KER: DIOSES & REYES
img img KER: DIOSES & REYES img Capítulo 1 EL INICIO DEL TODO (PARTE I)
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Capítulo 6 UNA CORTE IMPERIAL AGITADA img
Capítulo 7 EL DEBER DE UN REY, EL AMOR DE UN PADRE img
Capítulo 8 EL LLAMADO DEL DEBER img
Capítulo 9 EL LLAMADO DEL DEBER (PARTE II) img
Capítulo 10 DEVASTACIÓN Y TRAICIÓN img
Capítulo 11 CIMIENTOS DE UNA REBELIÓN img
Capítulo 12 DECISIONES A TOMAR img
Capítulo 13 INCERTIDUMBRE img
Capítulo 14 ANTECEDENTES DE UN TRAIDOR img
Capítulo 15 DECISIONES QUE MARCAN img
Capítulo 16 VICTORIA AGRIDULCE img
Capítulo 17 UN VINCULO SE FORTALECE img
Capítulo 18 LA SOMBRA DE UNA REBELIÓN img
Capítulo 19 ENTRE LA TRAICIÓN Y LA REVELACIÓN (PARTE I) img
Capítulo 20 ENTRE LA TRAICIÓN Y LA REVELACIÓN (PARTE II) img
Capítulo 21 EL PESO DE UN ADIOS (PARTE I) img
Capítulo 22 EL PESO DE UN ADIOS (PARTE II) img
Capítulo 23 DUELO & ASCENSIÓN img
Capítulo 24 EL FIN DE UNA DINASTIA img
Capítulo 25 IDEAS Y ENFRENTAMIENTO img
Capítulo 26 ENEMIGAS PUBLICAS img
Capítulo 27 UN REGRESO MARCADO POR LA REVELACION img
Capítulo 28 EL PESO DE SHERIMI-LEK img
Capítulo 29 EL DESPERTAR DE UNA DIOSA (PARTE I) img
Capítulo 30 EL DESPERTAR DE UNA DIOSA (PARTE II) img
Capítulo 31 EL DESPERTAR DE UNA DIOSA (PARTE III) img
Capítulo 32 EL DESPERTAR DE UNA DIOSA (PARTE IV) img
Capítulo 33 Ausencia (Parte I) img
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KER: DIOSES & REYES

Hartley Rodriguez
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Capítulo 1 EL INICIO DEL TODO (PARTE I)

Los Eakner eran entidades enigmáticas, carentes de forma física pero dotadas de un instinto primordial que los impulsaba a crear y destruir con igual intensidad. Su existencia era tan antigua como el universo mismo, y su presencia se podía percibir en la fluidez del caos y en la chispa inicial de la creación.

Aunque no poseían un cuerpo tangible, los Eakner podían moldear la realidad a su voluntad, dando forma a estrellas, planetas y galaxias con la misma facilidad con la que las reducían a polvo cósmico. Su danza de creación y destrucción era la fuerza impulsora del Ezman, un universo en constante cambio y evolución.

De estos enfrentamientos, de la colisión entre las fuerzas primordiales, surgió Vaktare. Nacido de la unión del orden y el caos, Vaktare se erigió como el primer dios del Ezman, el amo y señor de todo lo existente.

Su nacimiento fue un evento cósmico de proporciones épicas. Las energías primordiales, en una danza frenética de creación y destrucción, se concentraron en un punto singular, dando origen a Vaktare.

Vaktare era una figura imponente, su presencia dominaba cualquier espacio que ocupaba. Su cabellera, negra como la noche, surcada por venas de rojo sangre, era un reflejo del poder primordial que fluía por sus venas. Sus ojos, dos pozos de fuego, brillaban con una sabiduría y una fuerza inconmensurable, capaces de penetrar en las profundidades del alma. Su cuerpo, tallado como una montaña, poseía una fuerza titánica que podía arrancar árboles de la tierra con un simple gesto.

Más allá de su poder físico, Vaktare era el gobernante del Ezman, el universo en su totalidad. Su conocimiento abarcaba todos los rincones de la existencia, y podía ver el futuro tejiendo los hilos del tiempo.

Vaktare poseía la habilidad de ver el futuro, no como un camino único e inamovible, sino como un conjunto de posibilidades que podían ser alteradas por las acciones de los seres. Su profecía no era una sentencia, sino una guía para aquellos que buscaban comprender el camino que les esperaba.

Vaktare no interfería directamente en el curso del destino. Su papel era guiar, no controlar. Dejaba que las criaturas del Ezman forjaran su propio camino, aprendiendo de sus errores y celebrando sus victorias.

Ser el amo del destino era una carga que Vaktare llevaba con gran responsabilidad. Su conocimiento del futuro le permitía ver tanto el dolor como la alegría que esperaba a sus creaciones. Sin embargo, Vaktare nunca flaqueó en su compromiso de proteger al Ezman y asegurar su bienestar.

Un día, en un enfrentamiento de titanes que sacudió los cimientos del universo, el mundo tembló y el cielo se rasgó, revelando un portal de luz cegadora. De este portal surgieron los dioses de la segunda generación, seres de poder extraordinario destinados a traer armonía al Ezman.

Entre ellos se encontraba Zhyttya, la primera diosa nacida de una estrella. Su carácter calmado y noble la convertía en la guardiana perfecta del Ezman y sus criaturas. Su cabello brillaba con un verde esmeralda salpicado de destellos rojos, símbolo de la vida que fluía a través de ella. Sobre su cabeza reposaba una corona tejida con flores blancas y rosadas, y en su frente brillaba un fragmento de la estrella de la que surgió. Esta joya, obsequiada por Vaktare cuando Zhyttya alcanzó los veinte años, la acompañaría durante toda su existencia como un recordatorio de su origen celestial.

Zhyttya se erige como la diosa de la naturaleza, una entidad venerada por su conexión profunda con la vida en todas sus formas. Siendo la personificación de la vitalidad y la belleza natural. Su presencia se manifiesta en el florecimiento de las flores, el canto de las aves, el rugir de los ríos y la majestuosidad de las montañas.

Zhyttya representa el poder de la renovación y la transformación. En las estaciones cambiantes, en el ciclo de nacimiento, muerte y renacimiento, se manifiesta la presencia de la diosa. Ella es la fuerza que impulsa la vida a través de la adaptación y el cambio, garantizando la continuidad de la existencia en el Ezman.

De las estrellas surgió Evig, el dios encargado de moldear la humanidad y mantener el delicado equilibrio entre la vida y la muerte. Su carácter era tan fuerte como el acero, inquebrantable ante cualquier desafío. No era un dios compasivo, pero poseía una justicia implacable. Su poder sobre el ciclo de la vida le permite determinar el momento en que cada ser humano termina su viaje terrenal.

Su apariencia era tan única como su rol. Su ojo derecho brillaba con un rojo intenso, mientras que el izquierdo era negro como la noche. Estos colores representaban el contraste entre la vida y la muerte, un equilibrio que Evig se encargaba de mantener. Su cabeza estaba adornada con una corona negra salpicada de estrellas rojas, un recordatorio de su origen celestial y la dualidad de su naturaleza.

Evig es el escultor de la humanidad, el arquitecto que dio forma a los primeros humanos y diseñó su anatomía, sus capacidades y su potencial. Su sabiduría en la biología y la fisiología le permitió crear seres resilientes, adaptables y capaces de evolucionar.

Junto a Zhyttya, la diosa de la naturaleza, Evig dio vida a Neblesia, un reino celestial que se convirtió en el hogar de los dioses. Allí, entre nubes doradas y ríos de estrellas, se reunían para discutir el destino del Ezman y tomar decisiones que afectarían el futuro de todas las criaturas.

            
            

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