*Marcus*
El coche se detuvo en la puerta de la entrada de la casa. Las puertas se abrieron, al final del camino se encontraba una de las casas mas emblemáticas que se podía desear. Cada vez que la veía se enamoraba más de ella. Un estilo barroco con grandes ventanales le daban un toque de elegancia, pero Marcus savia a lo que venia. A trabajar. Al llegar a la entrada de la mansión, desde la parte trasera de su coche vio al que un día fue su socio. La reunión había comenzado y ya llegaba tarde.
-Buenas noches señor Astric, me cede su abrigo?.- le pregunto la joven que encontró tras la puerta. -Buenas noches, aquí tiene.- y con un movimiento rápido se lo cedió sin darle mas importancia. - Puedo ofrecerle algo para tomar?.- insistía la joven esperando a que él se fijara un instante en ella. -Si, por favor, un Macallan Le Clos. Sin hielo. Me lo puedes traer a la sala azul, gracias. - dijo el señor Astric con la misma indiferencia.
Aparentando una gran tranquilidad, el señor Astric abrió la puerta marrón azabache que daba acceso a la sala donde le esperaban. Nada mas entrar, una voz de los mas familiar le espeto - ¿Cuando vas hacer el favor de quitarte ese apellido? ¿Te avergüenzas de tu familia?. En ese preciso instante al escuchar esas palabras miró al anciano que presidía la mesa. El anciano vestía con un traje oscuro, no se podía diferenciar si era azul o negro, repleto de cuadrados y una boina. Esa era su sello de identidad, la maldita boina. - Te he hecho una pregunta, yo no me sentaré a la mesa con alguien que se avergüenza de sus raíces. - seguía diciendo con un todo cada vez mas elevado el anciano.
- Siento el retraso, -dijo Marcus sin apartar la vista del hombre. - ¿Empezamos la reunión o hemos venido a perder el tiempo?. Abuelo y antes de que sigas con tu discurso moralista, Astric es el apellido que me mantiene alejado socialmente de esta familia. -dijo ladeando la cabeza. - Gracias a mi nuevo apellido tenemos nuevos negocios, eso quiere decir mas dinero para que todos. -dijo retando a su abuelo. Dejando de lado la tensión generada por los mas poderosos de la familia, las puertas se cerraron y se dio comienzo a la reunión familiar de los Giancana. Marcus sabía que había ganados esta batalla pero aun quedaba una guerra que luchar.
Tras pasar unas horas la reunión se dio por finalizada y cada uno de sus integrantes fue abandonando la sala. Marcus salió decidido a subirse a su auto y dirigiese a su enorme apartamento, pero una voz lo saco de su momento. -Marcus! ¿Tienes un momento?. - dijo el joven Luca. -Luca, quiero irme. ¿Podemos hablar de los que sea mañana? - le contesto el sin nisiquiera detenerse. -No, es sobre un envio que me llegara al puerto Charleston. Necesito poderlo sacar sin dejar registro.- dijo Luca.
Al escuchar esas palabras Marcus se detuvo en seco. -No. - dijo dándose la vuelta para ver a su hermano pequeño. - Sea lo que sea en lo que estes metido, no, usa el puerto del abuelo. - dijo mirando al pequeño Luca de manera impasible. -No puedo usar el del abuelo, ya lo sabes. Te lo pido por favor, y te prometo que nunca mas te pediré algo así. - imploraba el joven mientras su hermano ni pestañeaba. - Mañana, a las 9, en mi casa. Trae el café y me cuentas en lo que estas metido esta vez. - miro a su hermano y se giro para seguir el camino a su coche. - Y mas te vale ser puntual, a las 9. - le dijo mientras le decía adiós de espaldas.
El día había sido largo, reuniones por la mañana, negocios por la noche. En ese momento solo le apetecía un Whisky y un masaje. La botella la tenía pero, ¿Quién estaría disponible para hacerle un masaje a estas horas? Una candidata le vino a la mente. Si ella será perfecta - pensó mientras sacaba el teléfono y marcaba su número. Des de el coche observo la cantidad de luces, en breves estaría ya en la gran manzana. El bullicio de gente obligaba a detener el vehículo cada 200 metros. Era viernes y la juventud se echaba a las calles con la finalidad de beber, bailar y divertirse. Al llegar a su edificio, a puerta del garaje se abrió. Ya estaba en casa.
Entro a su enorme apartamento. Se quitó los zapatos, dejo la americana encima del banco de terciopelo gris oscuro y el teléfono en la cómoda de madera oscura. Solo deseaba esa botella de whisky. Se dirigió al mueble bar del salón y se sirvió una copa. Le dio un largo trago, tanto que se termino el vaso. Lo miro, y decidió servirse otra mientras esperaba a su compañía sentado en el sofá. Con las piernas cruzadas y los brazos apoyados en los grandes cojines del respaldo observaba su apartamento. Cada vez le gusta más.
Un amplio loft decorado, mayoritariamente, en tonos negros y grises. El amplio sofá y la chimenea eran las piezas principales de la estancia. Un gran televisor presidía la parte superior de la chimenea. Des de el sofá tenia una amplia visión de la cocina, está decorada con unos muebles negros y una encimera de madera clara que le daban al apartamento un toque cálido y lujoso. Las luces que caían de encima de la barra iluminaban cálidamente todo el lugar. De pronto el sonido del timbre lo saco de sus pensamientos.
-Adelante, esta abierto.- anunció sin siquiera moverse del sofá. Y en unos segundos una joven espectacular apareció en la estancia ante él. - Buenas noches señor Astric. ¿Donde quiere que instale la camilla? - dijo la joven sin perder el tiempo. -¿Podría ser aquí mismo? Esta la chimenea encendida y no quiero coger frio. - dijo él mirándola de arriba a bajo como si de su presa se tratara. En unos segundos y con gran habilidad la joven masajista desplegó la camilla cerca de la chimenea. - Siento ser tan directa, pero señor Astric con toda esa cantidad de ropa hacer mi trabajo será complicado. Cuando usted me diga empezamos. - dijo la joven con total profesionalidad. En ese preciso instante Marcus se levanto, miro a la joven y le pregunto si quería tomar un trago antes, en lo que ella negó con la cabeza y le agradeció el gesto. Con paso ligero se adentro en el baño.