Seducida por el ex marido de mi hermana
img img Seducida por el ex marido de mi hermana img Capítulo 4 Louis
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Capítulo 4 Louis

El viaje hasta Baltimore, que era donde se ubicaba la casa familiar de los Feducci, fue largo. El chófer se detuvo en varios atascos, y para cuando por fin pudieron circular con normalidad, Luis llevaba ya más de dos horas dentro del vehículo. Por primera vez en mucho tiempo, estuvo de acuerdo con su ex esposa en algo, Baltimore era un agujero que no merecía su consideración.

Aunque no era una ciudad tan pequeña como Vera solía decir cuando eran novios, a él le gustaba Nueva York, y no se sentía cómodo en Baltimore. Quizá por ese motivo, cuando al fin llegaron a la casa de los Feducci, más de cuatro horas después de salir, y a una hora ya poco adecuada para cenar con sus anfitriones, Louis se bajó del coche, y le dijo a su chófer.

- ¡Espere aquí! No quiero pasar más tiempo del estrictamente necesario en este agujero.

- Pero, señor.- protestó el chef.- necesito cenar algo, hace ya muchas horas que no tomo nada, y si no ceno, no creo que pueda llevarlo de vuelta.

- Si, claro.- dijo Louis desconcertado, como si no hubiera pensado en que su chófer pudiera tener la necesidad de comer algo.- vaya a algún sitio cercano, pero no tarde.

-¿Cuanto cree que se demorará?

- No más de dos horas, dudo que estos muertos de hambre tengan demasiado que decir.

- Tranquilo, señor, puede pasar al interior de la casa.- dijo una voz tan áspera como la lija detrás de él.- puede que seamos muertos de hambre y vivamos en un agujero, pero aún sabemos lo que significa la educación, y sabemos como atender a nuestros invitados, aún si estos son groseros.

Mientras hablaba, Louis se había girado en dirección a la voz que parecía querer traspáselo, y a pesar de la penumbra en la que el jardín delantero se encontraba, Louis se encontró frente a una voluptuosa pelirroja que lo miraba con los ojos llenos de rabia.

A Louis le gustó aquella mujer de curvas prominentes, y pelo de fuego, que hacía juego con ese carácter tan apasionado que acababa de mostrar.

Un hombre más humilde que él hubiera sentido vergüenza por las palabras pronunciadas, pero Louis pensó que se las tenían bien merecidas, por todo lo que le habían hecho sufrir hasta que finalmente Vera lo avergonzó y le rompió el corazón al abandonarlo. Pero eso ya no era importante, hacía diez años, y en aquel entonces, Louis había sido un jovencito de tan solo dieciocho años, enamorado de una mujer que lo volvió loco y lo hizo pedazos; eso ya no era así. Ahora tenía veintiocho, y sabía como manejar a una mujer, especialmente, quería manejar a aquella pelirroja que lo fulminaba con sus ojos y que lo observaba desafiante, ¿quién demonios sería aquella belleza? ¿Acaso se habría vuelto a casar el viejo Feducci con una criatura tan asombrosa como aquella? Inmediatamente, al pensar en la posibilidad de aquella fuera la joven esposa del viejo, Louis pensó en lo placentero que sería llevársela a la cama, seducirla, y luego contárselo a aquel estúpido hombre que seguramente ni siquiera fuera capaz de satisfacer a una muchacha tan joven.

- Señora Feducci.- dijo Louis utilizando su voz seductora.- disculpe mis rudos modales, le prometo que suelo ser mucho mas educado, pero me ha encontrado en un mal día.

- Cuanto lo lamento, señor Evans.- dijo en un tono que evidenciaba que no lamentaba en absoluto si su día había sido malo.- ahora si me permite, escoltaré a su chófer hasta la zona de servicio, donde podrá descansar y comer algo hasta que usted decida largarse de este agujero.

La pelirroja se dio la vuelta, y el chófer la siguió, siendo consciente de que ra mejor no contrariar a aquella mujer de carácter explosivo. A Louis le molestó que siguiera tratándolo de aquella forma aún después de haber intentado disculparse, a fin de cuentas, él sería el dueño de aquella casa dentro de tres días, y si le apetecía, pondría a la pelirroja de lengua incontrolada a fregar suelos, porque estaba bien seguro de que aquella familia preferiría humillarse ante él, a tener que buscar empleos en el mundo exterior.

Louis entró en la casa con una sonrisa pintada en los labios, relamiéndose por la victoria que lo esperaba al otro lado de esa puerta, y se presentó ante el viejo Feducci con sus mejores modales.

- Querido Piero.- dijo Louis.- cuanto me alegra que volvamos a vernos.

Si aquel hombre se sorprendió de su fingida amabilidad, desde luego, no lo demostró.

- Yo también estoy muy orgulloso de recibirte en esta casa, Louis, ¿cuánto hacía que no pasabas por aquí?

- Exactamente diez años.- dijo Louis en tono seco.- desde el día de la boda.

- Cierto, cierto, cierto.- dijo Piero con una voz vacilante, y dejó morir aquella frase sin aportar nada más a la conversación.- acompáñame a la sala, tomaremos un pequeño aperitivo mientras esperamos a que se una a nosotros Bianca.

Louis se sentó frente a la entrada, charlando de temas triviales con su anfitrión y tomando una copa de vino, mientras miraba con cierta ansiedad hacia la puerta. Quería ver a la pelirroja a la luz, comprobar si aquella figura de reloj de arena era tal y como le había parecido en el jardín, pero ella no aparecía, y Louis comenzaba a impacientarse, y eso que él era un hombre muy paciente.

- Louis, te notó distraído esta noche. ¿Alguna preocupación a causa de los negocios?

- No, no, es solo que ha sido un día cansado, y me preguntaba si podríamos pasar ya al salón a cenar, hay temas que necesito discutir contigo.

- Por supuesto, déjame que busque a la encantadora Bianca, y podemos cenar. Bianca es un encanto, seguramente está comprobando que la cocinera ha preparado todo a la perfección.

- ¡Que delicia!- dijo Louis imaginando a aquella mujer haciendo cualquier cosa menos supervisar la cocina.

Al final tuvieron que esperar a que la fantástica Bianca apareciera, junto a una azorada cocinera, que tenía las mejillas rojas, y el delantal manchado, y mientras se sentaban a la mesa, y la mujer servía un primer plato consistente en sopa de marisco, el viejo Feducci dijo unas palabras que lo sorprendieron enormemente:

- Louis, déjame que te presente a la encantadora Bianca, mi hija pequeña y mi alegría en estos días de vejez.

¿Hija? La pelirroja que lo había reprendido en el jardín no se parecía en nada a la familia Feducci, y desde luego no había mostrado ni rastro del carácter adulador del que tanto Piero como Vera hacían gala. ¿Realmente aquella mujer exquisita era la hermanita metomentodo que asistió a su boda? En cuanto pudo desprenderse del estupor inicial, tomó la mano de la muchacha entre las suyas y la acercó a su boca para besarla con delicadeza.

La mano de Bianca quedó rígida entre las suyas, pero aún así, su suave piel, su increíble aroma, y aquellos ojos que lo traspasaban lo hipnotizaron, a pesar de que eso era lo último que Louis esperaba aquella noche.

            
            

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