Las preguntas le causaron un profundo malestar. Se sentía abrumada por la insistencia de los reporteros, quienes parecían no tener límites en su afán por obtener respuestas. La incomodidad se reflejaba en su rostro, mientras las interrogantes seguían llegando sin tregua.
_ ¿Señora Cartier, cómo se siente tras la traición de su esposo?
_ Señora Cartier, ¿piensa usted en el divorcio?
_ ¿Tiene usted alguna virtud que su hermana no posea?
Cada pregunta era como una daga que se clavaba en su interior, y la impotencia crecía al no poder defenderse. Su mirada, llena de indignación, reflejaba más de lo que las palabras podrían expresar. En ese instante, el secretario de Brith irrumpió con la noticia de que Brihana estaba siendo entrevistada en directo en la televisión. Todos en la oficina se agolparon frente al televisor para presenciar el momento.
Al encender la pantalla, se encontraron con los ojos de Brihana, que parecían atravesar la distancia y conectar con cada espectador. La belleza de la esposa del CEO era innegable, y los comentarios se desataron en la oficina.
_ ¡Qué hermosa es la esposa del CEO, su hermana no le llega ni a los talones!
_ A pesar de su belleza, su esposo la ha traicionado con...
_ El CEO debe estar cegado por no valorarla.
Lían y Maiko no podían contener su indignación.
_ Ves lo que provocas, Brith. Mira cómo la humillan. ¡Todo por tus caprichos! -exclamó Lían.
_ Eres un desalmado con su hermana, Brith -replicó Maiko.
_ ¡Cualquiera puede caer en una trampa! ¡Ella me drogó! -se defendió Brith.
En ese instante, Brihana tomó el control de la situación y respondió con determinación.
_ ¿Quieren saber si tengo virtudes que mi hermana no posee?
El silencio invadió el lugar, mientras todos esperaban su respuesta. La mirada de Brihana reflejaba fuerza y determinación, desafiando a cualquiera a subestimarla.
La reportera se mantuvo firme ante la mirada intimidante de Brihana, consciente de que estaba desafiando a una Koscanov. Sin embargo, Brihana, como miembro de ambas familias, sabía que debía proteger a ambas partes sin dañarse a sí misma. Había soportado mucho y había derramado muchas lágrimas en silencio.
La pregunta sobre su relación con el señor Brith Cartier le causó un profundo dolor. ¿Era ella realmente su esposa o solo era un nombre en un papel? Mientras tanto, Karla disfrutaba de su victoria en silencio, sabiendo que pronto ocuparía el lugar que tanto anhelaba. A pesar del castigo impuesto por sus padres, se sentía triunfante por haber logrado dañar el matrimonio de su hermana.
Brihana, cansada de callar las cosas, finalmente se defendió. ¿Qué culpa tenía ella en todo esto? Era hora de que su voz fuera escuchada.
Todo quedó en un silencio incómodo después de las palabras de la señora Cartier. Sus declaraciones dejaron a todos boquiabiertos, sin saber muy bien cómo reaccionar. Algunos murmuraban entre ellos, otros simplemente no podían apartar la mirada de ella. Era evidente que su respuesta había impactado a más de uno.
Ella, con una serenidad que contrastaba con la tensión del ambiente, continuó explicando su postura. Para muchos era incomprensible, pero para ella era una decisión tomada. Había elegido apoyar a su esposo a pesar de sus flaquezas, a pesar de las críticas y los juicios ajenos.
Algunos la veían como una mujer sometida, otros como una mujer valiente que defendía lo suyo. Pero nadie podía negar que sus palabras habían dejado a todos reflexionando sobre la complejidad de las relaciones humanas.
Brith, por su parte, se mantuvo en silencio. Sabía que las palabras de su esposa habían sido un golpe directo a su reputación, pero también entendía que ella estaba en todo su derecho de expresarse. No era la primera vez que enfrentaban situaciones así, y seguramente no sería la última.
Para muchos, la señora Cartier era un enigma. Una mujer fuerte que defendía a su esposo a pesar de todo. Para otros, simplemente era una esposa ciega ante la realidad. Pero lo cierto es que nadie podía juzgarla sin conocer toda la historia.
Al final, las opiniones se dispersaron en el aire como hojas al viento. Cada uno tenía su propia versión de la verdad, pero solo la señora Cartier conocía la realidad detrás de sus palabras. Y esa verdad, esa compleja y dolorosa verdad, era solo suya.
Llevaba consigo una determinación férrea, una valentía que desafiaba los límites de lo convencional. Su voz resonaba con fuerza, sus palabras eran afiladas dagas que cortaban el aire. No temía señalar a otros, no se dejaba humillar y protegía el honor de su familia.
Lían observaba con admiración la fuerza de aquella mujer. Su esposo, inmerso en un mundo de fantasías, había pagado a actrices para compartir su cama. Las noches de excesos y drogas eran moneda corriente en su vida, dejando un rastro de destrucción a su paso.
Brihana anhelaba que alguien saliera en su defensa, cansada de callar y de enfrentar los problemas causados por Brith. No estaba dispuesta a seguir encubriendo las faltas de un hombre sin escrúpulos. Esta vez, no se detuvo en la plaza, dio media vuelta y entró en el auto. El chofer la miró con compasión, consciente del dolor que había atravesado. Él había sido testigo de sus momentos más oscuros y también de los más brillantes.
- ¿A dónde quieres ir? -preguntó el chofer, con cierto temor en su voz.
- ¡A la empresa de ese desgraciado! -respondió ella, furiosa.
El auto se dirigió hacia la empresa de Brith Cartier. Al detenerse frente a la entrada, Brihana esperó a que el chofer le abriera la puerta. Aunque su ira era evidente, sabía que debía cuidar cada uno de sus movimientos. Al adentrarse en el edificio, las miradas sorprendidas la acompañaron. Habían visto su imagen en televisión y ahora la tenían frente a ellos. Los celulares no tardaron en capturar su presencia.
- ¡Es aún más hermosa en persona! -comentó alguien.
- Sí, mira qué bella es la esposa del CEO. ¡Siento lástima por ella! -respondió otro.
- Lástima, yo más bien la compadezco. ¡Aguanta demasiado! -agregó otro más.
Las especulaciones sobre su vida no tardaron en surgir entre los presentes. Algunos cuestionaban si realmente existía amor entre ella y el CEO, mientras otros sugerían que el verdadero amor de este último era su hermana. Las teorías se entrelazaban, formando un enredo de suposiciones y conjeturas.
Brihana continuó su camino con determinación, ignorando los murmullos a su alrededor. Sabía que debía enfrentar la situación con entereza, protegiendo su dignidad y la de su familia. A pesar del peso que cargaba, no claudicaría ante las adversidades. Su fortaleza era su escudo, y no permitiría que nada ni nadie la quebrantara.
La vida de Brith y Brihana se había convertido en el tema de conversación en la empresa, alimentando los chismes y las especulaciones. ¿A quién amaba realmente Brith Cartier? ¿A Karla Koscanov o a Brihana Koscanov? ¿Quién se interpuso en la relación de quién? ¿Quién le robó a quién? Todas estas preguntas rondaban en las mentes de los empleados, convirtiéndose en tendencias que no dejaban indiferente a nadie. Brihana subió en ascensor y llegó hasta la oficina de Brith, abriendo la puerta para encontrarse con Lían y Maiko, quienes la saludaron.
Ella respondió con una sonrisa, pero pronto les pidió que salieran. _¡Salgan! Les dijo con firmeza.
_Brihana, cálmate, sé que estás... _¡Salgan! Repitió con un tono más alto. Brith nunca antes la había escuchado gritar o hacer un puchero. La observaba atentamente, tratando de descifrar sus sentimientos, pero ella parecía inmune a sus engaños y ataques, sin mostrar ni un ápice de celos a pesar de las situaciones que él le ponía.
Sin embargo, hoy algo era diferente. La fuerza con la que Brihana se expresaba dejaba claro que algo había cambiado en ella, algo que nadie creería si lo escucharan de otra persona que no fuera ella. Los chicos salieron, Brihana cerró la puerta y presionó un botón, haciendo que una pantalla negra apareciera para los demás, impidiéndoles ver lo que ocurría dentro. Luego, terminó de cerrar la cortina y se acercó a Brith. Por primera vez, y quizás única vez, estaba a punto de hacer algo que jamás había imaginado.
Bach. Ese fue el sonido que Brith escuchó resonar en su mejilla, un sonido que resultó extraño a su oído. Antes de que pudiera reaccionar, ella le propinó otra bofetada y se alejó de él. Las lágrimas corrían por su rostro, pero incluso bajo el velo de la tristeza, ella seguía siendo hermosa. Brith, sorprendido por el gesto de ser abofeteado, se encontró en una situación única, nadie en su vida anterior se había atrevido a tal acto. Aunque sentía que merecía el reproche, no mostraría culpabilidad ante una mujer. Él hacía las cosas y punto. No debía dar explicaciones, y nunca lo hacía.