Si es que menuda mierda, pensó Nataly. Tras una larga y distendida conversación en la casa del señor Khalid, optó por hacerle la pregunta que tan ansiada respuesta esperaba. - Con todo mi respeto, pero se puede saber porque usaste un astillero que sabemos que no es muy legal para exportar el producto? - le dijo ella con total confianza. - Es de la familia de un viajo amigo, la familia Giancana. ¿Te suenan? - le preguntó él. - A demás me hacían un buen precio y sin tanto papeleo. -¿Y no te paraste a pensar en que esto te iba a generar problemas? - dijo ella llevándose las manos a la cabeza.
Nataly ya había perdido toda compostura ante Khalid. Lo conocía des de su infancia y era como un padre para ella, también uno de sus mejores clientes. No daba crédito a esa situación, como un hombre tan precavido había echo las cosas por el camino mas fácil, algo no me esta contando. - Khalid si te parece bien vamos a concluir la reunión y me pondré en contacto con nuestro buffet de abogados para que nos asesoren de como proceder a partir de aquí. - dijo ella con un tono más relajado para aparentar tranquilidad. - Me parece estupendo. ¿Entonces te quedarás aquí unos días más? - le preguntó deseando que eso fuera un si. - Si, me quedaré hasta que tengamos una solución y podamos empezar a trabajarla. - ¡Perfecto! Entonces Aissa te será de escolta y te acompañará donde necesites, no acepto un no por respuesta. Puso los ojos en blanco, sabía que no podía decirle que no a un hombre tan insistente. - Aissa ¿puedes pasar?- ordenó él. En cuestión de segundo el joven conductor entro al despacho. - Aissa a partir de hoy serás el chofer de la señorita Nataly, la llevaras y la acompañaras allí donde quiera que vaya. Quiero que la protejas de cualquier cosa.- le ordeno muy seriamente mirándolo a los ojos. - Descuide señor así mismo aré. - asintió con tono serio mientras giraba la cabeza y le guiñaba un ojo a Nataly. - Juventud- dijo el anciano.
Saliendo de la residencia del señor Khalid, aparcado frente a la puerta encontraron un Ferrari testa Rosa. - No me lo creo! - exclamo el joven Aissa - el jefe nos deja el Ferrari! El joven no cabía en su entusiasmo. Ese coche nunca salía del garaje. Con sus bambas impolutas solo podía dar vueltas al vehículo y obsérvalo como si de una reliquia se tratase. El joven asomó la cabeza en el interior del descapotable buscando esa preciada herramienta para empezar con su diversión. - Faltan las llaves. Donde están esas malditas llaves. Nataly lo miraba como si de un ser extraño se tratase, carraspeó dos veces y así llamó la atención del joven. - ¿Buscas esto? - le preguntó mientras movía las llaves en el aíre. - Porque tienes tu las llaves del coche del señor Khalid? - le preguntó atónito mientras los guardas de seguridad se reían del joven a plena carcajada. - Tu te imaginaste al señor Khalid subir en ese coche?- dijo entre risas uno de ellos. - El coche es mío- contestó Nataly. - Khalid me lo guarda mientras estoy fuera y así cuando vengo a Marruecos se asegura de que siempre pase a visitarlo. - le explicó - Es un hombre muy listo. En ese momento Aissa paso a sentirse un poco humillado y confuso pero no pasaba nada iba a conducir el Ferrari. A todo esto Nataly se acerco al joven que se encontraba en la puerta del piloto a lo que Aissa entendió que hoy sólo sería el copiloto. Bueno, que así sea, le voy a dar un buen camino pensó él mientras le abría la puerta para que pudiera entrar y ponerse cómoda. -Muchas gracias- le dijo ella y con un tono divertido le guiño un ojo mientras él se mordió el labio, instintivamente, de la manera mas sensual que le salió.
De vuelta al centro Nataly decidió parar a comer algo ya que estaba hambrienta y las discusiones con Khalid siempre terminaban mal. - Oye Aissa te apetece parar a cenar alguna cosa? Yo estoy hambrienta. - le dijo sin darle tiempo a responder. - Claro! - exclamo él - Conozco un restaurante que creo que va a encantar. Y sin mas preámbulos empezó a dirigirla entre las calles de Tánger. En menos de 5 minutos estaban delante de la puerta de un restaurante que, para decir verdad, poco elegante se veía. El joven se percató de la cara de su acompañante. - ¿Confías en mi?
Nada mas terminar la frase se bajo del coche, lo rodeó y le abrió la puerta a su buena piloto. - Pocas veces digo esto, y espero que nunca nadie lo sepa. - le dijo mientras la miraba con cara divertida. - Conduces muy bien para ser Americana. Eso hizo que Nataly estallara entre risas. - Si me haces reír así creo que nos vamos a llevar muy bien.
Plantados en la puerta del restaurante Nataly miró otra vez a Aissa. - Vamos, entremos, o todo el mundo me va a seguir escuchando como me suenan las tripas. - dijo ella. Entraron por la puerta y para su asombro encontraron una pequeña tienda de víveres. - Aissa siento ser insistente pero creo que aquí mucho de cenar no nos van a dar. - comentó con cara incredulidad. - ¿Siempre usas los ojos para mirarlo todo? Ten paciencia. - le contestó. Se acercaron al que era el mostrador de la tienda y con un árabe digno de escuchar dijo lo que debía de ser una contraseña. Segundos después el tendero abrió lo que parecía una nevera y les invitó a entrar. -¿Vienes? Esas palabras se clavaron en ella como si de un reto se tratase y ella no perdía NUNCA.
Entraron por esa extraña puerta y como si de una broma se tratase se encontraban en un restaurante mas elegante y moderno en el que seguramente haya podido estar. - ¿Te gusta? - dijo el joven. La decoración opulenta de colores cálidos y detalles intrincados en oro y plata. Las paredes están adornadas con mosaicos elaborados y lámparas colgantes de cristal. El ambiente es íntimo, con asientos cómodos y cojines lujosos. Nataly no podía dejar de mirar hacia todos lados. Pero donde estaba escondida escondida esta joya pensó para sus adentros sin perder ningún detalle. - Buenas noches señor Aissa- dijo un mesero con perfecto Español- Querrá su mesa de siempre?
Con un gesto rápido Aissa asintió con la cabeza - Síganme por favor. - digo el hombre mientras los dirigía hacia un rincón de la sala.
La cena transcurrió entre risas y miradas de deseo. Debió de ser por el vino y el ambiente pero cada vez se palpaba más tensión en el ambiente. Al terminar los postres el joven le soltó a Nataly - Antes de que me malinterpretes, el señor Khalid me ha ordenado que sea tu chofer - dijo mientras levantaba las manos - Por lo que he tenido que reservarme una habitación en el mismo hotel en el que te hospedas. - Y ¿porque no te has quedado en la mía? - le dijo ella mirándolo directamente a los ojos mientras se mordía el labio. - Si quieres podemos hacerlo mas interesante - le contestó mientras se inclinaba hacía ella - Si me ganas al poker duermo donde tu me digas. Eso la pillo por sorpresa. - Trato echo - contesto mientras extendía la mano para cerrar el trato.
Al salir del restaurante la tensión había aumentado hasta un punto insostenible. - Toma - y acto seguido le tiro las llaves del Ferrari. - Enséñame lo que eres capaz de hacer. Esas palabras se clavaron en las entrañas del muchacho. Savia que esas palabras encerraban otras intenciones. Nada mas subirse arranco la maquina pero no piso el acelerador - Primero hay que calentarlo. - dijo el - Y eso con todo, cuando esté en su punto le sacaré todo el partido. Ponte el cinturón y disfruta. - le explicó. Esas palabras sonaban como una promesa de que la noche prometía. Segundos después ya andaban callegeando por Tanger.