Por otra parte, Louis Evans no era el viejo decrépito que ella había esperado. No, muy al contrario, era un hombre alto, con un cabello rubio como el de un ángel, y una fina barba, muy cuidada, que cubría su rostro, y le daba el aspecto de un modelo de pasarela. Era fuerte, con la espalda ancha y unos fuertes brazos que daban la sensación de poder agarrarla sin necesidad de hacer ningún tipo de esfuerzo, y con una mirada que la volvía loca... si, sus ojos de un azul tan profundo como el fondo del mar, parecían querer revelar cualquier verdad que se escondiera dentro de su mente, mientras la escrutaban sin parar.
Bianca estaba nerviosa, le temblaba la cuchara en la mano, y apenas era capa de tragar pequeños bocados de sopa, mientras intentaba concentrar su atención en el blanco plato que tenía frente a ella. Aquel hombre hablaba principalmente con su padre, pero la miraba en cada ocasión, casi como si esperara que ella diera su opinión, aún cuando Bianca no estaba acostumbrada a semejante halago. Ella, en las pocas ocasiones en que cenaba con su padre, y en especial si era con invitados, se dedicaba a comer la comida de su plato silenciosamente, y desde luego, nunca jamás intentaba opinar sobre negocios; en primer lugar, porque no tenía ni idea del tema, como siempre le recordaba su padre; y en segundo lugar, porque sus opiniones no solían ser bien recibidas, sino que eran desechadas con una mirada desdeñosa por parte de su padre.
- ¿Qué opina usted, Bianca?
Bianca se dio cuenta en ese momento de que la atención de ambos hombres estaba centrada e su rostro, y no pudo evitar sonrojarse al darse cuenta de que había perdido la atención en la conversación.
- Discúlpenme, estaba distraída.- dijo con un tono de voz tan bajo que apenas si se escuchó.- por favor, repitan su pregunta.
- Le preguntaba a su padre sobre la conveniencia de vender sus productos fuera de Estados Unidos, ¿está usted a favor?
Bianca comenzó a sudar, intentó concentrarse en su padre, pensando en que habría respondido él a aquella cuestión, pero no pudo, porque su mente solo le recordaba que Louis Evans tenía unos labios gruesos, que parecían perfectos para besar, ¡demonios! ¿De dónde salían esa clase de pensamientos?
- Yo, bueno, creo que es positivo vender a un público más numeroso, y evidentemente si añadimos los mercados exteriores, tendríamos más consumidores a los que vender.
Louis la miró con expresión que Bianca no supo descifrar, aunque tampoco tuvo demasiado tiempo para analizarla, ya que su padre gritó, exaltado, en su asiento.
- ¡Majaderías! Ya le decía antes de cenar que mi hija pequeña apenas sabe nada sobre negocios... ¿lo ve? Nuestra empresa nunca ha salido de este país, y Bianca debería saber eso antes de responder a lo loco.
Bianca volvió a bajar la vista, sintiéndose una inculta, y muy poco apta para intervenir en las complejas conversaciones que normalmente tenía su padre. Afortunadamente la retahíla de insultos que Piero Feducci estaba profiriendo, cesó cuando el chófer del señor Evans entró en la habitación.
- Señor Evans.- dijo el hombre que parecía muy nervioso.- lamento comunicarle que un vehículo a colisionado contra su coche hace escasos minutos.
- ¡No es posible! ¿Ha sido grave?
- Si, señor, el coche ha quedado totalmente inutilizable, y el otro vehículo se ha dado a la fuga; aunque evidentemente, ya he llamado a la policía para que se hagan cargo de la situación.
- Bien, bien, has actuado perfectamente. Aunque este hecho cambia mis planes, claro, tendré que buscar un hotel en la ciudad.
- No se moleste.- dijo Piero Feducci con su habitual tono halagador.- puede quedarse en esta casa, tenemos muchas habitaciones, y hace no tanto tiempo fue su casa.
Bianca fue testigo de como Louis se tensaba al escuchar las palabras sobre su antigua relación de parentesco, y sintió cierto desasosiego; sin embargo, el hombre se recuperó rápido, y miró en dirección a su padre con una gran sonrisa, como si nada hubiera pasado.
- Agradezco su hospitalidad; si mi chofer puede también pasar la noche en esta casa, aceptaré su oferta.
- Evidentemente.- dijo Piero.- mandaré que preparen las habitaciones, ha sido un día largo, es mejor así.
Piero sonrió con evidente alegría, ya que era consciente de que el hecho de que el magnate tuviera que pasar allí la noche, le daba esperanzas de ablandarlo, y de que fuera un poco más benévolo cuando llegara el momento de reclamar el cobro de ese maldito préstamo.