Convertida en la Esposa de un Millonario
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Capítulo 2 02

El día siguiente, Valeria llegó a la cafetería con una mezcla de nerviosismo y emoción. Se puso una blusa amplia que disimulaba su embarazo, y al mirar su reflejo en el cristal de la puerta, se sintió un poco más segura. Tenía que hacer esto. Para ella y para su bebé.

-Buenos días, Valeria -la saludó Carla al entrar-. Estoy feliz de que estés aquí. Vamos a comenzar con lo básico.

La cafetería estaba en pleno auge. Gente entrando y saliendo, el sonido de las máquinas de café, y el olor tentador de pasteles recién horneados llenaban el aire.

-Primero, necesitas aprender a tomar órdenes -dijo Carla, mostrándole una libreta y un bolígrafo-. Cuando alguien te pida algo, anótalo. Es más fácil recordar si lo escribes.

Valeria asintió, lista para aprender.

-¿Y si me olvido de algo? -preguntó, un poco insegura.

-No te preocupes, todos cometemos errores al principio. Lo importante es que aprendas de ellos -respondió Carla con una sonrisa alentadora.

Con cada mesa que atendía, Valeria se sentía más cómoda. Al principio, le costaba recordar los pedidos, pero después de un par de horas, comenzó a encontrar su ritmo. Se movía entre las mesas, sirviendo café y pasteles, mientras intercambiaba sonrisas con los clientes.

-¡Hola! ¿Qué tal? -saludó a un grupo de estudiantes que reían en una esquina.

-Hola, ¿qué tienen de especial hoy? -preguntó uno de ellos, mirando el menú.

-Tenemos un delicioso brownie de chocolate y un latte de vainilla que es un éxito -respondió Valeria, sintiendo que su confianza crecía.

-Perfecto, ¡quiero uno de cada! -dijo el estudiante, y ella anotó rápidamente su pedido.

A medida que pasaban las horas, Valeria se sorprendió de lo mucho que disfrutaba el trabajo. La interacción con los clientes le daba un respiro de la tristeza que había dejado atrás. Sin embargo, había momentos difíciles.

Durante el almuerzo, una clienta mayor la miró con curiosidad.

-¿Estás bien, querida? Te ves un poco cansada -dijo la mujer, sonriendo con amabilidad.

Valeria sintió que el corazón le daba un vuelco.

-Sí, solo un poco de estrés -respondió, tratando de sonreír-. Estoy empezando un nuevo trabajo.

-Es bueno empezar de nuevo -dijo la mujer-. Recuerda cuidar de ti misma.

Valeria asintió, sintiendo que esas palabras resonaban en su interior. Tenía que cuidar de sí misma y de la vida que llevaba dentro.

Al final de su primer día, Carla la llamó.

-Hiciste un buen trabajo hoy, Valeria. Te manejaste muy bien con los clientes. -Dijo Carla, dándole una palmadita en la espalda.

-Gracias, fue un poco abrumador al principio -admitió Valeria, sonriendo.

-Es normal. Pero tienes talento. -Carla la miró con seriedad-. Solo recuerda no sobrecargarte. Si sientes que necesitas un descanso, dímelo.

Valeria sintió una oleada de gratitud. Era un pequeño gesto, pero significaba mucho.

Cuando finalmente terminó su turno, salió de la cafetería sintiendo una mezcla de cansancio y satisfacción. Había dado un paso hacia un nuevo comienzo. Con cada día que pasaba, se sentía un poco más fuerte y un poco más capaz de enfrentar lo que la vida le deparara.

Mientras caminaba de regreso a su habitación, Valeria se prometió a sí misma que seguiría luchando, no solo por ella, sino por el pequeño ser que crecía en su interior. Estaba lista para lo que viniera.

El segundo día de Valeria en la cafetería transcurrió sin problemas. La rutina de tomar órdenes y servir a los clientes se volvía cada vez más natural. Sin embargo, en medio de ese ambiente familiar, un nuevo cliente llamó su atención.

Era un hombre alto, vestido con un traje oscuro perfectamente ajustado que realzaba su figura atlética. Su cabello era oscuro, con un ligero desorden que le daba un aire despreocupado, y su mandíbula estaba bien definida. Pero lo que más destacaba eran sus ojos: profundos y penetrantes, un azul intenso que parecía absorber la luz. **Era el tipo de hombre que atraía todas las miradas y dejaba una impresión duradera.**

Valeria sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras lo observaba. **Era imposible no notar su presencia.** Se sentó en una mesa cerca de la ventana, solo, mientras revisaba el menú con una expresión de desdén. Su compañera, Carla, lo vio y se encogió de hombros.

-No tengo ganas de atenderlo. Es un cliente difícil -le dijo a Valeria, mirándolo de reojo.

Valeria frunció el ceño.

-¿Por qué? -preguntó, intrigada.

-Es exigente y siempre parece estar molesto -respondió Carla-. Pero tú puedes manejarlo. Ve a ver qué quiere.

Con un suspiro, Valeria se acercó a la mesa del hombre.

-Hola, soy Valeria. ¿Puedo tomar su orden? -dijo, tratando de mantener la voz firme.

Él levantó la vista y la miró, y por un momento, Valeria se sintió atrapada en su mirada. Había una chispa de arrogancia en su expresión, y su tono era directo.

-Sí, quiero un café negro, sin azúcar, y una tostada de aguacate -respondió, como si estuviera dictando una orden.

-Claro, en seguida -contestó Valeria, intentando ignorar el ligero temblor en sus manos. Se dio la vuelta y se dirigió a la barra a preparar su pedido.

Mientras esperaba que el café estuviera listo, no podía evitar pensar en él. **Era atractivo, pero su actitud era fría y distante.** Al regresar a la mesa con la bebida y la tostada, un nerviosismo recorrió su cuerpo.

-Aquí tiene su orden -dijo Valeria, colocando la bandeja sobre la mesa. Pero en un descuido, el café se inclinó y derramó un poco sobre la mesa y, lamentablemente, también sobre él.

-¡Genial! ¡Increíble! -exclamó él, levantándose de inmediato. La expresión de su rostro pasó de sorpresa a irritación en un instante. -¿Eres consciente de lo que acabas de hacer?

-Lo siento mucho -respondió Valeria, sintiéndose completamente avergonzada-. No fue mi intención.

Él frunció el ceño, claramente molesto.

-¿No puedes tener más cuidado? Este traje cuesta más que tu sueldo -recriminó, su tono despectivo cortando el aire.

Valeria sintió que su rostro se sonrojaba, el desdén en sus palabras la hirió.

-¿Y tú no puedes ser un poco más comprensivo? -respondió, con una chispa de desafío en su voz-. Todos cometemos errores.

-¿Comprensivo? ¿Por qué debería ser comprensivo? -replicó él, cruzando los brazos-. Si no puedes manejar un simple servicio, tal vez deberías buscar otro trabajo.

Valeria apretó los dientes, sintiendo cómo la frustración se acumulaba en su pecho.

-No tengo que escuchar esto de alguien que no sabe respetar a los demás -dijo, alzando la voz. Su corazón latía con fuerza, no solo por la indignación, sino porque sabía que tenía razón.

Él se inclinó hacia ella, su mirada intensa y desafiante.

-¿Y tú crees que me importa lo que pienses? Solo quiero un servicio decente, y tú ni siquiera puedes hacer eso.

-Quizá deberías aprender a ser un poco más educado, en lugar de actuar como si el mundo te debiera algo -contestó Valeria, sintiéndose cada vez más empoderada por su propia respuesta.

En ese momento, Carla apareció, habiendo escuchado la discusión.

-¿Qué está pasando aquí? -preguntó, mirando al hombre con desconfianza.

-Solo le estoy diciendo a esta... -comenzó él, pero Carla lo interrumpió.

-No, no te permito que hables así con una compañera. Todos pueden cometer errores. Si no te gusta, puedes irte a otro lugar.

El hombre, ahora visiblemente frustrado, se quedó en silencio, evaluando la situación. Finalmente, soltó un suspiro de desdén.

-No tengo tiempo para esto. Solo quiero que me traigan mi café, y que me lo traigan bien.

Valeria, aún con el corazón latiendo con fuerza, sintió que la tensión se desvanecía. Su orgullo se había defendido, pero no había ganado nada más que una discusión. Sin embargo, también era un recordatorio de que no iba a permitir que nadie la menospreciara.

Mientras se alejaba, Carla le dio una palmada en el hombro.

-Hiciste bien al defenderte. No dejes que nadie te haga sentir menos -dijo, sonriendo.

Valeria asintió, sintiendo una mezcla de alivio y determinación. Tenía que seguir adelante. Aunque la vida le presentaba desafíos, estaba decidida a enfrentarlos con valentía.

            
            

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