Cualquiera que me observase desde fuera notaría cuánto sufría al intentar tomar decisiones por mi cuenta. En medio de toda esta rígida y agotadora crianza, perdí la capacidad de pensar por mí misma, de saber lo que realmente quiero, en lugar de preocuparme siempre por lo que debería hacer, según mis padres o mi hermano.
Entonces, a los 24 años, tomé la decisión más importante de mi vida: entregarme a un hombre.
Puede parecer simple para algunas chicas, que hacen lo que tienen que hacer y ni siquiera les importa con quién están. Pero, para mí, esto era lo más precioso que tenía. No porque viera la virginidad como algo intocable, sino porque creía que el sexo no es banal. Quería que fuera único, algo digno de un libro o película de romance épico.
Y, ahora, aquí estoy, viviendo un momento que jamás imaginé. Conocí a un hombre irresistible que, para mi sorpresa, me desea tanto como yo lo deseo a él.
El loft es limpio, bien decorado, lleno de obras de arte que me hacen suspirar. Pero nada de eso se compara con la energía electrizante que me causa el mínimo roce de Dante.
- ¿Estás nerviosa? -pregunta él, su voz lleva un tono de preocupación que me hace pensar si desistiría si supiera la verdad.
- No por tu causa -respondo, siendo sincera. Estoy nerviosa, sí, pero no por él.
Estoy nerviosa por otras cosas, pero nada puede disminuir el calor que siento, subiendo por mis mejillas y bajando por mi cuerpo. La piel debajo de mi vestido parece arder.
Dante toma mi mano y me lleva hasta el balcón del loft. La vista de la ciudad por la noche es encantadora, un escenario perfecto para lo que está ocurriendo. Me apoyo en la barandilla, clavando las manos en el hierro frío mientras siento cómo la tensión se apodera de mí.
Entonces, él se acerca por detrás, apartando mi cabello hacia un lado y dejando expuesto mi cuello. El beso que deposita en mi piel caliente me hace estremecer por completo. Suelto un suspiro sin poder controlarme, y su cuerpo parece moverse junto con el mío, como si nuestros deseos fueran uno solo.
- Tu olor, Olivia... -susurra, arrastrando su lengua desde mi cuello hasta mi oreja-. Me has puesto duro solo con tu perfume.
Mis mejillas arden de vergüenza. Sonrío, sintiéndome tonta por sonrojarme tanto con algo que debería ser normal para mi edad.
- ¿Puedo sentirlo? -pregunto, casi inocente, con miedo de decir algo incorrecto y arruinarlo todo.
Dante parece percibir mi vacilación. Frunce el ceño por un segundo, pero enseguida suaviza la expresión.
- No necesitas pedírmelo, Olivia... -dice, su voz ronca, arrastrada, como si estuviera luchando contra su propia urgencia-. Soy todo tuyo. Pero antes de que continuemos, necesito saber... ya lo has hecho antes, ¿verdad?
Mi corazón se acelera. Su pregunta me hace retroceder, y siento una ola de vergüenza invadiéndome. No quiero que este momento termine, y la frustración de pensar en eso me sofoca.
- Si te digo que soy virgen, ¿te querrás ir? -digo, con la voz baja, mirando al suelo.
- ¿Virgen? -parece sorprendido, casi atragantándose con la palabra.
Él sonríe, esa sonrisa ladina que hace que mi corazón lata aún más rápido. Sus manos recorren su rostro, y parece estar lidiando con la culpa de involucrarse conmigo, una mujer visiblemente menos experimentada que él.
- Jamás interrumpiría esto, Olivia... -hace una pausa, y sé que tiene más que decir-. Pero, ¿estás segura de que quieres que esto ocurra ahora, hoy?
La pregunta me hace reflexionar. Siempre quise que mi primera vez fuera especial, romántica. Y, por más que el deseo me consuma ahora, ¿es este realmente el momento adecuado?
Antes de que pudiera responder, una decisión surgió en mi mente, y supe que, de aquí en adelante, lo que sucediera lo cambiaría todo.