Seducida por el ex marido de mi hermana
img img Seducida por el ex marido de mi hermana img Capítulo 6 Louis
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Capítulo 6 Louis

Casi una hora más tarde, después de analizar el espantoso estado en el que había quedado su coche de alta gama, y tras verificar con la policía que contaban con varios sospechosos, pero que aún no habían conseguido dar con ninguno de ellos, Louis entró de nuevo en la casa de los Feducci, y se dirigió a su cuarto.

Lo guió hasta la enorme habitación Piero Feducci, y aunque el viejo hacía un gran esfuerzo en sonreir y en contar anécdotas de aquella casa en la que vivía, Louis era perfectamente consciente de la incomodidad que el hombre sentía en su presencia.

Louis, cansado, después de aquel largo día, decidió que esperaría a la mañana siguiente para exponer su plan. Una cena barata, y una conversación tensa acerca de los mercados financieros no eran suficiente para ablandar su corazón, y esperaba que sus anfitriones fueran conscientes de ello.

Louis se acostó en la mullida cama, y aunque era evidente que habían preparado la habitación para él, fue consciente de que aún olía un poco a humedad, como si no utilizaran mucho aquel cuarto; cosa que le extrañó, pues cuando él se casó con Vera, la casa estuvo llena de parientes y amigos, ¿dónde estaba ahora toda esa gente que entonces se preocupaba de la familia Feducci? ¿Acaso habían dejado de visitarlos en cuanto supieron del mal curso que llevaban sus negocios? Louis se dijo que no era de su incumbencia, y que cuanto más solos estuvieran, tanto mejor, ya que de ese modo se aseguraba de que nadie pudiera prestarles el dinero del préstamo que le debían.

Tras unas cuantas vueltas, y después de doblar su almohada, Louis consiguió conciliar un sueño intranquilo, que lo llevó a tener pesadillas y a moverse con inquietud sobre la cama. Despertó de madrugada, empapado en sudor y sin saber en que lugar se encontraba. Esa forma de despertarse no era infrecuente en él, ya que viajaba mucho, y a menudo tardaba en acostumbrarse a los hoteles que su secretaria reservaba. Así que, como era su costumbre, se levantó, se dio una rápida ducha que lo ayudó a relajarse, y bajó a la planta inferior, donde se encaminó hacia la biblioteca, con la intención de escoger un libro que lo ayudara a conciliar de nuevo el sueño; o en el peor de los escenarios... a entretenerse hasta que llegara de nuevo la mañana.

Entró en la enorme biblioteca que tanto le gustó la primera vez que estuvo en esa casa, encendió la luz, y comenzó a deambular por las estanterías. Había muchos libros, algunos ya los había leído, otros no le interesaban, y cuando por fin encontró uno que llevaba tiempo queriendo leer, sonrió y lo extrajo del lugar que ocupaba en la estantería.

Era un libro juvenil, sobre piratas, y aún recordaba que cuando había tenido la edad apropiada para leerlo, no había contado con dinero suficiente para comprarlo. Por aquel entonces, pensó con una mezcla de nostalgia y pena, su madre y él habían vivido en un apartamento diminuto, y su madre había tenido que dedicarse a envasar pescado, el único trabajo que como madre soltera, pudo conseguir.

Recordaba perfectamente el nauseabundo olor del pescado, incrustado en cada superficie del pequeño piso, así como también recordaba las largas jornadas que su pobre madre solía trabajar para que el sueldo les llegara hasta final de mes. Él odió desde siempre aquel apartamento, y quizá por eso, dedicó todos sus esfuerzos a estudiar, y a ganar dinero. Su madre siempre le repetía que él llegaría lejos, y Louis, que lo único que quería era agradarla, se esforzó tanto, que a los diecisiete años, ya había ganado su primer millón de dólares.

Lo consiguió desarrollando una tecnología muy novedosa para los teléfonos móviles, y aunque al principio intentaron comprarle su idea por una miserable, Louis pronto supo que tenía una idea novedosa, y sobre todo, muy valiosa.

Nunca la vendió, sino que consiguió que un empresario neoyorquino lo financiara, y así pudo comenzar su empresa a los diecisiete años. Lamentablemente, su madre murió antes de verlo triunfar. Murió mientras él estaba de viaje, negociando los pormenores de la financiación con aquel hombre que le permitió hacerse un nombre en el mundo de la tecnología, y cuando se enteró, era tarde.

Su madre se había sentido mal durante varios días seguidos, pero preocupada por la posibilidad de perder su empleo, había seguido trabajando las mismas horas que solía hacer; y como no mejoraba, decidió ir al hospital, donde no la atendieron, debido a su falta de recursos; tres días después, sufrió un terrible ataque al corazón que acabó con su vida.

Louis se enteró por una vecina, que lo llamó para darle la terrible noticia, y pedirle que regresara; y él, sin creer aún que la muerte de su madre fuera posible, regresó. Llevaba bajo el brazo el contrato firmado, pensaba mostrarle a su madre lo ricos que iban a ser; pensaba comprarle una casa en pleno centro de Nueva York, y obligarla a dejar su miserable trabajo. Pero ya nada fue posible, puesto que la muerte les había arrebatado aquella posibilidad.

Desde aquel día, Louis se centró en su empresa, en su negocio, ascendió, se hizo millonario, después multimillonario, y con menos de veinte años, ya era respetado y temido a partes iguales por hombres y mujeres que le doblaban la edad.

Louis se sentó en una mullida butaca de cuero, y recordó su viejo apartamento, aquel en el que había vivido con su madre, y que era más pequeño que aquella preciosa biblioteca. Le hubiera gustado llevar a su madre a una casa como aquella.

Louis cerró los ojos, y aspiró el aroma del libro que llevaba entre las manos, era reconfortante haberlo encontrado, le recordaba a su juventud, y aquel momento en el que su vida estuvo llena de sueños, y con ese pensamiento en su mente, se durmió sobre la butaca.

                         

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