Elena se sumerge en los recuerdos dolorosos de su infancia mientras lucha por comprender los eventos perturbadores que la rodean. Cada sombra parece evocar imágenes de su madre, una mujer estricta y distante que siempre exigía perfección en cada aspecto de la vida de Elena. Los días estaban marcados por horas interminables de práctica de ballet y reprimendas implacables por cada error cometido. A pesar de su talento innato, nunca fue suficiente para satisfacer las expectativas inalcanzables de su madre.
Por otro lado, su padre, ausente la mayor parte del tiempo debido a compromisos laborales, apenas dejó una impresión en su infancia. Sus raras visitas estaban llenas de promesas vacías y disculpas huecas, dejando a Elena con un profundo sentido de abandono y soledad.
Los recuerdos de aquellos días oscuros la persiguen incluso en la tranquilidad de la noche, recordándole constantemente su lucha por obtener amor y aceptación en un mundo que parecía indiferente a su dolor.
Mientras se sumerge en la melancolía de su pasado, Elena se da cuenta de que sus experiencias infantiles han moldeado en gran medida la persona que es hoy en día. Las cicatrices emocionales que lleva consigo son como sombras que la siguen a cada paso, amenazando con consumirla si no encuentra una manera de liberarse de su peso.