Capítulo 4 Jugar con fuego.

Al salir del baño, solo se percato de que las luces de la sala estaban ya apagadas y la estancia solo quedaba iluminada por las pequeñas llamas naranjas que se desprendían de la chimenea. En ese momento, Marcus alzo la vista y se encontró a la joven masajista de perfil colocando la toalla correctamente encima de la camilla y con una especie de mueble auxiliar donde tenia diferentes cremas y aceites. La estancia olía a lavanda y canela. La joven se veía de los mas profesional. Vestía unos tejanos oscuros pero muy ceñidos que marcaban sus infinitas piernas. Se notaba que debía de cuidarse.

La parte superior del estilismo era una bata en tono crema un poco amplia y ya se había recogido el pelo en una coleta alta para que no se le llenara de aceite ni le moleste mientras trabaja. Con un leve tosido, Marcus hizo que la joven masajista se girara.

- Yo estoy listo. -dijo el. - Cuando usted este lista empezamos. Entonces vio a la joven ruborizarse. Ella lo observó detenidamente, tomándose más tiempo del estrictamente profesional. A un titán como ese no se le veía todos los días. Marcus solo llevaba una simple toalla blanca alrededor de la cintura, anudada en el margen de su cintura, dejando lo justo a la imaginación. - Por favor túmbese bocabajo. - dijo la joven señalándole la camilla. - Coloque la cabeza en el extremo donde está el agujero. Marcus con paso firme se acerco a la camilla y se coloco siguiendo las indicaciones que la joven le había dado. Una vez ya colocado, la joven con gran destreza le quitó la toalla y le colocó otra mucho más pequeña para cubrirle la parte trasera.

El aceite empezó a deslizarse por la espalda morena y musculada del joven. Y, juntamente con las manos de Martina, que sabia dónde tenia que apretar y con qué fuerza Marcus empezó a relajarse, a sumirse en sus propios pensamientos que cada vez se le hacían más lejanos. El aroma a lavanda transporto al joven empresario a un sueño de lo más extraño. Exactamente al despacho de Nataly, al momento de su reunión, en el que estaban sentados uno al lado del otro. A sus ojos profundos color miel. En el instante en que le le colocó su mano encima de la rodilla para asegurarse de que estaba bien, pero en ese instante el sueño se torna más excitante que la realidad. Besos, caricias, calor, mucho calor.

Pasados 40 minutos, la joven Martina, saco a su cliente de su sensual y excitante sueño. - Disculpe que le despierte señor, pero debería darse la vuelta para poder trabajar la cara externa de los hombros. Con un leve gruñido Marcus se dio la vuelta, y en ese momento la joven le acomodó la toalla en las zonas genitales. No le dio la más mínima importancia al ver que su cliente estaba teniendo una erección, y siguió con su trabajo. Todo y no poder apartar la mirada de su erecto miembro no dijo ningún comentario al respeto. - Si te distrae, puedo ponerle solución. - dijo Marcus con tono burlesco. - Si lo prefiere puedo hacerlo yo. - le contestó de igual forma. Esa respuesta lo dejo atónito, no se podía creer que esa mujer tan profesional le hubiera contestado de esa forma. Si le digo que adelante, ¿se lanzara a la piscina?, pensó Marcus. Hagámoslo, haber asta donde esta dispuesta a llegar.

-Perfecto, adelante. Mi problema es todo suyo.- le dijo, mientras colocaba las manos detrás de su cabeza. - Pero, antes tendrás que quitarme la toalla no crees. El ambiente del salón ya no era el mismo que antes. - Señor Marcus, me tendrá que disculpar pero eso no entra en los servicios de masaje. - Le contesto de lo más profesional. - Pero si damos por finalizada la sesión y me invita a tomar un trago, a saber donde podría terminar la noche. - argumentó la Martina con cierta picaresca.- Hagámoslo como usted dice.- y en un movimiento rápido se puso en pie de la camilla, cosa que izo que se le cayera la diminuta toalla dejando al aire su protuberante erección. Con total normalidad se acerco al mueble bar. -¿Alguna preferencia?- le dijo señalando las botellas.

-Un whisky solo, por favor.- dijo ella acercándose el mueble. Y con paso decidido empezó a desabotonarse los botones de la bata de trabajo. - Ya que ahora no es trabajo, creo que esto sobra. - le dijo mirándolo directamente a los ojos.- Ahora es solo placer sin ataduras ni compromisos.- y le cogió de la mano el whisky y como si de un refresco de tratara se lo bebió todo, sin dejar ni una gota. Eso dejo a Marcus más sorprendido de lo que estaba. Creo que esta señorita tiene más peligro que yo, pensó, veamos qué nos depara la noche. Al mirar a la joven detenidamente, esta ya se había quitado los zapatos y la bata, por lo que solo tenia puesto los tejanos y un bralette negro con detalles en dorado. Lucia una cintura pequeña, con unos abdominales trabajados pero no muy tan marcados recalcando así el pensamiento de que la joven practicaría algún deporte. Se soltó el cabello castaño dejándolo caer por encima de sus pechos, en los que se observaba como el pezon empezaba a ponérsele terso, y no era por el frio precisamente.

-Ya que yo voy a resolver su problema, entonces usted ¿qué problema o ayuda me puede ofrecer?- dijo ella mientras se acercaba a el dejando a penas unos milímetros sus cuerpos. Ese juego le gustaba, pero Marcus no iba a cederle el control tan fácilmente. -¿No cree que estoy jugando concierta desventaja?- dijo él mientras señalaba su cuerpo desnudo. Ella lo miro de nuevo de arriba a bajo mientras se mordía el labio inferior. -Eso tiene fácil solución ¿no cree?- le contesto. Y como su estuviera sola, dio dos pasos atrás, para que él la pudiera ver bien, y con total tranquilidad empezó a desabrocharse el pantalón. -Quiere que siga yo, o prefieres hacerlo tú. Con esas simples palabras que encerraban una provocación en toda regla, dejo el vaso en la mesa y sin apartar la mirada de ella fue caminando. Ella retrocedía mientras seguía provocándolo.

Topando así con la camilla. Apoyándose en la camilla mientras el se acercaba ya los últimos centímetros a ella. - Será mejor que lo haga yo.- dijo él. Y como un animal salvaje con ganas de comerse a su presa, le termino de bajar la cremallera y colocando las manos en la cintura de la joven empezó a deslizarle el pantalón y el tanganazos negro dejándola solo con el bralette puesto. -Túmbate tu ahora en la camilla, y boca abajo. -le ordeno. - Ya que tu me manoseaste a mi, quiero que sientas lo mismo. Sin preguntar la joven izo lo que le pedia. Empezó a echarle aceite por la espalda y a esparcírselo con las manos. Desde los hombros, bajando por los omoplatos, siguiendo el camino sensual de su espalda asta llegar al lumbago. Donde no se detuvo y empezó a masajearle las nalgas con el aceite de sus manos. Sin detenerse más tiempo del necesario, sigue por la cara externa de los muslos. - Abre las piernas. - le dijo y empezó a subir las manos por la cara interna de los muslos. La joven empezó a excitarse más de lo que ya estaba. Él seguía jugando con las manos en sus muslos, acercándose lo suficiente a su sexo pero sin llegar a tocarlo. La incertidumbre la estaba perturbando y enloqueciendo.

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