El Padre de Mi Mejor Amigo
img img El Padre de Mi Mejor Amigo img Capítulo 5 Decisión
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Capítulo 10 Hora de Volver img
Capítulo 11 Desastre img
Capítulo 12 Adiós img
Capítulo 13 Fotos img
Capítulo 14 Nuevo img
Capítulo 15 Cena img
Capítulo 16 Karma img
Capítulo 17 Escapar img
Capítulo 18 Atrapados img
Capítulo 19 Pesadilla img
Capítulo 20 Hechizo img
Capítulo 21 Fin img
Capítulo 22 La Apuesta img
Capítulo 23 Un Nuevo Comienzo img
Capítulo 24 Una Social img
Capítulo 25 Destino img
Capítulo 26 Mar img
Capítulo 27 Desconocido img
Capítulo 28 Dahlia img
Capítulo 29 Sin Más Barreras img
Capítulo 30 Agua en la Boca img
Capítulo 31 Lugar Correcto img
Capítulo 32 Primer Día img
Capítulo 33 El Rector img
Capítulo 34 Romper el Hielo img
Capítulo 35 Entrevista img
Capítulo 36 Casa de Naipes img
Capítulo 37 De Regreso a Casa img
Capítulo 38 Juego Peligroso img
Capítulo 39 Granada img
Capítulo 40 La Otra img
Capítulo 41 La Primera Mentira img
Capítulo 42 Novatos img
Capítulo 43 Recién llegado img
Capítulo 44 Nuevos Sentimientos img
Capítulo 45 Físico img
Capítulo 46 La Indecisión img
Capítulo 47 Reunión Familiar img
Capítulo 48 Lazos Frágiles img
Capítulo 49 Punto sin Retorno img
Capítulo 50 Non Riesco a Smettere Di Guardarti img
Capítulo 51 House of Cards img
Capítulo 52 Eres mío, Dante Salvatore img
Capítulo 53 El Sabor de lo Prohibido img
Capítulo 54 Declaración img
Capítulo 55 Un Paso Atrás img
Capítulo 56 Dolor img
Capítulo 57 Dos Lados img
Capítulo 58 Claro img
Capítulo 59 El Otro img
Capítulo 60 Algo Diferente img
Capítulo 61 Una noche img
Capítulo 62 Una Nueva Oportunidad img
Capítulo 63 Tiempo img
Capítulo 64 Inmune al Tiempo img
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Capítulo 5 Decisión

Olivia Fernandes

Dante no me respondió, manteniendo el suspenso sobre su identidad. Solo sonrió, la misma sonrisa amplia y hermosa que me hizo vacilar en el primer instante en que lo conocí.

- Tu sonrisa es bonita, pero no será suficiente para evitar que siga haciendo más preguntas -disparé, tomándolo por sorpresa.

- Si mi sonrisa no es suficiente, puedo intentar disuadirte de otras maneras -respondió, apartando un mechón de mi cabello y colocándolo detrás de mi oreja. Su toque perduró, como si quisiera prolongar ese momento, deslizando el dedo por mi lóbulo hasta alcanzar mi cuello y, finalmente, mi nuca.

Mi cuerpo reaccionó al toque de Dante de una forma que no esperaba. No era solo un toque. Era íntimo, casi posesivo. El tipo de toque que me hacía sentir expuesta, pero curiosamente segura.

Antes de que pudiera controlarme, las palabras se escaparon:

- ¿Qué viste en mí?

Odiaba cómo me sentía en esos momentos, como si nunca fuera suficiente. Y, por más que intentara alejarme de esos pensamientos, bastaba con ver mi reflejo en cualquier superficie para que las inseguridades volvieran. Lidiar con esto nunca fue fácil, y ahora, en la vida adulta, parecía aún peor.

Él frunció el ceño, confuso, pero aún mantenía la mano en mi cuello, acariciando mi piel con el pulgar.

- Creo que no entendí tu pregunta, Olivia.

Suspiré, sintiendo una mezcla de frustración y vergüenza.

- No hay otra forma de decirlo. Quería entender por qué me trajiste aquí, por qué capté tu atención al punto de prácticamente secuestrarme para mostrarme estas cosas -sonreí al recordar cómo todo parecía tan inusual-. Siendo sincera, creo que no soy tu tipo.

El rostro de Dante se relajó, como si finalmente entendiera lo que quería decir.

- Tienes razón. No suelo secuestrar mujeres tan jóvenes -bromeó, haciéndome reír-. Suelo coquetear con mujeres de mi edad, así que entiendo tu pregunta.

No estaba entendiendo.

- No es cuestión de edad, Dante -me sentí tonta al tener que explicarlo-. Yo... no soy el tipo de mujer que suele gustarle a hombres como tú, y... puede que no tenga mucha experiencia en esto, pero veo en tu mirada lo que quieres de mí. Así que, seré sincera... ¿no te importa que yo sea... gorda?

En cuanto las palabras salieron de mi boca, me arrepentí de inmediato. Odiaba ser tan vulnerable y, en ese instante, ocurrió lo que más temía: vi la expresión de Dante cambiar. Lástima. Sentía lástima por mí.

Me di la vuelta, caminando rápidamente hacia el ascensor, deseando desesperadamente salir de allí. No quería escuchar ninguna respuesta que él pudiera darme. No quería que ese sentimiento de lástima se solidificara.

- ¡Espera! -gritó, haciéndome detenerme a mitad de camino, aunque seguía de espaldas.

No quería mirarlo. No quería ver esa expresión de nuevo.

Lo sentí acercarse lentamente, y pronto sentí el suave roce de su nariz en mi cabello, inhalando el perfume que llevaba. Sus manos se deslizaron hasta mi cintura, y casi me rendí allí mismo.

De repente, me di la vuelta, pero aún mantuve la mirada baja, sujetando sus manos sobre mi cintura. Él, a su vez, llevó la mano hasta mi barbilla, intentando levantar mi rostro, como si quisiera que viera lo que tenía que decir.

- ¿Sabes lo que vi en ese salón, Olivia? -su voz era baja, pero lo suficientemente grave como para erizar mi piel-. Vi a una mujer bien vestida, elegante, interesada en el arte, y lo más importante, si me permites decirlo... -se acercó más, lo suficiente para que sus labios casi rozaran mi oreja-... una de las mujeres más sexys que he visto.

Mis piernas flaquearon. Mi corazón se aceleró, y no pude contener el shock al escuchar esas palabras salir de la boca de Dante. Era imposible que estuviera hablando de mí. Pero, por alguna razón, lo estaba.

- Me gusta lo que siento cuando dices esas cosas... -admití, con una sonrisa que ni yo misma sabía de dónde había salido-. Eres peligroso, Dante. Eres muy bueno con las palabras.

Se rió, una risa baja, casi provocadora, mientras su cálido aliento rozaba mi piel, con el suave aroma de sandía, el mismo del chicle que mascaba minutos antes.

- Soy bueno en muchas cosas, Olivia... -sus palabras me hicieron sonrojar-. Y, si quieres, puedo mostrártelo.

Estaba completamente perdida en él. Sus manos se apretaron contra mi cintura, atrayéndome más cerca, y en ese instante, supe que la razón ya me había abandonado.

No había nada más que pensar. Lo quería. Quería descubrir todo lo que Dante podía ofrecerme.

- Quiero que me lo muestres... -susurré, llevando mis manos por sus brazos, sintiendo cada músculo, cada vena bajo mi piel. Continué hasta alcanzar sus bíceps, y luego su cuello, donde clavé ligeramente las uñas, acercándolo aún más-. Quiero que me muestres todo de ti, Dante.

Él sonrió, una sonrisa de quien sabía exactamente lo que estaba pidiendo.

            
            

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