El Padre de Mi Mejor Amigo
img img El Padre de Mi Mejor Amigo img Capítulo 3 Dante
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Capítulo 10 Hora de Volver img
Capítulo 11 Desastre img
Capítulo 12 Adiós img
Capítulo 13 Fotos img
Capítulo 14 Nuevo img
Capítulo 15 Cena img
Capítulo 16 Karma img
Capítulo 17 Escapar img
Capítulo 18 Atrapados img
Capítulo 19 Pesadilla img
Capítulo 20 Hechizo img
Capítulo 21 Fin img
Capítulo 22 La Apuesta img
Capítulo 23 Un Nuevo Comienzo img
Capítulo 24 Una Social img
Capítulo 25 Destino img
Capítulo 26 Mar img
Capítulo 27 Desconocido img
Capítulo 28 Dahlia img
Capítulo 29 Sin Más Barreras img
Capítulo 30 Agua en la Boca img
Capítulo 31 Lugar Correcto img
Capítulo 32 Primer Día img
Capítulo 33 El Rector img
Capítulo 34 Romper el Hielo img
Capítulo 35 Entrevista img
Capítulo 36 Casa de Naipes img
Capítulo 37 De Regreso a Casa img
Capítulo 38 Juego Peligroso img
Capítulo 39 Granada img
Capítulo 40 La Otra img
Capítulo 41 La Primera Mentira img
Capítulo 42 Novatos img
Capítulo 43 Recién llegado img
Capítulo 44 Nuevos Sentimientos img
Capítulo 45 Físico img
Capítulo 46 La Indecisión img
Capítulo 47 Reunión Familiar img
Capítulo 48 Lazos Frágiles img
Capítulo 49 Punto sin Retorno img
Capítulo 50 Non Riesco a Smettere Di Guardarti img
Capítulo 51 House of Cards img
Capítulo 52 Eres mío, Dante Salvatore img
Capítulo 53 El Sabor de lo Prohibido img
Capítulo 54 Declaración img
Capítulo 55 Un Paso Atrás img
Capítulo 56 Dolor img
Capítulo 57 Dos Lados img
Capítulo 58 Claro img
Capítulo 59 El Otro img
Capítulo 60 Algo Diferente img
Capítulo 61 Una noche img
Capítulo 62 Una Nueva Oportunidad img
Capítulo 63 Tiempo img
Capítulo 64 Inmune al Tiempo img
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Capítulo 3 Dante

Olivia Fernandes

La frustración que sentí duró menos de un milésimo de segundo, el tiempo suficiente para que mi cerebro procesara la imagen frente a mis ojos. Y, por segunda vez en esa noche, me quedé sin palabras.

Mis ojos recorrieron su cuerpo, absorbiendo cada detalle. El brazo extendido, sosteniendo el volante con firmeza. Las venas salientes en el antebrazo, ascendiendo hasta el bíceps definido bajo la camisa ligeramente húmeda. Su pecho marcado por la camisa blanca, igualmente húmeda, con algunas gotas descendiendo por la clavícula. Los anteojos estaban un poco empañados, y el cabello negro, con algunos mechones grises, estaba mojado, pegado a la frente. La barba incipiente completaba la escena. Parecía haber salido directamente de una película.

Por unos segundos, solo pude observarlo. Quería grabar esa imagen, como si él fuera a desaparecer en cualquier momento. Necesitaba recordar ese rostro, esa estructura hipnotizante. Pero entonces, el silencio que se formaba me devolvió a la realidad. ¿Qué estaba haciendo allí?

-¿Quién eres tú? -Mi voz salió en un tono bajo, algo asustada. Estaba en el coche de un completo extraño.

-Estás en mi coche, creo que yo debería hacer esa pregunta. -Sonrió, una sonrisa que hizo que todo mi cuerpo se derritiera, aunque no quisiera admitirlo.

-¡Dios mío! -murmuré, dándome cuenta finalmente de la gravedad de la situación. Estaba en el coche de alguien que no conocía. ¿Cómo pude hacer algo tan impulsivo? Culpa a Lucas por esto.

Rápidamente, tiré de la manija de la puerta, lista para salir y acabar con el embarazoso momento lo más rápido posible. Pero, en el preciso momento en que intenté salir, sentí una mano firme y cálida sujetando mi muñeca.

Su toque me hizo estremecer de pies a cabeza, pero no admitiría que él era el responsable. No, era culpa de la lluvia y el frío. Siempre culpaba a lo que estaba a mi alrededor para evitar enfrentar verdades incómodas. Y la verdad ahora era que este hombre, este extraño, me estaba poniendo nerviosa.

-No puedo dejarte salir sola en esta lluvia. -Su mano soltó mi muñeca, y casi gemí de frustración al sentir la ausencia de ese toque.

Me controlé. A pesar de todo, seguía siendo la misma Olivia de siempre, la chica que mantenía las emociones bajo control.

-Mira, no quiero ser grosera, pero ni siquiera te conozco. Creo que es más seguro que me quede bajo la lluvia que estar en el coche de un desconocido. -Intenté sonar firme, pero mi voz vaciló un poco.

Él sonrió de manera torcida y levantó una ceja, ajustando los anteojos que se deslizaban por su nariz.

-Soy Dante, un placer. -Extendió la mano hacia mí, pero yo me quedé quieta, sin saber qué hacer.

Estaba tentada a tocar su mano nuevamente, solo para sentir ese toque electrizante, pero resistí.

-Olivia. -Respondí, seca. -Saber tu nombre no es suficiente para confiar en ti, Dante.

-Serías muy ingenua si confiaras. -Río brevemente y, sin que lo esperara, puso el cinturón de seguridad y cerró las puertas, arrancando el coche.

-¿Qué estás haciendo? -Me irrité. -¡Solo puedes estar loco!

Él sonrió de lado nuevamente, con una calma desconcertante.

-Póntelo y dime tu dirección. Te llevaré a casa, segura. -Sonó firme, como si lo que estaba haciendo fuera la cosa más sensata del mundo.

Miré a los guardias de la mansión de Lucas a través del cristal oscuro, intentando llamar su atención golpeando la ventana, pero fue inútil.

-El cristal es blindado. -Se rio, acelerando el coche mientras nos alejábamos. Encendió la radio, sintonizando cualquier estación, y sacó un chicle de sandía de la guantera.

Me ofreció uno, y lo rechacé, apartando su mano con un gesto rápido.

-No sé lo que quieres o qué pretendes, pero tengo un chip de localización. Me rastrearán. -Mi voz sonó más firme de lo que esperaba, y él soltó una risa.

-Solo quiero llevarte a casa, Olivia. -Afirmó nuevamente, y entonces su toque volvió a mi muñeca.

Cerré los ojos y respiré hondo al sentir ese calor invadiendo mi piel fría por la lluvia.

¿Por qué se siente tan bien?

Sacudí la cabeza, intentando alejar esos pensamientos, pero él lo notó. Percibió que el toque no solo me afectaba físicamente. Había algo más, y Dante parecía intrigado por eso.

Sin decir una palabra más, apuntó al GPS y me pidió que ingresara mi dirección. A regañadientes, escribí un lugar al azar, decidida a no decirle dónde vivía realmente.

Dimos vueltas y más vueltas por la ciudad. Cuando el coche se detuvo en el lugar que indiqué, él levantó una ceja, claramente desconfiado.

-Está bien, Olivia. Dado que no quieres decirme adónde debo llevarte, elegiré el destino.

            
            

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