KER: DIOSES & REYES
img img KER: DIOSES & REYES img Capítulo 4 LA FRUSTRACIÓN DEL EMPERADOR
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Capítulo 6 UNA CORTE IMPERIAL AGITADA img
Capítulo 7 EL DEBER DE UN REY, EL AMOR DE UN PADRE img
Capítulo 8 EL LLAMADO DEL DEBER img
Capítulo 9 EL LLAMADO DEL DEBER (PARTE II) img
Capítulo 10 DEVASTACIÓN Y TRAICIÓN img
Capítulo 11 CIMIENTOS DE UNA REBELIÓN img
Capítulo 12 DECISIONES A TOMAR img
Capítulo 13 INCERTIDUMBRE img
Capítulo 14 ANTECEDENTES DE UN TRAIDOR img
Capítulo 15 DECISIONES QUE MARCAN img
Capítulo 16 VICTORIA AGRIDULCE img
Capítulo 17 UN VINCULO SE FORTALECE img
Capítulo 18 LA SOMBRA DE UNA REBELIÓN img
Capítulo 19 ENTRE LA TRAICIÓN Y LA REVELACIÓN (PARTE I) img
Capítulo 20 ENTRE LA TRAICIÓN Y LA REVELACIÓN (PARTE II) img
Capítulo 21 EL PESO DE UN ADIOS (PARTE I) img
Capítulo 22 EL PESO DE UN ADIOS (PARTE II) img
Capítulo 23 DUELO & ASCENSIÓN img
Capítulo 24 EL FIN DE UNA DINASTIA img
Capítulo 25 IDEAS Y ENFRENTAMIENTO img
Capítulo 26 ENEMIGAS PUBLICAS img
Capítulo 27 UN REGRESO MARCADO POR LA REVELACION img
Capítulo 28 EL PESO DE SHERIMI-LEK img
Capítulo 29 EL DESPERTAR DE UNA DIOSA (PARTE I) img
Capítulo 30 EL DESPERTAR DE UNA DIOSA (PARTE II) img
Capítulo 31 EL DESPERTAR DE UNA DIOSA (PARTE III) img
Capítulo 32 EL DESPERTAR DE UNA DIOSA (PARTE IV) img
Capítulo 33 Ausencia (Parte I) img
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Capítulo 4 LA FRUSTRACIÓN DEL EMPERADOR

El emperador Kyan Engelhardt se encontraba de pie en el balcón de la corte, mientras observaba el sol asomarse entre la extensa arboleda frente a él. La escena era majestuosa, con los rayos del sol iluminando cada rincón del antiquísimo palacio real. La figura imponente del emperador destacaba entre el paisaje, su mirada fija en el horizonte, perdida en pensamientos profundos y reflexivos.

A sus espaldas, el murmullo incesante de los funcionarios resonaba como una melodía discordante, una cacofonía de acusaciones y excusas que no ofrecían soluciones a la crisis que enfrentaba el reino de Deryan.

Situado en el noreste del imperio, a orillas del mar de Kimya, Deryan era la puerta del comercio para el imperio. Sin embargo, ahora se encontraba al borde del colapso, amenazado por un grupo de desertores conocidos como el Ejército Xian. Estos despiadados guerreros habían devastado varias aldeas en los alrededores, dejando un rastro de muerte y destrucción a su paso. Cientos de inocentes habían perdido la vida en sus incursiones, y el reino se tambaleaba al borde del abismo.

El emperador, con el peso del imperio sobre sus hombros, observaba con impotencia cómo sus súbditos se enredaban en mezquinas disputas de poder, mientras el enemigo se acercaba inexorablemente. Las palabras de los funcionarios no eran más que ruido vacío, un eco de la incompetencia y la cobardía que habían llevado al reino a este punto.

Kyan sabía que debía actuar con rapidez y decisión. El destino de Deryan, y quizás del imperio entero, descansaba sobre sus hombros. No podía permitir que el reino cayera en manos del Ejército Xian. Debía encontrar una manera de detenerlos, de proteger a su pueblo y restaurar la paz en sus tierras.

Su reinado había sido largo y fructífero. Llenó sus pulmones de aire y lo liberó lentamente. El peso de la corona sobre su frente, una corona que había llevado desde la tierna edad de quince años, parecía más pesada que nunca. A sus sesenta y seis años, solo anhelaba ceder el trono a su único hijo, el príncipe Daven, y retirarse a la tranquilidad del campo, lejos de la corte anhelando vivir sus últimos años de vida en paz.

Las cinco décadas de su reinado habían sido testigo de una transformación sin precedentes. El imperio, que alguna vez fue un reino modesto, se había expandido hasta abarcar vastas extensiones de tierra, duplicando su tamaño original. La economía prosperó bajo su sabia dirección, y el pueblo vivía en paz y abundancia. Sin embargo, no todo fue fácil. Hubo momentos en que la estabilidad del imperio se vio amenazada por enemigos externos y rebeliones internas. Pero el rey, con su astucia y liderazgo, siempre supo revertir la situación a su favor.

Ahora, con la mirada puesta en el futuro, el rey sabía que era hora de dejar paso a una nueva generación. El príncipe Daven, educado en las mejores artes y con un corazón noble, estaba preparado para asumir las riendas del imperio. La abdicación del rey marcaría el inicio de una nueva era, una era de paz y prosperidad que continuaría el legado de su ilustre reinado.

Pero la situación con el reino de Deryan era una mancha en su reinado, un recordatorio de la crueldad que aún existía en el mundo. Hace dos décadas, el rey había conquistado el reino liberándolo del tiránico gobierno de Sigi Egorov. Egorov era un sanguinario saqueador que había sometido a su pueblo a un régimen de terror. Los impuestos eran exorbitantes, pagados bajo la amenaza de muerte, y las mujeres eran vendidas como esclavas antes de alcanzar la madurez. Los hombres eran obligados a realizar trabajos forzados tan brutales que muchos perecían durante la faena.

Sin embargo, la ambición de Egorov lo llevó a planear un ataque contra la ciudad imperial. Las tropas imperiales, lideradas por un joven y valiente comandante, frustraron el plan en menos de una semana, ejecutando a Egorov y a todos sus seguidores. Creían haber erradicado la amenaza de raíz. Pero el hijo menor de Egorov, impulsado por la sed de venganza, sobrevivió y años más tarde inició un nuevo asedio, acompañado por un grupo de desertores de la guardia imperial conocidos como el Ejército Xian.

-Los murmullos de descontento resuenan por los pasillos del palacio como un coro de cuervos graznando -observó el emperador con desdén, dirigiéndose a su fiel sirviente personal-. Esta corte está plagada de ineptos, aferrados a sus cargos como garrapatas a su presa -añadió, su voz cargada de un cansancio palpable.

-Sin duda, Su Majestad -asintió el sirviente con reverencia-. No obstante, la llegada del príncipe al trono supondrá un cambio radical. Su visión fresca y perspicaz renovará la corte, desterrando la incompetencia que la ha plagado por tanto tiempo.

-No será una tarea sencilla para mi amado hijo -reconoció el emperador, su mirada reflejando una mezcla de preocupación y orgullo-. Pero tengo plena confianza en su capacidad y determinación. Su inteligencia y su espíritu justo lo convierten en el líder ideal para guiar nuestro reino hacia un futuro más próspero.

-Así lo creo también, Su Majestad -corroboró el sirviente con fervor-. La corte bajo el reinado del príncipe será un faro de justicia y eficiencia, un ejemplo para todas las naciones.

-El tiempo dirá si nuestras esperanzas se cumplen -concluyó el emperador, su rostro surcado por una leve sonrisa-. Pero una cosa es cierta: el futuro de nuestro reino está en buenas manos.

El momento de espera había llegado a su fin. El silencio que se había apoderado del salón real mientras se anunciaba la entrada de personajes de gran importancia para el reino. El rey, con la mirada fija en el amanecer dorado que se abría ante sus ojos, reconoció de inmediato a los recién llegados, solo ellos podían causar ese efecto entre los ministros. Con paso decidido, se volvió hacia sus ministros, quienes guardaban una postura imperturbable, listos para recibir a la General Ker Heinrich, el gran mariscal y el príncipe heredero del imperio de Ravekeen, Daven Aradiel Engelhardt.

            
            

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