El semblante de Allison, grabado con un inconfundible velo de terror y ansiedad, delataba la agitación que la agitaba en su interior. Su mirada se desvió tristemente por la ventana, y el paisaje que alguna vez le resultó familiar se desvaneció en una mancha surrealista. Había abandonado su santuario, su vida, y ahora se dirigía a toda velocidad hacia un destino envuelto en incertidumbre.
Al acercarse a su destino, la imponente silueta de la Mansión Parker apareció en el horizonte. Era un gran edificio victoriano, sus altas torretas y enigmáticos vitrales proyectaban una sombra siniestra contra la luz que se desvanecía.
"Recuerda, Allison, debes ser obediente y discreta", reiteró Thomas, con la voz cargada de preocupación. "Dante es un individuo complejo, pero si sigues mis instrucciones, estarás a salvo".
Allison asintió, su mente se aferraba desesperadamente a cada sílaba que pronunciaba Thomas, su corazón latía como un errático latido contra sus costillas. A pesar de la tensión palpable, Thomas se esforzó por aliviar la inquietud de Allison durante su arduo viaje. Tocó sus melodías favoritas, intentó sacarle una sonrisa con algunos comentarios jocosos e incluso prometió visitarla en la mansión si Dante lo permitía.
Finalmente, después de un viaje que se sintió como una eternidad, llegaron a las puertas de la Mansión Parker. Thomas apagó el motor y se enfrentó a Allison, su mirada transmitía una mezcla de aliento y aprensión.
"Has llegado, Allison", dijo Thomas, su voz teñida con una mezcla agridulce de resignación y optimismo. "Recuerda, no estás sola. Estamos aquí para ti".
Con manos temblorosas, Allison se despidió de la familiar calidez de la presencia de Thomas. Mientras la brisa fría se arremolinaba a su alrededor, Allison salió del auto, con el corazón palpitando con una mezcla de inquietud y determinación. La imponente fachada de la Mansión Parker se alzaba ante ella, un símbolo del tumultuoso pasado y el futuro incierto que la esperaba.
Guiada por el fiel guardaespaldas de Dante, Allison recorrió los grandes pasillos de la mansión, mientras su mirada absorbía el opulento entorno que contrastaba marcadamente con la vida humilde que había dejado atrás. La sirvienta que le asignaron, una mujer de gracia anciana y semblante amable, la condujo a su nueva habitación.
Al entrar en su habitación, Allison sintió una oleada de alivio que la invadió. La cama, adornada con una variedad de almohadas mullidas, prometía un respiro de las noches de insomnio que la habían atormentado. El armario estaba lleno de una variedad de prendas finas, como si estuvieran hechas a medida específicamente para ella. Eligió un elegante vestido azul y se lo puso con cuidado, alisándose el cabello para que pareciera ordenado.
Mientras se mira al espejo, el reflejo que ve no es el de la mujer fuerte y segura que esperaba, sino el de una chica asustada y sola. El vestido azul, aunque hermoso, no puede ocultar su miedo. Allison suspira con desánimo, comprendiendo que la ropa no puede cambiar su situación ni disipar sus temores.
Allison fue guiada por las laberínticas estancias de la mansión hasta llegar al comedor. Al entrar, una amplia mesa ricamente adornada con platos de porcelana y cristalería fina la esperaba. Sin Dante en la sala, Allison respiró aliviada y se sentó tímidamente al extremo de la larga mesa.
La comida fue servida por las sirvientas que, con destreza y agilidad, llenaron su plato con los manjares más exquisitos. A pesar de la aprehensión que sentía, Allison comenzó a comer con modales refinados y una elegancia innata, fruto de su buena educación. Cada bocado era saboreado con delicadeza y gratitud. La joven comía con una gracia y cortesía que contrastaba fuertemente con la realidad de su situación.
Las sirvientas observaban a Allison con fascinación y sorpresa. La naturalidad con la que manejaba los cubiertos y la finura con la que degustaba los platillos resultaba impresionante. No era común ver a una chica tan joven y sin embargo tan bien educada en esta casa. La inocencia de Allison se reflejaba no solo en su rostro y en sus ojos, sino también en la forma en la que trataba a los demás con respeto y consideración.
Mientras Allison continuaba comiendo, las sirvientas comenzaron a intercambiar miradas cargadas de lástima. Sabían lo que el futuro le tenía reservado a la joven con Dante, un futuro que ella aún desconocía. Y aunque ninguna de ellas podía cambiar su destino, decidieron ofrecerle algunos consejos, pequeñas guías de supervivencia que, esperaban, pudieran serle de utilidad en el futuro.
Al terminar la comida, Allison se levantó para recoger su plato y lavarlo. Sin embargo, una de las sirvientas la detuvo. Como nueva mujer de Dante, las tareas domésticas no eran su responsabilidad. Si bien este gesto era un recordatorio de su nuevo estatus, también fue un gesto de consideración y respeto hacia ella.
A pesar de la inseguridad y el miedo que aún la embargaban, Allison se permitió un breve momento de vanidad. Fue un pequeño acto de autoafirmación, una forma de recuperar la sensación de control en medio de la turbulencia de su nuevo entorno. Cuando se acercó a la ventana, su mirada se posó en el extenso jardín, una sinfonía de colores vibrantes y vegetación serena. En ese tranquilo refugio, encontró un rayo de esperanza, un santuario donde podía escapar de la agitación que se extendía dentro de los muros de la mansión.
Ella caminó hacia su habitación, su corazón latiendo en su pecho como un tambor salvaje. Centelleando a la luz tenue del pasillo.
Con una respiración profunda, empujó la puerta y allí estaba él: Dante, una figura imponente envuelta en un traje negro impecablemente confeccionado. Sus penetrantes ojos color avellana, enmarcados por su cabello castaño oscuro, tenían un brillo gélido que contrastaba marcadamente con su tez pálida.
El aire a su alrededor pareció congelarse, la temperatura cayó en picado hasta las profundidades de una noche de invierno. Su mirada, tan fría e implacable como el agarre implacable del invierno, la recorrió, escrutándola de la cabeza a los pies. Esos ojos, tan gélidos como el agarre implacable del invierno, solo reflejaban desprecio e indiferencia.
La mirada de Allison vaciló, incapaz de soportar el peso de su mirada penetrante. Era como si estuviera contemplando al mismísimo diablo, una entidad malévola que se alimenta del terror y la desesperación de los demás.
"¡Mírame, Allison!", ordenó Dante, su voz reverberaba con una furia arrogante que resonó por toda la habitación. Sus ojos parpadearon, el miedo y el pánico se reflejaban en su rostro, su cuerpo temblaba, su respiración se entrecortaba.
"A partir de este momento, residirás aquí con el único propósito de satisfacer todos mis caprichos y deseos", continuó Dante, su voz tan fría como el hielo. "El incumplimiento de mis deseos y demandas será castigado con rapidez y severidad. Conoces bien mi ira cuando se desafían mis órdenes, y más especialmente por parte de aquellos que traicionan mi confianza". Dicho esto el hombre se acomodó un poco su traje y dio pasos hasta la puerta.
Allison se quedó en la habitación, su corazón latiendo con miedo y terror. Solo la presencia de Dante era suficiente para hacer que su corazón latiera desenfrenadamente.
La puerta se cerró con un golpe seco, dejando a Allison sola en la oscuridad. El miedo se apoderó de ella, pero se prometió a sí misma que sobreviviría, que encontraría una forma de escapar de este infierno.
Ella respiró profundamente. Sabía que las cosas iban a ser complicadas para ella, y más cuando este hombre era tan frívolo. Allison no sabía qué hacer en esa enorme casa; parecía una princesa en una torre. Solo veía la habitación de un lado a otro y en ese momento volvió a pensar nuevamente en sus padres. Solo deseaba poder haber muerto junto a ellos en el avión donde iban.
No pudo verlos antes de ser sepultados. Sus hermanos eran tan crueles que solo la querían ver muerta y que desapareciera por completo de sus vidas. Allison se ahogó con sus propias lágrimas, cada una de ellas eran de dolor. Todo se le fue arrebatado de un momento a otro.
Ahora estaba viviendo junto a un extraño que no parecía para nada agradable. La gente tenía miedo de aquel hombre, pero ella quería saber por qué. También quería entender qué era eso que le había dicho Thomas antes de venir aquí. ¿Será que Dante, el hombre con quien ahora vivía, había hecho algo o le pasó algo en el pasado? O quizás él era así por naturaleza.