Después de la extraña desaparición durante la audición, Elena regresó a su apartamento, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda con cada paso que daba. El incidente en el escenario la dejó nerviosa y ansiosa por entender lo que había sucedido.
Esa noche, mientras se preparaba para descansar, una sensación de inquietud la invadió. Cuando apagó la luz y se acostó en su cama, percibió una presencia en la habitación, como si estuviera siendo observada. Con el corazón latiendo con fuerza, se sentó en la cama y encendió la lámpara de noche, solo para encontrarse con la oscuridad que llenaba la habitación.
Temblorosa, se levantó y se acercó a la ventana, buscando algo que pudiera explicar su incomodidad. Sin embargo, solo encontró la calle tranquila, iluminada por la luz de la luna. Justo cuando estaba a punto de volver a la cama, un destello fugaz en la esquina de su ojo captó su atención.
En la penumbra, vio la figura de un hombre de sombra, parado en el umbral de su habitación. Su presencia era ominosa, y aunque trató de gritar, ningún sonido escapó de sus labios. Con un movimiento rápido, la figura desapareció en la oscuridad, dejando a Elena temblando de miedo y preguntándose quién era y qué quería de ella.