Una temerosa secretaria respondió antes de que hubiera acabado de sonar el primer tono.
- Soy Evans, pásame con Douglas.
- Seeeñor.- sonó la aflautada voz de la mujer.- está reunido. Puedo pedirle que lo llame cuando acabe.
- ¡Tonterías! Dile que si no se pone ahora mismo, me llevaré todo el negocio a un bufete de la competencia.
- Si, si, señor.- dijo de nuevo la secretaria.- por favor, no se retire.
Louis contempló durante un instante la carretera por la que circulaban, pero antes de que tuviera tiempo a centrar su vista, una voz de otro lado de la línea ya lo llamaba por su nombre.
- Douglas, me alegra que hayas podido atender mi llamada.
- Louis.- dijo el hombre con tono cansado.- la secretaria es nueva, y has hecho que llore, ¿podrías utilizar un tono menos agresivo en tus próximas llamadas?
- Douglas, gracias al contrato que tenéis con mi empresa facturáis más de cinco millones de dólares al año, ¿de verdad crees que voy a medir mi tono con tu secretaria? Si no quiere que sea duro con ella, debe empezar a saber que cuando pido algo, lo quiero de forma inmediata.
- Si, Louis, por favor, dime por qué llamabas en esta ocasión.
- Es por el contrato.
- Te lo he mandado a tu dirección de correo electrónico, y he marcado en amarillo las partes de las que me pediste que te aclarara.
- Si, por supuesto, lo estoy revisando ahora mismo, y no me queda completamente claro, ¿estás absolutamente seguro de que puedo solicitar la devolución del préstamo con carácter inmediato? ¿Solo tengo que darles tres días de plazo?
- Si, Louis, eso es lo que figura en el contrato que firmamos con el señor Feducci hace diez años.
- Me parece raro que ese viejo tiburón de los negocios firmara algo así.
- En aquel momento Feducci estaba desesperado, y pensó que no tendría problema para cumplir los plazos, por ese motivo firmó algo así.
- Me alegra saber que puedo presionar a ese viejo y a su malcriada hija, no puedo esperar a ver sus caras cuando les diga que solo cuentan con tres días para pagarme el dinero que les presté hace una década.
- Louis...-dijo el abogado con tono de advertencia.
- ¿Qué pasa Douglas?
- Pues que Feducci es ya bastante mayor, y a fin de cuentas es tu suegro; y su hija, bueno, no es Vera.
- Feducci es mi ex suegro, te recuerdo que estoy divorciado. Y en cuanto a la chica... seguramente esté igual de malcriada que su hermana, así que supongo que no le vendrá mal una buena lección en la vida, tal vez incluso les deje quedarse en la casa si se dedican a realizar tareas de sirvientes.
Douglas resopló al otro lado de la línea, pero Louis ni siquiera lo escuchó, lo único que oía en esos momentos era la risa con la que despediría al viejo y a la muchacha malcriada que tenía por hija. Ciertamente, había deseado vengarse de ellos hacia muchos años, cuando aquella mujerzuela lo abandonó, y lo convirtió en el hazmerreir de la alta sociedad neoyorquina, pero él no era un muchacho inexperto, no... sabía que Feducci nunca podría pagar el préstamo que él le hizo, y también sabía, que si esperaba los diez años que indicaba el contrato, sería libre de cumplir su venganza de forma completa.
Louis sabía perfectamente que no tenían dinero suficiente como para devolverle el préstamo, pero si encima lo obligaba a pagarlo en tan solo tres días, los tendría a su merced, los dejaría en la calle, y así podría completar su venganza contra aquella familia que había arruinado sus esperanzas de ser feliz tanto tiempo atrás.
- Conductor.- dijo Louis golpeando la ventanilla.- lléveme a casa.
- Por supuesto, señor, aunque creía que íbamos a una reunión.
Era cierto, Louis tenía una importante reunión con un nuevo proveedor que podría abaratar los costes de su empresa; y aunque sabía que ese era un tema importante, también era consciente de que su subdirector podría hacerse cargo del tema.
- Si, lo sé, pero tengo un asunto más importante del que ocuparme ahora mismo, lléveme a casa.