - cuando nació mi hermano, mi abuela dijo que iba a ser un Omega, hasta ahora nunca se ha equivocado, pero habían muchos que lo dudaban. En nuestra familia la prueba de manifestación se hace a los trece años, así que al cumplir trece y el examen anunciaba que su sub género era Omega, toda la familia lo celebró, mis tíos viajaron desde lejos para verlo y llevarle regalos. Tim es el único Omega de cuarta generación en nuestra familia, por ello, lo cuidan y lo miman mucho.
No se dio cuenta que Devon había dejado de sonreír, miraba hacía el frente con seriedad, su aroma revelaba tristeza y anhelo.
- Eso suena agradable - murmuró, tal vez para sí mismo.
Emeric sintió un dolor punzante en el corazón. Se detuvo en la acera y lo atrajo hacía su pecho, levantó la mano que aún sostenía y le depositó un cariñoso beso en los nudillos de los dedos, Devon levantó la cabeza sorprendido por el gesto, esos ojos dorados lo miraban directamente, se mordió el labio inferior indeciso, pero no pudo resistirse, bajo lentamente para no asustarlo, y le beso la frente con ternura, luego la punta de la nariz, lo escuchó reírse, por último sus labios tocaron su suave mejilla. Antes de enderezarse se acercó a su oído para susurrarle.
- Desde ahora ten en cuenta que eres mi tesoro Devon, deberías acostumbrarte a qué te mime, te conceda cualquier deseo que tengas, que puedes doblegarme con solo un berrinche que me hagas, te trataré con delicadeza desde prepararte el baño, cocinarte, abrirte la puerta del coche y todas aquellas que estén frente a ti, cargarte cuando estés cansado y no quieras caminar. Lo tendrás todo de mí, así que no te quejes y solo acéptalo.
Al enderezarse en toda su altura se dio cuenta que el pequeño estaba completamente rojo y las puntas de sus orejas tenían el mismo color, con una mano se había cubierto la boca, por un momento pensó que estaba llorando, pero solo era un débil intento de ocultar su timidez y vergüenza.
- ¿Devon? - Llamó.
- Pan... panqueques - tartamudeo - vinimos a comer panqueques.
Reanudó el camino hacía la cafetería sin soltar su mano, por lo que lo llevaba de arrastras. Emeric río divertido, su Omega era tan tierno que los impulsos que pensó no existían en él, estaban surgiendo de repente. Y obedeciendo a su impulsivo Alfa, se agachó y lo tomó en brazos.
- Jefe ¿que hace? bájame - le demandó.
- Tengo curiosidad del motivo por el que me llamas Jefe - lo distrajo para que dejara de moverse y no se lastimara. Funcionó.
- ¿Quiere que le diga señor? - le preguntó levantando una ceja con picardía.
Se le erizó la piel, le llevaba nueve años, pero no era tan viejo.
- No - dijo con seriedad - preferiría que me llamaras por mi nombre - Él lo miró pensativo.
- Señor.
- Sígueme diciendo jefe - Escuchó la risa cantarina de Devon y no pudo evitar sonreír.
Al fin llegaron a la entrada de la cafetería, a este punto Devon ya le había rodeado el cuello con sus brazos, pero cuando vio la fachada del establecimiento lo recordó e insistió en bajarse. El lugar era bastante agradable, subieron al siguiente nivel y se sentaron cerca del ventanal que daba a la calle, los atendieron bastante rápido y no tardaron en llevarles sus platillos. Los panqueques eran esponjosos y suaves, estaban acompañados de frutos rojos, bañados con chocolate y una capa fina de azúcar glas.
- Esto es el cielo - gimió el pequeño al primer bocado, sacó su celular y le tomó una foto sin que se diera cuenta - Por cierto jefe - llamó su atención - Usted aparenta menos edad de la que tiene.
- ¿Me veo más joven? - asintió con la cabeza mientras masticaba un poco de fruta.
- Cuando vi su foto en el informe, pensé que era más joven que mi hermano, en la foto llevaba el mismo peinado que lleva ahora - indicó mientras tomaba un trago de su jugo de naranja - realmente pensé que era un hombre guapo.
- ¿Te parezco atractivo?
Se estaba emocionando, si no lo encontraba incómodo y sentía atracción hacía él tenía una oportunidad, además que no se rechazaría el plan de terapia que habían propuesto él y Demian al doctor Harris. Devon tenía que acostumbrarse a sus feromonas hasta aceptarlas por completo.
- Cualquier Omega se sentiría atraído hacía usted. Igual que la chica Omega del mostrador que me está mirando como si quisiera matarme - Emeric miró en dirección al mostrador de galletas, ahí se encontraba la misma chica que le había atendido en la pastelería el día de la cena familiar y que le había estado coqueteando, no podía creer que tuviera tan mala suerte.
- Con que te parezca atractivo a ti me es suficiente - vio al Omega sonreír satisfecho.
Se metió un bocado de panqueques a la boca y lo mastico lentamente, dudando entre si hablarle del plan o no, al fin y al cabo era por el bien de ambos.
- Devon ¿te puedo hacer unas preguntas? - el aludido dejó de ponerle atención a su comida y lo miró directamente - pero debes contestarme lo más sinceramente que puedas - aclaró.
- No es lo que cree, no me infiltré con fines sospechosos lo juro y la seguridad de la constructora es deficiente - se apresuró a decir con nerviosismo - hace un mes se estaban filtrando datos de proyectos ¿no?. Me enteré por Demian no hurgué ilegalmente esa información - aclaró - como inversionista, me preocupa que se filtren datos personales de clientes, por eso decidí mejorar la seguridad, y juro que no fue mi intención verificar el correo electrónico de mi hermano para saber si tenía algún amante escondido, solo quiero un sobrino, pero ni él ni Nica se ponen en ello...
Cada vez empezaba hablar más rápido ¿qué otros secretos esconde este travieso?
- No me refería a eso, por favor cálmate.
- ¿No? - ahora se veía confundido - ¿Puede pretender que no he dicho nada entonces?
- Hablaremos de eso luego - sentenció - Ahora hay algo más importante que tratar.
Demian tenía razón al creer que le daría un infarto cada vez que su hermano se metiera en problemas.
- Aún estoy a favor de que olvide lo que dije - Emeric tenía ganas de reírse, pero no lo hizo.
- ¿Contestaras a mis preguntas? - el Omega asintió - ¿Te gusto?
- Si.
Íbamos bien.
- ¿Me tienes miedo?
- Un poco, aun no sé si puedo confiar en un Alfa - Emeric asintió comprensivo, era lógico que sintiera desconfianza hacía los Alfas.
- ¿Te sientes incómodo cuando estás a mi lado?
- Incómodo no, tal vez un poco ansioso.
- Bien, Ahora escúchame con atención. - el Omega puso a un lado su juego de naranja y prestó la debida atención a la conversación - Por alguna razón me estas rechazando inconscientemente, tu hermano me contó que lo mismo pasó con ustedes al principio de su relación.
- Lo lamento - susurró el pequeño y bajó la cabeza agobiado.
Emeric cambió su silla de lugar para estar más cerca de él y así tomar sus manos, se sentía mal que se disculpara por algo que no era su culpa.
- Oye - le llamó acariciando su mejilla - no tienes porque disculparte, no es tu culpa, solo es algo que sucede y podemos arreglarlo, si tu quieres - aclaró. No iba a hacer nada que él no estuviera de acuerdo - Bebé mírame - los bellos ojos dorados conectaron con los suyos - había olvidado decirte que hoy te ves muy lindo - empezó a ruborizarse.
- Se tardó en notarlo - le recriminó.
- Lo lamento, es mi culpa - se disculpó - la próxima vez te lo diré en cuanto te vea ¿de acuerdo? - el joven asintió. - Volviendo al tema, tu hermano dijo que para que te acostumbraras a sus feromonas el médico les recomendó la convivencia y pasar más tiempo juntos.
- Viví por un año y medio con Demian y dos años con Nica. Ahora sus feromonas ya no me afectan.
- Demian y yo estuvimos investigando toda la noche y creemos que esta es la mejor opción - dijo nervioso, tomó sus manos y las beso para poder calmarse un poco - debes mudarte conmigo.
El Omega abrió los ojos de par en par, completamente sorprendido. Y a Emeric lo estaba carcomiendo la ansiedad y el miedo, para Devon debía ser difícil irse a vivir con un desconocido de la noche a la mañana y no se trataba solo una persona extraña, si no un Alfa dominante.
- ¿Mu... mudarme? - tartamudeo - ¿con usted?
- Comprendo que tengas miedo porque soy un Alfa extraño que apenas conoces, pero vivo en el mismo edificio que tu hermano, podrás llamarlo o ir a verlo si te sientes inseguro, el espació es grande, tus cosas pueden caber perfectamente, y lo más importante es que todo el lugar está impregnado con mi aroma, así te será más fácil acostumbrarte.
Devon se quedó pensativo, y él cada vez más nervioso esperando su respuesta, él Omega cerró los ojos y respiró profundamente.
- Tiene que tratar con cuidado mis monitores - le pidió - son mis herramientas de trabajo.
- ¿Estás diciendo que lo harás? - solo preguntó para asegurarse.
- Si, me mudaré - le contestó. Emeric sonrió y sin contenerse le plantó un buen beso en su blanca mejilla - Pero si hace algo que me disguste no dudaré en partirle un florero o lo que encuentre en su cabeza - le advirtió.
- No haré nada que no quieras Devon.
- Más le vale - lo amenazó, su Omega no era tan sumiso como los demás.
Finalizaron su desayuno y el resto de la mañana dieron un paseo por el centro, ya que era la primera vez que Devon iba ahí, visitaron algunas tiendas de ropa, pues Devon aseguró que para restablecer su estado emocional necesitaba comprar ropa, llevaron las compras al auto antes de ir a almorzar y luego a ver una película, al chico le encantaban los films de misterio, al salir del cine insistió en ir a visitar una tienda de electrónica, donde terminó comprando otro tanto y Emeric con sus brazos llenos de bolsas. Sin embargo, no se quejaba, le daba cierta satisfacción ver alegre y feliz al Omega.
- ¿Dónde te gustaría ir a cenar? - preguntó cortésmente, luego de depositar las últimas compras en el asiento trasero, ya que el maletero del auto estaba lleno.
- A su casa - Emeric se congeló justo antes de poner en marcha su auto.
- ¿A mi casa?
- Si, dijo que podía cocinar ¿no es así? - por supuesto que sabía, era un requisito en la familia que todo Alfa debe aprender el arte culinario, y no es solo un decir, todos de verdad asisten a una academia culinaria en plena adolescencia - quiero probar su comida.
- Muy bien - aceptó el desafío - pero primero tendremos que pasar al supermercado.
Partieron directo a hacer las compras, Devon quería comer chuleta de cordero, así que él compró lo necesario y también ingredientes para un postre. Cuando estaba a punto de pagar, se dio cuenta que habían más cosas en el carrito, golosinas, dulces y demás, observó al culpable que miraba a todas las direcciones menos a la suya, sonrió y siguió pasando a la cajera todos los productos, vio cómo en ese momento deslizaba una barra de chocolate a la carretilla.
- ¿para qué la barra de chocolate? - preguntó.
- Para comerlo.
- Pero si me tienes a mí - le recordó.
- A usted no lo puedo comer.
- ¿Cómo que no? - intencionalmente bajo el cuello de su camisa para dejar al descubierto la marca de mordida que le había hecho la noche anterior.
Su cara se puso roja inmediatamente y corrió a su lado para volver a tapar la marca.
- Jefe no haga eso - le pidió avergonzado. Emeric rio con satisfacción, aun así le compró el chocolate.
El Omega intentaba evitar que el Alfa volviera a bajar el cuello de su camisa y la única manera que encontró fue tomar su mano. A Emeric no le molestó para nada su estrategia. Con las compras hechas se dirigieron hacía su apartamento, solo les llevó veinte minutos llegar al edificio, le pidió ayuda a uno de los encargados del edificio para llevar todas las compras, Devon insistió en llevar algunas, así que le paso las bolsas menos pesadas. Subieron al ascensor e introdujeron el código de su apartamento.
- Jefe si vive en el mismo edificio que mi hermano ¿Por qué no lo he visto ni una vez? - preguntó el Omega curioso.
- Porque rara vez uso este elevador - le informó - generalmente uso el privado.
- ¿Tiene un elevador privado? - Emeric no podía evitar notar la ternura de su Omega, "su Omega", se sentía tan bien referirse a él de esa forma.
- Si.
- ¿Por qué?
- En el edificio que vivía anteriormente tuve problemas con algunos inquilinos que intentaban averiguar el código de mi piso, lo lograron en dos ocasiones, así que cuando mi familia construyó este, incluí un elevador privado hacia el último piso - le contó.
Odiaba llegar a su casa y encontrarse a un desconocido merodeando por ella, varias veces había perdido ropa y utensilios personales.
- Eso debió haber sido aterrador - comentó.
- Más que aterrador, era bastante incómodo - vio como el Omega se encontraba pensativo - No te preocupes, este lugar es seguro, para subir por el elevador privado necesitas una tarjeta y un código. Además los guardias del edificio tienen los nombres de las personas autorizadas para subir a mi apartamento, si no está en la lista, aunque tenga el código no podrá subir.
- Entonces tiene que darles mi nombre, ya que viviré aquí.
- Ya escuchaste Raúl dile al Sr. Bennet que ponga en la lista a Devon Ariza.
Le comunicó al encargado que los había ayudado con el equipaje.
- Se lo haré saber señor.
- También pídele que le proporcione una tarjeta para el elevador privado.
- Le informaré.
Devon no dijo nada, pero sonreía por lo bajo. Al abrirse las puertas del elevador, escuchó un jadeo y vio como los ojitos del pequeño miraban a su alrededor con desconcierto. Viéndolo ahora se daba cuenta cómo su vida iba a cambiar por completo y se sorprendió al darse cuenta que ese cambio no le molestaba para nada.