Solo con un beso
img img Solo con un beso img Capítulo 2 Dos
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Capítulo 12 Doce img
Capítulo 13 Trece img
Capítulo 14 Catorce img
Capítulo 15 Quince img
Capítulo 16 Dieciséis img
Capítulo 17 Diecisiete img
Capítulo 18 Dieciocho img
Capítulo 19 Diecinueve img
Capítulo 20 Veinte img
Capítulo 21 Veintiuno img
Capítulo 22 Veintidós img
Capítulo 23 Veintitrés img
Capítulo 24 Veinticuatro img
Capítulo 25 Veinticinco img
Capítulo 26 Veintiséis img
Capítulo 27 Veintisiete img
Capítulo 28 Veintiocho img
Capítulo 29 Ventinueve img
Capítulo 30 Treinta img
Capítulo 31 Treinta y uno img
Capítulo 32 Treinta y dos img
Capítulo 33 Treinta y tres img
Capítulo 34 Treinta y cuatro img
Capítulo 35 Treinta y cinco img
Capítulo 36 Treinta y seis img
Capítulo 37 Treinta y siete img
Capítulo 38 Treinta y ocho img
Capítulo 39 Treinta y nueve img
Capítulo 40 Cuarenta img
Capítulo 41 Cuarenta y uno img
Capítulo 42 Cuarenta y dos img
Capítulo 43 Cuarenta y tres img
Capítulo 44 Cuarenta y cuatro img
Capítulo 45 Cuarenta y cinco img
Capítulo 46 Cuarenta y seis img
Capítulo 47 Cuarenta y siete img
Capítulo 48 Cuarenta y ocho img
Capítulo 49 Cuarenta y nueve img
Capítulo 50 Cincuenta img
Capítulo 51 Cincuenta y uno img
Capítulo 52 Cincuenta y dos img
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Capítulo 60 Sesenta img
Capítulo 61 Sesenta y uno img
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Capítulo 2 Dos

El cinismo de Owen tenía fundamentos, o al menos, eso era lo que él creía.

Sexy...

De ojos grises...

De cabello castaño salpicado de gris...

Así era Owen Walker. A sus 43 años ya ocupaba el sillón de la Dirección General de Plaza & Milne I.T. una de las empresas más grande de servicios tecnológicos del país. Un hombre exitoso en los negocios, un guerrero incansable para las ideas revolucionarias y para generar dinero. Su tío lo puso al frente de ese monstruo mercantil sin dudarlo y no se equivocó: sobre la pared de su oficina colgaban todas las tapas de revistas especializadas que lo mostraban como "el artífice de la próxima era digital".

Brillante, aguerrido, con un temperamento volátil y extremadamente ambicioso siempre daba la impresión de estar enojado. Su cara impasible y la mirada fría, como si estuviese muerto, generaban respeto y miedo entre quienes lo rodeaban. Pero detrás de esa fachada dura y plagada de éxitos, se escondía un hombre profundamente herido.

Una herida que lo marcó y derrumbó todos sus sueños. Owen no siempre había sido así. No, él se había enamorado hasta los huesos de una mujer hermosa, se había enloquecido por ella. Le había prometido el mundo entero y un futuro juntos. No quiso escuchar a nadie. Ni a sus amigos, quienes la conocían y le advirtieron, ni a su propia cabeza que disparaba alarmas sin cesar.

Se casó con ella, con Elena, cegado de amor. Y cuando le dijo que estaba esperando un hijo, Owen se convirtió en la persona más feliz y orgullosa. Soñaba despierto con cómo se vería su hijo y en las cosas que le enseñaría. La vida le estaba dando todo lo que uno puede anhelar. Luego llegó la noticia de que su hijo sería en realidad una hija; no podía caberle tanta ternura en el pecho. ¡Una niña! ¡Una niña hermosa y tierna! Una niña con dos moños y vestidos rosas que lo miraría para llamarlo: "Papá".

Pero luego del nacimiento de Eva, su hija, las cosas se fueron en picada. Su esposa no mostraba interés por la pequeña y Owen se desesperó. Los médicos le informaron que eso que Elena estaba padeciendo era depresión postparto y él hizo todo lo que le recomendaron para encontrar una solución. Los primeros meses habían sido una tortura; se veía desbordado por la situación: los llantos incontrolables de su hija llamando a su madre y la indiferencia de Elena hacia ella. Sin embargo, Owen no desistió.

Se levantaba varias veces durante la noche a atender a su bebé y dejaba que Elena durmiera; no la acosaba con cuestionamientos ni reproches, porque sabía que ella también lo estaba pasando mal. De pronto ya no era solo el Director de una empresa, un esposo y un padre; se había convertido en el único sostén de su familia, en el único apoyo. A menudo, ponía a su hija en una silla y la llevaba con él a la oficina. Muchos otros, la dejaba al cuidado de su madre mientras él trabajaba.

La vida se había complicado. Eva pasó los primeros 6 meses entre las oficinas de Plaza&Milne, entre secretarias y amigos de Owen que trabajaban con él. Su prima Lali solía aparecer de repente para llevarse a Eva por unas horas. Y él estaba agradecido con todos por el amor que le daban a su niña, el amor que no recibía de su madre.

Por las noches llegaba y la encontraba todavía en la cama, casi no le hablaba, apenas lo miraba. Y cuando le acercaba a la bebé, ella se cubría la cabeza con la sabana o se giraba.

-No me siento bien -se justificaba Elena.

Cada vez el corazón de ese padre perdía un pedazo ¿Qué iba a hacer? Seguir. Continuar sin detenerse hasta que el amor de su vida pudiese volver a ponerse de pie, hasta recuperarla y, finalmente, poder tener la familia que siempre había soñado.

Pero en ocasiones se quebraba. En ocasiones, observaba a Eva mientras dormía, luego bajaba a la cocina y se encerraba allí para largarse a llorar como un niño. El llanto que produce el dolor en el alma, el miedo y la desesperación. Se tapaba la cara con las manos y se sentaba en el piso a liberar toda la frustración. Su mente le devolvía constantemente la cara roja y llorosa de su pequeña bebé y la mirada distante de Elena.

Él era fuerte, pero no lo suficiente.

No se resignaba al destino que se presentaba delante de él, no lo haría nunca. Así que se secaba los ojos, respiraba profundo y se ponía de pie para volver a su cuarto. Se acostaba junto a una mujer que ya no lo buscaba, no lo miraba con deseo, ni siquiera lo abrazaba. Pero Owen sí lo hacía, solo para que Elena no se sintiera abandonada. Se acercaba apenas y le envolvía la cintura con su brazo. Y eso era todo, cerraba los ojos y comenzaba de nuevo con su lucha a la mañana siguiente.

Sin embargo, el destino le jugó sucio. Si no se resignaba a sus designios lo haría pedazos y es que al destino no le gusta perder. Como no daba el brazo a torcer y aceptaba la vida como era, le puso delante la prueba de que estaba equivocado, de que él no se había ganado la posibilidad de la felicidad completa. En un solo día le arrebató todo eso por lo que Owen había estado peleando incansablemente, dejándolo solo, lastimado y rabioso.

Owen Walker, el Director General de Plaza&Milne, el padre de Eva, estaba por convertirse en lo que era ahora. No lo sabía y de haberlo sabido, difícilmente podría haber cambiado algo. Hizo que su alma se congelara en el tiempo, que perdiera la confianza, que se escondiera dentro de una corteza y se alejara de la vida común y mundana. Todo lo que le quedaría sería un perpetuo sabor amargo en la boca y un corazón que apenas latiría de nuevo.

-Son todas iguales, Bob -. comenzó esa noche entre tragos -Todo lo que quieren es que te conviertas en un estúpido, les des todo el dinero y las joyas que desean y luego se largan con un tipo asqueroso.

Estaba muy ebrio y Bob, casi. Pero lo escuchaba y asentía, dándole la razón aunque no la tuviera.

-¡Te dije que era una perra! Pero ¿me escuchaste? ¡Claro que no! ¡Tú no escuchas a nadie! ¡Eres un idiota!

-No me engañarán otra vez... No lo harán.

-Al menos tienes a tu hija. Eva es tan hermosa... -le dijo su amigo con voz de soñador. Era su sobrina postiza y, por supuesto que era la niña más bella del mundo.

-¡La más hermosa! Mi niña -. la voz quebrada -No sé cómo lo haré solo con Eva, tengo miedo -. le confesó.

-¡¿Qué diablos?! ¡Vienes haciéndolo solo desde que nació! Que esa bruja esté o no, no modificará la vida de Eva... Solo la tuya... Eres idiota, pero eres el mejor padre que conozco. Lo harás genial.

Le había dado unas palmadas abiertas en la espalda, haciendo que Owen derramara su bebida sobre la mesa.

Así comenzó su cambio. El hombre tierno, soñador y enamoradizo que una vez fue, fue mutando con los años. Le ganaron la tristeza y la desconfianza, la frialdad. El cinismo de ver a todas las mujeres bajo el mismo cristal que a Elena lo terminó llevando a desarrollar un modo bastante sórdido que lo ayudaba a canalizar su enojo. Una mancha de la que nadie, a excepción de Bob, sabía.

            
            

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