Capítulo 5 Lamento mi tardanza

"Has fingido ser un alma delicada y bondadosa durante tanto tiempo que has empezado a creértelo tú misma", comentó Katelyn con una mirada despectiva.

Era obvio que Lise estaba intentando crear un conflicto entre ella y Aimee.

El rostro de Lise enrojeció de rabia. Antes de que pudiera responder, Neil intervino: "¡Katelyn, basta!".

Había presenciado todo desde la sala privada. Si Aimee no hubiera intervenido, Felix habría continuado su acoso. Neil se sentía frustrado porque Katelyn no había mostrado aprecio por la preocupación de Lise.

Además, le molestaba que tuviera una conexión con Aimee y se lo hubiera ocultado. Había estado inquieto y ansioso durante esas semanas, y Lise había hecho todo lo posible para complacer a Aimee. En cambio, Katelyn no había hecho nada.

Neil estaba más que furioso. Lise tiró levemente de su manga.

Katelyn era amiga de Aimee, así que cualquier conflicto podría afectar negativamente la visión de esta última sobre ellos y arriesgar su colaboración.

Con una sonrisa conciliadora, Lise declaró: "Señorita Stephens, nuestra sala privada está ahí. ¿Por qué no entramos y discutimos los detalles de nuestra cooperación?".

Aimee los miró desdeñosamente. "¿Cuándo acepté trabajar con ustedes?".

Lise y Neil se quedaron desconcertados.

"Eres una rompehogares. No te engañes a ti misma pensando que Iris trabajará con alguien tan moralmente indecente como tú. ¡Deja de soñar!", gruñó Aimee.

Lise la miró atónita, sin poder ocultar su sorpresa.

No había previsto esa dura respuesta.

Sus palabras le dolieron más que cualquier golpe físico.

Pero, a pesar de sentirse herida, no se atrevió a confrontarla ni a tomar represalias.

La atmósfera se volvió gélida ante los comentarios de Aimee.

Lise tuvo la sensación de que su renuencia a cooperar podría deberse a la influencia de Katelyn.

Sospechaba que ella había hablado mal de ellos con Aimee, provocando que se retractara de su acuerdo.

Por lo tanto, reprimió su rabia y espetó: "Katelyn, la empresa de Neil está en una crisis. En lugar de ayudar, solo has causado más problemas. ¡Deja de comportarte como una niña!".

Neil también la fulminó con la mirada. "Katelyn, ¿ya terminaste de causar problemas?".

Le estaba echando la culpa por su fallida cooperación, sintiendo que ella había cruzado la línea.

Katelyn curvó los labios en una leve sonrisa. Antes de que pudiera responder, Aimee salió a defenderla. "Señor Wheeler, ¿quién te crees que eres?".

Neil palideció ligeramente.

Frotándose la muñeca, Aimee agregó con desdén: "Ya hemos elegido a nuestro socio, y no eres tú. A diferencia de ti, él es respetable y no ha tenido ningún escándalo. Se adhiere estrictamente a sus principios y nunca engañaría a su esposa. Nuestro estudio no trabaja con sinvergüenzas como tú, señor Wheeler".

"¡Oye!". Neil las miró gélidamente. Lise se apresuró a pellizcarle el brazo para calmarlo y forzó una sonrisa. "Señorita Stephens, usted nos ha malinterpretado. Lo que le contó Katelyn no es del todo preciso. Ella es...".

Visiblemente irritada, Aimee afirmó: "Ya basta de excusas. No me interesan tus intentos de justificar lo ocurrido. Si continúas, solo harás que te respete menos. Por favor, dejen de meterse en mi camino y de actuar como tontos".

Neil y Lise estaban avergonzados y frustrados. Katelyn sonrió, apreciando la agudeza de su amiga.

Estaba a punto de hablar cuando escuchó una conmoción en la esquina.

Todos los ojos se volvieron hacia ellos.

Varios guardaespaldas se movían con precisión.

Todos parecían intimidantes y escoltaban a un hombre distinguido.

Vestido con un elegante traje negro, exudaba sofisticación con cada paso.

Su rostro era casi divino, con rasgos que parecían meticulosamente elaborados por el mismo Dios. Sus ojos profundos e invernales podían cautivar e inquietar a cualquiera que los mirara. La gente empezó a sentirse tensa y contuvo la respiración en su presencia. El recién llegado llamó la atención de todos a su alrededor.

Antes de que sus guardaespaldas pudieran hacer algo, la multitud se apartó instintivamente debido a su imponente presencia.

Lise se quedó con los ojos muy abiertos.

Se preguntó si estaba viendo cosas cuando se dio cuenta de que el hombre era Vincent Adams.

Era presidente del Grupo Adams, un colosal imperio empresarial.

El Grupo Adams había empezado en el sector inmobiliario, pero luego se expandió a industrias como la médica y la de tecnologías de información.

Desde hacía cinco años, cuando Vincent asumió el mando, se convirtió en una de las empresas de más rápido crecimiento del mundo. Y ahora era una de las diez empresas más grandes.

Tenía un papel importante en la economía de la ciudad.

Neil se puso tenso y sus ojos reflejaron su seriedad.

Vincent ignoró a los demás y se acercó a Katelyn. Su voz profunda sonaba como la melodía de un violonchelo en la oscuridad.

"Lamento mi tardanza".