Solo con un beso
img img Solo con un beso img Capítulo 10 Diez
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Capítulo 27 Veintisiete img
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Capítulo 33 Treinta y tres img
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Capítulo 35 Treinta y cinco img
Capítulo 36 Treinta y seis img
Capítulo 37 Treinta y siete img
Capítulo 38 Treinta y ocho img
Capítulo 39 Treinta y nueve img
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Capítulo 41 Cuarenta y uno img
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Capítulo 10 Diez

Elena llegó al aeropuerto con la seguridad de alguien que había conquistado un imperio. Y, en realidad, lo había logrado: había tomado las riendas del imperio que Thomas había levantado.

Se detuvo un instante frente a una puerta de vidrio, observando su reflejo con una sonrisa maliciosa. Había regresado y sabía que tenía que ponerse al día con todo lo que había pasado en su ausencia. Para ella, la vida realmente había comenzado con Thomas; antes de él, nada había importado.

Mientras caminaba hacia la salida, su atención se desvió hacia un puesto de revistas, donde vio a Owen. Su rostro no había cambiado mucho, pero la información que lo acompañaba sí que lo había hecho. Su exesposo, que alguna vez fue un romántico empedernido, había avanzado considerablemente desde la última vez que lo vio. Ahora era el director de la compañía y tenía un prestigio notable. Eso sí era interesante.

Owen tenía un porte diferente, una nueva aura de autoridad que ella no recordaba en él. En ese instante, decidió que no podía perder la oportunidad de volver a verlo, no por amor o por recuperar lo que alguna vez tuvieron, sino porque recordaba-y se deleitaba con la idea-el poder que solía tener sobre él.

"¿Se habrá casado?", se preguntó. Lo más probable era que sí. Un hombre como él no se quedaría solo, o tal vez sí. Owen siempre había sido un romántico, sensible y un poco pegajoso; aún podía imaginar esos ojos de cachorro que le daba después de una noche juntos. ¡Era tan fácil! Aunque sabía que el amor de Owen por ella era sincero, eso no le servía de nada. Tampoco el apoyo incondicional que él le ofreció después del nacimiento de Eva, ni la desesperación en su rostro al encontrarla tirada en la cama mientras la niña lloraba desconsoladamente en la cuna. Ni siquiera le importó que Owen nunca le reprochara su dureza hacia Eva.

Siempre comprensivo, siempre buscando maneras de apoyarla y profesarle su amor: aburrido. Ella necesitaba otras cosas, además del dinero; necesitaba sentir la adrenalina, el poder, la indulgencia a todos sus caprichos. Nada de eso lo obtenía de Owen. Por eso había caído rendida a los pies de Thomas: él sí exudaba peligro. Tenía esa mezcla exacta de desinterés, pasión, soberbia y descaro.

Un hombre que estaba a su altura, que ella sentía un par.

El flirteo entre ellos había comenzado durante los últimos meses de su embarazo. La carga de su vientre, las dificultades para moverse y continuar con su vida, la estaban hartando. No veía la hora de que la niña naciera para quitársela de encima. Y se aburría terriblemente. Entonces una noche, a Owen se le ocurrió la brillante idea de invitar a su socio y a varias personas más a cenar a la casa. Solo quería darle algo para que se entretuviera, porque la veía hastiada.

Thomas y Elena ya se conocían, pero esa cena fue el inicio de su relación clandestina. Primero fueron mensajes subidos de tono, luego llamadas donde ella le hablaba con la voz cargada de deseo diciéndole toda clase de indecencias, mientras Thomas soltaba gemidos y sonidos húmedos. Pero no se fueron a la cama hasta después del nacimiento de Eva y el encuentro había sido explosivo, alimentado de todas esas insinuaciones y palabras obscenas.

Comenzaron a encontrarse más seguido, a verse en lugares alejados; en hoteles perdidos. Pero cuando creció el deseo, disminuyó la razón y entonces solo esperaban a que Owen saliera de la casa para que él se colara discretamente. El hecho de hacerlo en la misma cama que compartía cada noche con su esposo, le agregaba una pizca más de excitación.

En esas mismas sábanas habían concebido a Eva y ahora concebía el engaño.

Thomas era voluptuoso en su forma de amar, un salvaje que la manipulaba como a una muñeca, haciéndola gemir y gritar de dolor. Así fue como Elena descubrió su gusto por las cosas algo violentas. Ya lo que Owen le ofrecía era insulso, carecía de cualquier tipo de deseo. Entonces sintió la necesidad de justificar ese cambio brusco en su apetito y descubrió que los síntomas de la depresión postparto le venían como anillo al dedo.

Pero las mentiras tienen patas cortas, y eventualmente, calculó mal. La echó como a un perro, pero ella se llevó todo eso que quería: el dinero y no volvió a mirar atrás.

Se estableció con Thomas en otro país, y la vida era buena, rodeada de lujos y con un esposo mucho más temperamental e interesante que Owen.

Pero Thomas falleció de una manera muy peculiar. Al parecer, su familia lo había apartado por los "vicios" que tenía, por el incontrolable temperamento y por su afición al juego y el abuso de sustancias. Todo un combo. Y fue eso mismo lo que lo llevó a la muerte: una sobredosis mezclada con alcohol en una mesa clandestina de casino.

Durante un tiempo, Elena lamentó la pérdida. Pero cuando comenzaron a llegar los estados de las acciones que le había dejado su difunto marido, se dio cuenta de que tenía más dinero del que había imaginado; solo debía dejar que alguien más se encargara de los negocios mientras ella recibía las regalías sin mover un dedo. Sin embargo, con el tiempo se aburrió y decidió que era hora de regresar a su ciudad natal.

Reestablecerse en la ciudad fue fácil. Pronto dejó el hotel temporal donde estuvo viviendo y se mudó a un hermoso piso en el centro. Podía darse todos los gustos que quisiera. En su mente solo tenía un "gusto" que quería volver a probar: Owen Walker. Esa imagen de hombre poderoso, esos ojos semimuertos, toda esa aura de tristeza y lo increíblemente sexy que se había puesto. Así que pensó con cuidado cómo lo conseguiría.

Su primer movimiento fue estratégico: presentó una demanda para visitar a su hija Eva, aunque en realidad no le importaba. Espera lograr con ello volver a entrar en la vida de Owen y desestabilizarlo otra vez. Sabía bien que la niña era su debilidad, que haría lo que fuera por ella y que pelearía con uñas y dientes por alejarla de su hija. Eso esperaba, despertarle las ganas y el odio, todo junto. En el pasado había sido un excelente juguete, un títere fácil de manipular y engañar. Era muy probable que, si jugaba bien sus cartas, lo consiguiera de nuevo.

Así que Elena contactó a un bufete de abogados, pero no cualquiera; tenía que ser uno de renombre, el mejor. Ir contra un hombre que se había convertido en alguien tan importante no era broma; también debía demostrarle que estaba a su altura.

-El dinero no es problema, pueden utilizar todos los recursos que crean convenientes. Lleguen hasta última instancia, si es a un juzgado, mejor. Quiero a los mejores, quiero a los expertos, a los que hagan que Walker sude. Quiero que hagan de se ponga nervioso, que se desestabilice, que no piense en otra cosa que en la demanda. Intentará frenarlos por todos los medios, no me importa, hagan lo que tengan que hacer.

Fueron las ordenes que dio esa tarde en el bufete de Petersson & Hijos. El mismo Dr. Petersson la recibió en persona; la dama con su traje sastre, con el porte delicado y bellísima, traía consigo una chequera firmada en blanco. ¿Cómo no cumplir los pedidos de semejante Sra.? Así que, complacido, reunió a sus abogados más talentosos y les informó que se prepararan para la contienda: irían contra Owen Walker y todo el imperio de Plaza&Milne IT.

El zorro pierde el pelo, pero no las mañas. Su apariencia de dama agraciada y elegante escondía su malicia, codicia y la falsedad de un alma hueca. Afortunadamente para Owen, no le sería tan sencillo como creía.

            
            

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