Capítulo 5 Decisión

Olivia Fernandes

Dante no me respondió, manteniendo el suspenso sobre su identidad. Solo sonrió, la misma sonrisa amplia y hermosa que me hizo vacilar en el primer instante en que lo conocí.

- Tu sonrisa es bonita, pero no será suficiente para evitar que siga haciendo más preguntas -disparé, tomándolo por sorpresa.

- Si mi sonrisa no es suficiente, puedo intentar disuadirte de otras maneras -respondió, apartando un mechón de mi cabello y colocándolo detrás de mi oreja. Su toque perduró, como si quisiera prolongar ese momento, deslizando el dedo por mi lóbulo hasta alcanzar mi cuello y, finalmente, mi nuca.

Mi cuerpo reaccionó al toque de Dante de una forma que no esperaba. No era solo un toque. Era íntimo, casi posesivo. El tipo de toque que me hacía sentir expuesta, pero curiosamente segura.

Antes de que pudiera controlarme, las palabras se escaparon:

- ¿Qué viste en mí?

Odiaba cómo me sentía en esos momentos, como si nunca fuera suficiente. Y, por más que intentara alejarme de esos pensamientos, bastaba con ver mi reflejo en cualquier superficie para que las inseguridades volvieran. Lidiar con esto nunca fue fácil, y ahora, en la vida adulta, parecía aún peor.

Él frunció el ceño, confuso, pero aún mantenía la mano en mi cuello, acariciando mi piel con el pulgar.

- Creo que no entendí tu pregunta, Olivia.

Suspiré, sintiendo una mezcla de frustración y vergüenza.

- No hay otra forma de decirlo. Quería entender por qué me trajiste aquí, por qué capté tu atención al punto de prácticamente secuestrarme para mostrarme estas cosas -sonreí al recordar cómo todo parecía tan inusual-. Siendo sincera, creo que no soy tu tipo.

El rostro de Dante se relajó, como si finalmente entendiera lo que quería decir.

- Tienes razón. No suelo secuestrar mujeres tan jóvenes -bromeó, haciéndome reír-. Suelo coquetear con mujeres de mi edad, así que entiendo tu pregunta.

No estaba entendiendo.

- No es cuestión de edad, Dante -me sentí tonta al tener que explicarlo-. Yo... no soy el tipo de mujer que suele gustarle a hombres como tú, y... puede que no tenga mucha experiencia en esto, pero veo en tu mirada lo que quieres de mí. Así que, seré sincera... ¿no te importa que yo sea... gorda?

En cuanto las palabras salieron de mi boca, me arrepentí de inmediato. Odiaba ser tan vulnerable y, en ese instante, ocurrió lo que más temía: vi la expresión de Dante cambiar. Lástima. Sentía lástima por mí.

Me di la vuelta, caminando rápidamente hacia el ascensor, deseando desesperadamente salir de allí. No quería escuchar ninguna respuesta que él pudiera darme. No quería que ese sentimiento de lástima se solidificara.

- ¡Espera! -gritó, haciéndome detenerme a mitad de camino, aunque seguía de espaldas.

No quería mirarlo. No quería ver esa expresión de nuevo.

Lo sentí acercarse lentamente, y pronto sentí el suave roce de su nariz en mi cabello, inhalando el perfume que llevaba. Sus manos se deslizaron hasta mi cintura, y casi me rendí allí mismo.

De repente, me di la vuelta, pero aún mantuve la mirada baja, sujetando sus manos sobre mi cintura. Él, a su vez, llevó la mano hasta mi barbilla, intentando levantar mi rostro, como si quisiera que viera lo que tenía que decir.

- ¿Sabes lo que vi en ese salón, Olivia? -su voz era baja, pero lo suficientemente grave como para erizar mi piel-. Vi a una mujer bien vestida, elegante, interesada en el arte, y lo más importante, si me permites decirlo... -se acercó más, lo suficiente para que sus labios casi rozaran mi oreja-... una de las mujeres más sexys que he visto.

Mis piernas flaquearon. Mi corazón se aceleró, y no pude contener el shock al escuchar esas palabras salir de la boca de Dante. Era imposible que estuviera hablando de mí. Pero, por alguna razón, lo estaba.

- Me gusta lo que siento cuando dices esas cosas... -admití, con una sonrisa que ni yo misma sabía de dónde había salido-. Eres peligroso, Dante. Eres muy bueno con las palabras.

Se rió, una risa baja, casi provocadora, mientras su cálido aliento rozaba mi piel, con el suave aroma de sandía, el mismo del chicle que mascaba minutos antes.

- Soy bueno en muchas cosas, Olivia... -sus palabras me hicieron sonrojar-. Y, si quieres, puedo mostrártelo.

Estaba completamente perdida en él. Sus manos se apretaron contra mi cintura, atrayéndome más cerca, y en ese instante, supe que la razón ya me había abandonado.

No había nada más que pensar. Lo quería. Quería descubrir todo lo que Dante podía ofrecerme.

- Quiero que me lo muestres... -susurré, llevando mis manos por sus brazos, sintiendo cada músculo, cada vena bajo mi piel. Continué hasta alcanzar sus bíceps, y luego su cuello, donde clavé ligeramente las uñas, acercándolo aún más-. Quiero que me muestres todo de ti, Dante.

Él sonrió, una sonrisa de quien sabía exactamente lo que estaba pidiendo.

            
            

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